Para mayor interés a este artículo se recomienda al lector leer primeramente el artículo de Patricio en: http://loselementosdelreino.blogspot.com/search?q=Enrique+Patricio
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Es muy aceptable el señalamiento que hace Enrique Patricio en el blog Los elementos del reino (3 de diciembre de 2008). A partir de allí hay que sonar la alarma, porque quizá fue más amable que crítico. Cito tres frases de Enrique Patricio: “la calidad artística ha dejado mucho que desear”, “se ha permitido de todo”, “todo se ha tasado igual”.
Los protagonistas del planeta artístico que menciona son los profesores de arte, las autoridades en cultura y los padrinos políticos, los artistas, los críticos y Manuel Salinas como mediador.
El asunto es más grave. No dice nada de los convocados a mirar, no reclama por la timidez de los inversionistas y no hay críticos, apenas unos cuantos periodistas y tres o cuatro comentaristas.
Si reclamamos que no hay inversión pública en literatura, por lo menos los artistas plásticos tienen el IVEC y la Casa Principal, la galería de la Universidad Veracruzana, la del WTC, a veces la de la Universidad Colón, y recientemente se han ganado algunos espacios, como la exposición que hubo en el hotel NH, en los restaurantes Los cedros y La mera madre, además de la muy destacable galería El Greco.
Para Enrique Patricio el problema con los artistas es la “calidad” y el que haya advenedizos y oportunistas.
En la ciudad de Veracruz hace falta desarrollar un mercado de arte. Para ello hay que convencer a la gente que compre y venda arte. Por tanto, es urgente la comercialización fuera del ámbito local del arte porteño, es decir, llevar las obras a lugares donde sí haya clientes. Lo que quiere decir que hacen falta corredores de arte: ¿alguien los ha invitado a venir? Un corredor se dedica a valuar las obras y hace negocios con los precios, es un especialista que, además, conoce el mercado, sabe dónde están los clientes. Recomiendo, de paso, la lectura de la novela Lú (2002), de David Martín del Campo, que presenta a una pintora que vive en Tuxpan y que le vende sus cuadros a unos gringos que la visitan periódicamente, de eso vive, y la película donde Picasso, interpretado por un actor inglés, Anthony Hopkins, aparece como un hábil comerciante que torea a corredores que llegan a París desde Nueva York. Y para qué hablar de Toledo, que vive en Juchitán y gana buenos dólares.
Visto así, las acciones de los políticos no son importantes, la calidad tampoco y la crítica serviría sólo si se publicara en medios especializados. Mientras los artistas no den un paso firme hacia la profesionalización de su labor, mientras estén preocupados por atender al público local, que no es buen comprador, no habrá una sana competitividad.
La fama está relacionada con el dinero a través de la publicidad. Lo que necesitan los pintores porteños es hacer lo que sea para aumentar su fama. Ejemplo inevitable: José Luis Cuevas, cuya calidad es baja. ¿Quién no recuerda que se trepó a una azotea en la Zona Rosa, D.F., para llamar sobre sí la atención? Desde entonces lo padecemos. Aunque Soriano, en una exposición en el Grand Palais, París, patrocinado por Televisa, era más visible que algunas obritas de Cuevas que andaban por allí perdidas en los catálogos de una que otra galería.
Los protagonistas del planeta artístico que menciona son los profesores de arte, las autoridades en cultura y los padrinos políticos, los artistas, los críticos y Manuel Salinas como mediador.
El asunto es más grave. No dice nada de los convocados a mirar, no reclama por la timidez de los inversionistas y no hay críticos, apenas unos cuantos periodistas y tres o cuatro comentaristas.
Si reclamamos que no hay inversión pública en literatura, por lo menos los artistas plásticos tienen el IVEC y la Casa Principal, la galería de la Universidad Veracruzana, la del WTC, a veces la de la Universidad Colón, y recientemente se han ganado algunos espacios, como la exposición que hubo en el hotel NH, en los restaurantes Los cedros y La mera madre, además de la muy destacable galería El Greco.
Para Enrique Patricio el problema con los artistas es la “calidad” y el que haya advenedizos y oportunistas.
En la ciudad de Veracruz hace falta desarrollar un mercado de arte. Para ello hay que convencer a la gente que compre y venda arte. Por tanto, es urgente la comercialización fuera del ámbito local del arte porteño, es decir, llevar las obras a lugares donde sí haya clientes. Lo que quiere decir que hacen falta corredores de arte: ¿alguien los ha invitado a venir? Un corredor se dedica a valuar las obras y hace negocios con los precios, es un especialista que, además, conoce el mercado, sabe dónde están los clientes. Recomiendo, de paso, la lectura de la novela Lú (2002), de David Martín del Campo, que presenta a una pintora que vive en Tuxpan y que le vende sus cuadros a unos gringos que la visitan periódicamente, de eso vive, y la película donde Picasso, interpretado por un actor inglés, Anthony Hopkins, aparece como un hábil comerciante que torea a corredores que llegan a París desde Nueva York. Y para qué hablar de Toledo, que vive en Juchitán y gana buenos dólares.
Visto así, las acciones de los políticos no son importantes, la calidad tampoco y la crítica serviría sólo si se publicara en medios especializados. Mientras los artistas no den un paso firme hacia la profesionalización de su labor, mientras estén preocupados por atender al público local, que no es buen comprador, no habrá una sana competitividad.
La fama está relacionada con el dinero a través de la publicidad. Lo que necesitan los pintores porteños es hacer lo que sea para aumentar su fama. Ejemplo inevitable: José Luis Cuevas, cuya calidad es baja. ¿Quién no recuerda que se trepó a una azotea en la Zona Rosa, D.F., para llamar sobre sí la atención? Desde entonces lo padecemos. Aunque Soriano, en una exposición en el Grand Palais, París, patrocinado por Televisa, era más visible que algunas obritas de Cuevas que andaban por allí perdidas en los catálogos de una que otra galería.
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