lunes, marzo 07, 2011
Ignacio García: Instantánea
El sincretismo, ese que alude a la conciliación de ideas (filosóficas, religiosas, etc.), procedentes de ámbitos culturales distintos, la que supone síntesis de pensamientos y formas de vida en forma de breviario, se halla casi a la vuelta de la esquina de la existencia cuando uno escribe, tiene frente a sí un cuadro y escucha música, y garrapatea un cuaderno (por no agregar más elementos al asunto).
Cuando esto sucede no hay más remedio que (a manera de instante súbito) expresar esto que se escapa del corazón a la manera de The light of spirit, del autor japonés Kitaro, la obra enigmática de Antoni Tápies y la pasión de una pluma alicaída como la mía.
De las diversas versiones que Kitaro posee de The Light of Spirit, la que aquí presentamos inicia con un instrumento de viento: como si ese espíritu escapara o rindiera tributo oriental a aquella frase del Evangelio de Juan que dice: "El viento de donde quiera sopla y viene, así es el que es nacido del espíritu". El comienzo es una verdadera invitación para el respiro tranquilo, la dualidad del estar-y-no-estar: en ambos artistas la jaula está abierta --con hebras suaves y delicadas-- para "ese ruiseñor / que a veces no viene / a veces dos." Así, aislados, sonido e imagen, traducen para el espectador-poeta su sitio en un punto del universo, hasta traerlo a ese grumo invisible donde el universo no se encuentra ya en la palma de la mano, sino en el aire que ronda una de la yema de los dedos: menos nuestro el acontecer; más de esa mente que juguetea consigo misma a saber quién la hizo capaz de imaginar e inclinarse sobre la hoja en blanco o erigir esos lirios de Tápies (apenas esbozados) pero que saben que, el que los mira, se halla de viaje.
El alternar ese principio de aire con la armónica con el silbo delicado del violín, saturado del mismo fuego sideral, no es tan sorpresivo como lo es esa desgarradura que Tapiés abre en su collage para que penetre la luz y el espíritu se envuelva en ella por medio de las desconocidas letras que posee el libro. No importa cuánto tiempo ha pasado. "Los días lentos / se apilan evocando / un viejo antaño.
¿Qué hay dentro del ese libro demi-desgarrado en las pastas?. Se sabe que Tápies no es poeta pero en todas sus obras por lo general trata de mostrarnos (collage y cuadros) qué es para él la visión oculta, principalmente a través de letras y signos --en este caso de un libro.
Kitaro, en la música prolonga el hecho de una luz que no alumbra nada material, destazado, hecho leña, sino una necesitada de los ojos de una mujer como inicio de esa vela incandescente que incendia el espíritu y permita iluminar la letra del cuaderno. El músico continúa subiendo de tono a la flama, y luego son coros y demás instrumentos los que --cual fogata resplandeciente van guiando esa parte del espíritu ya iluminada, y arrastra las cosas que antes había dejado en la oscuridad total. Al igual, Tapiés espera la mano que dé totalmente libertad a esa otra luz que es el libro para convertirlo --ya no en el instrumento oculto---, sino en la verdadera antorcha del espíritu, transportadora de fiebres y sueños a lo largo de sus páginas.
Sin los ardores de esa luz, uno exclamaría junto con Issa: "De no estar tú/ demasiado enorme sería el bosque": Como lo serían la tela de Tápies o el escenario de Kitario. Pero no. Aquí cabe decir de ambos: "Vuela una mariposa / que robó la mariposa / de otra mariposa."
Tanto Tápies como Kitaro poseen una tarea final de conducción: El hilo que guía la mente del espectador hacia nuevos horizontes del arte, y con ello el cumplimiento de un trabajo del espíritu: iluminar las cosas oscuras para hallar debajo de las partituras de Kitaro y del libro liberado de Tápies algo que --finalmente-- es la prosa que hace feliz al poeta y lo vuelve flama erguida: "¡Ah, que caliente / la piel de una mujer / la piel que esconde!".
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