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sábado, abril 14, 2007

Zoyre Hernández Che: Separación del espejo y otros poemas



1

Dime que se siente haber nacido con un nudo en la garganta,
con el miedo y sus gusanos saliendo por tu boca.

Háblame de cómo la muerte aletea frente a tus ojos
y retumba en tu cerebro.
Háblame de la locura que invade tus noches,
de la idea de suicidio que zumba en tu oreja desde los trece años.

Anda, cuéntame del grito que te vuela la cabeza a media noche,
de la rabia de vivir sin saber para qué vives,
del horror que tienes de la vida y de la muerte.

Es más, aquí, ahora,
abre tus venas
enséñale al mundo de qué tanto miedo estás seca.

¡Ay tan desdichada tú!
Llena de fantasmas y palabras. Son lo mismo.
Eres un hueco, un abismo, como el de la tumba sin tierra.

2

Hablemos ahora del amor que se pudre
cuando le encajas la pluma, los dedos o tus dientes.

Ese amor que te nace muerto de tanto desespero
de tanta ansia por sentirlo
ese amor que aprietas a tu pecho
como al hijo
que nunca has de tener.

Háblame de esa ausencia,
de ese agujero en el cielo llamado luna
de tu amor triste por esa mujer
que jamás alcanzas.

Háblame de esa ausencia
que, de tanto dolor, te tiene entumecida,
háblame de ella, que hoy, al rato, mañana
estará exigiéndote que la toques
que la inventes, que le escribas un poema.

¿Has amado, cuántos fantasmas,
cuántos cuerpos ha inventado tu lengua?

Si tú sólo sabes entregarte
a las transparencias del engaño,
a las ausencias,
dime qué puede saber tu mano de la carne,
de la angustia dulce
que se bebe del deseo,
si quieres alcanzar la luna
y estás tullida.

¡Ay cómo te gusta abrirle heridas a tu cuerpo!
Hurgas, que duela y sangre,
que no cierre, que arda.
Dime qué pretendes presumiendo
la pequeñez de tu desdicha.

3

Ya sé, mejor hablemos de la pasión que te consume
de la intensidad que te extingue cuando acaba
de lo amargo que es vivir, de cómo te agobias
porque nada puedes retener con las palabras.
Todo se te escapa.

Cuéntame de tus manos,
de cómo se mueven torpes, nerviosas y blancas
de cómo no soportan ya el peso de tu temprana locura.
Cuéntame de la asfixia, del llanto,
de cómo necesitas sólo de tu saliva para ahogarte.
Háblame de la incertidumbre,
de ese hongo que te invade y carcome,
de la muerte que te inyecta para que caigas a destajo.

Tere, estás rota,
tienes quebradas las piernas y los brazos
estás lisiada y aú así
caminas dando manotazos

¿Por qué te aferras como si las cosas del mundo, todas, fueran tuyas?
¿Por qué te despedazas cada vez que ríes o lloras?
¿Por qué te echas al hombro la belleza y el horror del mundo?

¿Por qué no me dices qué te duele?
¿Es el mundo,
o tener el ojo de la conciencia abierto
en la palma de tus manos?



La bruja

Cuando uno va caminado y piensa que esta solo
la luna aparece como bruja,
nos sigue y no hay oscuridad que de ella nos oculte.
Su atrevimiento no es mostrarse como pupila ardiendo
en el párpado del cielo,
sino la insistencia de su silencio
buscar nuestros ojos y desnudarse,
obligarnos a ceder ante la impudicia de su deseo: embrujarnos.

Hay solitarios que parecen locos,
porque van caminando a media noche y hablan solos.
Es culpa de la luna.
Repiten en voz alta sus pensamientos para entregárselos.
Le hacen compañía, por eso le hablan.

Sólo necesito mi cuerpo

No sé que hago aquí escribiendo estas cosas,
para decirte lo que quiero
sólo necesito mi cuerpo
y la intimidad de la saliva.
Pero no estás.
Y yo estoy frente al pedazo de papel
siempre desnuda,
soy un animal desesperado que babea lascivia,
pero no tengo más remedio que escribir
y cortar mi piel con la pluma.

Tú tan lejos, yo tan jodida

Tiene que haber algún remedio para las ausencias
que se meten como cuchilladas en la carne a media noche,
porque debo parecer una idiota buscándote
sabiendo que duermes lejos, en otra cama.
Pero al deseo le importa poco
la lógica y la distancia,
aquí me tienes inventándole a tu cuerpo humedades
llorando de ganas
sintiéndome ridícula y avergonzada
ante tanta oscuridad dispuesta a cobijarnos.
¡Ay amor, que desdicha la de mi cama esta noche,
a falta de amantes arrancándose el miedo con los dientes!

Abre las piernas la noche
la luna se inflama
la luz revienta las nubes.

La muerte ronda las líneas de mi mano
quiero engañarla
hacer un surco
llenarlo con una lágrima roja y ahogarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicidades Teresita, siempre me sorprendes.Tus letras, tan increíbles pueden ser un catalizador para tanto dolor encapsulado, en ocasiones pareces robar los sentimientos más ocultos, pero ten cuidado no acaricies demasiado el concepto del suicidio, el sólo imaginarlo se va volviendo un iman que tira y tira hasta que te engulle.
¿Por qué no nos invitas uno de tus cuentos?

Un abrazo Isabel Lorenzo