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lunes, mayo 21, 2007

Jaime G. Velázquez: Una nueva santa

Ahora sí cambió Veracruz. Shakira lo cambió. Incluso la atmósfera cambió. La mañana del sábado 19 el silencio nos despertó y los colores del cielo nublado eran diferentes. Entonces temí que Shakira nos hubiera dejado abandonados u hablé al hotel donde todavía estaba, dormida.
Pero cuántos años lleva cantando Shakira. ¿Veinte? Ya trascendió su generación. En Veracruz fueron a oírla jóvenes de entre 18 y 25 años. Hubo filas de pacientes admiradores que llegaron al estadio cinco o seis horas antes del concierto.


Los caminantes alrededor de los puestos de camisetas, fotos, pulseras, discos, tarros marca Shakira, hicieron que la circulación de coches fuera lenta y un viejo pegado al claxon se llevó de recuerdo la indiferencia de todos, dueños de un carnaval espontáneo, que ni volteaban a verlo.
(Nota: los diseñadores de camisetas no estuvieron a la altura de santa Shakira.)


Vivo cerca del estadio de futbol, convertido en sala de conciertos al aire libre, y cuando empezó a cantar Shakira prendí veinticuatro velas, incluidas tres en forma de pera que era un regalo intocable de mi tía, la de Guanajuato, y las puse alrededor de los dos CD de Fijación oral, que me han acompañado estos últimos ¿dos años?


Vi a Shakira cargando dos maletas y no pude evitar recrear la imagen de los miles de pillos que el cine de EU ha ensalzado por décadas. Pensé que allí llevaba el dinero que le tributaron con alegría los veracruzanos, aunque enseguida estuve seguro que a ella le pagan en cheque y luego volví a cambiar de idea, en busca de sensatez: no, a ella le depositan en su cuenta bancaria. En esas maletas llevaba nada más su pago de impuestos, si no la dejarían salir del estadio.
No es divertido pasar la noche pensando qué llevaba Shakira en esas maletas, ¿su ropa?, ¿cartas de admiradores?, ¿videos para regalar? Y termina uno por despertar: ¿cómo crees que sus ayudantes van a dejar que santa Shakira cargue ni una bolsa de confeti?


En mi sueño, Shakira, la cantante viajera, aparecía como el Papa viajero. Así que me levanté al amanecer y prendí dos veladoras que tenía destinadas para las vacaciones de julio.
Al hacerse el silencio, uno siente que Veracruz ha cambiado porque no es posible que todo siga igual después de la deslumbrante actuación de Shakira.


Yo ya cambié la nitidez de los CD de Shakira por el recuerdo de su voz saliendo del estadio, una voz sobrehumana, milagrosa, que rebotaba en las casas veracruzanas hasta llegar a mi ventana, donde reprimía mi enojo por no haber comprado boletos a tiempo.
Claro que Shakira no lo hizo sola: compañías grabadoras de CD, radiodifusoras, publicistas, canales de TV, consumidores y, claro, en el fondo del estadio, ella, a quien estamos dispuestos a reconocer como Reina, Presidenta, Santa. Lo que sea que esté por encima de nosotros, pobres mortales, como el viejo bilioso del coche atorado por falta de información: pus pa’q’se mete en esa calle esa tarde.
El amanecer Shakira. Si un día escribo una canción ese nombre le pondré para festejar la mañana del cambio, la del sábado 19 de mayo de 2007. No lo olviden.

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