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miércoles, abril 18, 2007

Ensayos Sociológicos: Sexualidad y religión


A mitades del Siglo XIX surgió dentro de la Iglesia católica el movimiento modernista, un grupo de científicos y eclesiásticos que pretendieron reinterpretar la doctrina cristiana en los términos del pensamiento científico del siglo XIX. Los modernistas de la Iglesia católica tendían a negar el valor objetivo de las creencias tradicionales y a considerar determinados dogmas de la Iglesia como simbólicos más que como verdades literales. Atacaron la centralización desde Roma y la influencia de la Curia papal. La disciplina de la Iglesia sobre el clero fue cuestionada con gran dureza, y en consecuencia los modernistas pidieron el derecho a trabajar y publicar sin la supervisión de las autoridades eclesiásticas. Cómo es lógico el movimiento fue cada vez más criticado por la Iglesia y esta critica culminó en el año 1907 en una condena formal a través de una encíclica del Papa Pío X en la cual el modernismo fue acusado de ser una síntesis de todas las herejías (además de falso, temerario, audaz y ofensivo). El ataque culminó en un "motu propio" del Papa en 1910, en el cual entre otras cosas se exigía un juramento antimodernista a todo el clero. Cómo a través de toda su historia la Iglesia (o mejor dicho el Papado y la Curia), también en este caso, actuó a lo bruto para defender su poder totalitario.

No obstante, después de este episodio, las mentes más clarividentes de la Curia se daban cuenta que la Iglesia no podía seguir así, no podía sin más condenarlo todo, no tenía más remedio que usar argumentos más sólidos, más convincentes y más - por lo menos en apariencia- científicos. A partir de ahí la Iglesia ha apoyado la educación de decenas de miles de curas y laicos en todas las disciplinas intelectuales imaginables; hay legiones de monseñores y semi-laicos (Opus Dei y otros) con doctorados ocupando cátedras hasta en Universidades laicas. No hay duda que la inmensa mayoría de estas auténticas soldados intelectuales de la Iglesia son magníficos profesionales en su trabajo diario, pero esto cambia en el momento mismo en que se sienten obligados a defender dogmas "morales o éticas" de la Iglesia, olvidándose de cualquier criterio intelectual independiente, se ponen firmes y usan todos las herramientas y toda la terminología de su disciplina para - aparentemente con mucho fondo científico - defender hasta la traición intelectual lo indefensible. Los protestantes tienen también sus intelectuales adoctrinados, moderados en algunas iglesias y muy extremos en las sectas fundamentalistas.

El cristianismo ha tenido desde sus inicios una actitud abiertamente antisexual. Surgió en un mundo pagano y hedonista, y no es muy sorprendente que todo lo relacionado con el sexo fue considerado casi como pornografía y una abominación a los ojos de Dios. En términos generales todo lo relacionado con el cuerpo fue despreciado, considerando este como un mero vehículo terminal para llevar el alma inmortal a su destino final. Este desprecio fue tal que el emperador Teodosio I, el mismo que convirtió el cristianismo (más bien el catolicismo; vea: Catolicismo ) en religión única y obligatoria dentro del imperio, prohibió los Juegos Olímpicos en 394 d.C. por ser símbolo del paganismo y del culto al cuerpo. Como no se podía prohibir el sexo por completo - no se podía confiar en la obra del Espíritu Santo hasta tales extremos - se limitaba las relaciones sexuales a un único fin: la procreación. Esto tenía una ventaja adicional: el desquicio psicológico resultante fue una tierra fértil para el adoctrinamiento religioso. Durante los siglos siguientes las prohibiciones aumentaron vertiginosamente, primero se prohibieron las relaciones sexuales - hasta por razones procreativas- todos los días de la Cuaresma y los Viernes y Domingos, después se añadieron todos los días festivos de la Iglesia (estos llegaron a los 150 al año en el siglo X). No importaba demasiado que estas reglas no se cumplieron ni remotamente (se ha calculado que si se hubieran cumplidos, la tasa de natalidad hubiera bajada hasta tal extremo que la sociedad cristiana se hubiera extinguida antes del siglo XII), el incumplimiento creaba altos niveles de culpabilidad, lo que aumentaba todavía más el terror religioso con que la Iglesia mantenía el poblacho bajo control.

Si el único propósito de la sexualidad humana es la procreación (de ahí la fulgurante condena eclesiástica de la homosexualidad) entonces cabe formular la siguiente pregunta: ¿ Son entonces ilícitas las relaciones sexuales por parte de una mujer embarazada?, y en el caso de que la respuesta sea afirmativa (y por puro lógica debiera de ser así),¿ a partir de que momento habría que aplicar la prohibición, desde el instante mismo de la concepción o desde el momento de que se dé cuenta de su embarazo?

No se entiende muy bien que la Iglesia no se haya dado cuenta que su posicionamiento antisexual es - aplicando sus propias doctrinas - abiertamente blasfematorio. Porqué si Dios es todopoderoso, omnipotente y todosapiente, y su propósito fuese que el sexo solo sirviese para la procreación, no tiene mucho sentido que haya creado el homo sapiens sapiens (sexualis) con una sexualidad a flor de piel. Hubiera sido mucho más lógico, y mucho menos cruel, de haberle dado - como a la mayoría de los animales - un (o varios) corto(s) periodo(s) de celo anual y un instinto ciego para procrear. Y - todavía siguiendo la doctrina oficial- como Dios es Amor (y no crueldad) habrá que llegara a la conclusión que la sexualidad humana responde a un propósito no solamente diferente sino hasta opuesto. Por lo menos habrá que admitir que esta sexualidad placentera tiene como fin garantizar la continuidad de la pareja, necesaria por la maduración lenta del "cachorro" humano, y para aumentar su posibilidad de supervivencia. (Personalmente voy un poco más lejos, creo que la sexualidad humana es un don de Dios, o de la naturaleza, según el criterio de cada uno, con efectos muy positivos para la salud física y mental de los humanos. No hay que olvidar que las sociedades prehistóricas y las primeras civilizaciones agrícolas - por lo menos en sus principios- fueron matriarcales en donde la figura "paterna" corresponde al tío materno del niño( vea: El matriarcado en el antiguo egipto) y, por otra parte, las parejas de lobos mantienen una fidelidad total durante toda su vida, sin necesidad de una sexualidad "humana").

Visto la actitud antisexual de la Iglesia católica y las demás religiones monoteístas (no deja de sorprender hasta que punto todas coinciden en sus postulados principales y que sus supuestos "grandes controversias" parecen casi anecdóticas y son el resultado más de diferencias culturales, lingüísticas e históricas que de otra cosa), hay que considerar normal que esta condiciona totalmente su posicionamiento frente al aborto. El problema es que ni en el Antigua Testamento ni en el Nuevo se menciona el aborto ni siquiera, para no hablar ya de condenarlo. Es verdad que la Iglesia, y más todavía las sectas protestantes fundamentalistas, se refieren a más de cien citas bíblicas, empezando con Génesis 2:7, que supuestamente - si no explícitamente, por lo menos implícitamente - condenan el aborto. No obstante, el estudio de todas estas citas parece indicar más bien lo contrario. El citado Génesis 2:7 por ejemplo dice algo así como " Adán se convirtió en un "alma vivo" cuando Dios le soplo con su aliento por la nariz"; lo que más que una condena del aborto parece implicar que la vida humana empieza con la primera respiración, o sea al nacer. Hay otras citas que mencionan "la indemnización que tiene que pagar alguien culpable - por un acto violento - de que una mujer embarazada haya perdido su feto, pero si por causa del mismo acto la mujer se muere, entonces el culpable será condenado a muerte". Lo único que se puede sacar en claro de todo esto es que el feto no fue considerado como persona humana.

A primera vista el hecho de que no hay ninguna referencia al aborto en la Biblia puede parecer sorprendente si tomamos en cuenta que dos otras civilizaciones del Medio Oriente, la Hitita y la Asíria, sí recogieron prohibiciones de practicas abortivos en sus códigos legales. Pero no es tan sorprendente cuando recordamos que durante más de mil años los judíos sacrificaron su primogénito a Dios (en cumplimiento de Éxodo 22:29) y si podían hacer esto con un hijo nacido, ¿que valor pudieron dar al nonato?

Por otra parte el cristianismo nació y se propagó en un ambiente cultural romano, en donde el padre tenía un derecho total sobre su prole. La mujer romana colocaba su hijo recién nacido en el exterior de su casa, dejando a su marido la opción de aceptar o rechazarlo, y este lo pude rechazar simplemente por ser, o endeble, o malformado, o hembra, o simplemente por capricho. Una vez rechazado, el bebé se quedaba expuesto hasta la muerte por inanición.

El hecho de que no exista ninguna condena del aborto en la Biblia, no obvia que los teólogos cristianos se han expresado sobre el tema a partir del Siglo II, por cierto de una forma muy errática. Hasta el siglo IV el aborto fue condenado como asesinato por dos Concilios y muchos Padres de la Iglesia y (posteriores) Santos. Pero en siglo V, San Agustino volvió al viejo concepto aristotélico del "alma retrasado", según el cual el feto masculino tenia alma 40 días después de la concepción, y el femenino a los 90 días (sic). En la practica esto significaba que el aborto no se consideraba asesinato si tuviera lugar durante los primeros 3 meses del embarazo. San Jerónimo, por su parte, consideraba que solamente había asesinato si el feto tenía ya una apariencia claramente humana (3 -4 meses). En el siglo XII se cambiaba ligeramente de terminología y se introducían los conceptos de feto "animatus" e "inanimatus", sin que esto significara ningún cambio conceptual. Solamente el Papa Sixto V se opuso totalmente al aborto en cualquier momento de la gestación bajo pena de muerte (1588). Esto ocasionó unos violentos desacuerdos en el seno de la Iglesia, y el sucesor de Sixto, Gregorio XIV volvió al concepto anterior, alargándolo hasta los 116 días (casi 4 meses).

La posición actual de la Iglesia - la excomunión automática de un creyente por cometer un aborto en cualquier momento de la gestación- se remonta solamente a 1869, cuando la Iglesia eliminó la distinción entre feto "animatus" e "inanimatus", terminando de un plumazo la actitud de relativa tolerancia que la Iglesia había mantenido durante casi 1500 años (menos los 3 de Sixto V) frente al aborto. La razón es bien conocida, la perdida de su poder terrenal por culpa de la revolución Garibaldina forzó a la Iglesia a aumentar su poder "espiritual" (recuerda la coincidencia de fechas- 1871- de la declaración de la infalibilidad papal). Es "admirable" la desfachatez de la Iglesia en manifestar que su posición actual es la misma que ha mantenido durante toda su historia, desde los tiempos de los Apóstoles.

Hay pocos creyentes que sepan - el Vaticano se ha cuidado mucho de no enseñar la poca edificante historia del catolicismo - que gran parte de los dogmas, actitudes y costumbres de su Iglesia son sorprendentemente recientes. Ya hemos visto lo reciente que son las posturas actuales sobre el aborto, o la infalibilidad papal; podemos añadir la Ascensión de María (1951), la confesión (siglo XVII), el confesionario (siglo XVIII), la generalización del matrimonio (mitad del siglo XIX), la generalización de la misa (principios del siglo XX) etc. etc.

Volviendo al problema del aborto, es poco conocido que los proabortistas (proelección) y los antiabortistas (pro-vida) coinciden por lo menos en un punto: los dos grupos consideran que el aborto es ilícito cuando se trata de abortar a una "persona" humana. El problema consiste entonces, en que los dos grupos tienen posiciones diametralmente opuestas sobre cuando el zygote (hasta los 2 semanas), el embrión (de 2 a 10 semanas), o el feto (de 10 semanas en adelante) se convierte en "persona". En realidad hay mucho más que simplemente dos posiciones, hay muchas. Para las más radicales anti-abortistas la persona existe desde el momento mismo de la concepción, o sea desde el microsegundo en el cual un espermatozoide (uno de los cientos de millones que se liberan durante el orgasmo) penetra un óvulo y lo fertiliza, convirtiéndolo en un zygote; para otros un par de horas más tarde cuando el zygote se divide en dos, o a los 12 días cuando el zygote se adhiere al endometrio del útero (la mayoría de los embriólogos consideran que es en este momento que empieza verdaderamente el embarazo y también es ahora cuando esto puede ser detectado), y, según los diferentes estados de desarrollo, a las tres semanas, a las cuatro, a la seis, a los dos meses, a los tres, a los cuatro, a las seis, y hasta hay proabortistas muy radicales que lo extiendan hasta el último momento antes del nacimiento.

Como vemos las dos posiciones extremas se tocan, como casi siempre. Tan extremo es mantener que la vida empieza en el mismo microsegundo de la concepción, que defender, usando como argumento que la mujer es dueña de su cuerpo, que el aborto sea lícito, hasta el último microsegundo antes del parto. Para contestar a la posición pro-vida extrema (la de la Iglesia católica y de sectas protestantes fundamentalistas y de Judíos ortodoxos), hay que explicar que el 50%(!) de los óvulos fertilizados no llegan a buen fin y son espontáneamente abortados; parece que la Naturaleza (o Dios, según cada uno) es muy sabía y elimina zygotes y embriones no viables por razones de incompatibilidad genética o otras. La inmensa mayoría de estos abortos ocurran antes de la 16ª semana (muchos durante el estado "zygote" y sin que la "madre" ni siquiera se ha dado cuenta de su embarazo) o sea antes de los 112 días de embarazo. Ahora bien, una de dos, o la Iglesia (y otros) tiene razón en su postura ético/religiosa y entonces forzosamente hay que considerar a Dios como el abortista más grande de la Creación, o Dios no considera que haya "persona "humana antes de los 112 días- y quizás más- y la Iglesia está completamente equivocado. La otra posición extrema es igualmente indefendible, no se pueden exagerar las cosas hasta tales extremos. No hay duda de que existe un momento en el desarrollo de un feto en donde la responsabilidad de la madre frente al feto cobra primacía sobre su autonomía personal. Pensar que podía tener el derecho a abortar un feto de por ejemplo 8 meses y medio, o sea cuando ya pudiera tener vida autónoma, parece no solamente éticamente reprobable sino profundamente inhumano, y, en esencia comparable al asesinato de un niño recién nacido.

Como ya hemos visto antes, la posición de la Iglesia Católica solamente encuentra eco entre protestantes fundamentalistas y Judíos ortodoxos, o sea entre grupos tan apartados de la realidad que todavía defienden fanáticamente que el mundo fue creado por Dios hace unos 3800 años (ni siquiera están de acuerdo sobre la fecha exacta y esta varia entre 4010 y 3765). Esta posición contrasta negativamente con la de las iglesias protestantes moderadas, con la de la mayoría de las sectas judías y con el Islam. Las 2 primeras buscan básicamente un consenso científico sobre el momento en que el embrión se convierte en "persona", el Islam (no el fundamentalismo islámico, que es simplemente una aberración) siendo en esencia el Arrianismo adaptado a la cultura árabe y por lo tanto, en muchos conceptos, más liberal y tolerante que el Catolicismo - lo que puede sorprender a muchos - acepta el aborto, con matices, hasta los 120 días (Bukhari) de la gestación.

Los embriólogos indoctrinados de la Iglesia han hecho todo lo posible para elaborar teorías que pudieron demostrar la razón de la Iglesia en su posicionamiento ideológico. Una tarea harto difícil si no imposible. De otro lado los científicos menos ideologizados y más moderados, han propuesta una teoría que parece lógica y aceptable de todos los puntos de vista; la proposición consiste en la consideración de que el comienzo de la vida humana debe ser el opuesto exacto de la muerte, y como desde 1960 se considera que una persona ha muerto cuando su cortex cerebral deja de mostrar actividad eléctrica (encefalograma plano), igualmente hay que considerar que la vida humana comienza (el feto se convierta en "persona") desde el momento mismo en que se pueda detectar actividad eléctrica en el cortex cerebral del feto, lo que ocurre en la 20ª semana de la gestación (140 días).

Hay una sorprendente coincidencia entre las posiciones antiguas y modernos. Comparamos los 116 días de Gregorio XIV, con los 112 de la Naturaleza (o Dios) dentro de los cuales ocurran la mayoría de los abortos espontáneos, los 120 días del Islam, los 140 días de la teoría antes expuesta, y las 21 semanas (147 días) establecidos como limite en los países en donde el derecho al aborto haya sido legalizado, y quedamos maravillados de tanta coincidencia.

La Iglesia católica se ha quedado sola con los fundamentalistas, no tan sorprendente si tomamos en cuenta que se ha "fundamentalizado" más y más en el último siglo y medio. En este periodo ha cambiado sus dogmas e ideología de forma sorprendente. No se entiende muy bien como puede justificar el cambio de tantas posiciones que durante 1500 años (desde el verdadero nacimiento de la Iglesia en el año 312) había defendido. Pero hay más, los últimos 10 Papas (excluyendo a Juan XIII y al efímero Juan Pablo I) se han creído muy superiores a sus casi 220 antecesores (a partir del -probablemente- primer Papa verdadero, Dámaso, y sin contar las decenas de antipapas). Como todos se han considerado como inspirados por el Espíritu Santo, habrá que pensar que o el Espíritu Santo tenga ideas muy erráticas, o que los Papas son simplemente personas que traen a su Magisterio sus propias obsesiones e idiosincrasias y se sientan con el derecho casi divino a imponérselas a los demás. Parece que a partir de 1871 todos no solamente se han tomado muy en serio lo de la "Infalibilidad Papal" sino, por lo menos implícitamente, consideran a los Papas anteriores como falibles y por lo tanto rectificables. Todo esto fue sin duda una reacción contra el auge del laicismo a partir de las revoluciones del ´48, y basado en el dudoso concepto de que el ataque sea la mejor defensa. El resultado no ha sido el esperado, al contrario, hasta en países tan supuestamente católicos como España, el catolicismo se ha convertido de un hecho religioso en un hecho sociológico. Mientras que alrededor de un 85% de la población se declara "creyente", solamente un 25%- la que asista a la misa dominical - puede ser considerado como practicante. Los demás se limitan a casarse en la Iglesia (mucho más bonito que una boda civil), bautizar a sus hijos, la primera comunión de estos y algunas fiestas religiosas de especial relieve. En todo estas ceremonias parece primar lo hedonístico - en forma de comilonas y fiestas - sobre lo religioso. Hasta tal punto que "el Rocio" - una festividad puramente pagana de origines prehistóricas matriarcales; la Paloma Blanca iguale sin duda a la "Diosa Blanca" - se ha convertido en una de las principales manifestaciones "católicas" del país. Todo esto ha tenido como resultado que buena parte de los españoles - y la inmensa mayoría de las generaciones más jóvenes- obvian por completo los dogmas sexuales de la Iglesia. Si el uso de anticonceptivos, las relaciones sexuales prematrimoniales, la masturbación, el aborto, el sexo por placer sin animo de procreación, etc, son ilícitos, entonces habrá que excomulgar a 2 de cada 3 españoles. Además, igual que en las tribus primitivas los nativos empiezan por infringir algún tabú y terminan infringiendo todos, los creyentes que empiezan negando los dogmas sexuales de la Iglesia, comienzan por tomarle gusta al asunta y terminan por dudar hasta de la Virginidad de Maria. Con el tiempo la iglesia se dará cuenta, cuando ya será demasiado tarde, que todos estos supuestos "creyentes" no son sino "agnósticos sociológicamente correctos".

Ya hemos indicado antes que la Iglesia además de prohibir el aborto, y siendo fiel a su postura "procreadora", no ha tenido más remedio que prohibir el uso de anticonceptivos y la masturbación, y les gustaría poder prohibir hasta la "polución nocturna", lo que se ha llamada eufemísticamente "sueño húmedo". Como es sabido la única forma de control de natalidad permitido por la Iglesia - y con reparos- es el método Ogino-Knaus, en donde se trata de calcular a partir del último día de la menstruación la fecha aproximada de la siguiente ovulación. Como entenderán no es exactamente un método infalible. No obstante, no sería de sorprender si la Iglesia se viese forzada a prohibir este método también, ya que próximamente saldrán al mercado unas bragas que -a base de estar impregnadas con una solución química que reaccione a un cambio hormonal- cambian de color poco antes de la ovulación. Si a esto añadimos la píldora abortiva RU-486, esta claro que los antia-abortistas están poco a poco perdiendo la batalla, y sería importante, también para ellos, que se legalizan de una vez para todas los limites aplicables al aborto.

Una de las grandes paradojas es que los grupos antiabortistas ( los llamados: "Pro Vida") son en muchas ocasiones enormemente violentos, hasta el extremo que, con la excusa de defender la vida de embriones todavía amorfos e indefinidos, hayan matado a médicos que de forma totalmente legal habían intervenidos en abortos. No solamente esto, en algunos Estados de los Estados Unidos con mayoría protestante fundamentalista, estos asesinos han sido absueltos por los jurados. No muy sorprendente, ya que los grupos en cuestión mantienen abiertamente de que un "abortista" merece la pena de muerte. Siempre ha llamada la atención de que los movimientos anti-aborto y anti-eutanasia son los mismos que defienden la pena de muerte; hay que "admirar" su coherencia ya que para sus opiniones se basan exclusivamente en el Antiguo Testamento. No hay porqué negar que en su tiempo, la pena de muerte - la ley del talión, el ojo por ojo, diente por diente- fue un enorme avance legal. Hasta entonces (hace unos 3000 años) regía la "vendetta"- la misma que sigue guiando a los clanes mafiosos sicilianos- en la cual la "justicia" (venganza) fue totalmente privada e indiscriminada, y dirigida a cualquier miembro de la familia o clan del asesino, dando lugar a una "contravendetta", y así indefinidamente y por las generaciones de las generaciones. Además, en aquellos tiempos no estaban para facilitar a los asesinos servicios de cama y comida gratuita; separarles la cabeza del cuerpo con una espada salió mucho más barato. Pero igual de que la pena de muerte en sus tiempos era una auténtica novedad, vamos, casi la última moda, hay que admitir que las costumbres casi prehistóricas se han quedado francamente anticuadas. Tampoco hay que exagerar sobre el origen o la antigüedad de tales costumbres; igual de que los alumnos del famoso colegio privado inglés Eton se visten según la moda de la clase alta de mitades del Siglo XIX, por tradición, y, similarmente, alguna secta judía se vista con el traje habitual de la pequeña clase media de igual periodo, también los grupos a favor de la pena de muerte parecen anclados en aquel periodo, casi preindustrial, en una auténtica añoranza de tiempos más sencillos y menos modernos. Parece que la tradición solamente se remonta a un siglo y medio, ya que de otra forma los alumnos de Eton (que data del año 1440) se vistieran con traje medieval y las sectas judías aludidas con vestimentos del siglo I. Cuando en Europa criticamos la existencia de la pena de muerte en Estados Unidos (en 38 de sus Estados), como prueba evidente de que los europeos somos mucho más civilizados que los estadounidenses, demostramos una actitud típicamente hipócrita. Nos comportamos como si nosotros habíamos abolido la pena de muerte desde tiempos inmemoriales, en flagrante negación de la evidencia. Hasta los países de Europa Occidental han solamente abolido la pena de muerte en los últimos 50 años (la mayoría a partir del año ´75), y principalmente como resultado de los 100 millones de personas que fueron masacrados de forma "legal" en Europa en la primera parte del siglo XX. Como resultado de nuestra propia historia violento, nos hemos concienciado y hemos decido quitar el poder sobre la vida y la muerte al estado. Que esta conciencia todavía no exista en Estados Unidos es por el simple hecho de que allí el estado no haya eliminado violentamente a decenas de millones de sus ciudadanos en el siglo pasado. De cierta forma en Estados Unidos ocurrió lo contrario, en los años 60 el Tribunal Supremo había declarado la pena de muerte ilegal, pero fue reintroducido en 1977 por considerarlo, erróneamente, un disuasivo contra el aumento de los casos de homicidio y asesinato. Desde entonces 725 condenados han sido ejecutados. En los últimos años la polémica sobre la pena de muerte se ha reactivado por haberse probado la enorme cantidad de errores judiciales cometidos como resultado de la manipulación policial de las evidencias. De cierta forma todas las revisiones judiciales que hayan tenido lugar han ocurrido "gracias" a que los convictos habían sido condenados a la pena capital, ya que si hubieran tenido condena perpetua, sus casos no hubieran llamado la atención popular por no ser irremediables. No parece que los criminales tienen la misma opinión que la sociedad europea sobre la pena de muerte. Cuando Canadá abolió la pena capital y la sustituyó por la pena perpetua, los asesinatos bajaron a casi la mitad, con lo que parece que la posibilidad de pudrirse el resto de sus vidas en la cárcel asusta más a los criminales que su posible ejecución. Hay que decir que está muy bien si los casos de errores judiciales inducen a los partidarios de la pena de muerte a cambiar de actitud, pero que sería francamente inmoral si los abolicionistas empezasen a usarlo como argumento principal. Hay que estar en contra de la pena de muerte por razones morales y éticas, sin importar si el condenado sea culpable o inocente. La pena de muerte rebaja a la sociedad que la aplica, y la convierta en más criminal que el mismo condenado. Como dijo Albert Camus, grosso modo: " Condenar una persona a la pena de muerte en una fecha futura, indefinida, y mientras tanto encerrarlo encadenado en una jaula iluminada 24 horas al día, es de tal crueldad que pocas criminales han podido alcanzarlo". Contraria a la mayoría de los asesinatos que están hechos en caliente, sin premeditación, y son producto de la tensión y el miedo que acompañan cualquier hecho delictivo, la pena de muerte es un asesinato premeditado, con alevosía, y muchas veces hasta con nocturnidad. No es que la alternativa, la pena perpetua, es más defendible, y esta debería ser aplicable solamente a asesinos profesionales y terroristas.

Igual que con el aborto, también los intelectuales indoctrinados de la Iglesia han usado sus conocimientos para oponerse a cualquier despenalización de la eutanasia, de "eu" (bueno) y "thanatas" (muerte). Con argumentos y planteamientos rigurosamente científicos explican con exquisito detalle las formas diferentes desde la eutanasia eugénica, económica, selectiva, judicial, neonata, activa y pasiva. Esta explicación misma es en si una manipulación manifiesta de la temática, ya que los primeros cinco son formas de eliminación de los seres humanos que solamente podían ser considerados e impuestos por estados totalitarios de tipo fascista o comunista. La eutanasia activa y pasiva, al contrario no son formas de muerte impuestos por las autoridades civiles y/o sanitarios, sino elegidos voluntariamente y a conciencia por personas que quieren morir antes de convertirse en vegetales vivientes o sufrir dolores inaguantables durante los últimos estados de una enfermedad mortal.

En su razonamiento estos intelectuales católicos aceptan como lícita la ortanásia, o sea rechazan prolongar artificialmente la vida con dispositivos médicos desproporcionados y otros medios extraordinarios que más que prolongar la vida tratan de prolongar la muerte. Todo muy correcto y razonable, como también su aceptación de la eutanasia "lenitiva" en donde se puede producir un acortamiento de la vida como resultado del intento de mitigar los sufrimientos, por ejemplo con la administración de narcóticos. Pero los argumentos dejan de ser razonables cuando atacan frontalmente la eutanasia pasiva, para no hablar ya de la activa.

Como es sabido los defensores de la eutanasia hablan del derecho a una muerte digna y por lo tanto del derecho a morir voluntariamente cuando continuar viviendo implica no solamente que la muerte futura será indigna sino que en el camino, la vida misma pueda resultar indigna. Como ejemplo podemos tomar el caso de una persona a la cual se ha diagnosticado un "Altzheimer" incipiente, una enfermedad todavía incurable y que pueda empeorar de forma galopante. Como es lógico, el paciente, sabiendo que en un periodo relativamente corto se puede convertir mentalmente en un vegetal, y sabiendo también que físicamente pueda seguir viviendo de esta forma durante muchos años más- convirtiéndose en una auténtica carga para sus familiares, por mucho que estos estarían dispuestos a aceptarla - pueda, mientras que todavía es capaz de hacerlo por si mismo y sin depender de nadie, optar por la eutanasia activa por dignidad personal y por evitar sufrimientos a sus allegados. Para los detractores de la eutanasia esto sería llana y simplemente: suicidio. Creo que no es así, el suicidio hay que considerarlo como darse muerte sin que haya razones físicas de peso, o sea cometido por personas sanas y por razones emocionales o psicológicas. Es verdad, que es muy difícil trazar una división exacta, ya que lo que para unos no es nada más que una de muchas experiencias pasajeras de la vida, para otros puede ser tan impactante y traumática que les quita literalmente las ganas de seguir viviendo. ¡Cada persona es una isla! Dicho esto hay una diferencia evidente, hay que hablar solamente de eutanasia cuando el mal que se quiera evitar no tiene remedio.

Pero sea el ejemplo usado eutanasia por propia mano o suicidio, los intelectuales creyentes mantienen que estos actos son si no ilegales, ya que el "delincuente" desapareció, si son inmorales. En contra del "derecho a morir" de los defensores de la eutanasia, los detractores manifiestan que el "derecho a la vida" (aquí vemos la relación directa entre sus opiniones sobre el aborto y la eutanasia) excluye automáticamente el derecho a morir y, al contrario, incluye implícitamente "un deber de vivir". Un argumento aparentemente sutil, que no nos debe sorprender ya que mientras para los no creyentes la persona es propietaria de su propio cuerpo, para los creyentes este pertenece al Creador. Si la Iglesia se limitase a este argumento nos encontraríamos simplemente con consideraciones ideológicos, éticos y morales - merecedores de todo respecto- irreconciliables. Pero insisten en rizar el rizo, y en base a tanto insistir se les ve el plumero. Miremos algunas de sus argumentos:

"lo que infringe la eutanasia es el orden público"

"lo que constituye la esencia del delito es ser un acto antisocial y un ataque al orden jurídico"

"las súplicas de los enfermos muy graves que invocan la muerte no deben ser entendidos como expresión de voluntad de eutanasia, sino como peticiones de asistencia y afecto". (sic!)

"Si el consentimiento del paciente se produjo con anterioridad al trance doloroso, con plena lucidez y capacidad, y aun antes de caer enfermo o de sufrir la lesión, la duda sobre su eficacia subsiste, toda vez que tiene la facultad de disentir, de la que no puede hacer uso por estar imposibilitado para ello durante el trance doloroso, que es en el que precisamente podría formular su decisión ". (sic!)

Parece que con estos argumentos se pretende convertir una posición ideológica, moral y ética (muy respetable por cierto) en un problema de orden público para los estados laicos (todas las democracias lo son por definición); interpretar interesadamente las súplicas de los enfermos; y dudar del consentimiento previo y voluntario del paciente.

La Iglesia, y todas las demás creencias que comparten sus posiciones, tiene perfecto derecho a imponer sus dogmas e ideas a sus creyentes, y hasta a imponer los castigos eclesiásticos y divinos que le parezcan en caso de incumplimiento. Lo que no puede pretender es imponer sus ideas de la moral y la ética, fuertemente influidas por su concepción del mundo, a los que no las comparten. La prohibición o penalización es siempre un acto impositivo y totalitario que obliga a todos, mientras que la legalización o despenalización no obliga a nadie (no hay ni obligación a usar anticonceptivos, ni a abortar, ni a pedir la eutanasia), sino crea simplemente la opción de elección. Pero justamente esta opción es lo que preocupa a la Iglesia; siempre ha sentido la necesidad del "brazo secular" para mantener a sus corderos bajo control. Parece que el problema real es que no se fía ni un ápice de los suyos. En Holanda, un país con proporcionalmente más practicantes (un 45% de católicos y un 30% de protestantes) que España, los creyentes sienten menos reparos. Las leyes sobre aborto y eutanasia fueron aprobadas en el Parlamento con el consentimiento de la gran mayoría de sus diputados católicos y protestantes, acostumbrados a la separación de Estado y Iglesia.


Ensayos Sociológicos se halla en http://www.berrom.com/marcos.htm

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece un escrito muy interesante. Son temas que requieren de preparación del escritor como una determinación de la ideología que se adopta. Poder conocer el punto de vista de distintas sociedad o grupos sociales lo hace más crítico e informativo. Sin embargo, yo si revisaría de nueva cuenta el versículo sitado en Exodo 22:29. Me parece que a lo que se refiere es a apartar al primogénito para el servicio de Dios. Eso se puede corroborar en el pasaje en que Dios instituye a los levitas como sus sacerdotes como retribución de los primogénitos que el pueblo le debe. No tengo una identidad en google blogger, pero este es mi email: jald_44@hotmail.com

Oscar dijo...

La Biblia enseña claramente contra el aborto. Esta enseñanza sale a relucir de muchos modos y por muchas razones. Algunas personas señalan que la palabra "aborto" no aparece en la Biblia, y tienen razón. Sin embargo, la enseñanza sobre el aborto sí aparece. Este mismo es el caso de otras enseñanzas. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la Biblia, pero las enseñanzas sobre la Trinidad sí. En cualquier caso, quien quiera negar la enseñanza de la Biblia con respecto al aborto, la negaría aunque la palabra apareciera en ella.

El profeta Amós condena a los amonitas, "Porque ellos al extender sus dominios abrieron el vientre de las mujeres encintas de Galaad" (Amós 1:13). "Son los hijos regalo del Señor, es el fruto del vientre premio suyo" (Salmo 127:3).

Dios conoce al niño no nacido. "Me tejiste en el seno de mi madre...mis huesos no escapaban a tu vista cuando yo era formado en el secreto" (Salmo 139:13,15).