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jueves, mayo 17, 2007

Carolina Cruz: Títeres


Enseñan la posibilidad de ser virtuoso en la vida práctica y espiritual.

TITERES: SERES EN MOVIMIENTO MÁGICO
Carolina Cruz


Existen más de 2 mil 100 maneras de hacer títeres dice un experto: Sergio Peregrina. Parece ser que en este arte, como en la mayoría, la limitante es la imaginación: igual en la marioneta con sus hilos, el javanés con su columna y manos de varilla, el guiñol con su guante, el títere de un dedo, que en los gigantones de hasta 30 metros. Hay técnicas milenarias como los Pupis de Cicilia o las sombras chinescas y las hay nuevas como los títeres de mesa o los animatrónics que se usan en las películas. Es un mundo muy grande e infinito, en temas, formas y técnicas. Así lo define Peregrina.


Muchos de estos simpáticos muñequitos y sus asombrosas expresiones se pueden apreciar en esta temporada de funciones de títeres que el Grupo Dragón Rojo abrió desde abril para culminar en junio, una propuesta de la Delegación veracruzana de la Unima (Unión Internacional de la Marioneta), que preside Peregrina. La Compañía en un espacio prestado por el IVEC, presenta un amplísimo programa para mostrar el trabajo de los titiriteros mexicanos. Las funciones son los domingos a las 12 del día en la sala de usos múltiples y una en sábado por la noche para adolescentes y adultos.


No es nafa fácil ser titiritero, es un actor con dicha especialidad y debe saber hacerlo casi todo: locución, vestuario, escenografía. Él arma sus propias marionetas, es también, pues, una especie de escultor a quien nadie le enseña, pues en México, explica Sergio Peregrina, egresado de la licenciatura en teatro, hay pocas escuela de titiriteros, al contrario que en Europa donde existen universidades que ofrecen la carrera de titiritero y llegan a ser más largas incluso que las licenciaturas.


Hay espectáculos para niñitos, niñotes, jóvenes, jovenazos, adultos, abuelitos y abuelotes. El títere no discrimina ni edades ni temas ni géneros. Pueden ser dramas, musicales, comedias, tragedias; aunque la gente los relaciona más con el entretenimiento infantil, el títere es una poderosa arma crítica-satírica.
“Los títeres no tienen límites de ningún tipo, incluso su lenguaje es más extenso que el de los actores pues hace lo que un actor ni siquiera puede soñar, como por ejemplo volar o dividirse en partes”.


Además de estético, el títere cumple una función social como recurso crítico y transformador: “expone la filosofía de la vida, la moral, la ética y ayuda al público que observa sus fantasías a poner los pies en la tierra: “El teatro es un arte que dice mentiras para contar verdades más profundas”, enfatiza con la mirada Sergio Peregrina. Si lo sabrá él, dramaturgo también.
La construcción es otro arte, debe tenerse conocimientos incluso de ingeniería, mecánica y electricidad; pero lo es más la animación (el alma), las técnicas que pueden ser guiñol, javanés, bocón, marot, afirma Sergio:”hay quienes sólo lo zarandean en escena porque no saben nada de manipulación, que te puede llevar años aprenderla”, y pone un ejemplo: En Japón dura treinta años el aprendizaje para mover un títere Bunraku. El vestuario es otro arte dentro de este arte: “requiere de aprendizaje de materiales, armonía de colores, conocimiento de telas, de estructuras, dependiendo del uso que se le dará al títere”.


Esas figurillas de muelles, cuerdas, guantes, alambres, hilos y palos, que tanto hacen reír a niños y adultos, han sido prohibidos y los titiriteros perseguidos: cárcel o muerte a los subversivos. Forman parte de la evolución de las sociedades desde la época de las cavernas, explica Sergio y desde entonces poderosas herramientas de crítica social y política.
Aunque usted no lo crea ese pequeño monigotito sentó las bases de la robótica actual: “el primer robot lo hizo un titiritero japonés hace 250 años y servía el té, también las prótesis o partes mecánicas del cuerpo tienen su origen en los títeres”. Pero lo mejor de los títeres es que pueden enseñar su arte en la calle, en un patio, todo lugar es bueno para impactar, alucinar y atrapar al espectador con su expresividad, hacerlo reír, o enseñarle la cruda realidad.

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