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miércoles, mayo 02, 2007

Isabel Lorenzo: Francisco Javier Clavijero (2)


Francisco Javier Clavijero
(Segunda y última parte)
Isabel Lorenzo

Así, desde el destierro y la añoranza Clavijero publica en Venencia, en el año de 1789 y en toscazo, La Historia Antigua de Baja California, traducida para su publicación en México hasta el año 1852, por Nicolás García San Vicente. Este hecho lo convierte cronológicamente en el primer historiador mexicano confiable.


La importancia de su trabajo estriba principalmente en la humanización del indígena. La declaración implícita de que su cultura era válida y admirable, un reconocimiento a sus valores intangibles. De las capacidades de estos hombres que después de la conquista, si bien no fueron exterminados físicamente como en otras latitudes lo hicieron los sajones, sí intentaron aniquilarlos en su cultura, sus raíces, su religión y su idiosincrasia. Escondiendo sus pirámides bajo iglesias o cubriéndolas de tierra. Y si hoy sabemos mucho de lo que somos, puede tenerse en cuenta que Clavijero tienen gran parte del crédito, pues él estudió minuciosamente los códices de forma directa, gracias a su conocimiento de las leguas que se hablan la Nueva España.
Francisco Javier Clavijero nació en Veracruz (Nueva España) en el año de 1731. Estudió en la ciudad de Puebla. Ingresó en la Compañía de Jesús al finalizar sus estudios. Hijo de un funcionario y español peninsular. Hombre culto, de espíritu moderno y gran pensador. Gustaba de la filosofía. Conocía ampliamente los textos de Descartes, Feijoo y Leibniz . De este último le sedujeron sus ideales de tolerancia y reunificación de las iglesias. Ya que habiendo sido un acérrimo protestante, tuvo como protector un prelado católico llamado Boineburg, que lo inclinó a favor de la tolerancia religiosa. Creía en la modernización de la filosofía y combatió el barroquismo de la lengua tan de su época.


Su trabajo es tan completo que el libro primero esta dedicado a la historia natural: frutas, plantas, alimentos, hierbas que usaban los antiguos mexicanos. Todo ello con ilustraciones tomadas de códices y otros historiadores como Valadés y Gemelli. Preocupado entre lo demasiado compendioso y lo superficial, en busca del equilibrio perfecto para su obra que pueda satisfacer la curiosidad de sus contemporáneos sin agobiarlos, así como la necesidad de escribir convenientemente sobre el tema, lo llevó a estudiar las obras de Plinio, Dioscorides, Laet, Hernández, Ulloa, Buffon, Bomare y otros naturistas del país.
En lo que respecta a la geografía de Anáhuac utilizó los datos que personalmente había tomado en sus muchos viajes por el país, más que de los informes que leía, pues en ellos pudo constatar errores, algunos de hasta 14 pulgadas en la latitud o longitud. Rectificó cartas geográficas de costas y ríos, para cerciorarse de su exactitud. Su obra es un ejemplo de dedicación, objetividad y trabajo.


Murió en Bolonia un día de 1767 con la tristeza de no haber regresado nunca.
Veracruz ha ignorado de muchas formas a este gran hombre. El hecho de ser jesuita en un México liberal lo segregó. Su libro si bien un poco denso para los jóvenes, debiera de ser estudiado en seminarios o talleres de este puerto. Asimismo incluirse dentro de los programas de Turismo Cultural, el exconvento de los jesuitas ubicado en la calle I. Zaragoza, frente al parque Obregón; hoy utilizado como bodega de una cervecería, ya que en algún momento fue morada de este ilustre hombre.


Cierto que a mediados del siglo XX se le dio su nombre al actual Teatro Clavijero, además hay una diminuta estatua cerca de la muralla, en el también llamado Callejón de Clavijero. La ciencia no tiene color partidista, ni raza, ni siquiera religión. Después de 183 años en el exilio. Clavijero regresó a Méjico para descansar en la rotonda de los hombre ilustres. Lo han estudiado muchos, entre ellos José Emilio Pacheco y Juan Villorrio por nombrar a nuestros contemporáneos. Pero su valiosa aportación es desconocida por muchos mexicanos.


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