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martes, noviembre 11, 2008

Roberto Blaga: EDITORIAL



El tran(caso) Mouriño

Lamentablemente esta edición no es diaria y las noticias “relevantes” a veces se rezagan. No obstante, esta misma tardanza a veces tiene sus ventajas; permite que el nivel de las aguas baje y la reflexión sea menos agitada.
El avionazo en el que murió el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño y Santiago Vasconcelos (entre otros) ha exhibido mucho del mecanismo fallido (a todos los niveles) con que se maneja la política mexicana: un trato irreflexivo, nada inteligente, y oscuro; a la vez que confirma esa conducta deleznable de no tasar al ser humano por lo que es, sino por el puesto que ocupa, de arriba para abajo. Veamos:

1) A la confirmación de que en el pasado accidente aéreo se hallaba también Mouriño entre las víctimas, lo “sobresaliente” para la prensa (casi en general) fue que “se trataba de un hombre muy cercano al presidente, su mano, derecha, su querido amigo”. Como si ser amigo de Calderón (mañoso como político y con un buen número de dudas del poder que ostenta) fuese suficiente para conmover a la sociedad por lo extraordinario de esa relación: más influyentismo y nepotismo-tangencial, que virtud política. En todo caso lo mismo sería hablar de que Osama bin Laden se compunge cada vez que le matan a uno de sus hombres, o que Bush llora por la desaparición de uno de sus más íntimos socios petroleros. ¿Cuál es la diferencia en el rasero?

2) Calderón impuso como secretario de Gobernación a un hombre “cercano”, no sin que éste trajera consigo un costo político mayúsculo por la desconfianza de un pasado oscuro y honda reticencia de las diversas fuerzas políticas a tratar con alguien impuesto pero con un nada limpio expediente. A pesar del diverso número de oposiciones, el español-mexicano tomó Bucareli como interlocutor del gobierno; un puesto que, ya de por sí, estaba en duda pues se rumoraba que Calderón lo “aguantaría” hasta enero del 2009 para “plantarlo” como gobernador de Campeche o en una diputación federal.

3) El discurso de Calderón en el hangar presidencial a su llegada de Jalisco, mostró no a un estadista, sino al “brother” que se deshace en elogios para el íntimo, y deja en el olvido, ya no digamos a las otras víctimas, sino a Vasconcelos mismo. ¿o qué no también éste era su colaborador? Parece que sí…nada más que de segunda mano.
Si bien la prensa resalta que el mandatario no se “apresuró” a hablar de “atentado”, sí se inflamó con el discurso ya conocidos por todos: “Se sabrá la verdad…” No dijo cuál verdad, aunque bien sabemos (por Colosio, Ruiz Massieu, Posadas Ocampo, Huerta) que la “verdad” es siempre la que emana de los Pinos, y no la que dicta la lógica, la evidencia y la inteligencia en la comunidad.

Por razones ya propias de quien es político (y no pocas veces de quienes no lo son) se pondera mucho más la muerte del encumbrado (de arriba hacia abajo); se le rinde tributo primario, se le ensalza por sobre la “masa”, el “resto” de las víctimas; algunas con muchos más méritos de honradez y cumplimiento que el propio “héroe” homenajeado como brazo inmóvil del mandatario. ¿Alguien se acuerda ahora mismo del nombre de la aeromoza que viajaba en ese mismo avión? o ¿del hombre trabajador que fue por su esposa al trabajo para luego ir al cine, a cenar, a traer a los niños y murió en la calle sin deberla ni temerla?. A éstos últimos sólo fríamente se les refiere como las “otras víctimas” y se aclara que el “estado se encargará de los gastos funerarios”. ¡Vaya naturaleza humana la de quienes rigen los destinos del país!.

3) La torpeza del secretario de Comunicaciones Luis Téllez quiere ser suplida por lo que en otros países hacen hasta en el Discovery Channel: mostrar las últimas conversaciones entre el piloto y la torre de control. Para que no haya engaño, se muestra asimismo que las partes del avión estaban completas: motor, fuselaje, pedazos de ala. Y se declara que no pudo ser “atentado” pues, “mírense”, las partes no estarían así si hubiera habido una explosión. Corto de mente, el secretario reduce todo a una “explosión” como posibilidad de un atentado, cuando todos sabemos que la tecnología ha avanzado tanto que los explosivos no son la única forma de sabotear una nave en vuelo. O ¿no es acaso Téllez “experto” en esas cosas de la tecnología y la aeronáutica?...No, creo que no..

La ilógica y no la lógica (por apresurados) es lo que priva en todo esto: Si las piezas del avión estaban “intactas” y en buenas condiciones ¿entonces por qué el avión se vino abajo? … Por accidente … ¿Qué tipo de accidente? … Uno que “aclararán” dentro de ¡once meses!


Pero seamos sensatos. Supongamos que se trató de eso, un extraño accidente. En la lógica más aristotélica que se pueda tener, si un avión va en picada, el monitoreo entre torre de control y piloto debería por lo menos consignar el grito de auxilio del conductor: “¡Nos caemos, nos caemos!” Ya no digamos como parte de su manual técnico, sino por puro instinto de sobre-vivencia. Pero no hay nada. Ni siquiera el instintivo y desesperado llamado de auxilio de alguien que sabe, va a perder la vida… ¿Estaba ya muerto el piloto, o como un valiente kamikaze se dejó caer a tierra sin levantar voz alguna?.

4) Cualquiera de sea el resultado, éste acarreará una gran responsabilidad y/o balconeo del gobierno federal. Si el caso resulta en “atentado”, no habrá más que deducir que Vasconcelos era el blanco, en una campaña apresurada, sin estrategia, desorden de por medio por parte de Calderón [1]; enviando, en ocasiones, a combatir al narco con maussers y pistolas antiguas (cuando no con puras macanas), a cambio de la inmensa tecnología y organización con la que cuenta el enemigo.
Si el “veredicto” es que fue accidente, como sea Calderón ganará en credibilidad y confianza, pues por ese punto apostó desde un principio: la “verdad”. Atentado o accidente, el presidente sale con cuota gananciosa. Pero, cuidado, porque si se empeña por descubrir la verdad de lo que le pasó al amigo, entonces tendrá que hacer lo mismo en lo económico y en los demás temas apolíticos que aquejan al país, y, sobre todo, en la forma de legitimar su gobierno, puyando porque las urnas de la votación 2006 (cuyo litigio sigue aún PROCESO) sean abiertas: no puede haber verdades para los amigos y oscuridad para los ciudadanos. Si su dolor por el amigo es real, parece loable que lo extienda a todos aquellos de quienes es representante.
Pero, lo dudamos…Ya el nuevo secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont (para halagar a su jefe) ha dicho que “seguiré las pautas de Mouriño” ¡No, por favor!. Como si los once meses que duró el extinto, fueran suficientes para formarse un criterio de su actuación. O a lo mejor sí; cuando, refiriéndose al “brother” caído Calderón decía: “Juan Camilo sabía lo que quería para México…”, nosotros también ya conocíamos lo que deseaba el político impuesto, y sabemos (por experiencia no por adivinanza) hacia dónde el propio mandatario lleva al país.



[1] De perdida ya Calderón le hubiera echado una hojeada a El Arte en la Guerra de Sun Tzu.

1 comentario:

Nancy Ortiz dijo...

¿Quién se beneficia con la muerte de Mouriño? Resulta que Luis Telles (gente de Carlos Salinas y colaborador en proyectos para derribar aviones a control remoto) es el encargado de la investigación. Resulta que el nuevo secretario de gobernación es abogado de los salinas (entre otras finísimas personas) y del grupo del jefe Diego. Resulta que hasta Calderón capitaliza la muerte de su “amigo”. Es en verdad México un país de irrealidades.