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viernes, julio 10, 2009

Pedro José Odín: Juan y el señor destino



En una hacienda Juan un muchacho de unos 15 años se hallaba tomando un descanso debajo de un árbol, estaba tan cansado que no podía pararse, pasaba sobre él algunas nubes cargadas de agua, parecía que iba a llover, pero a él no le preocupaba.
Juan se durmió profundamente y cuando despertó se sorprendió porque ya no estaba bajo un árbol acostado, se encontraba en una playa en una hamaca amarilla y además tenía un barba muy grande, parecía que se había transformado de un muchacho a un señor, y rápidamente su mente empezó a cuestionarse después de que se dio cuenta que no estaba dormido, qué había pasado con sus años que le quedaban por vivir, que pasaba ahora que ya era un señor, él se enojo tanto y desesperado le pregunto al cielo porque le habían quitado años a su vida.
Una voz se oyó como un susurro a un lado de él, mira yo soy destino, y se me ocurrió traerte a mi morada, esta playa que tu vez y esa hamaca donde estas acostado, son obras de tu imaginación, lo que si no es obra de tu imaginación es que ahora eres un hombre de 40 años, y se te he robado 25 años para mostrarte lo que es una relación directa con la vida. Y que habría pasado si tu vivieses esos 25 años que crees que se te quitaron, yo que soy el señor destino y te lo explicare.
Tú estabas destinado a morir en ese árbol donde dormías, si bien recuerdas que habían unas nubes que barruntaban lluvia, pues bien si llovió y hubo relámpagos y además rayos, uno de ellos te cayó encima y estuviste al borde de la muerte, pero entraste en coma. Tu familia al darse cuenta, desesperada te levanto de aquel paramo llevándote a un hospital inmediatamente, donde estuviste internado por más de 10 años, y al finalmente no mostraste signos de recuperación y poco a poco se te fue apagando la luz de vida, dejó de funcionar tu corazón, no despertaste y falleciste.
Algunos designios de Dios son cosas que me indica que haga yo como el señor destino, pero mi curiosidad por conocer a los humanos me permitió solicitarle a Dios un favor, si yo el señor destino, el que tenía una tarea podía cambiarla por unos momentos y Dios me pregunto si era eso lo que quería y me lo permitió, el sabe porque hace las cosas.
Mira Juan, yo como destino solo cumplo las cosas que me solicita Dios, y como es mi labor lo hago sin chistar, pero no sé porque me di cuenta, que muchas veces a Dios le piden oportunidades, y siempre Dios en su misericordia las hace realidad, pero el hombre a veces no tiene fe y duda y pierde esas oportunidades.
Juan si tú crees que existiese una oportunidad solo basta con pedirla, pero de corazón, tal vez ahora que estoy junto a ti, Dios me de otra tarea o la cambie, no sé, pero tu dime.
Juan ahora más sorprendido que nunca, no sabía que decir, él pensar en otra oportunidad era como decir por qué a mí, yo que hice, y porque tengo que pedir otra oportunidad, tal vez en su vida era mejor no estar vivo, que tal si ahora podría descansar en la hamaca y no tener que volver a su vida pasada, donde la mayoría de la veces se peleaba o le negaban cosas, como un celular padrísimo que quería y su padre no se lo quiso comprar, además siempre era estudiar y trabajar. Mejor se quedaba en la hamaca en esa hermosa playa y a disfrutar lo que le gustaba nadar, caminar por la playa, comer y dormir.
Él se propuso que no pediría la oportunidad, el tiempo paso él jugaba con el señor destino, pero se ausentaba el señor destino para cumplir labores que Dios le encomendaba y Juan de quedaba solo, sentía que le faltaba algo, no era comida, no era cosas materiales, no eran sus padres, de hecho no le faltaba nada pensaba él. Pero en su interior algo retumbaba como un tambor y cada día que pasaba era más fuerte, hasta que un buen día le pregunto al señor destino, como era que él disfrutaba de la vida.
Él contesto que después de cumplir sus deberes se acercaba a Dios y le comentaba que muchos luchaban por forjarse una vida mejor y que los que lo hacían de corazón lo lograban, y que cuando se les acaba el tiempo morían en paz, agradeciendo todas las bendiciones, a eso él llenaba porque era participe muchas veces de un destino feliz.
Juan queriendo saber más acerca de las bendiciones le preguntaba de qué se trataban, el señor destino le comentaba, muchos nacemos y cuando somos padres nos damos cuánto vale una sonrisa, un abrazo o poder ver a esa criatura nacer y lo más importante saber compartir nuestro corazón con aquel pedacito de ser.
La gente cuando da más de lo que recibe se llena de una inmensa alegría y empieza a crecer. Una persona se dio cuenta que tener riquezas le permitía comprar varias cosas, pero de qué sirven las cosas materiales como un celular de lo más novedoso y caro si no tienes con quien comunicarte, de qué sirve un bonito carro si viajas solo, de que sirve una casa si vives solo ahí, de que sirve envejecer si no tienes con quien compartir anécdotas, de que sirve varios logros si no hay una pareja o una familia, si estas solo entonces será como esta playa muy bonita de aguas cristalinas, una hamaca amarilla de seda muy cómoda pero con quien compartes la playa, conmigo que de vez en cuando vengo y no estoy a tu lado cuando te sientes que te falta algo.
Juan en ese momento empezó a llorar y a recordar tantos, momentos con sus hermanos, sus padres, sus amigos. Ya no le importo más, había encontrado el por qué, ese sentimiento que lo hacía ponerse triste era que quería estar vivo. Solicitó a Dios de todo corazón en la manera mñas humilde una oportunidad. Y él se encargaría que esa oportunidad valiera la pena, y así estuvo llorando y suplicando hasta que de tantas lagrimas, fatigado se quedo profundamente dormido.
Cuando despertó, se encontró otra vez sorprendido, pero ahora en vez de playa, estaba en la cama de un hospital, muy pálido y delgado, no podía casi mover su cuerpo, junto a él estaba su padre y su madre con inmensas ojeras, se habían pasado muchas noches en vela, quizás esperando un milagro y que él abriera sus ojos. De repente sonó una melodía casi celestial, todos buscaron de donde provenía, era un celular, ¿de dónde había salido?, quien sabe, pero estaba en las manos de Juan.
Juan con mucho esfuerzo se lo llevo al oído. Lo contesto, no sé de donde salió pero él lo tenía en la mano y una voz se oyó al otro lado de la línea. La voz decía Juan qué bonito que tus seres queridos te cuiden y más bonito que alguien te llame. Soy el señor destino que te llama para decirte que Dios te dio otra oportunidad.
Juan desde ese instante despertó y valoró lo granDioso que es el amor. Pensó por qué a mí. Y yo el señor destino les digo porque no. Si valoramos realmente lo que tenemos aunque sea muy pequeño, probablemente eso pequeño que veamos, sea inmensamente grande y solo estuvimos viendo una partecita de ese gran amor que existe en Dios que muchas veces no nos damos cuenta, porque lo ocultamos cuando no nos acercamos a nuestro interior y nuestra fe.
Eso pequeño al irse descubriendo más, crece y se tan inmenso, tan grande que el corazón empieza a latir más fuerte y nos empezamos unificar con la vida.
Adiós Juan, forja tu destino y créeme, que al dar de corazón recibirás algo que ni con todo el dinero del mundo lo tendrás, no es el celular, es la llamada.

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