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jueves, abril 07, 2011

Ignacio García: La Consigna de Manuel Salinas Arellano

LA CONSIGNA DE MANUEL SALINAS ARELLANO
Ignacio García

(Texto leído el viernes 1 de Abril con motivo de la presentación del libro de Manuel Salinas EL DESARROLLO DE LA PLÁSTICA EN LA CIUDAD DE VERACRUZ)

Ya en 1845, un poeta llamado Charles Baudelaire (un poeta visionario de su tiempo) concebía una sistema para una crítica del arte de su tiempo –cosa que no había sucedido con anterioridad ni siquiera en el círculo de los artistas y creadores. A saber, Baudelaire propuso que en el arte, debería de haber: 1) un método de organización, 2) una jerarquización de los artistas, 3) los valores asignados a cada unos de ellos.
Y uno se pregunta si este trabajo visionario, es privativo del espacio o el tiempo, y nada más París y Baudelaire son capaces de interpretar a los artistas de su terruño. No es así.
El arte es impredecible,  y hoy toca a Manuel Salinas, en su pequeña patria y en un tiempo de casi 30 años de vida dedicados a este trabajo, el llevar a cabo un trabajo admirable que esta noche n0s entrega gracias al esfuerzo editorial del binomio  Conaculta – IVEC.
El trabajo de Manuel Salinas es encomiable,  pues abarca un buen número de años, un número de artistas (muchos de ellos  hasta ahora inexplorados)  y –ante todo—la puesta en marcha de una visión que invita, precisamente a la  crítica local para luego ser proyectada bajo el cielo azul de otros soles y otros horizontes; que traducido se diría: en el puerto de Veracruz también existen los buenos artistas.
El de Manuel Salinas, se trata de un trabajo lleno de enjundia, y equilibrio (cuando equilibrio se llama aquello hasta donde alcanzan las fuerzas y no por discriminación artística); una labor sin más motivación que la que nace del artista que realiza su tarea en el silencio de sus más encontradas pasiones, y sin esperar nada a cambio; como el proverbio bíblico que reza:  reza “Mejor es dar que recibir”. Y digo esto,  porque siendo Manuel también un artista de talla, humildemente ha omitido hablar de sí mismo en este volumen.
Luego, se halla el enfoque que Manuel otorga a su obra, al no explayarse e ir tras los grandes artistas de mercado y la explotación mercantil), sino que vuelve los ojos a la riqueza plástica de su propia pequeña patria que es el puerto de Veracruz. Así, Manuel comienza por encender a través del tiempo una luz sobre cada uno de sus entrevistados, para hacer ver que en el puerto no sólo hay artesanos –mi digno respeto para ellos--- sino artistas verdaderos que pueden, ya han trascendido, o están por hacerlo. De esta manera, el libro que se presenta esta noche, pasa de ser un acto antes efímero, pues el artista exponía y la memoria del espectador, que es avara, olvidaba obra y artista. El libro de Manuel, por el contrario,  convierte su trabajo en un testimonio impreso que futuras generaciones podrán consultar de forma histórica.
 En su tiempo y en su espacio, Manuel Salinas, a lo largo de este texto, no deja a un lado eso que se llamó la voluntad aliada a la imaginación para operar en el individuo que contempla y anexiona, por medio de los sentidos, la obra, independientemente del ámbito cultural y geográfico del que ésta provenga. El crítico ante todo —aclara— es un espectador que trabaja sobre la imagen como único resultado. En consecuencia, más que por la naturaleza de su composición, la obra de arte debe ser destacada por sus cualidades subjetivas, dando cabida en el discurso, por tanto, a sustantivos imprecisos como sentimiento o placer.
La jerarquización de los artistas y los valores asignados a éstos por el público vienen dados, sobre todo, por la “presencia” en la obra de la imaginación sobre la sensibilidad. Es la imaginación la que ha enseñado al hombre el sentido moral de los colores, de los contornos, del sonido y del perfume. Ha creado, al comienzo del mundo, la analogía y la metáfora. Descompone toda la creación y con los materiales amontonados y dispuestos según unas reglas de las que no se puede encontrar el origen más que en lo más profundo del alma, crea un mundo nuevo y produce la resurrección de lo nuevo. No es raro que en este volumen de la plástica de Veracruz se encuentre ese sentido que tiene Manuel para adoptar ese sentido moral de los colores (ahora visible en esta edición) e incluso de los perfumes y extraer de cada taller visitado los esencias que forman parte íntima del artista cuando se inspira para crear. Salinas tiene ese tino y en su descripción nos lo hace notar.
Si habría que resumir el trabajo de Manuel Salinas, éste se halla en la indomable capacidad del artista para 1) rescatar los trabajos que a su parecer merecían serlo; 2) El temperamento que el artista demuestra al traspasar - como artista mismo- la pura exposición del artista al público, para entonces empeñarse en una crítica que va desde la elección de los aquí incluidos hasta sus puntos de vista acerca de estos cuadros, ya no aislados, ya no huérfanos, sino sostenidos por un punto de vista que –como repetimos—ha sido hecho c0n el mayor del los esfuerzos y sin más pago que la satisfacción de sentirse a su vez exhibido, criticado y que algún día su trabajo se recuerdo como la labor de alguien que se esmeró en buscar a los largo de casi 30 años que Lo bello es siempre raro.  Bajo este sol, cuajado de esquifes y espumas, palmeras y lanchones, el autor se ha propuesto, pues, él poner a cada uno de los artistas en el lienzo que más les agrada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Ignacio por dar contexto a mi libro de manera tan generosa, gracias por tu reconocimiento a este esfuerzo de tantos años y es toda una experiencia de vida.
Un abrazo.
Manuel.