“El hada y el unicornio”
Por. Yatzil Reyes Morales
(14 años de edad)
Mucho tiempo después de ayudar al sauce, un día como cualquiera, las cuatro hadas regresaban a sus hogares. Celeste, Rosa y Ámbar, iban platicando casi a gritos los chismes del bosque; Lila se había quedado atrás al escuchar los unicornios relinchar a lo lejos.
Miró a sus compañeras, quienes ya iban demasiado adelante, pensando que quizá no se preocuparían si desaparecía un rato. Así que voló hacia donde provenía el sonido.
Los unicornios se hallaban en un claro del bosque rodeado de flores, en el que estas formaban una valla de colores. Lila jamás había estado tan cerca de esos seres, sus compañeras siempre la traían “de aquí para allá” sin permitirle apreciar y conocer mejor a las demás criaturas del lugar.
El hada estaba fascinada por poder tocarlos, su pelo era suave y muy blanco. Incluso pudo tocar el cuerno que tenía en la frente cada uno. Tal era la inocencia de ella, que no los tocaba sintiendo que tenía poder en sus manos… y es que el cuerno de un unicornio otorgaba magia a quien poseyera uno.
Se separó un momento de los unicornios sólo para tomar unas cuantas flores amarillas con las cuales se hizo una corona. Eso era algo que le gustaba hacer con las plantas y flores.
- ¡Ven! – dijo Lila.- ¡Ven aquí!
Un pequeño unicornio parecía querer jugar a que lo persiguieran. Entonces el hada corrió tras él para seguirle el juego.
Sin darse cuenta, comenzaban a alejarse demasiado. Ahora el bosque lucía solitario y los árboles escondían a criaturas cuyos ojos seguían el recorrido de ambos. Lila ya no quería avanzar más al darse cuenta de ello, pero el animalito se alejaba más y no podía dejarlo sólo.
- ¡Regresa! – lo llamó.
En lo profundo del bosque, se hallaba una cabaña. Sí, los humanos ya existían para ese entonces. Allí vivía una bruja llamada Hissa, la cual tenía el sobrenombre (dado por quienes sabían a lo que se dedicaba además de brujería) de “La coleccionista”.
El unicornio se detuvo al ver el humo que salía de la cabaña, el hada llegó a su lado y se asustó al recordar que la bruja vivía también en el bosque. “Seguramente aquí vive”, pensó temerosa.
- Vámonos – ordenó.
Ahora iban de regreso. Sin embargo, parecía que caminaban en círculos y no lograban regresar al lugar donde estaban antes. El escuchar risas y pasos en torno suyo hacía más desesperante la caminata, pues en el bosque existían otros seres mágicos además de hadas y unicornios… y no todos eran buenos, Lila lo sabía.
- ¡Se perdieron! ¡Se perdieron! –dijo burlona una voz.
- Duendes… - susurró Lila molesta.- ¿Qué quieren?
- ¡Se perdieron! ¡Se perdieron! – volvía a decir.
- ¡Ustedes nos perdieron! Ya basta, no tenemos tiempo para sus juegos.
Las risas se alejaron. Lila y el unicornio siguieron su camino pero…
- ¡Ay, no!
…Aparecieron de nuevo frente a esa cabaña.
Cansada y asustada, aún así decidió que debían intentarlo de nuevo. De repente, las raíces de los árboles se levantaron del suelo y estos comenzaron a “caminar” hacia la cabaña formando un muro entre ellos. Ahora el hada y el unicornio no podían escapar. Lila tocó el suelo para que el pasto seco de allí tomara vida y los árboles que les estorbaban regresaran a su lugar ya normales.
- Ya está, ahora sí nos podemos ir.
- ¡Eso creen! – exclamó Hissa al abrir la puerta y una ventisca arrastró adentro a los dos.
Mientras tanto…
- Oigan, ¿y Lila? – preguntó Celeste.
- No sé - respondió Ámbar.- Venía con nosotras hace un… rato…
- Vamos a buscarla o la reina se enojará mucho con nosotras – propuso Rosa, refiriéndose a la reina de las hadas.
Las tres hadas recorrieron gran parte del bosque preguntando a los animales y demás seres fantásticos si la habían visto… Pero nadie sabía nada, hasta que llegaron al claro del bosque donde se hallaban los unicornios fue que se enteraron que había estado allí jugando pero que después desapareció junto con uno de ellos.
- ¿Y ahora qué hacemos? Ya la buscamos por todo el bosque – dijo Ámbar.
- No por todo el bosque - respondió Celeste.
- ¡Ah, no! ¡A la parte peligrosa no vamos! – exclamó Rosa sin poder ocultar su miedo.
Mientras ellas discutían, Lila estaba asustada pues la bruja los tenía secuestrados a ella y el pequeño unicornio. Encerrados en cajas de cristal, no podían hacer nada mas que esperar lo siguiente.
Repentinamente, la puerta se abrió y entró un ser completamente horrible que jamás había visto el unicornio y esto provocó que quisiera romper a patadas su encierro de cristal sin lograr nada. El ser que entró era una especie de duende cuya mirada no daba confianza ni para hablarle: un goblin.
- Aquí está todo lo que pidió – dijo el goblin con su voz ronca.
Hissa tomó la bolsa sucia y maltratada que le daba el goblin para revisarla.
- Bien hecho, tal vez te recompense dándote al hada como premio para que la lleves con tu pueblo y se diviertan un rato. Sé que a ustedes les divierte molestarlas así como a los duendes.
- Sí, pero no somos tan buenos como aquellos – respondió con malicia el goblin.
Ambos soltaron carcajadas escandalosas y que sonaban vulgares.
La magia de Lila no surtía efecto dentro de la caja de cristal por más que lo intentara.
- ¿Quieres escapar? – preguntó la bruja burlándose.- Lástima que no puedes… ¡Y no podrás jamás!
Lila se hartó de las burlas del goblin y la bruja y entonces, con toda la magia que pudo usar, deshizo ambas cajas de cristal y tocó rápidamente el suelo para que nacieran enredaderas que inmovilizaran a los dos horribles seres. Sin embargo, cuando lograron escapar de la casa, de nuevo los duendes los perdieron y esta vez fueron a dar hasta las colinas, muy lejos de su hogar.
Lila comenzó a llorar abrazada del unicornio, ya no sabía qué más hacer y lo peor: la noche no les permitiría avanzar más. Los trolls seguro ya andaban cerca (seres malos, enormes, de piel dura, casi indestructibles y que sólo salen en la noche porque la luz del sol los convierte en piedra o los hace estallar) y ellos los molestarían toda la noche o… quizá algo peor…
- ¡Allá están! - gritó el goblin a unos cuantos metros de distancia.
- ¡Atrápalos! - ordenó Hissa.
Cuando el hada intentó levantarse, no pudo, estaba completamente débil por toda la magia que había usado y todo lo que habían corrido. Los dos se quedaron quietos ahí, ya no había más que hacer.
Hissa sonrió al ver eso y con un movimiento de su mano los dejó completamente inmóviles y cubiertos de algo invisible que daba la impresión de que eran estatuas.
Así quedaron el hada y el animalito, no murieron pero ya no continuaron viviendo libremente en el bosque. Abrazando al unicornio echado a su lado y con mirada suplicante, así quedaron para siempre Lila y el pequeño unicornio. Ahora, siglos después y sin que Hissa los tenga en su colección de seres mágicos ya, forman parte de un alhajero que se encuentra sobre el tocador en la recámara de una humana que no sabe la historia de ellos. Ahí están, esperando que un día llegue alguien y con su magia los libere de ese “encierro” sin fin…
Yatzil Reyes Morales.
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