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martes, enero 01, 2013

Lourdes Franyuti: Duplicado de llave

                  Duplicado de Llave                                            
      Lourdes Franyuti                                    
 
“…Y cada vez más tú, y cada vez más yo, sin rastro de nosotros”.
Joaquín Sabina.
                       
                        Dos llaves que abren una cerradura; una cerradura que al parecer se cerró, seguido de un portazo doloroso y abrumador. Sentada al pie de las escaleras observo y escucho las desentonadas manecillas del reloj. Van tan aprisa y tan despacio que el ritmo va olvidándose entre tanto silencio. Me pregunto desde cuándo empecé a comparar el silencio con el olvido. Supongo que fue desde ayer, que olvidé cerrar la puerta con fragilidad y delicadeza.
                        Sólo dos llaves abren la puerta: Un amor sin consuelo y otro que ha buscado consuelo al salir por la misma. Me anima la idea de saber que algún día se abrirá y que el olvido sólo será un recuerdo. Sin parpadear, observo cómo se va apagando el fuego de la chimenea; se va consumiendo lentamente llevándose consigo cada instante de dicha.
Percibo la compañía de alguien; podría decir que se trata de un ser inexistente con vida robada. Juraría que ha estado aquí desde hace un buen tiempo, contemplándome, haciendo que este momento sea más triste y difícil. Siento cómo me toma de la mano y me lleva al estudio donde cada noche trabajo hasta tarde, haciendo estimaciones, contratos y reportes estadísticos. Su mirada se ilumina, al igual que la lámpara que enciendo sobre mi escritorio. Ahora que estoy sola, adivino de quién se trata: el fantasma de la rutina, o bien, el dios del hastío. Es indistinto el nombre que le dé… Lo culpo de romper mi estabilidad, mi armonía, mi paz… en dos palabras: mi matrimonio.
Saco del cajón un llavero. Todas las llaves están desacomodadas. Algunas son inservibles: no abren ninguna chapa, por lo que quito de la argolla del llavero cada llave. Sólo me quedo con una: la que abre la puerta que cerré ayer. Me pregunto qué hice mal; cuándo dejé entrar al mencionado fantasma. Se instaló en esta casa sin invitación apoderándose de mis ilusiones, de mi alegría y de mi corazón. Quizás a éste último lo haya guardado él, en algún lugar bajo llave.
                        Lo he buscado debajo de las sábanas de mi cama, no pude hallarlo; pudiera estar en la chimenea, esperando a convertirse en cenizas, tampoco se encuentra allí; sin embargo me queda la esperanza de saber que lo tiene alguien fuera de esta casa  dispuesto a entregármelo… De repente, mis pensamientos se borran al escuchar el sonido del teléfono.
                        El fantasma guardián cumple su misión contestándolo y colocándolo justo en mis manos para que inicie la conversación con mi jefe: Me indica que es imprescindible presentarme en la oficina. Cuelgo, tomo la llave y me dirijo a las escaleras, sentándome en el primer escalón de las mismas. Me atemoriza salir de la casa y cierro los ojos. Al abrirlos me encuentro con el fantasma de la rutina tratando de abrir la puerta…
                        Lo observo y arrojo mi llave al fuego de la chimenea, mientras que de mis ojos brotan lágrimas amargas, esperando a que la puerta únicamente sea abierta con el duplicado de llave.
                       
 
                       

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