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miércoles, junio 11, 2008

Ignacio García: Elegías del Estratega



ELEGÍAS DEL ESTRATEGA

I
Al repique de las campanas
arriban navíos de Oriente y sus misterios
Bajan los mendigos, los ebrios, los parias y malditos
Traen con ellos pájaros ciegos, cornejas sin alas,
mariposas y jilgueros de vuelo ya recortado

Es el tributo al amor ya ido, a la pasión desgajada,
al silencio inacabado, y a esta soledad jamás interrumpida

Cuando sube al aire el último de los avisos,
un hereje --sabedor de latín y griego
quiere pronunciar algunos versos guerreros:
(tal vez unas Lieder, quizá el fuego ya sin la llama)

Es entonces que el Estratega --ya sin espada en la mano
cierra los ojos, y con la mano izquierda,
en vez de cruz al aire
dibuja sin quererlo el nombre impronunciable de Ana Laura

Un último ardor que ha de llevarlo
al sitio donde el olvido custodia los secretos…



II
No mencionemos aquí
la estrategia que el Alar utilizó en los Urales
o el fin que tuvieron las naves
en su duelo cerca de Constantinopla

Borremos de la memoria todo lo bárbaro
de aquellos encuentros en una banca-jardín,
donde múltiples sendas y laberintos de agua
fueron testigos del amor atado y sin cordón
a uno solo de los extremos

Develemos mejor
(con furia pasiva y solemne)
el óxido de este corazón semejante al yelmo,
al grabado que a bronce y cincel
lleva como signo y señal
el nombre eterno de Ana Alesi:

Es decir, el grito severo que uno debe pronunciar
antes de que la espada
nos llame a cuentas…


III
Surqué tu mano porque quise plagiar
polvo boreal a orillas del universo
Pasar mi piel por el escándalo de tu piel
y así caer, a pie de luz, bajo esa ternura infinita

Tropezar con estrella y suavidad
para ver si en ese acercar
mi corazón se ataba al tuyo, así:
como un cohete se engarza al alba,
una golondrina se ata a su Alar,
la brisa al azul y tú a mi demencia

Después de aquel día, no pude dormir
Pude cantar, leer, sollozar … también morir
Supe, a sin razón, que si uno ya te tocó
tu mano me ha de guiar
allí donde el fuego suele olvidar
tanta soledad, tanto fracaso,
tanto intentar a cielo abierto

Toqué tu mano porque quise saber
lo que es morir sin ser amado…


IV
Si los caídos en batalla retornan, el Estratega lo hará
Ya no para preguntar por el temor de tu respuesta,
sino con un fuego axial, una lumbrera sin par:
para ver si así puede tatuar
su espada sobre tu cuerpo

Si duermes, no te despertará
Si sueñas, contigo soñará
Habrá sólo un rozar, un leve resplandor
Y luego el erguir de ese amor que ya murió
y sirve de vendas hoy
para envolver al stratigoi, incapaz de decirte a voz
lo ciego e imposible que fue
cuando pudo y no te amó…



V
Caída la estrella, la barca parte a casa
No te veré ya más. Preguntar si permaneces, absurdo es
Sólo la música, el boato de los marinos,
el fúlgido azul de velas y fumarolas
O ¿por qué no?
la alegría que en ti despierta ver
las cúpulas de tu ciudad una vez más,
hacen del bogar un feliz regreso a casa

Nadie sabe si volverás; más bien si has estado
Al levantar la mano en señal de adiós,
uno se queda con la tersura de tu piel,
con un pómulo y labio como tizón,
con este amor, tan desigual que semeja
un navío en medio del espumar
O, tal vez, el sueño de un hombre
que un día te soñó tierra poseída,
Paraíso recobrado… Nada más

La estrella cayó. El horizonte suele devorar lo amado.
Con una mano, Ana (desde lo ya invisible) dice adiós:
En la otra mano ella encierra
una locura que, pronto, ha de arrojar al mar:

la ilógica de mi amor, el trastorno del corazón:

un puño cerrado de luz que hoy,
no quiero yo abrir ni a laúd
Quizá para darme, por lo menos,
un mañana que dicte a viva voz
que el ser solitario es para mí
más que un defecto, una amorosa virtud…



VI
No se incluye aquí
(para no alabar al fracaso)
la fragua, el fuego, la ternura y lo sublime
con la que el Estratega hizo de su soledad
su modo de amarte a solas,
si bien tu presencia fue siempre lejana

Partirse el alma, tomar un anzuelo, liar el sedal,
beber hasta la locura y olvidarte en sobriedad,
lanzar su arma y así tratar
de asir lo desigual en abierta tempestad

O –si se quiere algo más real:

La forma en que el stratigoi sacó filo a su espada
con las mismas yemas de los dedos
con las que un día
te quiso acariciar…


VII
Han colocado sobre túmulo y alcatraz
(en vez de cruz bizantina alguna)
un epígrafe ad hoc que hará
del sueño del Estratega un sueño mejor

¿Quién lo ha puesto ahí?
¿Qué sílaba rota labró esta última oración?
O ¿por qué –si esta es la razón—
súbditos y kahazares revelaron aquí este insurgente saber?

Cuando se pregunta, nadie dice “yo”
Sólo vientos milenarios que saben del porqué,
lo barren a cielo gris y cruzan mitad verso mitad verdad
¡Ah, que solitario final!

«…que sea yo, el que más ame»


VIII
¡Cuánto fervor a la herida, cuánta pasión por el dolor!
Todo por este amor unilateral
(lateral si también se lo desea)
Pero eso no merece ni lloro ni dolor ferviente
Pues ¿no acaso en este nuevo silbo se escucha ya
lo breve de la oración, el mugir de las olas,
el soplo de las banderas
y ese rumor de sal y anís
que a yodo y lava constriñe un nuevo don de felicidad?

Ya oí, ya escuché y ya escribí
El tímpano ha explotado por última vez al oír:

Sólo tú amas, lo mío no puede ser

¿Quién desea más después de este aluvión?
Rayo fulminante que desde el Bósforo hasta la Vera Cruz
finge un ademán, y con límite y con verdad
sirve de aguja y remienda mi soledad…



IX
Si el Estratega muere, que las palabras transmuten,
sean óleo, háganse fuego, cimbren la raíz
Alas vibrantes que, ya sin sílaba hermosa en custodia,
vengan a convertirse en adiós
Sin rezos y sin escapularios,
sin responsos pero sí con inciensos,
una tierra fresca y salada
que deje en mí el sabor de esa boca que nunca besé

Sea mi espada fiel (mi pluma hasta el cansancio)
quien haga las veces de cruz
y a tinta intocable y sin habla
haga entender a quienes hoy están aquí:

Morir es irse con el nombre de Ana
hasta el último de los suspiros…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estratega:
Comprendí sus palabras, aquel día de laberintos de agua. "Te devuelvo a la barca de los Alesi...".
Lo tomé como una despedida, alguien que se siente derrotado en batalla.
Bello su poema. Así se encuentre dicha barca en el Mar Rojo, en el Mediterráneo o cerca, en el Río Papaloapan o Jamapa, Ana Alesi lo seguirá leyendo y... recordando.

Estratega: Mi eterna admiración.