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jueves, diciembre 25, 2008

Gabriel Fuster:LUCHA DE CLASES


Japi Berdei, Lucyfer

Pez que lucha contra la corriente, muere electrocutado.
-Ricardo Páez, tenemos que hablar –anuncia la esposa y la seriedad de la voz adquiere un tono emanado de una catacumba.
Ricardo aparta el encabezado del diario contra sus rodillas y mira a Mercedez que le extiende una hoja manuscrita.
-¿Sí, amor?
-Tenemos un problema serio
-¿Los niños se encuentran bien? –anticipa el clima de la fatalidad y se endereza en su cómodo sillón, temiendo la lectura de alguna posible nota de rescate.
-Calma, se trata de nuestra sirvienta
-¿Nesha? ¿Qué hay con ella? No me digas que desapareció mi colección de centenarios de la caja fuerte o se ha roto otro candelabro de Murano.
-Peor que eso. La muy hipócrita está escribiendo un libro acerca de nosotros
-¿Los Páez Rodríguez? Digo, tener enemigos es señal irrefutable de la fortuna que acompaña a uno, pero esto es ridículo.
-Así es. No obstante, nuestra servil Judas escribe sus memoirs alrededor de su propia experiencia como la nueva criada que ha sido contratada en una residencia que se antoja distinta a las demás en Costa de Oro. Y te aseguro que, de haber tenido un contenido más conciso, casi notarial, pasaría por un informe.
-¿Cómo sabes todo esto?
-Este manuscrito se hallaba oculto dentro del tanque del retrete. Verás, empezó a faltarme el whiskey y supuse que Nesha manejaba el consumo con un truco infantil, propio de pisteadores, pero salí despistada. Naturalmente, no pude resistir darle una hojeada. Cariño, su lectura es una vil y barata ensoñación en las pirámides gongorinas. A eso que yo le llamo jotería, arrebatamiento romántico o extraterrestre. Especialmente las partes que se refieren a ti
Ante tal anuncio que les presta el ser palabras asonantes, el súbito calambre en una de sus mejillas inicia su arrítmica calistenia y las gotas de sudor emergen en la frente y caen con audible chapoteo. Ricardo Páez supone que es momento preciso de conseguirse un trago de ese whiskey pillado de importación. La campana de salvación tañe en sotto voce.
-La maldita fámula se refiere a mí como porcina enjoyada.
-Voy a despedirla de inmediato
-No, no la despidas. Eso no nos conseguirá la memoria USB y el cese laboral instigará a su pluma a la venganza con un vitriolo más astringente. Ricardo Páez, ¿Tienes una idea de cómo estas revelaciones repercutirán en nuestra esfera social? Por mucho tiempo no seremos capaces de poner un pie fuera de la casa sin terminar prisioneros en un territorio intermedio entre el cristal de la ventana de nuestros vecinos y cruel ruido de una respiración que lo recubre. Además, recuerda los muchos trámites legales y pagos de soborno acopiados por el sistema judicial cuando Fernando López lanzó el comentario de que su esposa se resistía tener sexo con él, que ni siquiera le mostraba las tetas.
-Tienes razón. El asunto amerita una estrategia sutil, con descargas de cariño y compasión
-Mejor no termines insomne porque nuestra trabajadora doméstica ya va en la página trescientos dos.
-Puf
Hoy, tras dos años de servicio, a una hora de la mañana que no es habitualmente productiva, Nesha discurre los cuatro brazos buscándose su hacer surrealista de lavado y planchado de las sábanas y en el callejón sin salida del boudoir dialoga con los fantasmas de sus antecesoras. Por ejemplo, Agnetha, la primera mucama en traer sus referencias a Tiburón 1409, fue una mujer de origen sueco que guardaba mucho parecido con Obelix de la tira cómica francesa. Su modo de gobernarse era sucinto y no tardó en imponer la disciplina entre los dormitorios de los niños, quienes empezaron a atender sus cinco comidas diarias con base en pescado y carne de cerdo con inexplicables contusiones. Cuando la cámara escondida captó a la nana en el preciso momento que aplicaba al primogénito de la familia una llave conocida entre los luchadores como la quebradora argentina, sacudiéndolo horizontalmente por encima de los hombros, los padres interrogaron a la mujer acerca de sus métodos correctivos. Obviamente, esta mujer no acostumbrada a interferencias, tomó al señor y la señora por los hombros y los estrelló contra el estuco de la pared y apenas treinta centímetros separados del suelo. Por arbitraria fuerza del patrón, la trabajadora fue despedida esa misma noche y con el auxilio de un pelotón de la III zona militar. Entonces vino Edith, una jovencita de origen francés y cuya sordera ante el idioma era superada mediante la mímica de Marceau y la graciosa rutina de Cenicienta. Su compromiso con la familia era básicamente culinario, derivando en un maniquí del minuto jornada flambeando natillas con caramelo o elaborando trufas de chocolate mientras pasa las páginas de Vogue con el pulgar. En una inesperada visita a cenar, la abuela amonesta el Belle Poitrine de la muñequita de pastel, provocando la alarma de deseo a deseo con el porte de una estrella porno, luego el final del cuento convierte la Torre Eiffel en calabaza a mitad de la calle. Edith empaca su Louis Vuitton y expresa su resignación de versión simplificada sacando la lengua. La despedida es bienvenida y al mismo tiempo pasa por la puerta Cristina, una empleada con la autorizada opinión de diversos anuncios cantados en la radio sin atreverse a sostener la mirada siquiera. La abuela la mira con extrema suspicacia y declara que es tonta, pero resulta eficiente para pasear al perro, movida por su estrabismo. Obviamente, ciertos puntos débiles son convenientes para la buena marcha del hogar, luego la abuela decide llevársela por su cuenta para asumir el rol de enfermera particular. La cuarta persona en tomar el empleo fue Tere, pero a los cinco meses fue descubierta amasando secretamente una parte de la fortuna de sus benefactores y fue despedida. Ahora Nesha recoge la basura diaria que de los nombres queda, empezando con la mano abierta y cerrando los dedos. De estar viva, Alicia Babette Toklas no podría sentirse más emulada y más feliz.

“Salí de mi pueblo porque nunca aprendí el abecedario y nomás se me iba en puro juglar, pero he aquí que se ocurrió preparar un libro clandestinamente a manos de la gran ciudad, y de repente me veo recogiendo los papeles que me encontraba y haciendo mi esbozo biográfico. Yo escribo con pleno conocimiento de causa, porque aquí donde me ven ustedes, acabo de ingresar en la cofradía de los choferes y mozos del Fraccionamiento Costa de Oro, cuya alegoría de la escoba barre su cuota redentora junto a otras formas históricas como la mita, la servidumbre de la gleba y la encomienda. Mis patrones son palabras tristes esperando ser anquilosadas por un nuevo sonido. Ricardo Páez es un aldeano nuevo rico que tiene a su apellido como una extraordinaria aportación a la cultura occidental. Su estampa es de un hombre ordenado, sumamente ordenado que jamás cambia de periódico, de banco, de tienda, de peluquero, de marca de cigarros, de billete de lotería, de conversación, de empleo y menos de mujer, pero ocurre que su reciente experimentación con el Viagra provoca que alucine con las dosis y se imagine a sí mismo que es Plinio el Viejo. Por su parte, Doña Mercedez, la digna y reposada consorte, envejece como Le-Tsen arrancada de Shangri-La, aunque se halla siempre atenta a revertir el proceso con los auxilios del botox o el escalpelo. Su tópico favorito de conversación es la denigración de los amigos y conocidos, pero es incapaz de procesar referencias más complejas que DeBeers y Wonder Bra, lo que no significa que descanse el control total sobre el ama de llaves. La pareja pelea incesantemente, pero nunca ha llegado al extremo del feo delito de uxoricidio. Por su parte, los vástagos del estimable matrimonio hacen grosera ostentación de sus riquezas, instruidos por el ejemplo de sus padres que lavan sus joyas con champagne o, mejor no, las tiran después de usarlas y compran automóviles de diferentes colores para que hagan juego con las cortinas. Hijos de tigre, pintitos. Los amigos que los visitan no son menos insufribles que las momias de una tumba faraónica, aunque siempre cabe la sospecha de que igual los hubiera perdido ahí algún arqueólogo despistado, estudiando el mobiliario y demás elementos decorativos de gran esnobismo estético, mientras que los vecinos rivalizan en aires señoriales de bienes raíces. Allí, cruzando la avenida, los excéntricos DeBlock levantan una copia fiel del palacio Pavlovsk para agregar sus nombres a la simple lista de plutócratas, aunque vendieron su alma al diablo para lograrlo. Al lado, El Dr. Cuevas y su esposa ya forman un equipo de veterinarios altamente cotizados en el vecindario y que han sido responsables de la terapia de más de una mascota suicida. Por último, los Peregrina forman una pareja con linde en la anisonogamia y cuya gama de depravaciones incluyen orgías con las figuras de cera de Madame Tussaud. Yo, en mi segundo año consecutivo de servicio, me he convertido en testigo de la terrible mascarada que es la polis”

Ricardo Páez y su esposa resuelven asesinar a la criada.
-No tenemos otra opción, mujer. Mira, si arrojamos este manuscrito al boiler, ella se consigue un baño caliente y un duplicado. Si le ofrecemos dinero por su silencio, ella incluirá el soborno dentro de su texto o, peor, estaremos financiando el primer tiraje de la publicación. No, no, no. Ella debe desaparecer, pero debe lucir como un rapto cristiano, en cuerpo y alma.
-¿Qué tal una bomba?
-¿Estás loca? No sabríamos construir una bomba aunque tuviéramos el plutonio necesario dentro del refrigerador. Además, verme conectar alambres te provoca hipo.
-¡Veneno!
-Buena idea, trae el arsénico. Haremos que se mueva con libertad, pero estará encadenada a los grilletes de la muerte. Ella irá sintiéndose gradualmente enferma, sin que se percate que ha sido envenenada.
El plan estaba acordado. Empero, cuando Ricardo Páez abre el ventanal sobre la porción del jardín, Nesha se encontraba leyendo los labios de los conspiradores.
-Bueno días, señor. ¿Tan temprano en casa? ¿Se halla en arresto domiciliario?
-Pasa, Nesha. Justo a tiempo para una taza de té
-¿Está otra vez cachondo, señor?
-Siéntate ahí
La porcelana de Meissen obliga a decir “gracias”. En silencio trasega el té, en silencio se sumergen los protagonistas. Insegura de la etiqueta en el frasco ámbar, Mercedez da una probada con el dedo para cerciorarse del contenido y cae desmayada sobre la duela del piso.
-La señora necesita unas vacaciones
-¿Tienes algún problema?
-No, ¿y usted?
Ricardo Páez limpia sus lentes y se dirige a su empleada.
-Nesha, me será útil entender tus problemas mejor, si llevamos a cabo un rápido ejercicio con libres asociaciones. Por favor, contesta lo primero que venga a tu mente. Primero, ¿Qué tiene la vaca que son cuatro mientras tú tienes dos?
-Piernas
-Más difícil todavía, ¿Qué palabra de cuatro letras y que empieza con C y finaliza en O, se refiere a algo peludo, oval al corte y le escurre un liquido viscoso blanco?
-Coco
-Ahora, ¿Qué es rosado y firme y que al momento de entrar a tu boca se inflama?
-Goma de mascar
-Rápido, ¿Qué guardo en mis pantalones que tú careces con falda?
-Bolsillos
-Finalmente, ¿Qué actividad realiza el hombre orgullosamente de pie, la mujer sentada y el perro sobre tres patas?
-Saludar de mano
-Es todo
-¿Y bien?
-Bueno, tus respuestas son perfectamente normales. No sé que estaba pensando la vez que me sometieron a la prueba.
-El té sabe muy rico
-¿Sabes? Mi mujer encontró el manuscrito de tu libro
-Oh no, señor. Se equivoca. Es mi tarea del IVEA.
Mareos, vista borrosa. Quizás se trataba del stress de acostumbrase a una habitación amueblada boca arriba, quizás era la concatenación de confidencias antes del mediodía. Lo cierto es que de alguna manera Ricardo Páez confundió las tazas por error y tras el segundo sorbo, instantáneamente cayó al lado del cuerpo de su esposa y agitándose como una trucha fuera del agua. La fámula toma el teléfono y llama por una ambulancia.
Epílogo
La idea de una novela basada en una familia rica resulta en ventaja muy pobre para atrapar el interés de cualquier lector con un coeficiente intelectual dentro del rango de lo normal. Tarea o no, Nesha, no logra aprobar la primaria abierta, pero consigue casarse con un viudo millonario que descubrió en el parque donde solía pasear al perro. Por otro lado, los Páez, ya recuperados del susto y los lavados de estómago, no planean contratar otra sirvienta hasta que la tecnología alcance un paso significativo en robótica.

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