La introspección como catarsis narrativa: Sergio Pitol
Ivonne Moreno Uscanga
La acción de releer a ciertos escritores no es por la mera ocurrencia de retomar lo apreciado en la propuesta gráfico. Nosotros como lectores podemos recurrir de diversas maneras a los mismos autores o a los mismos textos, pensando en nuestra posición de humanos atados a la edad, al gusto o a ciertos intereses particulares. Cuantas veces escuchamos decir, vuelvo a tal o cual relato o libro pues encuentro en ellos detalles antes no percibidos o tal vez por el simple placer de declararlos nuestros favoritos.
Esta puede ser una de las razones para reubicar los textos o releer la narrativa de Sergio Pitol, quien además es un prestigiado escritor veracruzano.
Reencontrarse con Pitol, nos permite asomarnos a esa búsqueda de tiempo perdido a guisa de Proust, pero no necesariamente, envuelto en nebulosa nostalgia, al estilo del escritor francés, sino como catarsis, pues en Pitol la nostalgia, no es sentimiento de ansiedad ante el pasado o un leve suspiro hacia todo pretérito es mejor, sino una introspección para tornarse a uno mismo, como “quién sale de su casa ya ha vuelto” como en la parábola descrita en el Evangelio de San Lucas o como principio relatístisco borgiano.
El tiempo es un utopo en Pitol, otros estudiosos de su obra, ya lo han mencionado. Y este término, considerado como sustantivo se abraza al tiempo, pero como calificativo, sopesa a lo imposible.
Leer o releer a Sergio Pitol, se equipara a un festín visual. Sus textos nos conminan a una espiritualidad casi tangible, semejante al placer de disfrutar una buena película o un obra de arte. Casi igual a la grata sensación después de una buena película o del cansancio extático producido tras recorrer extensas galerías de un museo.
En el libro tiltuldo, La Narrativa de Sergio Pitol: Los cuentos, de Renato Prada, editado por la Universidad Veracruzana, el lingüista, mesura los contenidos de la textualidad en la cuentística de Pitol a través de un detenido análisis semántico donde el orden y lógica de los componentes de la gráfica del escritor lo concatenan con diversas configuraciones con lo metafísico, lo estético y lo cosmopolita :
Lo que se viene a llamar cosmopolitismo – el tema del mundo como horizonte o mejor patria de los personajes de una narración- puede llevar a muchas configuraciones discursivas y tematizaciones narrativas: desde las más frívolas expansiones de estas situación humana, como una vida humana llena de fasto: espléndidos y aparatosos viajes, reuniones sociales del “gran mundo”, lujo exótico, etc.,hasta el examen profundo y serio de descubrir o develar lo que puede encerrar en la profundidad de lo sentido o padecido un alejamiento forzoso o voluntario del lugar de origen, el extrañamiento y desarraigo de la persona cuyos fundamentos conmocionan o desquician, al perder su horizonte cultural de referencia, las circunstancia socioculturales en las cuales incluso las biológicas son relaciones integrativas básicas y constituyentes de las personas, en suma esta segunda actitud narrativa nos ofrece la anatomía del descentramiento de la persona en la pérdida del horizonte primario de referencia : la patria como topos que e halla configurado por nuestras raíces...(Prada: 1996,51-53)
Y con tales constantes es como podemos abordar la narrativa de Pitol, ya sea en cuentos o en novelas.
Los viajes, aquellos iluminadores de la circunstancias donde se envuelven ciertos personajes y sus avatares, suelen ser una de las recurrencias frecuentes en Pitol. En su cosmovisión se abre un universo literario plagado de metáforas personales, emulados con las de sus voces protagónicas. Pitol nutre de sus gustos y estancias en distintas partes de Europa, la tipología de seres signados por la fatalidad narrable de una vida predestinada. Hombres y mujeres son su propio referente cultural como lo apunta Prada, donde el desarraigo por distintas causas de la disyuntiva existencial los bifurcan en dos o más personas, es decir una atada de donde son oriundos y otra, divida entre la confusión emocional causada por el sitio o sitios donde el destino los ha colocado.
Las conmociones psicológicas están impregnadas de sutiles ironías y sornas idiosincráticas producidas por sociedades impregnadas de males endémicos, como en los personajes de Dante de La Estrella y Marieta Karapetiz, pero al mismo tiempo rodeado de un marco escenográfico, a la manera de rodaje de largo metraje de exquisita producción, como en el caso de Muerte en Venecia de Thomas Mann. Tal vez por la razón señalada por Elena Poniatowska con respecto a Pitol...raramente el escritor es un paisaje y Sergio lo es, y subraya, a la usanza de la literatura del siglo XIX.
En la escritura de Sergio Pitol, los narradores se inmaterializan en coordenadas de detección del tiempo, lo impredecible está en anhelos detenidos de ellos mismos, como si el deseo quedará suspendido entre los “hubieres” y los sueños, en los Cuerpos Presentes y los Guarneros pendientes de hilos de amistad, compromiso político, espíritu crítico y amor y de nueva cuenta, la hechura literaria de Pitol se transforma en enunciados de celuloide y nos recuerda películas como las de Ettore Scola : Cˆeramo tanto amati, cuyos hombres y una mujer se pierden en la vorágine de las sombras de un pasado de relaciones plenas y virtuosas.
Retomando las premisas de Prada, el cosmopolitismo en Sergio Pitol nos posibilita a un sinnúmero de discursos interpretativos, pero debemos señalar también gozosos. La narrativa de Pitol es además de una propuesta semiótica impecable, un banquete lectivo y visual.
Sus acercamientos geográficos son plácidos parámetros físicos, billetes y pasaportes a bagones de primera clase como en el relatoViaje a Varsovia, con visa de espectador de montañas, enclaves y guiones de museos hacia el interior de personajes extraídos de óleos o de un conjunto escultórico.
Leer o releer a un escritor como Pitol, exige un compromiso con la historia universal, así lo referencia Carlos Monsiváis al comentar sobre el escritor veracruzano: a sus personajes los desvanecen o magnifican su complejidad cultural y su simplificación vital.
Entre estas dos premisas más podemos subir el andamiaje literario de Sergio Pitol, hombre de letras también preocupado por difundir propuestas literarias anglosajonas y de Europa del Este, estructura cuidadosa y dirigida hacia el infinito, como un zigurat rodeado de océanos de devenires humanos.
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