Encuentra a tus autores aquí

martes, enero 22, 2013

Alicia Dorantes: La fotografía premiada


La fotografía premiada

Alicia Dorantes


                                             La fotografía no puede cambiar la realidad pero si puede mostrarla. Fred Mc Cullin


Tiempo atrás, el fotógrafo y periodista español, Gervasio Sánchez subió a recoger el premio Ortega y Gasset que otorga el diario El País. Fue ante la asistencia de un concurrido público, entre ellos estaban también la vicepresidenta del gobierno, el presidente del Senado, varios ministros, y el alcalde de Madrid, además de todos los medios de prensa. Parece ser que dicho discurso no debió ser del gusto de tan ilustre público ya que fue condenando al ostracismo y al olvido de la prensa.
            Como la gran mayoría de medios no quisieron publicar el discurso, un alma piadosa, lo convirtió en un Power Point (PP) para que lo leyeran miles de personas alrededor del mundo. De ese PP extraje el mensaje del Sr. Sánchez. Cuando lo lean, entenderán por qué motivo no quisieron darle la publicidad que a mi juicio, merecía. El discurso iniciaba así:

«Estimados miembros del jurado, señoras y señores: Es para mí un gran honor recibir el Premio “Ortega y Gasset” de Fotografía, convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciales de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo. Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena, por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis relatos, tantas veces seres humanos extraviados en la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.»

«No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS, ni a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme en los últimos doce años y permitir que el proyecto “Vidas Minadas”, al que pertenece la fotografía premiada, tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.»

«Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo biológico, Diego Sánchez, puedo decir como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado en Memphis, Tennessee, el día 4 de abril de 1968, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas. Ellos son: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes ven junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de los mártires, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años. Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, llegar a la universidad, tener hijos.»

«Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad. Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película “Cuentos de la luna pálida” de Kenji Mizoguchi. Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de las minas y al desminado. Es verdad que todos los gobiernos españoles, desde el inicio de la transición, encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.»

Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo, cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas. Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo, y que me avergüenzo de mis representantes políticos.»

«Pero como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte. Muchas gracias.»

Pero… ¿Quién es Gervasio Sánchez, nos preguntaremos muchos? Gervasio Sánchez nació en Córdoba, España, en 1959. Es periodista y fotógrafo. Ha cubierto como reportero gráfico la mayor parte de los conflictos armados de América Latina y la Guerra del Golfo desde 1984 hasta 1992, a partir de lo cual pasó a cubrir la Guerra de Bosnia y el resto de conflictos derivados de la desfragmentación de la antigua Yugoslavia. También ha cubierto diferentes conflictos en África y Asia. Ha trabajado para diferentes medios, aunque usualmente lo ha hecho como periodista independiente. Entre los periódicos para los que ha trabajado destaca "Heraldo de Aragón", El Magazine de La Vanguardia; y en otros medios: la Cadena SER, el servicio español de la BBC y la revista Tiempo.

Cuando habla de su columna: «Vidas Minadas», menciona un proverbio indio que “la más larga caminata comienza con un paso”. Así, mi primer paso en el proyecto que se acabó llamando “Vidas Minadas”, lo di tras el curioso encargo realizado por una revista en septiembre de 1995 que me permitió zambullirme en un submundo de horror y desolación. Durante dos semanas fui testigo en Kuito (Angola, África) de las gravísimas secuelas que provocan las minas antipersonas entre la población civil: ejércitos de mutilados, formados por hombres, mujeres y niños, se paseaban por una comarca de ruinas modernas después de sobrevivir a un cerco más salvaje que el de Sarajevo. Entonces morían o eran mutilados por diminutos “guerreros” ocultos que carecen de sentimientos, pero que son letales a la más leve presión.»

 «A cualquier hora del día o de la noche era imposible pasear por una calle de aquella ciudad sin que te topases con un mutilado. Tres mil personas, el 3% de la población, había sufrido el impacto de una mina. Centenares de personas, habían muerto sin recibir asistencia durante su agonía. Había tantas minas que los potenciales auxiliadores hubieran saltado por los aires. El encargo que me había hecho el dueño de la revista en cuestión era sencillo: contar la historia de un niño o una niña víctima de una mina. Se había comprometido a publicar el reportaje como yo quisiera y, por primera vez en mi vida profesional, un medio de comunicación me había ofrecido un generoso adelanto para los gastos.

Elegí la historia de un adolescente llamado Adelino que había perdido su pierna siendo un niño y cuyo padre había muerto víctima de una mina. Nunca olvidaré el día en que el muchacho se paró en un sendero y me señaló unos huesos a unos cinco metros escondidos entre hierbajos de un metro de altura: “Son de mi padre. No pudieron salvarle, agonizó y murió sin ayuda. Esa es su tumba”. Aquel viaje a Angola cambió radicalmente mi perspectiva periodística. La muerte de un ciudadano occidental repercute más que la de miles de africanos, asiáticos o latinoamericanos. Alguien de aquí muere allí y no sólo pasa a la posteridad sino que llegamos a conocer hasta el color de los ojos de su hijo más pequeño.» Gervasio Sánchez, como Martin Luther King, comparten el siguiente sueño:

Tengo un sueño, un solo / sueño, seguir soñando.
Soñar con la libertad, soñar / con la justicia, soñar con la
igualdad y ojalá!!... ya no / tuviera necesidad de soñarlas.
Soñar a mis hijos, grandes, / sanos, felices, volando
con sus alas, / sin olvidar nunca el nido.
Soñar con el amor con / amar y ser amado
dando todo sin medirlo / recibiendo todo sin pedirlo.
Soñar con la paz en el mundo, / en mi país... en mi mismo,
y quién sabe cuál es / más difícil de alcanzar.
Soñar que mis cabellos / que ralean y se blanquean
no impidan que mi mente / y mi corazón sigan jóvenes,
y se animen a la aventura, / sigan niños y conserven la capacidad de jugar.
De soñar que cuando llegue al / final podré decir
que viví soñando y que / mi vida fue un sueño soñado
en una larga y plácida noche / de la eternidad.

                                                                    
Martin Luther King


Alicia Dorantes











No hay comentarios.: