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viernes, julio 10, 2009

Gabriel Fuster: El día que descubrí cómo escribir cuentos



EL DIA QUE DESCUBRI COMO

ESCRIBIR LOS CUENTOS


Texto tomado del libro aún intitulado que el autor publicará a la brevedad con que el tiempo se deje...



Los cuentos fueron inventados en el concilio de Trento.
Pese a la conversión de los cerdos poseídos por jamón, los teólogos sospechan que la foto inaugural puede estar retocada. Sin embargo, hay concilios que todo lo quieren solucionar con una doctrina. Apréndete esto y luego hablamos. En su momento, las fuertes disputas contra los protestantes orillan a San Marcos a tener que decidir a qué multitud querría pertenecer, porque salía más barato mantener un cisma que experimentar esas amables formas de sugestión como la hoguera, ya que costaba cien marcos anuales. Lo que eran muchos marcos. El edicto Trentino supuso una profunda catarsis en la lección aristotélica sobre el negocio, lejos del temor reverencial a un único libro. Señora Vulgata, ¿Acepta usted por esposo al señor Jesús? Y usted, señor Jesús ¿Acepta por esposa a la señora Vulgata?
El cuento empieza fácil, como se da la fácil explicación de la tierra plana, porque si el cuento del infierno fuera pura mentira, nos chingamos todos al unísono.
-Ya imaginamos cualquier cosa sobre el borde del infierno
La voz pertenece a un dragón.
Cuidado, hay veces que el pragmatismo se disfraza de dragón indefenso. Aquí, lo maravilloso de la infancia es que los dragones se sientan a contar los juegos que nunca han hecho. Por ejemplo, encontrar dos nubes idénticas, escoger el mejor escondite. A algunos niños los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Los niños se disfrazan de aquello que son por dentro, pero el que grita y patalea es el duende de la mise en abyme, no el ego profundo. Prescindiendo de la escalera de Jacob, por puesta en abismo se refiere al ejercicio de imbricar una narración dentro de otra, de manera análoga a las muñecas rusas.
Un taller de juguetes no es suficiente para llenar el cuarto de la imaginación. Aparte de los mencionados dragones, son menester dentro del cuento el Príncipe buen mozo, disponible sólo en azul. La Princesa, la hada madrina, los duendes bienhechores y la bruja malvada. Monstruos como los basiliscos petrifican con la mirada. Los basiliscos más vanidosos, son estúpidos y se miran en los espejos. Lo normal es negar a los basiliscos ante la gama de animales encantados que aseguran el final feliz, hasta que tienen la rabia.
Había una vez, cuando la vida era limpia como la tierra que a veces comimos y, sin darnos cuenta, tú y yo nos sentábamos en el patio mirando hacerse viejo el día. Los seis años de edad es el equivalente de un capullo lento, con dientes de león. Yo jugaba, yo comía dulces. Yo tenía la televisión por ventana y era en ese mismo lugar donde escuchaba constantes voces diciéndome: “Compra esto, compra aquello”. Si quién lee esto es próximo a mi edad, debe recordar a Enrique Alonso, alias Cachirulo, rigiendo el pozo mágico en un programa dominical llamado Teatro fantástico, patrocinado por el paso espumoso del trenecito del Chocolate Express, que es rico y nutritivo y que sabroso es. Pero, he aquí el episodio negro al cuál le pertenezco, la hora terrible que marcaba el fin del tiempo libre de mi infancia, cuando una aciaga noche fui tomado al asalto por la XEWTV Canal 2 y mi nombre con todo y su diminutivo fue incluido dentro del Club de los Chupadedos, en vivo y en Red Nacional. A partir de semejante indiscreción, el jingle del chocolatote dejó de importarme, para dar paso a Chocomilk como excelente compañero en el desayuno o la merienda y también alentar a su avatar Pancho Pantera a pelear contra Cal-C-Tose.
Die Geschicte vom Daumenlutscher, o La historia del pequeño chupadedo. Nuevamente, los padres advierten al niño sobre no chuparse el dedo, apelando al desalineamiento de los dientes. El niño insiste en conservar su centro magnético y los padres inconformes lo delatan ante corredores de la Gestapo. En venganza, el niño le pide a un sastre que reprima esta discusión con los parientes ascendientes de la casa y les corte las narices con unas tijeras.
Somos huérfanos de nuestros propios pensamientos. Somos los locos, los chupadedos, escondidos debajo de la cama. Alertas, se desorganizan los ojos. Esto que nunca cansa, vigilando las motas de polvo, como pequeños mundos sostenidos en un rayo de sol. Todo niño sensible sabrá de qué estoy hablando.
-¿Cómo logras capturar a los esquivos kaninchenos? –pregunta mi niño interior.
-¿Kanin …qué? –exclama el adulto.
-Los kaninchenos, los diminutos muñecos de lana que engañan con forma de suciedad y que reaparecen como las cucarachas en el gran suicidio colectivo detrás de los muebles viejos.
-Te refieres a la pelusa que se forma con el polvo doméstico
-Sí, que hacen cosquillas a la nariz
-Mi abuela lo llamaba el terciopelo de los pobres. Asunto que causa poca gracia a los exploradores ingleses que han sonreído en las excavaciones egipcias.
-Estoy oculto aquí para desprestigiar la teoría pedagógica sobre el berrinche...
-Eres un buen niño, nomás que nunca te bañas.
-¿Te cuento el cuento de los esquivos kaninchenos otra vez?
-Órale, pero que sea la última vez
Tú eres Marcos Kanincheno, en tu papel de Sargento de la policía de la fábula, registrando tus reflexiones del curso de la investigación en una pequeña grabadora, y delante de ti este reporte de campo con las actuaciones ministeriales concernientes a la desaparición de conocidas figuras fantásticas. Cuidado con la letra chica.
Todo comienza con una patrulla envuelta en penumbra roja al estilo de los años cincuenta, en el momento de arribar al domicilio del folklorista alemán Wilhelm Karl Grimm y su hermano Jakob Ludwig Carl, como respuesta de un telefonema anónimo, quien puso al tanto a la Fiscalía para la Seguridad de las personas y juguetes, la afirmación de que entimema, arcana violencia y sofisma han roto la paleta caramelo en dos partes con alguien dentro de dicho domicilio, que se refiere en el reporte pormenorizado, el taller Grimm.
En el punto de encuentro precisado por nuestro informante, tú das fe del cuerpo destripado de Rumpelstiltskin, tras cerrar el perímetro del bosque mágico, llamado Zauberwald. La cabeza mostrando heridas de golpes contundentes con un trébol, de cual no quedaba mucho para reconocer, salvo la plena identificación mediante muestras dentales. La demás evidencia esparcida como el rompecabezas imposible de armar. Tomando las precauciones habituales, pasas a procesar la escena.
Resulta claro que los hermanos Grimm respiran con dificultad, perturbados por la culpa. En el acto, los oficiales Barba Azul y Gato con botas esposaron a los sospechosos y los subieron a la calabaza encantada, mientras sus derechos eran recitados. La investigación prosigue. Entonces, como un insecto que se posa, el médico forense toma notas y fotografías a las pisadas encontradas sobre el pastel de chocolate, pero aún no sabe qué es exactamente lo que vino a hacer en ese lugar. Las ropas manchadas de chocolate son analizadas dentro de los laboratorios de la moraleja, usando las aceptadas técnicas de imaginismo, increpación, paegnarius e ictiomancia. Los resultados no son incriminatorios en realidad, sino sombras chinescas a la luz de una vela.
Por otro lado, deponentes y testigos dejaron asentado que en su locura los hermanos Grimm revirtieron el hechizo de la Bella Durmiente a comatosa, las dos manos cruzadas sobre la boca para cubrir el mal aliento después de despertar. A Rapunzel, la convirtieron en una especia de infusión venenosa en una taza de té. A Cenicienta, en una mesa con sierra de carpintería, útil para cortar pan. A los músicos de Bremen, en serrucho, martillo, berbiquí y cepillo. A Caperucita Roja, en un bote de clavos. Y a Pulgarcito, lo hicieronotro anfibio patético de recelo y soledad, sin derecho a beso. Apéndice A-2, se anexa al reporte.
Mientras tanto, los hermanos Grimm fueron trasladados al castillo de arena y espuma, donde son sometidos a interrogatorio en mazmorras separadas por los detectives Hansel y Gretel. Llama la atención que los sospechosos se niegan a responder, lejos de esbozar su sonrisa torcida, toda vez que se les pregunta el paradero de las figuras fantásticas, bajo custodia de los libros. Finalmente, los detenidos solicitan la presencia de su abogado. El caso se conduce a un callejón sin salida.
Tú eres Marcos Kanincheno, en tu papel de Sargento de la policía de la fábula, aseverando contar con nuevas pistas para la posible solución del acertijo. Queda revelado que la fuente confidencial al teléfono, no es otra que la fuente de los deseos. Si su coartada procede, prueba regresar al lugar preparado con una ganzúa y asaltar a Mamá Ganso. Si ella no delata a los hijos de puta, entonces pasa a coaccionar por la fuerza bruta a Gibran Jalil Gibran. Carea a Perrault contra Andersen, para hacerlos entrar en contradicciones. El sitio está lleno de soplones, listos para contar su cuento.
Este hilo narrativo termina con el hilo del papalote, lo que recoge el ánimo de hablar sobre otras paternidades carcelarias.
-¿Adivinen qué? –sorprendo al resto de los comensales, a mitad del desayuno.
Uno empieza con la fórmula interrogante, porque los escuchas no están advertidos a lo que el adverbio se refiere. El efecto es similar al tratamiento de los vándalos, durante la dominación visigoda: Ellos ponen su atención en ti y enseguida sabes que es momento de introducir el elemento provocativo. En este caso, un papalote.
“No”, reza el eterno letrero colgando del cuello de mis papás.
El segundo nivel es sollozar. Mediante esta técnica se hace saber que todos los demás niños tienen uno, excepto los pobres. Mis papás no era pobres, sino miserables. Lo que hace una significativa diferencia. La gente miserable es la peor gente para convivir, porque toda vez que las voces del televisor ordenan: “Compra esto, compra aquello”. Ellos optan por vendarse los ojos.
El tercer nivel descarga su artificio violento.
Frustrado, interrumpo mi desayuno con cereal de una monumental rabieta. Enseguida, corro al baño y azoto la puerta detrás de mí. Plum. Giro la llave por dentro. Clank. Por primera vez dentro de los seis años como inquilino de esa casa, uso la llave destinada para las visitas. Mi respiración es entrecortada, por el nerviosismo que provoca el golpe seco y por no saber que cerraba el flujo de oxígeno detrás de la tapia que hace mi enojo. Todo porque simplemente no tenían cuatro pesos para comprarme un papalote. Entonces escucho los pasos de mi papá acercarse en esa hipótesis de autoridad y la perilla gira, sin abrirse. Lo que sucede después, lo que sucedió en menos de un segundo, es lo más increíble de describir. Trataré de narrarlo en cámara lenta, pero les aseguro que sucedió en menos de un segundo. Mi papá gira la perilla, sin éxito. Escucho sus pasos en retirada, como si aceptaran el fracaso, pero en realidad habían tomado vuelo para abrir la puerta con una patada.
La cerradura resistió en su lugar.
Fue el marco de la puerta que cedió ante la embestida. Gran parte de la pared de la antigua casona comida de hierbas se desplomó al interior del baño. Es verídico. Yo recuerdo haber pensando cuando vi el tremendo boquete en donde antes estuvo la puerta: Híjole, ¿Así son las endurecidas hipotecas con Banobras?
Al igual que una herida abierta, yo podía ver parte de la tubería del lavabo y la regadera, retorcida y salpicando agua. El polvo flotaba en todo el ambiente. Una familia de ratones salió tosiendo de la madriguera desaparecida y huyó entre los charcos. Yo me senté con las piernas recogidas, arriba del inodoro, anhelando un carcaj dorado, mientras la sombra cuatro veces amenazante ya cubría mi persona. Yo pensé: Es más alto que Ultramán.
El gusto por el papalote escapó por el orificio más blando que el espiráculo y yo empecé a pestañear a una velocidad de semáforo Morse. Los psicólogos me explican que de este modo imaginaba poder desaparecer a mi papá, pero no importó lo rápido que fuera mi tic, este permaneció en el mismo lugar. Lo más raro, es que en lugar de exprimirme como una mosca, puso su mano en mi hombro y dijo:
-Te voy a decir algo que espero no olvides, nunca sueñes despierto. Es infernal.
Salgo de mi ensoñación, debido a las voces del televisor, presentando un comercial.
“¡Pim, pum, pam! Escríbenos una cartita explicándonos por qué Rice Krispies es tu cereal favorita. Envíala al Apartado Postal 1555, junto con dos tapas del producto. Y si tu carta resulta elegida, recibirás a vuelta de correo una cometa de papel de arroz. Suerte”
Contemplo la caja de cereal en mi mesa, e imagino el Grimmorio de mi taza rota.
Ese fue el día que descubrí como escribir historias imaginarias. Colorín Colorado
Ningún dragón fue lastimado en la realización de este cuento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ja, ja. Me divirtio mucho y me ilustro demasiado(como siempre). No cabe duda que eres el mejor artesano de los relatos desde Juan Vicente Melo. Espero con ansias leer tu libro.


Guillermo Samperio