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viernes, febrero 25, 2011

Gibran Jalil Gibran: Reflexiones

GIBRAN JALIL GIBRAN
REFLEXIONES
EL AMOR

Se cuenta que el zorro bebe junto al león de una misma fuente. Y se dice que el águila y el milano devoran juntos la carroña sin disputas y en total armonía.
¡Oh, justo amor! Tú que has refrenado el capricho de mis pasiones con poderosa mano, y has convertido mi hambre y mi sed en altivez y magnanimidad, no permitas al fuerte soberbio que habita en mí comer el pan ni beber el vino que cautivan mi débil ser. Hazme recordar mejor y habré muerto de hambre. Deja mi corazón inflamarse de sed. Será mejor morir y extinguirse que tomar en la mano una copa que tú no has llenado, ni un vaso de licor que tú no has bendecido.

LAS CUATRO RANAS

El saber y el medio saber

Estaban cuatro ranas sentadas sobre _un grueso tronco de leña que flotaba a la orilla de un anchuroso río. Una ola fu­riosa arrastró al tronco hasta la mitad del río, donde la corriente lo condujo con el curso del agua. Alborozáronse las ranas por el encanto de su expedición y comenzaron a saltar sobre el tronco porque jamás se vieron navegar mar adentro. Pasado un momento de silencio la primera rana gritó:
- ¡Qué tronco más curioso y extraño! Mirad, compañe­ras, cómo viaja igual que los seres vivientes. Jamás he visto ni oído hablar de cosa tan parecida.
La segunda rana : -Este tronco no camina, se mueve, amiga mía; y tampoco es extraño y curioso como te lo has imaginado. Las aguas del río que corren de por sí hacia el mar conducen con ellas a este tronco que a su vez nos con­duce con él.
La tercera rana: -No, por mi vida, compañeras, os equi­vocáis. Es una divagación la vuestra. Ni el río se mueve, ni el tronco. Es nuestro pensamiento el que se mueve dentro de nosotros y él es quien nos conduce a creer en el movimiento de los cuerpos inmóviles.
Discutieron largamente las tres ranas sobre qué era lo que se movía en realidad, llenando la quietud del río con sus gritos y su perturbador croar.
Como no llegaron a ningún acuerdo, pidieron la opinión de la cuarta rana. Esta, que hasta entonces no había dicho esta boca -es mía, sino que las escuchaba con atención, habló de la siguiente manera:
-Todas vosotras habéis tenido razón, compañeras, y ninguna se ha equivocado en sus razones. El movimiento está en el río tanto como en el tronco, como en nuestro pensa­miento al mismo tiempo.
Este fallo conformó a las tres ranas en disputa, porque cada una quería tener la razón.
Cuéntase que lo que sucedió después del fallo de la cuarta rana fue cosa curiosa en el reino. Las tres ranas hicieron la paz entre ellas y en un conciliábulo ejecutivo resolvieron echar a la cuarta rana al río.
Y la arrojaron al agua.

LOS OTROS MARES

Cierto día dijo un pez a otro:
-Por encima de nuestro mar existe otro. En ese mar hay diversos seres vivientes que viven como nadamos y vivimos nosotros aquí.
-Son fantasías tuyas -le contestó el otro pez-. ¿No sabes, hermano mío, que cada ser viviente que deja nuestro mar un momento moriría? ¿Cuál es entonces la prueba de la existencia de otros seres vivientes en otros mares?

EL ARREPENTIMIENTO

En una noche oscura entró un hombre a la quinta de un vecino, robó el melón más grande que encontró a manó y se lo llevó a su casa. Después de partirlo, lo halló verde. Enton­ces la conciencia le aguijoneó y llenó de reproches.
Y el ladrón se arrepintió de haber robado el melón a su vecino.

LA ESENCIA SUPREMA

Y sucedió que después de la ceremonia de la coronación de Nufsibaal, el rey de Yubail, éste se dirigió a su gabinete. Era una alcoba privada que los adivinos del Líbano construyeron para él. Hallándose solo, se detuvo en medio de su gabinete pensando en el poder ilimitado que poseía como rey de una comarca que otrora era un vasto imperio.
Había allí un espejo que ostentaba un artístico marco de plata, regalo de su madre. Y mientras se quitaba la corona y la púrpura vio con gran, asombro que del espejo salía un hombre desnudo y se adelantaba hacia él. Aterrorizado, el rey gritó:
-Hombre, ¿qué quieres de mí?
-Una sola cosa quiero de tí. Dime, ¿por qué te han coronado rey de Yubail?
-Me coronaron porque soy el hombre más noble de entre ellos.
- ¡Por Dios! Si fueras más noble de lo que eres, no hubie­ras aceptado el reino.
-Me coronaron porque soy el más caballero y más fuerte de entre ellos.
-Si es cierto que eres el más caballero y más fuerte de todos ellos no deberías haber aceptado el ser su rey.
-Mi pueblo me coronó porque soy el más sabio que hay entre él.
-No, por Dios; si hubieras sido más sabio de lo que eres ahora, no habrías admitido que te eligieran rey de Yubail. Cuenta la leyenda que ante las palabras del hombre des­nudo que salió del espejo cayó el rey de bruces y luego pro­rrumpió en llanto.
El hombre desnudo lo miraba con compasión y ter­nura; se sentía triste ante la estupidez e idiotez del rey. Tomó luego la corona que había rodado por el suelo y la colocó nuevamente sobre la humillada cabeza del Rey y volvió a entrar en el espejo, tal como había salido, mirando a Nufsibaal dulce y cariñosamente.
Al despertarse, el rey miró al espejo y no vio allí más que a su propia persona con la corona puesta en la cabeza. 

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