LA OTRA MUJER
I
Vivo la dulzura del principio,
el tiempo que pertenece al idilio,
mis días esperan sus noches y sus palabras de fervor.
Si la vida se vive, es enamorada,
gozosa de sentir la muerte de su ausencia,
pero la verdad de su compañía.
Solo por saber que vuelve,
Leo olvidados idiomas antiguos,
fragmentos de discursos amorosos,
y ensayos no pensados de erotismo.
Deseo su deseo.
Deseo la dureza del encuentro
con miradas castigadas de
dolor
placer
dolor.
Toco las lágrimas
ya no puedo sentir más.
II
No tengo nombre bajo las estrellas
sin la túnica que uso
soy la otra mujer,
la que no tiene huellas, ni olor,
la que vive tras los hierros de tu sombra
y bajo el amparo de tus palabras.
No tengo fe.
Solo amor para engañarte
bajo el sol que nos calcina cada hora
si no estamos juntos.
Maldice mi futuro y miente una vez más,
porque la espera ha comenzado
desde que vi tu espalda
y te marchaste, desnudo de mí.
III
En el principio la palabra se hizo deseo.
Sobre la isla de piel desnuda del hombro izquierdo de una mujer:
comenzó una historia infiel a sus orígenes.
Ya existía una leve flama,
roja en su exterior
y hacia el centro,
azul, como la eternidad.
Es entonces cuando un verso quebrado por la luz
abre la inteligencia de las emociones,
y como el soplo divino,
con el que se inicia la vida,
la belleza comenzó a latir.
Digamos que así se inaugura también
una ruptura provocativa
de las razones de vivir.
Ella hizo una lectura del texto secreto,
por lo que escribió frases sueltas
con fechas de lunas menguantes,
para atajar el filo de las letras
que no pretendían comprensión.
Sin embargo visitó
santos, mártires e inocentes,
en los altares sin flores,
para comprender calladamente sus rostros
en éxtasis sin tiempo,
más allá del bien y el mal.
Sumisa y entregada a la fiebre dolorosa
recibió sobre su piel
todo el desasosiego perpetuado del frenesí.
Fue bautizada por el fuego original
que celebra
la dichosa encarnación del verbo.
Vivo la dulzura del principio,
el tiempo que pertenece al idilio,
mis días esperan sus noches y sus palabras de fervor.
Si la vida se vive, es enamorada,
gozosa de sentir la muerte de su ausencia,
pero la verdad de su compañía.
Solo por saber que vuelve,
Leo olvidados idiomas antiguos,
fragmentos de discursos amorosos,
y ensayos no pensados de erotismo.
Deseo su deseo.
Deseo la dureza del encuentro
con miradas castigadas de
dolor
placer
dolor.
Toco las lágrimas
ya no puedo sentir más.
II
No tengo nombre bajo las estrellas
sin la túnica que uso
soy la otra mujer,
la que no tiene huellas, ni olor,
la que vive tras los hierros de tu sombra
y bajo el amparo de tus palabras.
No tengo fe.
Solo amor para engañarte
bajo el sol que nos calcina cada hora
si no estamos juntos.
Maldice mi futuro y miente una vez más,
porque la espera ha comenzado
desde que vi tu espalda
y te marchaste, desnudo de mí.
III
En el principio la palabra se hizo deseo.
Sobre la isla de piel desnuda del hombro izquierdo de una mujer:
comenzó una historia infiel a sus orígenes.
Ya existía una leve flama,
roja en su exterior
y hacia el centro,
azul, como la eternidad.
Es entonces cuando un verso quebrado por la luz
abre la inteligencia de las emociones,
y como el soplo divino,
con el que se inicia la vida,
la belleza comenzó a latir.
Digamos que así se inaugura también
una ruptura provocativa
de las razones de vivir.
Ella hizo una lectura del texto secreto,
por lo que escribió frases sueltas
con fechas de lunas menguantes,
para atajar el filo de las letras
que no pretendían comprensión.
Sin embargo visitó
santos, mártires e inocentes,
en los altares sin flores,
para comprender calladamente sus rostros
en éxtasis sin tiempo,
más allá del bien y el mal.
Sumisa y entregada a la fiebre dolorosa
recibió sobre su piel
todo el desasosiego perpetuado del frenesí.
Fue bautizada por el fuego original
que celebra
la dichosa encarnación del verbo.
Se vivió la pasión de un delirio anunciado
por voces de predicadores callejeros.
IV
Duermo desnuda
sobre noches de lunas blancas
cubierta por una soledad estéril,
violentada por el deseo,
y sin sueños de ojos abiertos.
Sin clemencia
ardo sin quemarme,
sin consumir la sed antigua
que me hace escribir estos versos.
No he bebido agua
y el vino sigue contenido en una copa.
Antes de ser niña
otra mujer ya deseaba.
Ay de ella
sin cantar su cantar
comenzó la historia de una historia de desiertos.
V
La mujer de sal nunca fue escuchada.
Sin embargo nadie ha olvidado su castigo,
su vida en el instante piadoso de la pasión,
humanamente correspondida,
se transmuta en la infame culpa.
La mujer inmóvil de mirada infinita,
soporta el juicio sin tiempo,
a pesar de ser frágil,
de no derramar lágrimas, agotadas en otros llantos,
a pesar de no tener compañía en el limbo de los culpables.
El paradigma de la rebeldía
no se desmorona en los recuerdos.
VI
Los dátiles de carne suave
escurren la miel
sobre un lienzo de algodón
contenido en una cesta.
Fruta madura en el desierto a golpes de sed, su
pulpa es entramada reciamente para resistir
el toque del calor.
Está escrito en la historia de la tierra prometida (el objeto del deseo):
saciaremos la sed con las palabras que signifiquen agua.
VII
Escucho un sonido blanco
que no me trae noticias de ti.
Sola de voces
viviré en el jardín de los cien años
como mi propia leyenda.
El tiempo no sucedió al tiempo,
y los pensamientos
fueron pasajeros de si mismos
para no recordarse.
Recibo la confirmación de mis pecados
al caer la tarde
sobre su cansancio.
VIII
Ella existe entre palabras fatuas
y livianas ideas
sin tinta para escribirlas,
la evocan sentencias escondidas
en noches perversas de negaciones continuas.
El ritmo de los deseos fue alterado
con el perfume de sus pensamientos.
Ella nace y muere en la misma ciudad.
Algunos juran haberla visto
caminar por las calles
descalza,
con un libro bajo el brazo.
IX
Pienso en el hombre que está sentado
a la derecha de nadie
bebiendo un café perfumado con cardamomo.
La espera.
Lee.
La espera desde siempre.
No la conoce.
Piensa que el amor no es imposible,
es improbable.
X
La Historia es terrible.
Y la vida nos ofrece un cuerpo sensible,
desnudo y suave para escribir las voces que nos mueven.
por voces de predicadores callejeros.
IV
Duermo desnuda
sobre noches de lunas blancas
cubierta por una soledad estéril,
violentada por el deseo,
y sin sueños de ojos abiertos.
Sin clemencia
ardo sin quemarme,
sin consumir la sed antigua
que me hace escribir estos versos.
No he bebido agua
y el vino sigue contenido en una copa.
Antes de ser niña
otra mujer ya deseaba.
Ay de ella
sin cantar su cantar
comenzó la historia de una historia de desiertos.
V
La mujer de sal nunca fue escuchada.
Sin embargo nadie ha olvidado su castigo,
su vida en el instante piadoso de la pasión,
humanamente correspondida,
se transmuta en la infame culpa.
La mujer inmóvil de mirada infinita,
soporta el juicio sin tiempo,
a pesar de ser frágil,
de no derramar lágrimas, agotadas en otros llantos,
a pesar de no tener compañía en el limbo de los culpables.
El paradigma de la rebeldía
no se desmorona en los recuerdos.
VI
Los dátiles de carne suave
escurren la miel
sobre un lienzo de algodón
contenido en una cesta.
Fruta madura en el desierto a golpes de sed, su
pulpa es entramada reciamente para resistir
el toque del calor.
Está escrito en la historia de la tierra prometida (el objeto del deseo):
saciaremos la sed con las palabras que signifiquen agua.
VII
Escucho un sonido blanco
que no me trae noticias de ti.
Sola de voces
viviré en el jardín de los cien años
como mi propia leyenda.
El tiempo no sucedió al tiempo,
y los pensamientos
fueron pasajeros de si mismos
para no recordarse.
Recibo la confirmación de mis pecados
al caer la tarde
sobre su cansancio.
VIII
Ella existe entre palabras fatuas
y livianas ideas
sin tinta para escribirlas,
la evocan sentencias escondidas
en noches perversas de negaciones continuas.
El ritmo de los deseos fue alterado
con el perfume de sus pensamientos.
Ella nace y muere en la misma ciudad.
Algunos juran haberla visto
caminar por las calles
descalza,
con un libro bajo el brazo.
IX
Pienso en el hombre que está sentado
a la derecha de nadie
bebiendo un café perfumado con cardamomo.
La espera.
Lee.
La espera desde siempre.
No la conoce.
Piensa que el amor no es imposible,
es improbable.
X
La Historia es terrible.
Y la vida nos ofrece un cuerpo sensible,
desnudo y suave para escribir las voces que nos mueven.
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