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miércoles, diciembre 30, 2009

Regina Brett:45 Consejos para comenzar



Tomado de la columna peridística de Regina Brett, 90 años, de "The Plain Dealer", Cleveland , Ohio. "Para celebrar la llegada a mi edad avanzada , una vez escribí las 45 lecciones que la vida me ha enseñado. Es la columa más solicitada que jamás había escrito. Mi odómetro llegó a los 90 en agosto, así que aquí les va la columna una vez más":

1. La vida no es justa, pero aún así es buena.
2. Cuando tengas duda, sólo toma el siguiente paso pequeño.
3. La vida es demasiada corta para perder el tiempo odiando a alguien.
4. Tu trabajo no te cuidará cuando estés enfermo. Tus amigos y familia sí. Manténte en contacto.
5. Liquida tus tarjetas de crédito cada mes.
6. No tienes que ganar cada discusión. Debes estar de acuerdo en no estar de acuerdo.
7. Llora con alguien. Alivia más que llorar solo.
8. Está bien si te enojas con Dios. El lo puede soportar.
9. Ahorra para el retiro comenzando con tu primer cheque de nómina.
10. Cuando se trata de chocolate, la resistencia es inútil.
11. Haz las paces con tu pasado para que no arruine el presente..
12. Está bien permitir que tus niños te vean llorar.
13. No compares tu vida con otros. No tienes ni idea de lo que se trata su travesía.
14. Si una relación tiene que ser secreta, no debes estar en ella.
15. Todo puede cambiar en un parpadear de ojos. Pero no te preocupes, Dios nunca parpadea.
16. Respira profundamente. Esto calma la mente.
17. Elimina todo lo que no sea útil, hermoso o gozoso.
18. Si algo no te mata, en realidad te hace más fuerte.
19. Nunca es demasiado tarde para tener una niñez feliz. Pero la segunda depende de tí y de nadie más.
20. Cuando se trata de persguir aquello que amas en la vida, no aceptes un " no" por respuesta.
21. Enciende las velitas, utiliza las sábanas bonitas, ponte la lencería cara. No la guardes para una ocasión especial. Hoy es especial.
22. Preparate de más, y depués sigue la corriente.
23. Sé excéntrico ahora. No te esperes a ser viejo para usar el morado.
24. El órgano sexual más importante es el cerebro.
25. Nadie está a cargo de tu felicidad, más que tú.
26. Enmarca todo llamado "desastre" con estas palabras: "En cinco años, ¿esto importará?"
27. Siempre elige vida.
28. Perdónale todo a todos.
29. Lo que las otras personas piensen de ti no te incumbe.
30. El tiempo sana casi todo. Dale tiempo al tiempo.
31. Por más buena o mala que sea una situación, algún día cambiará.
32. No te tomes tan en serio. Nadie más lo hace.
33. Cree en los milagros.
34. Dios te ama por lo que Dios es, no por lo que hayas hecho o dejado de hacer.
35. No audites la vida. Sólo llega y aprovéchala al máximo hoy.
36. Llegar a viejo es mejor que la alternativa--- morir joven.
37. Tus niños sólo tienen una niñez.
38. Todo lo que verdaderamente importa al final es que hayas amado.
39. Sal todos los días. Los milagros están esperando en todas partes.
40. Si todos apilaramos nuestros problemas y vieramos los montones de los demás, rápido arrebataríamos de regreso los nuestros.
41. La envidia es una pérdida de tiempo. Tú ya tienes todo lo que necesitas.
42. Lo mejor está aún por llegar.
43. No importa cómo te sientas... párate, arréglate y preséntate.
44. Cede.
45. La vida no está envuelta con un moño, pero sigue siendo un regalo.

Alejandro Hernández López: El próximo combate del mundo



El próximo combate en el mundo.
Alejandro Hernández López

Una cruzada contra el desequilibrio climático ha empezado ocupando su terreno más propio: el arte. La tierra está al borde de las lágrimas, hay lamentos y quejidos. En su defensa pretendemos un mundo de sumas mejoradas. SEVENMETERS (IN MEXICO), Art Project, ejecutado en Copenhague, Dinamarca por Jens Galschiot y adaptado para la ciudad de Xalapa, Veracruz, México, por el artista Emmanuel Cruz, se realizó en el paseo de los lago el sábado 12 de diciembre de 2009.

“Si todo el hielo de Groenlandia se derrite el nivel del mar aumentará 7 metros. Esta es una de las consecuencias a largo plazo del calentamiento climático. Sevenmeters es un proyecto de arte que gira en torno al tema, nace en Dinamarca iniciado por el escultor y activista Jens Galschiot, su objetivo es crear un gran símbolo con una línea de luces rojas parpadeantes alrededor del Bella Center, lugar donde se llevará a cabo dicha reunión -del 7 al 18 de diciembre- estas serán colocadas a una altura de siete metros”.

Una cosa si es verdad y de ella hay que partir: el cuerpo es la única vía de acceso al conocimiento. Aquí no se trató sobre las relaciones entre la percepción y el pensamiento, o la función del lenguaje.

En el paseo de Los Lagos en la ciudad de Xalapa, durante el Performance Danza Aérea, nuestros cuerpos, los cuerpos de Javier Santos y Enrique Vásquez, entre luces rojas parpadeantes a siete metros de altura, como Jens Galschiot con “sencillez, con la dificilísima sencillez” colocaron nuestra atención en los problemas de sobrepoblación, agotamiento de recursos, deforestación y contaminación pandémica del agua, la tierra y el cielo.

No hay duda de que toda muestra de arte resulta de la transmutación de la experiencia personal del creador.
“¿Puedes cambiar el clima usando luces rojas? ¡No! – pero podemos crear un movimiento y simbolizar que estamos preparados para un cambio en nuestro consumo, y que creemos que los políticos no están haciendo lo suficiente”.

Relámpagos rojos intervinieron el águila dorada y el palo volador, fueron el inició del sonido luminoso de los tambores de alerta, “traen nuevas lecturas”, dice Emmanuel Cruz, coordinador del evento desde Copenhague, Dinamarca.

Es difícil encontrar una simbología que no establezca un juego de extremos que con su sola presencia trace ejes y coordenadas, y así haga posible la interpretación. Blanco / Negro, Luz / oscuridad, día / noche, opresión/ libertad, anotaba José María Espinasa y nos hacía entender “Muchas veces lo único que oye el poeta es el latido de su corazón llevando la cuenta de los minutos”.

Una luz roja parpadeante es un símbolo de alerta, de precaución ante el peligro de la tierra. Su extremo: unirnos hasta que se revele la tinta invisible de la realidad.

Alejandro Hernández López
Escritor y promotor cultural
Xalapa, Veracruz, México
barrenador@yaho.com

Domingo 13 de diciembre de 2009

Gabriel Fuster: Texto sobre una imágen de Mariana Pazos


Gabriel Fuster
Texto sobre una imágen de Mariana Pazos


IGUANA VERDE









Yo necesitaba de un ritual para desplegar sonidos primitivos del vientre y evocar una forma de vida que en su fabulosa metamorfosis, fuera en búsqueda del origen hasta un grito de soles que se pierde en lo vasto, reconociendo el rostro ennegrecido de la expansión del universo con la visión de la iguana. Para encontrarlo, conduje mi jeep por un calor nunca soportado hasta las mesetas de Durango, acompañado de los probables descendientes del peyote en Avándaro. Desde el pasado de nuestros ojos, podríamos ser buenos amigos de los carrujos y los porros, cuando estos se nos acercan a pedir un aventón, pero es mucha vuelta para decir humildemente necesito amor. Finalmente, acorde a los laberintos de una línea, dejamos nuestros vehículos atrás y escalamos con mochila a la espalda hasta la cueva del gurú. En el interior, el maestro se ve tan iluminado que todos se reacomodan sus gafas de sol.
-Deja que el viento y la tierra te hablen – comenta el gran chamán.
Yo lo intento, elevándome a la repetición de mantras.
-¿Bien, que te dicen?
-No estoy seguro aún. No percibo nada –respondo
-Estas razonando de nuevo, hijo. No pienses nada, deja tu mente en blanco. A ras de tus entrañas se halla el poder para entender.
Yo me concentro de nuevo. Esta vez escucho las voces.
-Ignora a ese estúpido brujo –me dicen ellas, en un susurro.














































George Bataille: El lenguaje de las flores





















GEORGE BATAILLE

EL LENGUAJE DE LAS FLORES

Es vano considerar en el aspecto de las cosas únicamente los signos inteligibles que permiten distinguir elementos diversos. Lo que afecta a los ojos humanos no determina solamente el conocimiento de las relaciones entre los diferentes objetos, sino también cierto estado mental decisivo e inexplicable. De modo que la visión de una flor denota, es verdad, la presencia de esa parte definida de una planta; pero es imposible detenerse en ese resultado superficial: en efecto, la visión de la flor provoca en la mente reacciones de consecuencias mucho mayores debido a que expresa una oscura decisión de la naturaleza vegetal. Lo que revelan la configuración y el color de la corola, lo que descubren las máculas del polen o la lozanía del pistilo, sin duda no puede ser expresado adecuadamente por medio del lenguaje; sin embargo, es inútil desatender, como generalmente se hace, esa inexpresable presencia real y rechazar como un absurdo pueril ciertas tentativas de interpretación simbólica.
Que la mayoría de las yuxtaposiciones del lenguaje de las flores tienen un carácter fortuito y superficial es algo que se podría prever aun antes de consultar la lista tradicional.
Si el diente de león significa expansión, el narciso egoísmo o el ajenjo amargura, vemos la razón con demasiada facilidad. Obviamente no se trata de una adivinación del sentido secreto de las flores, y de inmediato discernimos la propiedad bien conocida o la leyenda que se debió utilizar. Por otro lado, en vano buscaríamos aproximaciones que manifiesten de una manera contundente la inteligencia oscura de las cosas que estamos considerando. Poco importa, en suma, que la aguileña sea el emblema de la tristeza, el dragón de los deseos, el nenúfar de la indiferencia... Parece oportuno reconocer que esas aproximaciones pueden ser renovadas a voluntad, y basta con reservar una importancia primordial a interpretaciones mucho más simples: como las que vinculan la rosa y el euforbio con el amor. Sin duda, no es que esas dos flores exclusivamente puedan designar el amor humano: aun si hay una correspondencia más exacta (como cuando se le hace decir al euforbio esta frase: "Usted ha despertado mi corazón", tan conmovedora, expresada por una flor tan equívoca), es a la flor en general, antes que a tal o cual de las flores, a la que se ha intentado atribuir el raro privilegio de declarar la presencia del amor.
Pero tal interpretación corre el riesgo de parecer poco sorprendente: en efecto, el amor puede ser considerado desde el principio como la función natural de la flor. De modo que la simbolización se debería también en este caso a una propiedad precisa, no al aspecto que afecta oscuramente la sensibilidad humana. No tendría entonces sino un valor puramente subjetivo. Los hombres habrían relacionado la eclosión de las flores y sus sentimientos debido a que en ambos casos se trata de fenómenos que preceden a la fecundación. El papel otorgado a los símbolos en las interpretaciones psicoanalíticas co-rroboraría además una explicación de ese orden. En efecto, casi siempre es una relación accidental lo que da cuenta del origen de las sustituciones en los sueños. Es bastante conocido, entre otros, el sentido dado a los objetos según sean puntiagudos o huecos.
Nos libraríamos así fácilmente de una opinión según la cual las formas exteriores, ya sean seductoras u horribles, revelarían en todos los fenómenos algunas decisiones capitales que las decisiones humanas se limitarían a amplificar. De modo que se debería renunciar inmediatamente a la posibilidad de sustituir la palabra por el aspecto como elemento del análisis filosófico. Pero sería sencillo mostrar que la palabra sólo permite considerar en las cosas los caracteres que determinan una situación relativa, es decir, las propiedades que permiten una acción exterior. No obstante, el aspecto introduciría los valores decisivos de las cosas...
En lo que concierne a las flores, se advierte en primer término que su sentido simbólico no deriva necesariamente de su función. Es evidente, en efecto, que si se expresa el amor por medio de una flor, será la corola, antes que los órganos útiles, la que se vuelva signo del deseo.
Pero también puede oponerse una objeción capciosa a la interpretación a partir del valor objetivo del aspecto. En efecto, la sustitución de elementos esenciales por elementos yuxtapuestos concuerda con todo lo que sabemos espontáneamente sobre los sentimientos que nos animan, ya que el objeto del amor humano nunca es el órgano, sino la persona que le sirve de soporte. Así sería fácilmente explicable la atribución de la corola al amor: si el signo del amor es desplazado del pistilo y de los estambres a los pétalos que los rodean, es porque la mente humana está habituada a realizar ese desplazamiento cuando se trata de personas. Pero aunque haya un paralelismo indiscutible entre ambas sustituciones, habría que imputarle a alguna Providencia pueril una preocupación singular por responder a las manías de los hombres: cómo explicar en efecto que esos elementos de ostentación que automáticamente sustituyen en la flor a los órganos esenciales se hayan desarrollado precisamente de una manera brillante. Evidentemente sería más simple reconocer las virtudes afrodisíacas de las flores, cuyo aroma y cuya contemplación despiertan desde hace siglos los sentimientos amorosos de las mujeres y los hombres. En la primavera algo se propaga en la naturaleza de una manera rebosante, de la misma manera que los estallidos de risa aumentan progresivamente, cada uno provocando o haciéndose eco del otro. Muchas cosas pueden transformarse en las sociedades humanas, pero nada prevalecerá contra una verdad tan natural: que una hermosa muchacha o una rosa roja significan el amor.
Una reacción totalmente inexplicable, totalmente inmutable, atribuye a la muchacha y a la rosa un valor muy diferente: el de la belleza ideal. Existe en efecto una multitud de flores bellas, incluso la belleza de las flores es menos rara que la de las muchachas y es característica de ese órgano de la planta. Sin duda, es imposible dar cuenta por medio de una fórmula abstracta de los elementos que pueden darle esa cualidad a la flor. Sin embargo, no deja de ser interesante observar que cuando se dice que las flores son bellas es porque parecen conformes a lo que debe ser, es decir, porque representan, porque son el ideal humano.
Al menos a primera vista y en general: en efecto, la mayoría de las flores sólo tienen un desarrollo mediocre y apenas se distinguen del follaje, algunas incluso son desagradables cuando no repulsivas. Por otra parte, las flores más bellas se deslucen en el centro por la mácula velluda de los órganos sexuados. De modo que el interior de una rosa no se corresponde para nada con su belleza exterior, y si uno arranca hasta el último de los pétalos de la corola, no queda más que una mata de aspecto sórdido. Es cierto que otras flores presentan estambres muy desarrollados, de innegable elegancia, pero si una vez más apeláramos al sentido común, notaríamos que esa elegancia es demoníaca: como ciertas orquídeas carnosas, plantas tan ambiguas que se ha intentado atribuirles las más turbias perversiones humanas. Pero aun más que por la suciedad de los órganos, la flor es traicionada por la fragilidad de su corola: de modo que lejos de responder a las exigencias de las ideas humanas, es el signo de su fracaso. En efecto, tras un período de esplendor muy corto, la maravillosa corola se pudre impúdicamente al sol, convirtiéndose así para la planta en una escandalosa deshonra. Extraída de la pestilencia del estiércol, aunque haya parecido escapar de allí en un impulso de pureza angelical y lírica, la flor parece bruscamente retornar a su basura primitiva: la más ideal es rápidamente reducida a un andrajo de inmundicia aérea. Porque las flores no envejecen honestamente como las hojas, que no pierden nada de su belleza aun después de que han muerto: se marchitan como viejas remilgadas y demasiado maquilladas y revientan ridículamente sobre los tallos que parecían llevarlas a las nubes.
Es imposible exagerar las oposiciones tragicómicas que se destacan a lo largo de ese drama de la muerte indefinidamente representado entre tierra y cielo, y es evidente que sólo podemos parafrasear ese duelo irrisorio introduciendo, no tanto como una frase sino más exactamente como una mancha de tinta, esta empalagosa banalidad: que el amor tiene el aroma de la muerte. En efecto, pareciera que el deseo no tiene nada que ver con la belleza ideal, o más exactamente que se ejerce únicamente para ensuciar y ajar esa belleza que para tantas mentes sombrías y ordenadas no es más que un límite, un imperativo categórico. Concebiríamos así la flor más admirable, sin seguir el palabrerío de los viejos poetas, no como la expresión más o menos insulsa de un ideal angélico, sino todo lo contrario, como un sacrilegio inmundo y resplandeciente.
Hay que insistir en la excepción que al respecto representa la flor en la planta. Efectivamente, en su conjunto, la parte exterior de la planta -si seguimos aplicando el método de interpretación que introdujimos aquí- reviste una significación sin ambigüedad. El aspecto de los tallos cubiertos de hojas suscita generalmente una impresión de potencia y de dignidad. Sin duda, las locas contorsiones de los zarcillos, los singulares desgarramientos del follaje, atestiguan que no todo es uniformemente correcto en la impecable erección de los vegetales. Pero nada contribuye más fuertemente a la paz del corazón, a la elevación espiritual y a las grandes nociones de justicia y de rectitud que el espectáculo de los campos y de los bosques, y las partes ínfimas de la planta, que manifiestan a veces un verdadero orden arquitectónico, contribuyen a la impresión general. Pareciera que ninguna fisura, podríamos decir estúpidamente que ningún gallo, perturba de manera notable la armonía decisiva de la naturaleza vegetal. Las mismas flores, perdidas en ese inmenso movimiento del suelo hacia el cielo, quedan reducidas a un papel episódico, a una diversión además aparentemente incomprendida: no pueden más que contribuir, rompiendo la monotonía, a la seducción ineluctable producida por el impulso general de abajo hacia arriba. Y para destruir la impresión favorable, haría falta nada menos que la visión fantástica e imposible de las raíces que hormiguean bajo la superficie , repugnantes y desnudas como lombrices.
En efecto, las raíces representan la contrapartida perfecta de las partes visibles de la planta. Mientras que éstas se elevan noblemente, aquéllas, innobles y viscosas, se revuelcan en el interior del suelo, enamoradas de la podredumbre como las hojas de la luz. Hay que señalar además que el valor moral indiscutido del término bajo es solidario con esta interpretación sistemática del sentido de las raíces: lo que está mal es necesariamente representado en el orden de los movimientos por un movimiento de arriba hacia abajo. Es un hecho imposible de explicar si no se atribuye una significación moral a los fenómenos naturales, de los cuales se ha tomado dicho valor precisamente en razón del carácter evidente del aspecto, signo de los movimientos decisivos de la naturaleza.
Por otra parte, parece imposible eliminar una oposición tan flagrante como la que diferencia el tallo de la raíz. Una leyenda en particular comprueba el interés mórbido que siempre existió, más o menos acentuado, hacia las partes que se hundían en la tierra. Sin duda, la obscenidad de la mandrágora es fortuita, como lo son la mayoría de las interpretaciones simbólicas particulares, pero no es casual que una acentuación de ese orden que tiene como consecuencia una leyenda de carácter satánico se refiera a una forma evidentemente innoble. Por otro lado, son conocidos los valores simbólicos de la zanahoria y del nabo.
Era más difícil mostrar que la misma oposición aparecía en un punto aislado de la planta, en la flor, donde adquiere una significación dramática excepcional.
No puede presentarse duda alguna: la sustitución por formas naturales de las abstracciones generalmente empleadas por los filósofos parecerá no solamente extraña, sino absurda. Probablemente importe bastante poco que los mismos filósofos a menudo hayan debido recurrir, si bien con repugnancia, a términos que toman su valor de la producción de esas formas en la naturaleza, como cuando hablan de bajeza. Ninguna obcecación estorba cuando se trata de defender las prerrogativas de la abstracción. Esa sustitución correría además el riesgo de llevar muchas cosas demasiado lejos: en primer lugar, de allí resultaría una sensación de libertad, de libre disponibilidad de uno mismo en todos los sentidos, absolutamente insoportable para la mayoría; y un escarnio perturbador de todo aquello que, gracias a miserables elusiones, aún es elevado, noble, sagrado... Todas esas cosas bellas, ¿no correrían el riesgo de verse reducidas a una extraña puesta en escena destinada a consumar los sacrilegios más impuros? Y el gesto inquietante del marqués de Sade encerrado con los locos, que se hacía llevar las más bellas rosas para deshojar sus pétalos sobre el estiércol de una letrina, ¿no cobraría en tales condiciones un alcance abrumador?

Extraído de Bataille, Georges (2003): La conjuración sagrada: ensayos 1929-1939, Buenos Aires, Adriana Hidalgo. (Subido a Factor Serpiente por Isaías Garde)

lunes, diciembre 28, 2009

María Isabel Lorenzo: POEMAS


MARÍA ISABEL LORENZO
DOS POEMAS

LUISITA

Maite tiene un vacio que le ocupa todo el pecho
entre el desarraigo y tu ausencia
ha tocado las puertas del infierno

Desgajada de todo,
se vuelve piedra, canto, roca,
mece palabras,
repite deseos donde ahogar sus miedos


En la oquedad,
lacrado con tus besos
su corazón inexpugnable exhala tu nombre,
impregna el ambiente ecos de llagas invisibles,
dentelladas lacerantes del monstruo anidado en tus entrañas,
reloj atornillado en el pasado,
manecilla irreversible del dolor acumulado.
A pesar de ello no llora;
intuye tu presencia en las paredes,
sobre la cama donde duerme,
la miras a través de las fotos
Sabe que al fin descansas
sin las angustias de tus últimos tiempos,
libre cómo debiste serlo siempre,
ajenos esos fantasmas de metal
dolor inmenso que te dejó lo fatuo
realidad desoladora.

Cántaro lleno de lágrimas
huella profunda de tu amor impreso
pase divino al infinito
moneda única para lograr la gloria

Todo lo demás lo olvidaremos juntas.


Guerreras

Mis amigas son eso:
espadas de acero,
saetas que rasgan el destino
diapasón oscilante entre el amor y los sueños
futuro incierto o profundo compromiso,
entereza que no doblega el tiempo.
Quizá nos estrujó la vida sin permiso
hasta llorar como niñas abrazadas
aquel día infausto ,
cuando nos desgajó la muerte;
pero también brindamos por la vida
en cada parto nuevo,
en cada acierto del destino,
aniversario agregado al calendario.
De vez en vez celebramos hasta la madrugada
la amistad que nos une
savia de hermandad libre celos
raíz profunda adherida al corazón,
no nos separa el Dios de cada una,
ni el estatus social,
ni tan siquiera la distancia
Aquí estamos plantando cara al viento
Forjadas en destinos adversos
hasta el final del tiempo.




Maria Isabel Lorenzo/ Diplomada en Literatura por la Escuela de Xalapa, Diplomada en periodismo Cultural por CONACULTA, así como Diplomada en Promoción Cultural. Incluida en dos antologías por Gobierno del Estado Veracruz ( Reunión de Poetas en 1998) ( Máscaras 2009) Plaquets de poesía ( A Corazón Abierto Editoral Nosotros) ( Amando en Sepia y Sólo para Íntimos de Isaverpc).
Ha publicado en varios diarios del Puerto de Veracruz y Xalapa. Colaboradora durante tres años de la Revista Vida Veracruzana Editada por Gobierno del Estado. De vocación promotora Editó de año 2003 al 2008 la Revista Cultural Ventana de Papel que difundió la obra de los escritores y plásticos asentados en la zona. En narrativa cuenta con un original infantil (Cuentos Infantiles en Ventana de Papel) Ilustrado por los mejores Plásticos Veracruzanos. Como Promotora Cultural con carácter social se presentó en el Puerto a la Orquesta TLATZOTZONALLI de la comunidad Indígena de San José Independencia situada en la Sierra de Zongolica, con el apoyo del Ayuntamiento de Veracruz Ver y Gobierno del Estado, así como la sociedad civil./ Correo electrónico
Isaverpc@hotmail.com y Ventana_de_papel@hotmail.com

lunes, diciembre 14, 2009

Esteban Peicovish: Entrevista a Robert Graves

Robert Graves

Nota Introductoria y Entrevista
Por Esteban Peicovish

NOTA INTRODUCTORIA


En sus Memorias (“Adiós a todo eso”) Robert Graves recuerda haber sido alzado en brazos para observar el paso de la reina Victoria en la celebración de sus bodas de diamante, en 1897. Eso fue en Wimbledon, donde Graves nació en 1895. En el ahora de esta fotografía va de mi brazo por Mallorca, a sus 83, y con mayor fragilidad que la de aquel bebé decimonónico del primer recuerdo. Es que sobre el último Graves cayó la sombra de la amnesia. O la mudez que es toda amnesia. Y la confusión.Por instantes escapará de ella, su mano apretará mi brazo y con temblada voz, mientras mira a lo alto, me dirá:
–Sol. Sol. Sol.
Me instalo en el tiempo presente de esta foto. “Sol” es la palabra (en inglés) que más repite. Su cuerpo no tiene autonomía. Tampoco la tuvo los cuatro días que pasó agónico sobre una pila de cadáveres en una trinchera de Francia, en 1915. Un camillero que oyó el quejido lo rescató. Tras año de hospital y dada la belleza de su rostro y talla de dos metros, fue elegido para posar como modelo de la estatua al Soldado Desconocido de la Primera Guerra Mundial. Ya era un joven poeta reconocido. De aquel a éste (que a su pedido estoy paseando entre olivas, naranjales y vides que el plantó) hay la obra de un genio. Autor de “La diosa blanca”, “Yo, Claudio”, Graves escribió 140 obras. En ellas resaltan algunos de los mejores poemas de amor de la literatura inglesa. Fue, en el siglo 20, el último poeta isabelino. Un inglés “mediterráneo” que en 1950, polémico e incorrecto, huyó de la niebla y el acartonamiento londinense para asentarse en Mallorca. En Deyá, aldea en donde también tuvo su casa Cortázar y cercana a Valldemossa donde Chopín y Jorge Sand se amaron a los gritos.
En Mallorca sólo nievan los almendros. Seis millones de almendros que cada primavera echan sobre la isla una alfombra de nubes. O de nieve (según sea el humor de quien los mire). Arribé al cortijo de los Graves con emoción parecida a la que de niño sentía durante la misa. Iba al encuentro de un dios de carne y hueso al que amaba desde que lo leí. Su mujer Lucía me telefonéo a Madrid diciendo que estaba recuperado y que podía visitarlo. Era la entrevista soñada. La sumaría al ramo donde cohabitan Borges, Odysseus Elytis, Anthony Burgess…. Pero el misterio hizo de las suyas. No bien presentado, Graves se aferró a mi brazo y no me soltó durante horas. Con señas (traducidas por Lucía) pidió salir a mostrarme su obra natural. Olivos (de darle 200 litros de aceite), uvas (grandes como ciruelas) y buganvillas de diez colores pasteles. Y lo que me mostró con más entusiasmo: un caminito de piedra de 300 metros que descendía hasta el mar y una precisa roca. Desde ella (y hasta los 70 años, según Lucía) se zambullía un Graves sano, y desnudo, desde 3 metros de altura. Y en mitad de este trayecto, un milagro griego. Un anfiteatro para cien espectadores al cual cada julio (durante veinte años) acudían sus amigos: los Redgrave, Olivier y Vivien Leigh, John Gielgud, Alec Guiness, Peter Ustinov y otros, a celebrar el cumpleaños del poeta. Graves los esperaba con poema dramático nuevo. Y así, vestidos con túnicas y salidos del tiempo, el grupo huía de la incómoda realidad para vivir en la Atenas que imaginaban propia. (Y con razón). Lo que no imaginaba yo era que mi entrevista acabaría en naufragio. Alterado por la visita, Graves entró en sombra verbal (o lucidez sublime, según) y ya no fue posible diálogo alguno. Salvo algún intercambio del inicio, cada vez que abría la boca para una pregunta el Gran Dios Blanco Graves elevaba su mano derecha, estrechaba mi izquierda y decía, como en trance: “Sun, sun, sun”. Así hasta el final de la tarde en que me despidió con un beso en la mejilla y diciéndole al oído a su mujer: “Que vuelva otra vez”. Esta es la foto de esa entrevista. La que más quiero de las 2000 hechas. Tiene el sol de Graves. No se apaga nunca.




FICHA BIBLIOGRÁFICA



Robert Graves nació en Londres en 1895, hijo de padres con ascendencia anglo-irlandesa y alemana, y asistió a la escuela de Charterhouse antes de entrar, en Francia, a la Royal Welch de Fusileros, en la Primera Guerra Mundial. Sirvió ahí hasta que lo hirieron en 1917. Al término de la guerra, asistió a Oxford; en 1926 empezó un breve período como profesor de inglés en la Universidad Egipcia de El Cairo. Escrito durante este tiempo, Adiós a todo eso (1929), un registro de sus experiencias durante la guerra, tuvo tanto éxito comercial que le permitió a Graves instalarse en Deyá, Mallorca, y seguir escribiendo. Excepto por ausencias durante la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, Graves ha vivido ahí desde entonces.
La primera colección de poemas de Graves fue Poems 1914-1927 (1927). Sus poemas fueron reunidos otra vez en 1938 y 1961. Desde entonces ha publicado New Poems (1963), Poems 1965-68 (1969) y Poems About Love (1969). Sin embargo, Graves ha sacado de su prosa para vivir, incluyendo un número considerable de novelas históricas como Yo, Claudio (1934), Wife to Mr. Milton (1943), The Golden Fleece (1944), King Jesus (1946), y La hija de Homero (1955). Graves es también el autor de varios libros de crítica literaria, incluyendo A Survey of Modernist Poetry (1927), La Diosa Blanca (1948) y Oxford Addresses on Poetry (1962).Ganó el premio Russell Loines de poesía en 1958 y la medalla de oro de la asociación nacional de poesía de América en 1960. En 1961 se le dio el Profesorado de Poesía en Oxford, donde trabajó hasta 1966, cuando regresó a Mallorca.
Esta entrevista con Graves fue tomada del libro Writers at Work, Fourth Series, editado por Penguin. Forma parte de la serie que los editores de The Paris Review comenzaron en los cincuenta. Con el título El oficio de escritor, la editorial Era publicó en español una selección de las mismas. Sobre los editores y entrevistadores del Paris Review hay una formidable crónica de Gay Talese: "En busca de Hemingway", publicada en español por Grijalbo en un libro que esta editorial tituló Fama y oscuridad. Los entrevistadores de Graves son Peter Buckman y William Fifield.



ENTREVISTA



Vestido con pantalones de pana, suéter de marino, chamarra negra (piel de caballo), y con una bufanda colgándole hasta la cintura, Robert Graves forjaba sus propios cigarros y fumaba uno tras otro a lo largo de la entrevista. Sostenidos de un listón que se le enredaba con frecuencia en el pelo, de su cuello colgaba un par de anteojos para leer. Alto, desgarbado, Robert Graves ha sido siempre, en lo físico, un hombre fuerte, pero a consecuencia de un accidente de alpinismo durante sus días escolares no puede girar la cabeza, y de ahí que utilice un portalibros para leer —fijándolo estratégicamente enfrente de él, sobre el escritorio, mientras conversa. Sobre el escritorio hay latas de puros holandeses, botes de tabaco, canicas, lápices, y payasos de porcelana. Sobre el piso hay un dibujo aprisionado en las esquinas. Al lado de la chimenea, un estante con las obras de T.E. Lawrence; encima de ella, figurillas griegas, romanas, orientales y africanas.

Gertrude Stein fue la primera que le habló a Robert Graves sobre Mallorca. Exceptuando los años de la guerra civil, ha vivido en Deyá desde 1929. El y Laura Riding construyeron la casa de piedra que ahora ocupa Graves y vivieron juntos en ella hasta 1936. Hay una huerta con quince especies distintas de árboles frutales, un extenso plantío de verduras, y un prado estilo inglés con pasto de Bermudas.

Robert Graves ha escrito más de cien libros, además de un número considerable de trabajos anónimos, que consistían en reescribir textos de varios amigos. Su obra en prosa más importante es La Diosa Blanca, una historia del mito poético: "el lenguaje del mito poético... era un lenguaje mágico enlazado con las ceremonias religiosas populares en honor de la Diosa de la Luna, o Musa... y éste sigue siendo el lenguaje de la poesía `verdadera'... en el sentido de que es el original improbable, no un sustituto sintetizado". El poeta verdadero rinde culto a La Diosa Blanca, o diosa de la creación; la devoción absoluta y constante hacia ella es el único camino del poeta. El poeta "se enamora, absolutamente, y su amor verdadero es la encarnación de la Musa". La Musa actual de Graves es cincuenta y dos años más joven, que él —"pero tenemos la misma edad... Estoy en el tope de mi ciclo frenético porque las buenas cosas le están ocurriendo a ella justamente ahora". Ella es una bailarina de danza clásica en una ciudad alejada de Mallorca.

Muchas veces, en las diferentes sesiones que permitieron la entrevista, Graves se dedicaba a ordenar la mesa, corregir un manuscrito, checar referencias, cortarse las uñas con un enorme par de tijeras, recolectar zanahorias, cantar canciones folclóricas y preparar frijoles. No es un hombre que se esté quieto fácilmente.


Graves: ¿Notan algo extraño en este cuarto?
—No.
Graves: Bueno, pues todo está hecho a mano, con una excepción: este desagradable archivero triple de plástico que me regalaron. Voy a ponerlo aquí dos o tres semanas, por cortesía, y luego lo desaparezco. Casi todo lo demás está hecho a mano. Ah, sí, los libros han sido impresos con máquinas, pero muchos de ellos también han sido impresos a mano —de hecho yo mismo imprimí algunos—. Aparte de las instalaciones de luz eléctrica, todo lo demás está hecho a mano; hoy día muy poca gente vive en casas donde todo esté hecho a mano.
—¿Incide esto directamente en su trabajo creativo?
Graves: Sí: para pensar con claridad es preferible que todo lo que te rodea esté hecho a mano.
—Usted escribió una vez que "el poeta-Musa debe morir por la Diosa como el Rey Sagrado lo hizo cuando fue una víctima divina". A pesar de todo usted ha sobrevivido; ¿aún sostendría lo anterior?
Graves: Sí. Lo que ocurre con más frecuencia es que la Musa siente ya imposible sostener el amor de un poeta y se une por elección propia con un poeta postizo, aunque sepa que no es el verdadero poeta. Escoge a alguien con quien pueda jugar el papel de madre. Di todo el cuadro de eso en un poema que se llama "El impostor". El proceso vuelve a empezar cada vez que el amor muere, algo tan doloroso como la muerte real. Siempre hay un asesino alrededor, siempre hay un personaje "impostor". El rey o el poeta representan el crecimiento, el rival o doble representan la sequía.
—Pero seguramente los muchos años de servicio a la Musa tienen su recompensa.
Graves: Con el tiempo la recompensa va siendo encontrar a alguien que no sea "asesina". No quiero hablar sobre eso porque no quiero tentar a mi suerte.
—Por definición, su búsqueda de la Musa será siempre insatisfactoria. ¿Qué es lo que ella le ha dado?
Graves: Me ha traído cada vez más cerca hacia el centro del fuego, por así decir.
—Sus poemas, sobre todo sus poemas de amor, se vuelven cada vez más intensos conforme usted sigue escribiendo. ¿Se debe a la edad o a la experiencia?
Graves: Uno llega al corazón del asunto mediante una serie de experiencias que se dan todas con el mismo molde, pero vertidas con dolores distintos.
—En otras palabras, uno no aprende nada nuevo, sino que obtiene un entendimiento más profundo.
Graves: Sí, eso es. Un entendimiento de lo que son las ordalías del poeta. Los poemas de amor deben ser lanzados dependiendo de la luna. Las lunas varían. Si uno ama a una Musa-mujer diferente uno obtendrá un poema diferente.
—¿Qué puede decirnos sobre ese simple apetito, la concupiscencia, que usted ha atacado?
Graves: La concupiscencia encierra una pérdida de virtud, en el sentido de poder físico. La concupiscencia está apropiándose de algo que le pertenece a alguien más. Quiero decir que el acto amoroso es una metáfora de la compañía espiritual, y si tú llevas a cabo el acto amoroso con alguien que significa poco para ti, estás apropiándote de algo que pertenece a la persona que amas o podrías amar. El acto amoroso pertenece a dos personas, en el mismo sentido en que un secreto puede compartirse. Los abrazos y los besos son permisibles, pero en cuanto empiezas a sobrepasarte con lo que podría llamarse el mandalote —yo inventé la palabra, del griego; viene de mandalós (que es como el tornillo con el que aseguras el socket) y significa el beso-lingual o, por definición de diccionario, "un beso erótico y lujurioso"—; en fin, uno debería reservar tales familiaridades sólo para las personas que realmente ama. Con varias amigas yo me entiendo en términos de simples abrazos-y-besos. Eso está bien. Pero la promiscuidad no es, al parecer, para los poetas, aunque yo no se la niegue ni la envidie a cualquier hombre que no sea poeta.
—¿Puede dar alegría la experiencia de la Musa?
Graves: Realmente no. ¿Pero qué diferencia hace? La alegría y el dolor alternan siempre. La Musa sirve como un foco orientador y como un desafío. Ella provee felicidad (happiness). Aquí estoy usando la lengua inglesa con la mayor precisión que puedo: hap, happening, suceso. Ella da el hap; provee el suceso. La tranquilidad no tiene utilidad poética. (El primero que usó y sintió la palabra Musa en el sentido de Diosa Blanca fue Ben Jonson, luego decayó al ser identificada con la débil auto-inspiración de los jóvenes). Después de tener la experiencia de la Musa intranquila uno puede ser desplazado hacia la Diosa Negra, —porque el color negro es posible en el Oriente y representa sabiduría. ¿Puede una Musa Blanca volverse una Musa Negra, o deben estar separadas? Eso es difícil de responder...
—Todas ellas tienen una edad determinada...
Graves: Como regla la Musa viene de un padre que ha dejado a su madre cuando ella era joven; para ella, por tanto, el encanto patriarcal está roto, y odia el patriarcado. Puede llegar a ser muy inteligente, pero a la edad de catorce o quince años todavía está muy reprimida emocionalmente.
—¿Cómo reacciona la Musa hacia el poeta?
Graves: De algún modo, para un poeta reconocido resulta embarazoso escribir poemas a una muchacha. Ella puede quedarse resentida por haber entrado a formar parte de la historia literaria. En Francia es distinto. Muchas mujeres quieren ser conocidas como la última muchacha que durmió con Víctor Hugo... Me opongo por completo a la historia literaria. A veces ahí está la razón de que un "gran poema", de los que aparecen en todas las antologías, sea malo. Por lo general resulta interesante examinar su historia.
—¿Quiere usted decir que es un poema fabricado con el fin de que sea un acontecimiento?
Graves: Sí.
—La Diosa Blanca es un manual y un refugio en el que todas las preguntas pueden ser respondidas. ¿Cree usted necesario dar una definición última del nivel en que están esos libros en relación con usted?
Graves: La Diosa Blanca y The Nazarene Gospel Restored son dos casos extraños. Escribí el primero para definir el elemento no-judío en el cristianismo, especialmente el elemento céltico. Y escribí el segundo, con la ayuda del fallecido Joshua Pedro, para llevar el mito griego y romano aparte de lo que era puramente un acontecimiento judío. Lo extraño del resultado es que hay una Sociedad Cristiana Primitiva que alguien fundó en Cambridge y que está basada en el Nazarene Gospel; y comenzaron a aparecer, en los estados de Nueva York y California, varias religiones alrededor de la Diosa Blanca. Según me dicen, fuera del Establishment (donde los hippies detienen a los policías en la calle y les dicen: "Lo adoro, oficial"), hoy día soy un héroe del culto al-amor-y-las-flores. También recibo muchas cartas donde algunas brujas me participan la celebración de un aquelarre y me solicitan ungüento para volar, recetas mágicas, e información esotérica.
—En el "Colophon to Love Respelt" habla usted de que el campo de batalla ha sido abandonado. ¿Quién ganó?
Graves: Quise decir que ya no tenía caso seguir escribiendo poemas sobre el tema... La secuencia histórica de los poemas de un hombre guarda una semejanza general al orden en que fueron escritos. No obstante, con frecuencia uno escribe un poema mucho tiempo antes, o mucho tiempo después, de que ocurra una cosa. La autobiografía no se corresponde exactamente con la secuencia poética.
—¿Le ha ocurrido que tiene, por ejemplo, una idea para hacer un poema, y luego la vida se apropia de el un la realiza?
Graves: O alternativamente: uno omitió, alguna vez, registrar una experiencia poética determinada, y ésta ocurre después. Las palabras ya están fijas en el almacén de la memoria. El poema está ahí, en su origen, pero en el séptimo nivel de la conciencia, y asciende gradualmente a través de cada repaso o repetición. La relectura descarga el estado hipnótico original, pero la expresión se amplía.
—¿Se amplía en qué sentido?
Graves: Por ejemplo, mediante los sueños nocturnos, que son el modo real en que la mente primitiva interpreta los sucesos del día previo. Así con un poema. Un poema ya está presente desde la concepción, desde el primer germen que cruza por la mente —debe ser desenterrado, debe exhumarse. Hay un elemento de intemporalidad. El otro día el científico que encabeza las investigaciones atómicas en Australia estuvo de acuerdo conmigo en que el tiempo realmente no existe. El poema terminado ya está antes de ser escrito y de que uno lo corrija. El poema final sólo dicta lo que está bien y lo que falla.
—¿Por qué usted no escribió poemas de guerra, de su experiencia en las trincheras en la Primera Guerra Mundial como lo hizo su amigo Sassoon, y como Owen?
Graves: Los hice. Pero los destruí. Eran periodísticos. Sassoon y Wilfred Owen eran homosexuales; aunque Sassoon quería pensar que no lo era. Para ellos, ver hombres asesinados eran tan horrible como para usted o para mí ver campos regados con cadáveres de mujeres.
—Sus poemas parten de cosas completamente personales. ¿Nunca ha sido reticente en lo que revela?
Graves: Uno dice más cosas a los amigos, sólo que no las entrega a la imprenta.
—Pero su público...
Graves: Nunca uses la palabra "público". La sola idea del público, a menos de que un poeta esté escribiendo por dinero, me parece errónea. Los poetas no tienen "público". Le están hablando todo el tiempo a una sola persona. Lo que está mal en alguien como Evtushenko es que les habla a miles de personas a la vez. Todos los que son considerados "grandes artistas" estaban tratando de hablarle a demasiada gente; Y de algún modo, no le estaban hablando a nadie.
—¿De ahí sus opiniones sobre los poetas ingleses, que usted criticó seriamente cuando tenía su lugar como profesor de poesía en Oxford?
Graves: Hay quince poetas ingleses —estoy hablando con precisión— registrados en la historia de la literatura inglesa que eran poetas verdaderos y que no estaban jugando a serlo.
—¿Le importaría mencionarlos?
Graves: No sería cortés.
—¿Qué tienen en común?
Graves: Su fuente es primitiva. Se ubica en lo pre-racional.
—Cuando trabaja en un poema, ¿de algún modo siente usted que se encuentra siempre a su nivel?
Graves: Lo que sucede es esto: un hipnotista te dice: "mira este anillo" y quedas hipnotizado por mirar el anillo; si vuelve a sacar el anillo en cualquier ocasión posterior, vuelves a caer bajo su influencia. De modo que, si estás escribiendo un poema y regresas a él al día siguiente, siempre vuelves a hipnotizarte de inmediato y te encuentras de nuevo en el nivel anterior.
—¿Tiene que ver la circunstancia externa? ¿Este cuarto?
Graves: No, no es el entorno. El entorno puede ayudar. Pero todo está en el impulso real, que eres tú mismo. Ese es el anillo hipnótico.
—¿Y qué ocurre si usted "no cae otra vez bajo el influjo"?
Graves: Justo ayer me sucedió. No puedes forzarlo intelectualmente. Echas a perder el poema. Lo enredas. Cuando ya trabajaste en el verdadero nivel poético, las conexiones que va estableciendo cada simple palabra con la otra están muy lejos del arreglo intelectual. Una computadora no podría hacerlo. No es mero sonido y sentido con lo que debes entenderte, sino la proveniencia de las palabras, los ritmos cruzados, la interrelación de todos los significados —un completo microcosmos. Nunca lo obtienes de inmediato; pero sí puedes obtenerlo casi de inmediato, el poema se aísla a sí mismo a tiempo. Así es como viajan los verdaderos poemas.
—Uno siente que su poesía se ha vuelto más y más urgente, sobre todo en los últimos textos amorosos.
Graves: No olvides que yo soy un producto de la era victoriana; tuve que librarme de muchísimo. Mi sistema poético concuerda con el irlandés del siglo VIII D.C., que Roma no tocó para nada y que con el tiempo cruzó hasta Gales. ¿De dónde vino? Del Oriente. La correspondencia con la poesía sufí es inmensa. Eso habla de mi interés por Omar Khayám —un poeta muy noble y tan mal trabajado por Fitzgerald. —Por lo demás, uno gradualmente deja de tomar en cuenta a los críticos.
—¿Quién hizo que usted viniera a las Islas Baleares?
Graves: Gertrude Stein.
—¿Qué piensa usted de ella?
Graves: Ella tenía ojo. Solía decir que había sido la única mujer en la vida de Picasso, que ella lo había formado. Tal vez era cierto; las otras mujeres sólo estuvieron cerca o alrededor de él.
—El poema que me acaba de mostrar, "Lo por decir", parece recapitular muchas cosas.
Graves: Incluso Lo por decir, en el cual trabajo ahora, que es sobre la necesidad de volver a los orígenes y trata a la revisión obsesiva como una enfermedad de la edad, lleva diez revisiones hasta ahora. Sí. Lo por decir hay que decirlo.
—Este inmenso, abrupto cambio. La última poesía...
Graves: Sí, eso me vino cuando escribía La Diosa Blanca (escribí ese libro en seis semanas. Me tomó diez años revisarlo. Y casi tripliqué su extensión). Súbitamente estaba yo respondiendo viejas preguntas galesas e irlandesas que nunca habían encontrado respuesta, y yo no sabía cómo ni por qué. Eso me aterró. Creí volverme loco. Pero aquellas soluciones no han sido refutadas. Alguien me envió un artículo sobre el árbol del alfabeto irlandés, y la nota al pie se refería a Graves, pero no a mí: ¡era mi abuelo! Y yo no tenía noticia de que él hubiese estudiado esas cosas. Creo en la herencia de conocimientos y destrezas, herencia de la memoria. Ahora han descubierto que si un caracol se come a otro adquiere la memoria del segundo caracol.
—¿Cómo reunió tantos detalles en sus conclusiones?
Graves: No lo hice. Lo sabía al comenzar y entonces corroboré.
—Ciertamente usted escribe poesía "de musa" y manifiesta gran desprecio por lo apolíneo, que supongo es el materia lógico y utilitario, pero ¿acaso sus novelas no son apolíneas?
Graves: Mi escritura en prosa ha estado siempre en la línea de mi pensamiento. En el fondo siempre estuve yo. por ejemplo, They Hanged My Saintly Billy pretendía mostrar cómo fue realmente la Inglaterra victoriana: cuán corrupta y criminal, en contraste con la versión generalmente aceptada. Con todo, tenía una pareja de personajes buenos, además de los malos.
—Usted escribe novelas cuando algún problema histórico lo estimula. A partir de ahí ¿qué hace usted?
Graves: No lo sé. Algunas personas tienen ciertos talentos como un amigo mío que puede balancear un vaso en su dedo y hacerlo girar con sólo fijar en él la vista. Yo tengo el don de ponerme ocasionalmente en el pasado y ver qué está sucediendo. Así es como deben escribirse las novelas históricas. También tengo una excelente memoria para las cosas que quiero recordar, y ninguna para recordar lo que no quiero recordar. Wife to Mr. Milton —mi mejor novela— comenzó cuando mi mujer y yo hacíamos la cama en 1943 y yo dije de pronto: "¿Sabes? Milton debió ser un tricomaniaco" —refiriéndome al fetichismo por el pelo. La observación surgió de pronto de mi boca. Descubrí la frecuente que era su imaginería tricomaniaca. Así que leí todo lo que pude en contra sobre él y estudié la historia de sus matrimonios. Yo siempre odié a Milton, desde niño, y quería encontrar el motivo. Lo encontré: sus celos. Están presentes en todos sus poemas... Marie Powell tenía una larga cabellera con la que él no podía competir.
—Creo que usted describe precisamente eso en la novela cuando cabalgan en el brezal...
Graves: El tenía la enfermedad del maestro de escuela, estreñimiento.
—¿Lo dice literalmente?
Graves: ¡Sí! ¡Por supuesto que lo digo literalmente! Conocemos todos los indicios que dejó sobre eso. Bueno, yo siempre me olí algo y entonces todo se me hizo evidente de una vez, escribí Wife to Mr. Milton. Encontré una gran cantidad de cosas acerca de él, quién sabe cómo, que nunca han sido refutadas.
—¿Cuánto tiempo le llevó escribir Yo, Claudio?
Graves: Yo, Claudio y Claudio el dios me llevaron ocho meses... Necesitaba terminar pronto el trabajo porque tenía una deuda de 4,000 libras. Me aproximé tanto al personaje que me acusaron de haber hecho investigaciones que nunca realicé.
—¿Dictó usted la obra?
Graves: No. Tengo una mecanógrafa pero no dicté. Si usted emplea sólo las fuentes principales, y conoce el período, un libro se escribe solo.
—¿Cuántas horas al día le tomó el trabajo?
Graves: No lo sé. Deben haber sido siete u ocho. La historia llegó a tener 250,000 palabras. Había hipotecado la casa y quería perderla.
—¿Por qué eligió la novela histórica?
Graves: Bien, por aquello que anoté en mi diario uno o años antes: que los historiadores romanos —Tácito, Suetonio y Dión Casio, pero sobre todo Tácito— habían tratado obviamente mal a Claudio, y que algún día yo tendría que escribir un libro acerca de él. Si no lo hubiera hecho, no estaría usted bebiendo en esta casa.
—¿Qué tenía usted en mente al terminar Claudio el dios? Hay un cambio distintivo en Claudio. Uno se pregunta qué ganaba usted como novelista.
Graves: Yo no creía estar escribiendo una novela. Trataba de encontrar la verdad acerca de Claudio. Y había cierta confluencia entre Claudio y yo mismo. Descubrí que yo era capaz de saber muchas cosas que sucedieron sin tener bases, excepto que yo sabía que eso era cierto. Es cuestión de reconstruir una personalidad.
—No existen muchas fuentes directas, aunque él escribió copiosamente.
Graves: Está su discurso a los Edonios, su carta a los alejandrinos y varios registros de lo que dijo en Suetonio y otras partes. Ahora sabemos exactamente qué enfermedad padecía: la enfermedad de Little. Todo el cuadro es tan sólido que uno siente conocerlo en persona, si simpatiza con él. Pobre hombre —sólo ahora, al fin, la gente comienza a olvidar esa mala imagen que le dieron los historiadores de su tiempo. Ahora es considerado uno de los pocos buenos emperadores entre Julio César y Vespasiano.
—Al final, no obstante, se decepcionó.
Graves: Vio que no podía hacer nada. Tuvo que rendirse.
—Se desintegró y casi se convirtió en otro Calígula o Tiberio.
Graves: Bueno, veamos: Calígula nació malo. Tiberio fue un hombre maravilloso, pero lo presionaron demasiado y él previno al senado de lo que iba a suceder. Previó un severo quebrantamiento sicológico. Si uno siempre ha sido extremadamente limpio —siempre se ha lavado los dientes y hecho la cama— y llega a un punto intolerable de stress, uno se quebranta y desarrolla lo que se conoce como comportamiento paradójico: desarregla la cama, hace las peores cosas. Tiberio fue notable por su castidad y sus virtudes viriles, hasta que se vino abajo. Ahora siento la mayor simpatía posible por Tiberio.
—¿No estaba usted convirtiendo a Livio en la novela en el manipulador de la verdad para conseguir cierto efecto?
Graves: Es una especie de hábito familiar. Mi tío abuelo fue Leopold von Ranke, llamado el "padre de la historia moderna". Mi madre me lo mostró como el primer historiador en la historia que decidió decir la verdad.
—¿Eso instigó su pesquisa, las ideas establecidas que, para consternación de muchos, usted trastornó?
Graves: Ya ve, hay gente que no puede dejar de creer ciertas cosas. De pronto se enfrenta a algún hecho extraño, como por ejemplo que Dios, en el Sagrario de lo Sagrado, tuvo una esposa. Mi amigo Raphael Patai ha trabajado sobre esto en su Diosa hebrea. Es más de lo que ellos pueden soportar, pero deben admitirlo.
—¿Que Dios tuvo una esposa? ¿En verdad quiere decir eso?
Graves: De veras eso dice él. Está en el Talmud. Por supuesto los judíos lo han ocultado siempre. Al principio El era Uno, pero luego vino la división. Debe haber siempre un punto focal. Dios era una deidad masculina y el punto focal era obviamente una mujer. El no pudo hacer lo que hizo sin uno.
—¿Cuántos libros ha publicado?
Graves: Ciento veintiuno, pero muchos son recopilaciones. Además he escrito libros para otras personas.
—¿Por qué lo ha hecho?
Graves: Porque tienen algo que decir y no pueden escribirlo.
—¿Ha dejado de escribir ficción?
Graves: Puede volver a ocurrir. Lo dudo, pero no sé. Uno nunca sabe.
—Después de escribir The Reader Over Your Shoulder con Alan Hodge en 1942 —su manual para escritores de prosa en inglés— usted dice que su propio estilo cambió completamente. ¿Por qué, o más bien, cómo?
Graves: Quien piense sobre la lengua inglesa e intente descubrir sus principios, y además, aniquile a otros escritores mostrándoles lo mal que escriben, no puede evitar escribir mal él mismo. En 1959 reescribí completamente Adiós a todo eso —cada frase— pero nadie se enteró. Algunos dijeron "Qué buen libro es éste, después de todo, qué bien ha perdurado". No había perdurado en absoluto. Se trata de una obra enteramente nueva. Uno de esos análisis de estilo por computadora tal vez no podría decidir que mis novelas históricas fueron escritas por la misma mano. Son completamente distintas en vocabulario, sintaxis y nivel lingüístico.
—Considerando su vista producción y las revisiones ¿cuanto tiempo pasa escribiendo? ¿Escribe todo a mano?
Graves: Sí. Ahora bien, Nazarene Gospel Restored me tomó dos años. Son ochocientas páginas de escritura cerrada. Si he escrito aproximadamente dos libros al año durante cincuenta años. No es mucho. No tengo otra cosa que hacer. Este año llevo seis.
—¿Considera que puede recordar la vasta investigación que ha reunido? Graves: Sé dónde buscar.
—¿No es una dificultad vivir tan lejos de las bibliotecas?
Graves: Nunca he trabajado en bibliotecas.
—¿Dónde consigue toda esa información?
Graves: No sé. Llega. No soy un erudito. En términos generales ni siquiera soy particularmente ilustrado.Simplemente estoy bien informado en ciertas áreas de mi interés.
—Usted debe conocer las fechas... la pronunciación de las palabras galesas.
Graves: Conseguí un diccionario galés. He reunido una gran biblioteca de clásicos.
—¿Diría usted que las ideas medulares llegan primero y luego investiga?
Graves: Uno tiene una visión global del asunto, y luego nada más corrobora. La causa no necesariamente determina el efecto; bien puede el efecto originar la causa —una vez que se tiene todo el asunto bajo control.
—¿Qué hace usted exactamente?
Graves: Reviso el manuscrito hasta que ya no puedo leerlo más, y consigo alguien que me lo mecanografíe. Entonces reviso la versión mecanografiada. Luego se vuelve a mecanografiar. Sigue un tercer mecanografiado, que es el último. Para entonces no debe quedar nada que ofenda la vista.
—¿Esto es para la prosa?
Graves: Sí. Pero eso no evita que en diez años se lea mal. Uno no sabe lo que puede ocurrir con el tiempo.
—¿Y la poesía?
Graves: En ocasiones, uno sabe: "Esto está bien, esta es una cosa que sirve". Siente que hay ciertos poemas que deben ser escritos. Uno no sabe qué son, pero los siente: este es uno, este es otro. Como la relación entre las joyas y su matriz de cuarzo (quijo). Las joyas vienen de su matriz, luego hay una matriz para probarlo. Muchos poemas parecen más matriz que Joyas.
—¿Qué quiere decir exactamente?
Graves: La matriz de cuarzo es parcialmente una joya. Y muchos poemas son así. Son los que el público disfruta más: los que no son completamente joyas.
—¿Es porque esos poemas son una transición entre las vivencias generales y su vivencia personal?
Graves: Algo así.
—¿Más accesibles?
Graves: Sí.
—¿Sigue experimentando con alucinógenos?
Graves: Tuve dos viajes con hongos mexicanos por ahí de 1954. Ninguno desde entonces. Y nunca con LSD. Primero que nada porque es peligroso y en segundo lugar porque el ergot, con lo que se fabrica el LSD, es una sustancia enemiga de la humanidad. El ergot es un minúsculo hongo negro que crece en el centeno, o crecía por lo menos en la Edad Media y los pueblos que comían pan de centeno tenían visiones maniacas, particularmente los alemanes. Dicen que el ergot afecta los genes y que puede deformar a la siguiente generación. Se me ocurre que esta podría ser una explicación del fenómeno del nazismo, una forma de histeria masiva. Los alemanes comían centeno, a diferencia de los ingleses que comían trigo. El LSD me recuerda a los visones que escapan de las granjas y se crían en el bosque y se vuelven peligrosos y destructivos. El LSD se ha escapado de las fábricas de drogas y se hace ahora en los laboratorios de los colegios.
—Usted dijo haber tenido una visión de conocimiento total a la edad de doce años...
Graves: Probablemente usted tuvo una visión similar y la ha olvidado. No necesita ser la visión de nada especial, en tanto que se trata sólo de una probada (foretaste) del Paraíso. Blake tuvo una. Todos los poetas y los pintores que tienen esa "cosa" extra en sus obras parecen haber tenido esa visión y nunca permitieron que la educación se las destruyera. Esto es lo que importa.
—Acaba usted de terminar una nueva traducción del Rubayat de Omar Khayám. ¿Por qué escogió el Rubayat y no la obra de un poeta sufí más puro como Rumi o Sahadi?
Graves: Fui invitado a participar en la traducción de Omar Ali Cha, cuya familia es la poseedora del manuscrito original, desde el año 1153 D. de C. Por eso. Estaba en el hospital, muy contento de que ese trabajo me apartara de la rutina del lugar. El poema original de Khayám fue escrito en celebración del amor de Dios y sazonado con sátiras de los musulmanes puritanos de la época. Fitzgerald se equivocó en todo: creyó que Khayám era en realidad un borracho y descreído, no un hombre que satirizaba a los incrédulos. sorprendente a cuántos millones ha engañado Fitzgerald. La mayoría odiarán ser desengañados.
—Usted ha dicho que los críticos que escriben sobre su visión del Rubayat no aciertan a comprenderlo porque no son sufís.
Graves: Como le dije, no puedo asumir el crédito por el trabajo. Trabajé sobre una versión literal hecha por Omar Ali Cha, que es un sufí. No sólo eso, sino que su familia desciende en línea directa del Profeta —y ellos alegan que Mahoma era un sufí y les entregó a ellos el secreto de su doctrina.
—Me parece que su versión de Khayám es más clara y penetrante intelectualmente mientras que la de Fitzgerald...
Graves: Mire, Fitzgerald era uno de esos irlandeses de la época en que la gente se avergonzaba de ser irlandesa y lo mantenía en silencio. Y se volvió con el tiempo una especie inglés diletante. Rompió con la tradición poética de Irlanda que es una de las más poderosas del mundo. Yo diría que la más intensa, después de la persa.
—¿Habla usted de la tradición poética irlandesa original?
Graves: ¡Sólo hay una!
—Usted me explicó alguna vez que esa era originalmente sufí.
Graves: Antes de que fuera griega milesia sobreimpuesta a la cultura libia arcaica del año 2500 A. de C. Los milesios vinieron a Irlanda a través de España y trajeron con ellos la tradición de Ogham —la cual es una forma temprana de alfabeto que nos remite a los días en que las letras se originaban en la observación del vuelo de las cigüeñas, y así. Pero Irlanda siempre permaneció en contacto con la Antioquía de lengua griega, no con Roma, lo cual fue importante.
—Lo importante es que Ogham fuera preclásico?
Graves: Exacto. Anterior a Platón. Antes de que los griegos se desviaran. Como usted sabe, los judíos tienen un dicho: "De las diez medidas de la locura los griegos tienen nueve". Estaban bien en todo hasta por ahí del siglo sexto antes de Cristo. Por la época de Alejandro el Grande ya se habían hecho pedazos.
—¿En qué sentido?
Graves: Quisieron desacreditar el mito. Trataron de sustituirlo con lo que hoy llamaríamos conceptos científicos. Trataron de dar una explicación literal. Sócrates bromea con los mitos y Horacio se burla de ellos. Puesto en el camino, Sócrates podía aclarar el mito de tal modo que le arrebataba todo su sentido. Simplemente no tenían lugar para el pensamiento poético. La lógica opera en un muy alto nivel de la conciencia. El académico nunca duerme lógicamente, siempre está en vigilia. Y al hacerlo se priva del sueño. Así pierde todo el secreto, ve usted. El sueño tiene siete niveles, el más alto de los cuales es el trance poético: ahí tiene usted acceso a la conciencia sin perder contacto con el sueño... con los fragmentos mayores del sueño... su propia memoria... la imaginería pictórica como la conoce el niño y como fue conocida por el hombre primitivo. Ningún poema vale la pena si no tiene origen en un trance poético, del cual se puede despertar como de un sueño. En realidad es la misma cosa.
—¿Pero de dónde viene el trance?
Graves: De ti mismo, bajo la dirección del tú que te rebasa y que está formado por tu relación con la persona a la que estás adherido todo el tiempo. Si todos fueran realmente observadores, podrían tomar un poema y trazar el retrato de la persona a que está dirigido.
—¿Cómo se siente frente a los honores y los premios? ¿Si se le ofreciera un premio nacional como poeta lo aceptaría?
Graves: No respondo a preguntas montadas en conjeturas. No quiero ningunos honores, pero no me importaría gran cosa recibir distinciones por haber escrito novelas que se venden en el extranjero y ganar dinero para Inglaterra. Escribir poemas es distinto. Obtener un premio por ser poeta sería absurdo. Pero el gobierno trata de ablandar y atraer a escritores conocidos hacia el establishment; eso lo hace sentirse ilustrado... Rechazo los doctorados porque sugieren que uno ha pasado una prueba académica. Aceptar, la cátedra de poesía en Oxford fue distinto: es una elección libre.
—En su última conferencia en Oxford, la más violenta, dijo usted que no había cánones poéticos establecidos. No son frecuentes en usted las generalizaciones de este tipo. ¿Cree usted que la poesía "pop" es contradictoria con la dedicación a la Musa?
Graves: Lo que dije, creo, es que no había cánones establecidos de versificación. Las genuinas canciones folclóricas son bienvenidas, pero ¿por qué habrían de serlo esas canciones de protesta? Hay muy pocos ahora, si alguno, que vaya realmente a la raíz del asunto. Cada vez menos, en realidad, desde la muerte de Cummings y Frost.
—¿Y qué hay de sus propias influencias poéticas, aparte del poeta Tudor Skelton y Laura Riding?
Graves: "Influencia" es un término muy vago. Suena como si uno estuviera siendo dominado por alguien más. Hasta donde sé, nunca escribí nada en el estilo de Laura Riding. Más que a versificar, lo que aprendí de ella fue una actitud general ante las cosas.
—¿Es eso lo que usted obtuvo de las sucesivas encarnaciones de la Musa?
Graves: Sí, pero en la forma de advertencias más que como instrucciones.
—¿Puedo preguntarle sobre la forma en que trabaja? ¿Tiene usted alguna rutina?
Graves: Ninguna. Sólo admito un cierto sentido de prioridades entre las cosas. Esta mañana, por ejemplo, me levanté a las siete. Me sentí atraído por el cenicero donde quemo papeles inútiles y rescaté las monedas y otros objetos que estaban ahí por error. Luego puse las cenizas en la pila del abono. Después regué el huerto de zanahorias, de modo que puede sacar algo de ellas. Luego revisé mi pieza de los "monstruos"...
—Usted escribe a mano, en una especie de atril...
Graves: Es porque tengo roto el cuello. Cuando el doctor le preguntaba cómo, no podía contestarle hasta el otro día que lo recordé. Estaba escalando el Snowdon en 1913. Estaba amarrado en una barranca cuando el líder de la operación zafó una gran piedra: me golpeó en la cabeza y perdí el sentido. El otro día tuve casi exactamente la misma experiencia entonces recordé la ocasión. Ahora mi cuello está... bueno, escribí un poema sobre el asunto: Cuello roto.
—¿La mayor parte de sus ingresos proviene de las novelas?
Graves: No lo sé. Nunca estudio la procedencia de mis regalías.
—Usted ha dicho que sólo lee para obtener información. ¿Qué lee y cuándo?
Graves: Antes leía de noche; ahora voy directo a la cama. No por placer. El otro día tuve que revisar The Nazarene Gospel Restored para su publicación en Hungría, lo cual significó muchísima investigación.
—Usted ha dicho: "No preveo ningún cambio para bien en el mundo sino hasta que todo empeore". Bueno, ya ha empeorado. ¿Qué podemos hacer al respecto?
Graves: Los poetas no pueden hacer marchas de protesta cosas por el estilo. Creo que es contra las reglas y que no tiene caso. Si la humanidad quiere una buena explosión final obtendrá sin duda. Pero uno no debe protestar contra nada a menos que su protesta tenga un efecto. Las manifestaciones no lo tienen. Uno debe permanecer silencioso o ir directo a la cabeza. Una vez esta aldea estuvo sin electricidad por tres meses porque el sistema se había averiado y la compañía local temía poner una torre en la tierra de un viejo miembro de la nobleza, cuyo hijo era capitán general. El viejo decía que el lugar estaba consagrado a Santa Catalina Tomás, la patrona de la isla. Fui a Madrid a ver al ministro de Información de Turismo y le dije: "Los hoteles de Mallorca estarán vacíos este verano por falta de electricidad". El ministro amablemente le informó a nuestro gobernador civil que la torre debía ser instalada sin reparar en los sentimientos de la santa. Pero es distinto si uno no puede ir directo a la cabeza. Lamenté la guerra de Vietnam, pero las manifestaciones no la detuvieron y no había ninguna persona que pudiera, sola, controlar la situación como lo hizo con la nuestra el ministro de información de Madrid.
—¿Le molesta eso?
Graves: La civilización ha ido cada vez más y más allá del llamado hombre "natural", el que utiliza todas sus facultades percepción, invención, improvisación. Está condenada a terminar en la quiebra de la sociedad y la reducción de la raza humana hasta un tamaño manejable. Así son las cosas siempre han sido así. Mi esperanza es que permanezcan intocadas unas cuantas reservaciones culturales. Lugares adecuados podrían ser ciertas islas del Pacífico y algunos trechos de Siberia y Australia, de modo que cuando el lío de hoy termine, la carrera del hombre pueda restaurarse desde estos centros.
—¿Quién estará en las reservaciones? ¿Quién decidirá?
Graves: La gente que ya está ahí. Podrían ser los melanesios por ejemplo y los paleosiberianos.
—¿Su vida aquí en Deyá, al lado de lo que usted llama la moderna civilización mecanárquica, lo ha conducido gradualmente a la maestría poética?
Graves: Alguna vez viví aquí por seis años sin moverme, sin salir. Fue entre 1930 y 1936. No fui ni siquiera a Barcelona. Aparte de eso, para mí siempre ha sido importante viajar. Uno tiene que salir porque no puede vivir totalmente sobre sí mismo o sumergido en la tradición del pasado. Uno debe percatarse de cómo es realmente la sórdida vida urbana.
—¿Pero recoge muchas menos cosas por ósmosis que si fuera T. S Eliot en el banco?
Graves: Obviamente sí.
—Usted está constantemente revisando sus poemas, ¿Por qué?
Graves: De tiempo en tiempo caigo en la cuenta de que ciertos poemas fueron escritos por las razones equivocadas y me veo obligado a quitarlos; me provocan un sentimiento de enfermedad. Sólo deben quedar los pocos poemas necesarios. No tienen nada misterioso: si uno es poeta, tarde o temprano sabe cuáles son. Aunque, desde luego, el poema perfecto es imposible. Si pudiera escribirse, el mundo terminaría.

Eduardo Galeano: El libro de los abrazos






El libro de los abrazos
(Fragmentos)

Eduardo Galeano

La función del arte /1
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba mas allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas dunas de arena, después de mucho caminar, la mar estallo ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor que el niño quedo mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre;
- ¡Ayúdame a mirar!

La función del lector /1
Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos. Mucho caminó Lucía después, mientras pasaban los años. En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquía, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.
Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.
Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto lo ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.

La función del lector /2
Era el medio siglo de la muerte de César Vallejo, y hubo celebraciones. En España, Julio Vélez organizó conferencias, seminarios, ediciones y una exposición que ofrecía imágenes del poeta, su tierra, su tiempo y su gente. Pero en esos días Julio Vélez conoció a José Manuel Castañón; y entonces todo homenaje le resultó enano. José Manuel Castañón había sido capitán en la guerra española. Peleando por Franco había perdido una mano y había ganado algunas medallas.

El lenguaje del arte
El Chinolope vendía diarios y lustraba zapatos en La Habana. Para salir de pobre, se marchó a Nueva York. Allá, alguien le regaló una vieja cámara de fotos. El Chinolope nunca había tenido una cámara en las manos, pero le dijeron que era fácil:
- Tú miras por aquí y aprietas allí.
Y se echó a las calles. Y a poco andar escuchó balazos y se metió en una barbería y alzó la cámara y miró por aquí y apretó allí. En la barbería habían acribillado al gangster JoeAnastasia, que se estaba afeitando, y esa fue la primera foto de la vida profesional de Chinolope. Se la pagaron una fortuna. Esa foto era una hazaña. El Chinolope había logrado fotografiar la muerte. La muerte estaba allí: no en el muerto, ni en el matador. La muerte estaba en la cara del barbero que la vio.

Celebración de la fantasía
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la
lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras
me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitos cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado;
Había quien quería un cóndor, y quien una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en la muñeca; - Me lo mandó un tío mío que vive en Lima -dijo.
-¿Y anda bien? -le pregunté.
- Se atrasa un poco - reconoció.

La burocracia /1
En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visita ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento. Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda. Noueched era manco. Había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo. Después él. El brazo cayó en Montevideo.
Noueched venía escapando a todo correr cuando el policía que lo perseguía alcanzó a pegarle un manotón, le gritó: ¡Dese preso! y se quedó con el brazo en la mano. El resto de Noueched cayó un año y medio después, en Paysandú. En la cárcel, Noueched quiso recuperar su brazo perdido:
-Haga una solicitud - le dijeron.
Él explicó que no tenía lápiz:
-Haga una solicitud de lápiz -le dijeron.
Entonces tuvo lápiz, pero no tenía papel:
-Haga una solicitud de papel - le dijeron.
Cuando por fin tuvo lápiz y papel, formuló su solicitud de brazo.
Al tiempo le contestaron. Que no. No se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil.

Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la
crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Avisos
Se vende:
- Una negra medio bozal, de nación cabinda, en la cantidad de 430 pesos. Tiene principios de coser y planchar.
- Sanguijuelas recién venidas de Europa, de la mejor
calidad, a cuatro, cinco y seis vintenes cada una.
- Un coche, en quinientos patacones, o se cambia por una negra.
- Una negra, de edad de trece a catorce años, sin vicios, de nación bangala.
- Un mulatillo de edad de once años, con principios de sastre.
- Escencia de zarzaparrilla, a dos pesos el frasquito.
- Una primeriza con pocos días de parida. No tiene criatura, pero tiene abundante y buena leche.
- Un león, manso como un perro, que come de todo, y también una cómoda y una caja de caoba.
- Una criada sin vicios ni enfermedades, de nación conga, de edad como de dieciocho años, y asimismo un piano y otros muebles, a precios cómodos.
(De los diarios uruguayos de 1840, veintisiete años después de la abolición de la esclavitud.)


Dicen las paredes /1
En el sector infantil de la Feria del libro, en Bogotá:
El locóptero es muy veloz, pero muy lento.
En la rambla de Montevideo, ante el río-mar:
Un hombre alado prefiere la noche.
A la salida de Santiago de Cuba:
mo gasto paredes recordándote.
Y en las alturas de Valparaíso:
Yo nos amo.

Amares
Nos amábamos rodando por el espacio y éramos una bolita de carne sabrosa y salsosa, una sola bolita caliente que resplandecía y echaba jugosos aromas y vapores mientras daba vueltas y vueltas por el sueño de Helena y por el espacio infinito y rodando caía, suavemente caía, hasta que iba a parar al fondo de una gran ensalada. Allí se quedaba, aquella bolita que éramos ella y yo; y desde el fondo de la ensalada vislumbrábamos el cielo. Nos asomábamos a duras penas a través del tupido follaje, de las lechugas, los ramajes de apio y el bosque del perejil, y alcanzábamos a ver algunas estrellas que andaban navegando en lo más lejos de la noche.

La noche /1
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.

La noche /2
Arránqueme, señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desdúdeme.

La noche /3

Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la orilla de un abismo.

La noche /4
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle. En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna. La luna tiene dos noches de edad. Yo, una.

Celebración de las contradicciones /1
Como trágica letanía se repite a sí misma la memoria boba. la memoria viva, en cambio, nace cada día, porque ella es desde lo que fue. Aufheben era al verbo que Hegel prefería, entre todos
los verbos de la lengua alemana. Aufheben significa, a la vez, conservar y anular; y así rinde homenaje a la historia humana, que muriendo nace y rompiendo crea.

Celebración de las contradicciones /2
Desatar las voces, desensoñar los sueños: escribo queriendo revelar lo maravilloso, y descubro lo real maravilloso en el exacto centro de lo real horroroso de América.
En estas tierras, la cabeza del Dios Eleggúa lleva la muerte en la nuca y la vida en la cara. Cada promesa es una amenaza; cada pérdida un encuentro. De los miedos nacen los corajes; y de las dudas las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y los delirios otra razón.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día. En esa fe, fugitiva, creo. Me resulta la única fe digna de confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a la loca aventura de vivir
en el mundo.


Crónica de la ciudad de México
Medio siglo después del nacimiento de Superman en Nueva York, Superbarrio anda por las calles y las azoteas de la ciudad de México. El prestigioso norteamericano de acero, símbolo universal del poder, vive en una ciudad llamada Metrópoli. Superbarrio, cualunque mexicano de carne y hueso, héroe del pobrerío, vive en un suburbio llamado Nezahualcóyotl.
Superbarrio tiene barriga y piernas chuecas. Usa máscara roja y capa amarilla. No lucha contra momias, fantasmas ni vampiros. En una punta de la ciudad enfrenta a la policía y salva del desalojo a unos muertos de hambre; en la otra punta, al mismo tiempo, encabeza una manifestación por los derechos de la mujer o contra el envenenamiento del aire; y en el centro, mientras tanto, invade el Congreso Nacional y lanza una arenga denunciandolas cochinadas del gobierno.

Enrique Patricio: El condenado azar







De Enrique Patricio para Los Elementos del Reino

EL condenado azar

Muy cordialmente les invito a que se sumen a esta muy azarosa aventura, a manera de ejercicio reflexivo, pero que sea como que con un algo más vital que solamente una lectura común. Para que de esta forma intentemos juntos una somera aproximación al azar. De éste vamos a decir que dejaremos desde un principio fuera otros (sus también) nombres “muy particulares” , para no confundirnos, como digamos: suerte o fortuna (por “buena” o “mala” situación), milagro (por, lo inverosímil hecho realidad), accidente (por, un inevitable acontecer), coincidencia (por, creíble aunque inesperada), revelación (por, impronta resolución), paralelismo (por, “un” camino que se está dando a su vez en otro lugar), y mejor le paramos ahí y lo dejamos en etcétera, que no pretenderíamos crear aquí una “suerte” de gótica aforísmica. No obstante, lo que hemos querido sí expresar con lo anterior, es que podemos considerar que todos al azar lo “conocemos” de un modo u otro. El asunto en trámite es, no la de ser o no ser del azar, sino más bien es la de tener presente la vistosa cualidad potencial que presenta de existir y no a un mismo tiempo. Y aclarando también desde estas líneas iniciales que voy en este escrito, amén de glosar a muy grosso modo, a delinearlo atípicamente y no con un punto de vista cientificista aunque en un primer bloque, el del Tema, se haga alusión a ella, a la ciencia o, más precisamente se hable en torno de ella), pongamos por caso el que fuéramos a partir dialécticamente con una tesis, siguiendo con la antítesis y finalizando en síntesis, no, repito que no lo consideraría así, con el método científico, sino antes bien, mejor propongo para tratar de penetrar este aspecto por su lado sutil, utilizar entonces como acontece para todo drama clásico, un Tema, el consabido Nudo y su fatal desenlace. Veamos:
-- TEMA --

La palabra azar –siguiendo al diccionario— proviene del árabe y, lo que su significado nos refiere es, un dado para jugar. El tratado nos remite también a: Casualidad, caso fortuito. // 2. Desgracia imprevista. // 3. En los juegos de naipes o dados, carta o dado que tiene el punto con que se pierde. // 4. En el juego de trucos o billar, cualquiera de los dos lados de la tronera que miran a la mesa. // 5. En el juego de pelota, esquina, puerta, ventana u otro estorbo. //Salir azar. fr. fig. y fam. Malograrse o salir mal una cosa. Pues bien, hasta aquí la cita, de modo que una vez transcrito ello, hemos de reconocer no obstante, que no encontramos ahí todo lo necesario ni siquiera lo suficiente para nuestro tema, o bien vale decir que no nos auxilia mucho el diccionario como para poder apoyarnos de él en adelante según es nuestra finalidad. Pero dejaremos nada más, antes de iniciar formalmente con la exposición, que desde el punto de vista histórico sabido es que el dado cúbico (de seis caras puntuadas) más antiguo conocido hasta el día de hoy (entiéndase que, antes del de los griegos y del de los romanos) fue hallado en lo que en nuestros días es territorio iraní. Mas, de ese dado, desconocemos el cómo era utilizado en sus días con exactitud. Especulemos; si por un lado sería con fines lúdicos, en el sentido en que hoy reconocemos todo entretenimiento –algo informal— o, quizá como algo más que un inocente pasatiempo –más formal—y, tal vez hablaríamos entonces de toda una organización para satisfacción de los ludópatas, donde se experimentarían igualmente las apuestas, pero sea cual fuere esa utilización dicha por nosotros, ambas formas estarían caracterizadas por lo infraconciente --dado un uso moderado de la inteligencia en juego—; o, ya entonces, diríamos también por otro lado, que si acaso fuese usado con el “objetivo” de una misión oracular, en toda lógica de pensamiento pues, con un sentido adivinatorio --y lo cual pudo muy bien haber sido más serio y formal en su momento—y, en todo caso, este otro uso sería ya de un carácter más bien supraconciente. Ahora que, siendo así (de este tamaño) nuestro desconocimiento histórico, tan al detalle del azar, no podríamos por lo tanto nosotros otorgarle arbitrariamente una valoración en términos únicamente contemporáneos a ese “dado para jugar”. Así pues, dando por concluido así este aspecto de significado del término, entremos de lleno al tema (y aquí no vale aquello de que al buen entendedor pocas palabras). Empecemos tanteando alrededor de la ciencia desde dos ángulos; 1) los temas azarosos aislados; los que son excepción; y, 2) la idea de que el azar no es un juego; y aquí cabría recordar lo dicho por Einstein: “Nunca creeré que Dios juega a los dados con el mundo”. Sin embargo, no trataremos de efectuar mañosamente de nuestra parte una “novedosa” versión bifronte, de algo así como “la otra historia de la ciencia”. Pero, sí hacerle “así”, es decir, para que nos sirva en la idea de poder revisitar algunos “viejos” tópicos, un tanto empolvados, o sea, algunos planteamientos “olvidados”, así como recordar de paso a algunos de sus paradigmáticos personajes. Ahora bien, ¿menester será concentrarnos más en la solución al “problema” azar o, es más importante concentrarnos aquí mayormente en el “problema” que en la solución del azar? (Antes y muy brevemente, como de rozón, abrimos un paréntesis y vemos un asunto que tiene que ver: ¿qué probabilidad existe de que en México se repitiese en el año 2010 un suceso histórico-social relevante, como los ocurridos en 1810 y en 1910? Pues bien, desde el punto de vista numérico de los ciclos, por ejemplo --y esto lo saben hasta los encuestadores--, sí es factible, utilizando para el caso determinadas variables; empero, ¿lo es desde el punto de vista que dijimos, el histórico-social, político, económico de hoy, también? Que quede en el aire este asunto concerniente a la relación teoría-praxis; para no llegar a comentar cosas de la calle, como sería la de que desde hace ya bastante rato que mucha gente cree a pie juntillas, por como han estado dándose las cosas en el país, que sin necesidad de ningún tipo de “ayudadita” sí se cumplirá la tripleta el próximo año. Ahora bien, ¿pudiera ser una trama no basada en hechos pero en teoría correcta?, ¿intervendría la voluntad, la intención, o sería la suerte? o, ¿serían ambas? y, ¿dónde quedaría la teoría de los ciclos? y, si se tratase de una “fuerza oculta”, ¿cómo sería ésta? Mas, no nos detendremos en “resolver” este asunto en lo particular –sobre el que ya se han vertido chorros de tinta en papel y lanzado escritos electrónicos, sobre todo en política--, mejor sigamos con nuestra reflexión general).

Esta paréntesis fue sólo para justificar la mira, o en otra palabras, el decir que vamos a concentrarnos totalmente aquí en este primer bloque (el tema) en el escudriñamiento de la problemática azar y no en la solución del azar, dentro (o, ¿fuera?) de la teoría y de la práctica científicas. Y pues bien, viéndole desde ese ángulo, que es el hipotético, según los más avanzados estudios en varias disciplinas, el azar más bien “pareciera” que se encuentra plenamente “organizado”, aunque de alguna desconocida manera para nosotros. O séase que faltaría, desde luego, el saber cómo abordarlo científicamente para conocer el cómo funciona; todo hacia allá parece apuntar. (Sobre todo si lo corroboramos con, la que por su muy dinámica evolución que últimamente ha tenido, la astrofísica, por ejemplo, desde el “boom” del otrora famoso Big Bang hasta chocar con otras propuestas más recientes de lo mismo en otro sentido –-y justamente se cumple este año el cuatrianiversario de la que conocemos como astronomía moderna-- ).Pero, como el azar no pertenece completamente al mundo nuestro estandarizado ni puede estarlo bajo la lógica seguida hasta nuestros días, pues todo así lo hace suponer (¿qué tan lógico nos resulta suponer que lo que llamamos ilógico pueda tener su propia lógica?), no obstante había sido (¿todavía?) rechazado aun hasta hace muy “poco tiempo” por el conocimiento así llamado racional, al no ser cabalmente comprendido. (Esto cuando dicho conocimiento racional, presumimos, debería ser incluyente, es decir, uno que estaría dando cabida a todas las posibilidades, presto a indagar, a promover la curiosidad y, en resumidas cuentas, abierto a todas las ideas por más locas que éstas parezcan a primera vista). Entre otros Khun ya decía acerca de esos paradigmas científicos que eran sustentados (¿todavìa?) por aquel conocimiento dizque racional, que de una manera sistemática se iba negando ontológicamente todo lo que no caía dentro de sus limitadas y arbitrarias reglas de juego. Y sabido es que con declaraciones de esta envergadura invariablemente se pone el dedo en la llaga. De ahí que nos vamos a atrever a insistir aquí en este orden de ideas, aduciendo un contranálisis. Índole que cabría considerar, para nuestro propósito, de suma importancia para hablar del azar; aunque, claro está, tocante a esa ciencia sería como decirle “y peor aún”. Pero, y ¿qué le vamos a hacer, no? Bástenos por ahora con recordar esto, y para no largar tanto la lista de esos “denostadores” y sí, en cambio, poder detenernos --o extendernos, según se aprecie mejor— un poco más “minuciosamente” respecto de este “detractor” autor que acto seguido abordaremos, uno por citar, dados sus flamígeros señalamientos y que no es otro que Charles Fort con su "Libro de los condenados", mismos que estipulaba en contra de los dogmas científicos que privaban a inicios del siglo XX, que podríamos decir habituales en la “Razón” llamémosle “oficializada y oficializante” de entonces, esa que rechazó uno a uno innumerables hechos azarosos de una manera contradictoria, es decir, sin razón aparente. Y Fort, con esta rotunda obra irrumpió con una “sonora”, potente voz discordante en el medio científico. Ya reflexionaba, ya cuestionaba, ya disgregaba, ya criticaba, ya extrapolaba, ya proponía…, iba y venía de un lado a otro. Arribó así, amén de contestatariamente, con ese peculiar estilo dentro de una narración científica (nada ortodoxo y más bien una suerte de neo-Dadá en la ciencia), o sea, ni más ni menos que todo un auténtico subversivo de esa formalidad de la ciencia asumida en su época (¿todavía?). En efecto, justamente lo hizo así, básicamente con humoradas, no tomándosela aparentemente tan en serio, rompiendo todo tipo de esquemas, puesto que lo que estaba afirmando sin cortapisas con esa aguerrida literatura científica suya era, “que hay otra cosa”. Ya citaremos textualmente algo de él más adelante. Sólo que antes habrá que reconocer, en torno de una figura de la talla intelectual de Fort, que evidentemente él fue algo más que el citadino sabelotodo del –por aquel tiempo—burgués Bronx neoyorquino, fue –en su descargo—un más que singular científico empírico más, un locosabio tal vez, quien por sus amplios conocimientos resultó verdaderamente genial en todas sus acometidas (y alguien por ahí podría argüir que fue en realidad todo un científico serio, todo un científico-científico, como hay pocos. Y para abundar en lo dicho, existe una especie de trilogía, es decir, además con Lo! y Talentos insólitos --edición esta última, post mortem--). Fort adquirió información y formación naturalmente en la Biblioteca Municipal de Nueva York, en el Museo Británico y, así mismo, debido a una fluida correspondencia que sostuvo con otras importantes bibliotecas y con múltiples librerías alrededor del mundo. Este Libro de los condenados suyo a que hacemos mención en nuestro escrito, apareció en la ciudad de Nueva York el año de 1919 y suscitó entre la comunidad científica e intelectual americana gran revuelo. Obteniendo entonces comentarios críticos muy diversos, tales como: “El apóstol de la excepción” (Ben Hecht). “Sus sarcasmos coinciden con las críticas más válidas de Einstein y de Bertrand Russell” (Martin Gardner). “L a más grande figura literaria desde Edgar Poe” (Theodore Dreiser). “Leer a Charles Fort es cabalgar un cometa” (Maynard Shipley). “En esta obra se hallan los gérmenes de por lo menos seis ciencias nuevas” (John W. Campbell). “Una de las monstruosidades de la literatura” (Edmond Pearson). “Una ‘Rama dorada’ para delirantes” (John T. Winterich)… Y es que Fort, industrioso como pocos, entró con todo en química, en sociología, en psicología, en magnetismo, en astronomía y otras tantas ciencias y artes más; fue abarcante. Y no fue el suyo nada más un colosal esfuerzo enciclopédico (fórmulas, principios, leyes, etc.) sino que idénticamente lo fue, titánico en cuanto a información (que supo ser “formal” a su estilo). Documentó fenómenos raros ocurridos en distintos países y diferentes épocas, y que son de lo más variopinto, como: Inscripciones “sobre” de meteoritos. E xtrañas desapariciones. Nieve negra. Bolas de fuego. Lunas azules. Soles verdes. Lluvias de ranas, de lodo, de carne, de azufre. Ruedas luminosas en el mar. Aguaceros de sangre. Cataclismos inexplicables… Es decir, él nos habló con toda naturalidad de prácticamente lo “real maravilloso”, de aquellos hechos que pertenecen a ese gran dominio de lo desconocido (rara avis in terris) o, en su defecto, de ese constante suceder que conturba –todavía hoy—el espíritu de toda esa civilizada gente cuando se lo topa de frente, esa que “cree” tener la certeza de saberlo todo (y más con “nuestra” internet); nada nuevo. Aunque, desde luego que para Fort (y otros más, como sabemos) no era ningún extraño enigma a descifrar, lo “misteriosa” que se comportaba la ciencia, cuando no consideraba dentro de su temática los hechos enigmáticos, extraños, misteriosos…, eso era hacer trampa, decía. Los “condenados” fueron para él, sí, bajo tal práctica, los hechos insólitos, los hechos “fantásticos” que sencillamente eran echados a un lado por la todopoderosa Ciencia de hace un siglo, desairados sin más, o también los que eran no muy seriamente estudiados, o desvirtuados en su análisis o, los que con una tremenda simpleza, por no decir torpeza, fueron “examinados”. Partía en su tesis por considerar que todo ese conocimiento científico al que aludía no era objetivo (al no tomar en cuenta al nunca bien ponderado azar, diríamos), proponiéndonos entonces en su trabajo, un “cierto número de experiencias en materia de estructura del conocimiento”. En su idea central sobresale el que no se rechace ningún hecho, con motivo de que contrariarían los razonamientos establecidos. Y ésta es una clase de contrarespuesta a una lección (dolorosa, sí, sin dudad, pero…) corroboradamente, obligadamente aprendida, acerca de que la cosa tenía que ser únicamente así: la experiencia versus el azar. Y es por esto precisamente que Fort, diríamos, contraatacó. Porque, efectivamente, sabemos que la experiencia científica, buena o mala, verdadera o falsa, permanece; pero, y ¿del conocimiento del azar, qué hay? Nada. Y por supuesto que Fort, que no era ningún fantasioso, estaba viendo más allá, y veía la superestructura, atestiguaba que había una mentalidad maliciosa endémicamente inserta en la academia de su tiempo y la cuestionaba: “En la topografía de la inteligencia –aseveraba—el conocimiento podría definirse como ignorancia envuelta en risas”. Es evidente que resultaba mucho muy cómodo no tomar a consideración el azar, que tratar de comprender los mecanismos como entra en función, o en otras palabras, debemos decir que esa ciencia se sustrajo a una tarea que le correspondía igualmente trabajar. Era, académicamente pues, muy “fácil” mantener el estudio del azar alejado de la “ciencia” en dicha época. Aun así, Fort a llegó a atisbar una ciencia futura con un espíritu no crédulo… Y bueno, ahora, tras esta muy pequeña introducción, pasemos a considerar brevemente parte de su pensamiento con algunos extractos al azar (para no decir escogidos, que podría venir a ser lo mismo en un momento dado) de la mencionada obra.

“Por condenados entiendo los excluidos. Pero también considero excluidos a todos aquellos que un día excluirán a su vez. En efecto, el estado que común y absurdamente se denomina existencia es un ritmo, de infierno y de paraíso. Los condenados no seguirán siendo tales, pues la salvación precede a la perdición y nuestros malditos harapientos serán un día ángeles melosos que mucho más tarde aún volverán a partir del mismo lugar donde habían venido.
“Pienso que nada puede intentar ser, sin tratar de excluir algo, y que lo que se llama comúnmente “ser” es una diferencial entre lo que se ha incluido y lo que se ha excluido.
“Estimo también que no hay diferencias positivas. Que todas las cosas son como el insecto y el ratón en medio de su queso. Insecto y ratón. Nada más diferente que estos dos seres. Permanecen allí una semana o un mes y después no son más que transmutaciones del queso. Creo que todos nosotros somos insectos y ratones y sólo diferentes expresiones de un gran queso universal.
“O también que el rojo no es positivamente distinto del amarillo, sino otro grado de esa vibración de la cual el mismo amarillo es un grado; que el rojo y el amarillo son contiguos o que se funden en el naranja. De modo que si la Ciencia debiera de clasificar, sobre la base de lo rojo o lo amarillo, los fenómenos que incluyen a todas las cosas rojas por verdaderas y excluyen a todas las cosas amarillas por ilusorias, la demarcación sería falsa y arbitraria, pues los objetos naranja constituyen una continuidad y se hallarían a ambos lados de la frontera propuesta.
“Surgiría entonces que nunca se ha concebido una base más razonable de clasificación, inclusión o exclusión, que el rojo o el amarillo. Al recurrir a diferentes bases, la Ciencia ha incluido o excluido innumerables datos. Por lo tanto, si lo rojo y el elemento amarillo, si toda base de admisión y toda base de exclusión son contiguas, la Ciencia debería haber incluido hechos que prolongaran a los mismos que aceptaba. En el rojo y el amarillo, que se funden en el naranja, quisiera tipificar todos los tests, todos los modelos, todos los medios de formarse una opinión.
“Toda opinión posible sobre cualquier cosa es una ilusión basada en el sofisma de las diferencias positivas. La búsqueda de todo entendimiento tiene por objeto un hecho, una base, una generalización, una ley, una fórmula, una premisa mayor positiva; pero nunca se ha hecho otra cosa que deducir evidencias. Tal fue la búsqueda que no dio resultados. Y sin embargo la Ciencia ha actuado, reinado, ordenado y condenado como si esa búsqueda hubiese obtenido algún resultado.
“Si no existen diferencias positivas, nada puede definirse como positivamente distinto de nada. ¿Qué es una casa? Una granja es una casa cuando se vive en ella. Pero si el hecho de habitar en ella es más la esencia de una casa que el estilo arquitectónico, entonces un nido de pájaro es una casa. La ocupación humana no constituye el modelo de juicio, pues los perros tienen su casa, ni la materia, porque los esquimales tienen casas de nieve. Y dos cosas tan positivamente distintas como la Casa Blanca de Washington y la conchilla de un cangrejo eremita resultan ser contiguas. Nadie ha podido definir jamás la electricidad pues nada es si se la distingue positivamente del calor o el magnetismo. Los metafísicos, los teólogos y los biólogos trataron de definir la vida. Han fracasado porque en el sentido positivo no hay nada que definir: no existe un solo fenómeno de vida que no se manifieste, en cualquier grado, en la química, el magnetismo o los desplazamientos astronómicos.
“La diferencia entre tierra y mar no es positiva. En toda agua hay algo de tierra, en toda tierra hay agua. De modo que todas las apariencias son falaces, pues forman parte de un mismo espectro. La pata de una mesa nada tiene de positivo, sólo es la proyección de alguna cosa. Y ninguno de nosotros es una persona, porque físicamente nosotros somos contiguos de los que nos rodea, porque psíquicamente sólo nos llega la expresión de nuestras relaciones con lo que nos rodea.
“Mi posición es la siguiente: todas las cosas que parecen tener una identidad individual son sólo islas, proyecciones de un continente submarino y carecen de contornos reales. Pero muchas de ellas son únicamente proyecciones y tienden a liberarse de esa atracción que les niega su propia identidad. Todo lo que se intenta considerar real o positivo, sistema absoluto, gobierno, organización, uno mismo, alma, inmortalidad, sólo puede llegar a serlo rodeándose de una frontera, condenando y excluyendo, huyendo de todas las demás “cosas”. Sin ello, no puede gozar de una apariencia de existencia. Pero si actúa así, actuará falsa, arbitraria, fútil y desastrosamente, como si se intentara trazar un círculo en el mar, incluyendo ciertas olas y declarando positivamente distintas a todas las demás contiguas de las primeras, o situando su vida en la diferencia positiva de los hechos aceptados y los hechos condenados.
“Vivimos una seudoexistencia y todas sus apariencias participan de su irrealidad esencial. Pero ciertas apariencias se aproximan más que otras al estado positivo. Considero que todas las “cosas” ocupan gradaciones, etapas seriales entre la positividad y la negatividad, entre la realidad y la irrealidad. Ciertas apariencias son más constantes, justas, hermosas, armoniosas, individuales y estables que otras.
“No soy realista ni tampoco idealista. Soy intermediarista. Nada es real, pero nada tampoco es irreal y todos los fenómenos son aproximaciones de una parte u otra entre la realidad y la irrealidad. Por consiguiente, toda nuestra casi-existencia es un estado intermedio entre lo real y lo irreal. Pero en esta suma prematura, la Realidad es un aspecto del estado positivo.
“Por realidad designo lo que no se confunde con algo de otra cosa, lo que no es parcialmente otra cosa, lo que no es una reacción a alguna cosa o una imitación de alguna cosa. Un héroe real no sería parcialmente cobarde, o sus acciones y motivos no se confundirían con la cobardía.
“Aunque lo local puede universalizarse, no es concebible que lo universal pueda ser localizado, pero aproximaciones de un orden elevado pueden transferirse de la intermediaridad a la realidad, así como, en un sentido relativo, el mundo industrial se produce mediante una transferencia fuera de lo irreal (o fuera de la imaginación de apariencia irreal de los inventores) de máquinas que, una vez instaladas en las fábricas parecen tener más realidad que la que poseían en el nivel de la imaginación. Si todo progreso tiende a la estabilidad, la organización, la armonía, la consistencia o la positividad, todo progreso es una tentativa de terminar lo real. En términos de metafísica general, estimo pues que lo que comúnmente se llama “existencia” y que yo denomino intermediaridad, es una casi existencia ni real ni irreal, pero expresión de una tentativa que apunta a lo real, o a la penetración de una existencia real.
“Supongo que uno de mis grandes deseos e demostrar que en la casi existencia todo es absurdo –o intermediario entre lo absurdo absoluto y lo verosímil final--, que todo lo nuevo es aparentemente absurdo, que poco después se convierte en el orden establecido, el absurdo disfrazado. Y que finalmente, después de un tiempo, vuelve a ser absurdo. Todo proceso marcha de lo escandaloso a lo académico o a lo consagrado y luego vuelve a lo escandaloso aunque modificado por una tendencia a aproximarse cada vez más a lo inverosímil. A veces me falta la inspiración, pero creo que en la actualidad nos hemos habituado a la unidad de la totalidad y que los métodos de la Ciencia para mantener el dominio de su sistema son tan insoportables como los intentos de los condenados para volver a introducirse.
“Considero que aunque la Ciencia se ha concebido generalmente en su especificidad, aunque resulta ser en sus propios términos locales una excavación de viejos huesos de insectos o magmas repugnantes, expresa efectivamente el espíritu que anima a la intermediaridad. Si la Ciencia pudiera excluir todos los datos, salvo los míos propios, asimilables a la actual casi organización, ella sería un verdadero sistema dotado de contornos positivamente definidos. Sería real.
“Pero sólo parece acercarse a la consistencia, a la solvencia, al sistema, a la positividad y a la realidad, condenando lo irreconciliable o lo inasimilable.

“Todo estaría bien.
Todo sería admirable.
Si los condenados quisieran seguir siendo condenados.”
Y bueno, tras estos extractos de una obra de hace noventa años, sería bueno constatar el estado actual de cosas en la ciencia y poder entender quizás un poco más hoy a esos “incomprendidos” personajes en la ciencia; es decir, comprendemos que no es que no se les haya entendido científicamente, en cuanto a su propuesta, sino que supinamente fueran ignorados, desechados sus aportes, porque aquella “ciencia” de una manera acientífica no les quiso aceptar esa su posición científica, considerados de transgresores de unos principios científicos en cuestionamiento; sea tal vez, por querer poner un “orden” en el “desorden” científico establecido. Finalmente, de Libro de los condenados Fort mismo dijo: “Lo lamentable de esta obra es que me convertirá en un cínico.” Y advirtió a sus lectores: “Este libro es una ficción, como Los viajes de Gulliver, El origen de las especies y también la Biblia.” Y hasta aquí dejamos las citas textuales de Fort. Decíamos que si ya Khun (y otros también) habían puesto el dedo en la llaga, con Fort por ejemplo (hay otros), se dejaban las venas abiertas de muchos de los “temas tabú” científicos, establecíase así un código rojo, una alarma general, y se empezaba a diseccionar un cadáver, el de la “Razón” positiva. Aunque por otra parte, podemos vislumbrar en nuestros días, respecto a esa “reglas” que refería Khun seguía la ciencia, que afortunadamente para todos han ido paulatinamente cambiando; son ya otras las miras ahora. Sólo que, cabría destacar que ha sido en el terreno “filosófico científico” donde primero se fue dando un avance intensivo y extensivo, con una mayor libertad. Verbigracia; ya en Crítica de la razón pura Kant sortea “antes” al azar con esta antinomia, por ejemplo: el mundo tiene un principio en el tiempo y es limitado en el espacio; el mundo no tiene principio en el tiempo y es infinito en el espacio. Ahora que, siendo justos, que cuente igualmente aquí no sólo un progreso científico sobre el papel que se da, diríamos para ejemplificar con alguna disciplina, sea desde el momento en que el físico danés Niels Bohr logró superar la influencia del positivismo resolviendo alguno puntos en la inaugural mecánica cuántica, hasta llegar al abierto universo del teórico mundo cuántico actual, que es como una tirada de dados o el lanzamiento de una moneda, pues aunque el resultado es aleatorio es el mismo; es el azar. (Y aquí toda la experiencia científica da un vuelco porque, por ejemplo, detrás de la máscara de un juego –juego para nosotros--, detrás del truco, detrás de la broma comprobamos que está, simple y sencillamente funcionando de todas formas el azar: instrumentos materiales como las monedas o los dados funcionando solamente como el medio, enlace o conducto del mismo. ¿Es este un mundo paradójico? (el que quizá ya ha sido abordado por la ficción fantástica de alguna manera; aunque, tal vez, ésta sea superada por una realidad simplemente fantástica); ¿ es el mundo del ser y el del no ser al mismo tiempo?; como el vaso que puede estar medio lleno o medio vacío, y que no está ni medio lleno ni medio vacío; ¿el vacío puede estar lleno de sí mismo?: lo micro y lo macro son expresiones de una misma cosa. Vemos que es este un territorio de arenas movedizas del que huyen quienes prefieren pisar suelo aparentemente “más firme”. Pero, decíamos que cuente no sólo este progreso científico sobre el papel, sino que cuente igualmente el papel que ha tenido el desarrollo tecnológico aplicado. Un ejemplo de ello es la novísima tecnología inteligente utilizada en procesos generativos como en la nanociencia. En ésta, ya se puede llegar a “manipular”, lo más libremente posible, esos procesos que antaño eran más bien “dejados al azar”, o sea, por las anteriores generaciones de positivistas (obviamente otros, como los alquimistas, no funcionaron así), sí, decimos de las inverosímiles mutaciones (nuevas y también las por conocer, aparte de las ya conocidas) son --sí, hoy-- ya posibles. Eso mientras lleguemos (que ya llegamos)a la nanobiotecnología; pues acaso, ¿habrá límites? Actualmente parece dar respuesta con creces en este aspecto la biogenética (y su reciente tecnología también). La ciencia de hoy, vista en su extensión y por su variedad, por cantidad y por calidad, tiene contempladas no sólo en su seno, sino en su aplicación, implicaciones de mucho mayor alcance que antes, con todo lo que ello conlleva por que, por ejemplo, desde el punto de vista de la economía, da un efectivo ultimátum a numerosísimos empleos tradicionales (los más naturales, los más artesanales, sobre todo), por un lado, y por otro brinda una mayor oportunidad de colocación laboral, con nuevos quehaceres y generación de nuevos roles; serán las nuevas actividades económicas relacionadas con la tecnología. Pero, siempre hay un pero, desde la óptica redistributiva que acompañara a estas postmodernas ciencia y tecnología dentro del mundo global, sólo tendrían acceso real a las nueva oportunidades personas de “primer mundo” (en función de las necesidades de profesionalización de los consorcios trasnacionales, dentro de esa “internacionalización”), o bien, dentro de un enfoque regional actual (geoeconómicamente hablando) únicamente gente V.I.P. de algunos “países” por región: no tendrían, pues, cabida real no sólo los no tecnologizados, ni tan siquiera los neodependientes en la materia. Aunque todo está dispuesto en nuestros días de tal modo que pareciera que no necesitamos brújula alguna para llegar a buen puerto. ¿Qué o quiénes nos llevan, y hasta dónde? O, ¿es el azar? Y, ahora –luego de esta necesaria disgresión, desde mi muy particular punto de vista,--, podremos decir que hoy la ciencia está conectándonos ya no más en términos estrictamente humanos, sino que está llevándonos raudamente a un mundo posthumano, culturalmente desconocido, y por tanto sin tener ninguna referencia acerca de él: lo cual implicaría tener que efectuar todo un reaprendizaje de vida. (Abramos igualmente aquí un paréntesis para preguntarnos: A partir de una clonación de seres humanos –si ello en verdad, nada más con la ciencia práctica fuese posible--, ¿dejaríamos de ser mamíferos?, ¿dejamos la animalidad humana? y, ¿tendrían acaso “razón” alguna los señalamientos morales, los cargos jurídico-legales, etc., para el clon también?... Y muchas más son las preguntas, como esta otra, ¿el árbol para nuestro conocimiento, el ADN es, aunque no se quiera, un árbol del bien y del mal?... Cerramos el paréntesis. Y lo anterior, como argüíamos , mientras una buena parte de la humanidad no cuenta todavía con internet, medicina, seguridad, justicia…, la lista es larga. Mas diremos que, ya para concluir con el Tema y dar lugar al Nudo, a muy grandes rasgos nos hemos dado licencia nosotros mismos para colocar de entrada, como presentación de nuestro Tema esta sucinta retrovisión cultural alrededor del acontecer de la ciencia –o sea, trátase de algo “menor”, lo que es un decir, que hablar de la auténtica revolución científica y tecnológica que está generando “nuestro tiempo”-- con la finalidad central de intentar obtener de tal visión un muy breve panorama, más o menos aceptable (decíamos cultural y humano, aunque suene a pleonasmo) de lo que azarosamente está ocurriéndole, muy ampliamente en el mundo, es decir, también en torno a, en derredor de la gente, y que por lo tanto les incumbe igualmente aun sin las personas saberlo a ciencia cierta. Ahora, demos pie al siguiente bloque cuestionándonos lo siguiente:¿ Y esas azarosas repercusiones que producen los “azares controlados” por la ciencia en el mundo contemporáneo en todos esos entes que así mismo tienen cada uno conciencia individual, qué? Y es que si las mutaciones con la ciencia, que son vivificaciones de la materia se dan, habría que preguntarnos también, conectados con el azar, ¿cuáles son las del espíritu?. Vale decir, siendo justos, equilibrados, también han de contar las mutaciones del idealismo, las de la fé, etc., --que no decimos espiritismo, brujería, etc., y mucho menos fanatismo, superchería, charlatanería, ignorancia, etc.— así como algunas otras “mini creencias” humanas más (solidaridad, lealtad, etc.), las que seguramente son “irracionales” en algunos modelos (individualistas a ultranza) asumidos hoy día –económicos, sociales, políticos, culturales, hasta medioambientales y ecológicos gubernamentales, etc.--. Tan es así que, por ejemplo, ¿quién prestaría en nuestros días algo de su tiempo para los otros, de bona fide, sin verlo como una lección de superación personal; algunos ni siquiera lo brindan a sus propios hijos. A sí las cosas, ¿se “debería” o no de prestar voluntariamente nuestro tiempo a los demás? Luego entonces, si la respuesta es sí, ¿hemos de cambiar, de mutar integralmente como individuos socializados para verdaderamente ser mejores?, o acaso, ¿lo pertinente es seguir dejando todo, como pensábamos antes (o, ¿seguimos pensando?), “al azar”.


-- NUDO --

Y bien, ¿es o no una problemática el azar? (claro está que desde la óptica de un practicante del zen y otras posiciones más bien filosóficas “afines”, y quizá también los “anarquistas de las ideas”, por supuesto que no la habrá, por otro lado diremos que, para los fines de esta nudosa parte que emprendemos, no podemos centrarnos en sólo el desarrollo de una posición así como tampoco ocuparnos de todas por razones de espacio). Por principio de cuentas hay que decir acerca de esta problemática, la cual va a ser vista muy en lo general, resaltando sólo algunas cosas, que es tanto un reto lógico como lo que quepa de su contraparte “ilógica” y algo más al seleccionar al azar. Así pues, partamos considerando que habrá algo de él (del azar) que no será posible “controlar” de manera científica, es decir, aquella parte que se ubica completamente fuera de un universo físico, la que se manifiesta en el mundo etéreo de la energía pura, podemos ejemplificarlo con: llegar a perder lo que más amamos. Y en este orden de ideas es, al parecer, Oriente quien le lleva “ventaja” a Occidente. Ahora, para nosotros, el azar ¿simplemente Es? Acaso, ¿únicamente son golpes de fortuna e/o infortunio? (porque ciertamente ”afecta”; valga considerar que así como nada hay que sea total y absolutamente bueno ni malo, entonces que por lo mismo el azar afecta no obstante nuestras vidas, es decir, ya para nuestro “bien” o ya para nuestro “mal” en un momento dado) ya escudriñaremos. Pero antes, no se piense tampoco, por supuesto, que se trate ahora en este bloque de un ajuste de cuentas al desempeño científico teórico, no práctico, en este terreno hasta ahora poco pisado (y más bien pisoteado) tanto como tampoco se trata de “aceptar” (ora sí que nada más por aceptar), por ejemplo, a la magia, o a la parasicología, o a la clarividencia, o a la levitación y demás, pero no de aceptar que dos y dos son cuatro, por caso. Sin embargo, es de pensarse que no sean los números el único camino para acceder al conocimiento de ciertos fenómenos. Aun así que conste, desde luego, que no estamos afirmando que pueda prescindirse de ser “interpretados” los azares (si no enteramente, cuando menos parcialmente) numéricamente. Tan sólo quisimos dejar asentado que variadas son las vías para “conocer” acerca de esos “otros” hechos; y, en otras palabras, decir que no existe nada más una lógica (la del “pensamiento”) para acercarnos. “Otra” ruta se vislumbra cuando, por ejemplo, en el quehacer profesional –le nombre cada quien como le nombre— se habla de: “premoniciones”, “intuición”, “musas”, etc., para el caso pudiera muy bien ser un artista; o, de un “hallazgo”, un “descubrimiento”, etc., acá muy posiblemente sea un científico; o, de “corazonadas” efectivas, más allá del amor, cualquier persona… Decimos que es, el hecho “no natural” --en nuestro intento por hacernos entender—causado por el “accidente” laboral, o por aquella cosa que llamamos “iluminación”, que hace cambiar de súbito nuestra percepción de las cosas; puesto que se “abre un mundo”. Se presenta, pues, un camino “distinto” (y no) o como dice Borges, “es la senda futura y recorrida”, no ajeno sino próximo; ahora, el que este camino sea, por ejemplo, “preciso” y/o “nuevo”, está más bien en relación a una valoración lógica; una que funciona igual cuando decimos, “venturosamente”, no obstante, el camino se abrió. Pero es en ese instante, cuando algo que no estaba dentro del(os) plan(es) “entra” (o sea, el azar) para conformar el “algo diferente y no “; una palabra puede ser, alguna pieza tal vez, quizá cualquier ordinaria cosa, pero que resulta de suma importancia para una obra, o en alguna realización (funciona como un Deux ex machina --cuando un medio maravilloso o sobrenatural resuelve algún enredo dentro de un drama--, es decir, en tanto a la tarea; pero, y ¿para el operario qué representa?). Y bueno, ¿qué pasó? Vamos a verlo de este modo, por decir, ¿actúa el azar cual si fuese un insondable “agujero negro” terrestremente (y/o no terrestre es esa especie que “absorbe” todas las situaciones que necesita?), ¿se “materializa” así? (tal vez sea ¿materia negra?); o, trataríamos de explicárnoslo como --pudiera ser así--, ¿un gran “cordón umbilical” invisible que une todo lo que está por venir o que ya pasó con lo que se está gestando simplemente para dar “sustancia” a una “existencia”?, opera cual una historia instantánea, y ¿la llegada de esa imprevista mentalidad traza una huella (cual si características dactilares tuviese) pero en el cerebro, dándose lugar, de tal “suerte”, el alumbramiento de ese “algo” (no importa si pequeño o grande, feo o bonito, etc.); finalmente energía y materia que dan forma a la creatura? Y, como lo podemos comprobar, estos ya son otros términos (occidentalizados sí, pero otros, otra la dimensión). Examinemos lo siguiente: Esto de saber cómo funciona el azar, la ciencia-ficción, por ejemplo, lo aborda, intenta descubrirlo a su manera, enuncia hechos, se “anticipa” a los fenómenos, etc., pero sólo parece orbitar en una definición que no tiene eco en “nuestras” definiciones corrientes y que, por lo tanto, cualquier intento de definición parece ser acertada. Pero, ¿en qué momento la ficción deja de ser tal y se convierte en realidad?, o bien, ¿en cuál, la realidad deja de serlo y se vuelve ficción? Por otra parte, nos dice Eco: “Las expresiones lingüísticas no interpretan el hecho y tampoco lo explican: lo “muestran”, indican, reproducen reflexivamente sus conexiones. Una proposición reproduce la realidad como una particular proyección suya, pero nada puede decirse acerca del acuerdo entre los dos planos: éste puede sólo mostrarse. Tampoco, aun concordando con la realidad, puede comunicarse la proposición, porque en este caso no tendríamos ya una afirmación verificable acerca de la naturaleza de las cosas, sino acerca del comportamiento de quien ha hecho la afirmación (a fin de cuentas, “hoy llueve” no puede comunicarse como “hoy llueve”, sino como “X ha dicho que hoy llueve”)”. De modo que son palabras éstas “distantes” a las vistas en nuestro primer bloque (el Tema), puesto que se trata ahora de hablar desde el ángulo ya no de la materia sino de la energía. De tal suerte, habrá que “excavar” de nuestra parte cerebro y mente (en lo físico y en lo etéreo, pues) para tratar de encontrar el “eslabón perdido”, justamente entre la materia y la energía, o podemos decir, entre la razón y el espíritu. Inquirirse sobre, ¿cuándo se extravió?, ¿cómo se perdió? y ¿por qué? Egipcios, chinos, incas, griegos, mayas…, las grandes civilizaciones de la antigüedad no tuvieron tal dilema. Comenzó todo con ¿la “tiranía” de las creencias?... bueno, dejemos a Oriente un tanto aparte, como decíamos al inicio de este segundo bloque… Un eslabón, mencionamos, que desde luego es prioritario reencontrar --hay que buscarlo ya--. (En algunos estudios de carácter histórico se le ha ido dando lugar a la oralidad con leyendas, mitos, también a rarezas en las tradiciones, a costumbres inusuales en la vida de los seres humanos, es decir, se han ido recuperando como alguna vez se comenzó con los jeroglíficos, esa parte del patrimonio histórico y cultural intangible de los pueblos, ya se toma en cuenta todo eso, se les da un lugar, su lugar en el concierto de la vida humana, pero hacen falta todavía más cosas a considerarse científicamente; realizar pues una nueva lectura de esas cosas. Hace medio siglo ya, en 1959, Umberto Eco publicó un ensayo titulado Zen y Occidente, en donde entre otras apreciaciones sobre lo indeterminado, decía: “La discontinuidad es, en las ciencias como en las relaciones corrientes, la categoría de nuestro tiempo: la cultura occidental moderna ha destruido definitivamente los conceptos clásicos de continuidad, de ley universal, de relación causal, de previsibilidad de los fenómenos; en resumidas cuentas, ha renunciado a elaborar fórmulas generales que pretendan definir el complejo del mundo en términos simples y definitivos. En el lenguaje contemporáneo han hecho aparición nuevas categorías: ambigüedad, inseguridad, posibilidad, probabilidad.” Tan claro como el agua. Hay hoy, toda una cosmovisión (o, mejor decir, ¿caosvisión?) del azar que impregna muchas áreas del conocimiento científico, no por suerte sino por convicción, por voluntad, en algunos científicos. Y si el azar anda, acompaña, está presente desde las cosas pedestres que suceden todos los días hasta las más complejas situaciones, es requisito estudiarlo. Y nosotros al azar por excelencia le conocemos sencillamente como “destino” (individual o colectivo). Se presume que es, el destino de cada uno de nosotros, tal como sería un libro abierto con sus hojas en blanco y agrguemos lo que dice Borges en El libro de arena acerca de las páginas: “ninguna es la primera, ninguna la última”, diríamos, in aeternum. Aun así, ¿quién de nosotros decidir libremente su destino? Sabemos, sí, que todos podemos decidir libremente sobre nuestros actos --al menos cuando lo hacemos conscientemente--, o sea, que esto no es lo mismo. Pero, ¿regir enteramente nuestro destino?... Esta imprevisibilidad la han conocido desde tiempo remoto montones de anónimos seres humanos, por supuesto, hasta los casos conocidos por todos nosotros --y más si hubo inquisidores de por medio--, tales como: Copérnico y Galileo, o las “brujas” de Salem, o Günter Grass y Salman Rushdie, etcétera. Ahora bien, llegados e este cardinal punto, abramos un pequeño paréntesis para anotar a continuación que, prácticamente así arrancamos, es decir, desde la introducción, azarosamente --¿lo recuerdan?--, hasta este punto azar o ¿destino? y, sin ser esto dramaturgia tenemos nuestro Tema, un Nudo e iremos por un Desenlace también, siguiendo este camino del azar “controlado”. Dice así una antiquísima máxima esotérica: “Nosotros creamos nuestra propia realidad”. Algo más maravilloso y sobrenatural que esto no creo que haya. En los dramas clásicos --esto lo sabían muy bien los griegos--, al dar vida a sus creaturas concedían suma importancia en sus representaciones a la anagnórisis, porque un destino –que es todos los destinos—estaba en juego. No se trataba pues, de recetas de superación personal para gente muy ocupada ni desocupada. Diremos también que la preocupación en este segundo bloque (el Nudo) no es escribir sobre algún tema religioso, que si bien orando, rezando, meditando, se practica la elevación espiritual, no obstante sabemos de la existencia de otros vehículos para ello ..y en algunos casos desconcertantes sobremanera—para obtener conocimiento incluso más allá de lo espiritual, por decirlo burdamente, y de los cuales valdría la pena hablar, antes que del torcido mundillo de los fanático doctrinarios, por ejemplo, los de los dogmas de fés y lo de los dogmas cientificistas, sean pues aquellos que siguen más que rigurosamente –según que “al pie de la letra”—las pautas trazadas, verbigracia, de un lado las del creacionismo y del otro lado las del evolucionismo (por ejemplo, los arrebatados “fans” de un supuesto darwinismo al que mal “recrean” y más bien estereotipan), respectivamente. Sin darse estos fanáticos del pensar cerrado, protagonistas de una supina ignorancia, la oportunidad de escudriñar tanto los pensamientos de uno como de los otros, ya de apreciar juiciosamente obras –sin satanizar—como, por citar, Ciencia y Fé de Theillard de Chardin, cuando menos. Así pues, la idea central nuestra aquí seguirá siendo no caer en los clásicos extremos (ultracientificistamente, para el primer bloque; o, ultrarreligiosamente en el segundo), dado que así se desecha de antemano toda posición que no se ala propia. Y bien, terminando con este breve apunte de repaso, “a su debido tiempo” (?), pasemos ahora a ver algunos otros vehículos de conocimiento, como decíamos. Antes comencemos con la siguiente frase recortada que la recojo de una amplia cita que he visto y que me parece apropiada para este nuestro propósito, dice el alquimista Roger Bacon (y que de derecho pertenece a su Opus tertium): “Yo no debo ir contra la voluntad de Dios ni contra el interés de la ciencia…”. Anotaríamos nosotros, Dios o como cada quien prefiera llamarle, y también que así más o menos lo han visto figuras de enorme peso intelectual, tan disímbolas como semejantes, verbigracia: Albert Einstein, quien conjeturó “irracionalmente” acerca de una divinidad primigenia; o Mario Roso de Luna, un ecléctico científico español, autor entre otras obras de La Biblioteca de las Maravillas, quien dijo: “La ciencia por sí sola es estéril si no la alimenta el sentimiento trascendental de que hay algo por encima de nuestros pobres conocimientos y nuestro mísero mundo”. Para este hombre todos los contrarios no son más que ideas relativas integradas por una Unidad Suprema y la única ley efectiva que perdura a través del tiempo y el espacio, es la Ley del Amor, en su sentido más amplio…; o, el mismo Charles Fort, que no era ningún idealista como comentábamos, decía que “todo está en todo”, y apuntaba: “Todo lo que nos rodea es una parte de algo que a su vez es parte de otra cosa: en este mundo nada es hermoso, sólo las apariencias son intermediarias entre la belleza y la fealdad. Sólo la universalidad es completa; sólo lo completo es hermoso”. Su posición cimera fue, pues, la unidad de todas las cosas. Efectivamente, para él la estructura de nuestra inteligencia de algún modo mística, es despertada en presencia de la Totalidad; y así con otros, pero para no llevarnos el espacio total en más citas, mejor por el momento lo dejamos aquí en etcétera. Pero ya que hemos tocado la puerta de la literatura alquímica con Bacon (alquimia, es una palabra que nos viene del árabe, pero de raíz griega; su significado exacto se pierde a través del tiempo), diremos que esta es una particular forma de escritura cuando es literaria porque es hermética (que sirve para el arte oculto y lo que ello conlleva), no apta para bárbaros (aunque gente como el químico Fourcroy, no obstante la han desdeñado: “La alquimia ha ocupado a muchos locos, ha arruinado a una multitud de codiciosos e insensatos y embaucado a otra multitud aún más grande de crédulos.”). Y esta literatura nos presenta curiosamente también casos de azar “controlado” (entre materia y energía es lo común, pero en la “escritura” misma, sobre el tema, es algo más que singular), como en uno de 1677, el Mutus Liber (Libro Mudo) atribuido a La Rochelle. Se trata de una obra visual que “habla”, que dice con ilustraciones (como los pictogramas aztecas nos narran historias; entre otros pueblos), más que al que está iniciándose a los verdaderos iniciados en este arte de Hermes (la inspiración suprahumana), acerca de su quehacer esotérico. Compuesto únicamente de imágenes simbólicas, mismas que servían en otras publicaciones de la época de “puente” (incluyendo, pues, no sólo a las de carácter esotérico estrictamente) para una mejor comprensión de los textos, y claro está que algunos grabados tenían un elevado valor agregado, artístico. Es decir, no hablamos de un ejemplar completamente visual cualquiera –como los que en nuestros días abundan--, uno más de tantos, sino que teóricamente exponiéndose en él están las distintas fases de la Gran Obra (no sólo alquímica, se entiende) explícita, o mejor dicho, implícitamente en sus quince planchas de que se constituye (quince ¿”faces”?) sin contener palabra alguna. Este libro es conseguible en idioma español como La Alquimia y su Libro Mudo, por Luis Cárcamo editor, Madrid (traducido de Libro Mudo, en francés). Trae explicaciones, y aunque no fue tirado éste en vitela se dice una copia integral –en cuanto al contenido pues-- del original. Y asimismo se comenta que sin los errores en las imágenes de otras ediciones; que en éste sí vienen tales imágenes como fueron desde un principio destinadas, digamos que en el “ordenado desorden” en que fueron dispuestas, en una suerte de mascarada editorial (si de azares “controlados” hablamos), o dejémoslo nada más en la manera en como fueron impresos por primera vez (“provocativamente” de forma azarosa); que del caos ha de nacer el cosmos, el orden, en el “inevitable” ciclo vital. Mas, existe igualmente otro caso, lo que podríamos denominar un “instrumento” para el azar, si de azares “controlados” hablamos, el Tarot (tarot de los bohemios o llamado también “libro de Thoth”). Dice Serge Hutin en La alquimia, Editorial Universitaria de Buenos Aires, acerca de él lo siguiente: “Dispuestas en un orden determinado, las veintidós láminas mayores ofrecen toda la cosmogonía hermética; el Caos, el Fuego creador, la división de la materia única y primordial en cuatro elementos, etcétera. Se vuelve a encontrar, del mismo modo, la teología solar, el conocimiento por iluminación (simbolizado por la “Papisa”), la simpatía y la antipatía, el dualismo sexual, el mal y la caída. En esas curiosas figuras, cuyo origen es sumamente misterioso, es posible encontrar las diferentes fases de la Gran Obra, si hemos de creer a algunos esoteristas.” Pero fuera de la materia alquímica tenemos un libro llamado el I Ching, el libro de las transformaciones (casi tan antiguo como las prácticas, aquí sí alquímicas, en China, calculadas en 4.500 años a.C.), es esa “forma” de azar que pareciera estar programado para reprogramarse a “sí mismo”, permítase la expresión, pues reprogramándose se programa al infinito (como la tecnología inteligente pretende hacer) en un continuo mediante formas arquetípicas preestablecidas que, al presentarse cambios (sociales, individuales, universales) en un momento determinado, puede ubicarse aleatoriamente su incidencia en varios aspectos a través de él. Este libro apareció en edición occidental (una más para Oriente) de una compendiosa versión, la de Richard Wilhelm (a manera de los grandes tratados occidentales sobre Oriente, con profundidad en su pensamiento filosófico) en el período de entreguerras. No sobra decir que la sabiduría desplegada en sus páginas ha deslumbrado las mentes más lúcidas en distintas áreas del conocimiento (con Jung a la cabeza) por su nivel, prácticamente sobrehumano, pleno de conciencia en torno al orden del universo y a la condición humana. De él, del “contenido transformador”, Jorge Luis Borges poetizaría aludiéndole como “libro del Tiempo” . He aquí al bardo con Para una versión del I Ching:

El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea la letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tejido la madeja.
No te arredres. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber una luz, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha.
Pero en las grietas está Dios que acecha.

El I Ching es un libro que será visto entonces --más allá de lo meramente “informático”--, como una entidad que cobra vida propia a cada lectura, en cada lector o consultante. Es visto, en otras palabras, como un contenedor mutante y supraconciente. Así, siendo por un lado el “libro” (el contenido) más antiguo de la historia universal y, a su vez, por otro el libro que lo dice todo, es equivalente a decir que va más allá de la “historia” al ir más allá en el tiempo. Pues bien, matemáticamente (por efecto combinatorio) hay en él sesenta y cuatro hexagramas (constituidos éstos por expresiones o, seis líneas horizontales enteras o partidas, composición, a su vez , de dos trigramas cada uno, ya colocados arriba o abajo para formarlos) que representan en determinada posición de “encuentro”, solución a situaciones singulares: en lo social histórico, las dos líneas inferiores (es lo material); en lo personal, las dos líneas intermedias (es lo humano); y, en el ciclo cósmico, las dos superiores (es la energía). Y la polaridad (el dos, el equilibrio) queda supeditada al movimiento, a la transformación. ¡Y todos los cambios en un solo bloque de información! ¡increíble! Arrojan pues los hexagramas un cálculo de 4.096 situaciones humanas posibles en total dentro de un contexto y un tiempo histórico determinado (a consultar). Es el hexagrama, visto así, un lenguaje simbólico matemático y su combinación una red informática compleja, al ser este libro en su conjunto un evaluador dinámico que puede internarse en el futuro incluso a partir de las leyes del tiempo y el devenir ahí “instauradas” y comunicadas de esta forma al consultante. Es el azar, y no, no hay indeterminación para una real solución; es su lenguaje, actuando en su propia lógica como para cuando “el rigor ha tejido la madeja”, como dice Borges. Hay, casi casi, leyes ¿fijas? Que estructuran respuestas a los acontecimientos, pues la base son patrones o arquetipos. Y, consultando el “libro del Tiempo”, aclaran cualquier situación “histórica”, en lo social, en lo individual y en lo espiritual. Es justamente en el Gran Tratado o el Tuan Chuan que Wilhem hace uso de un trabajo de exégisis, nos dice allí que antiguos sabios (hace más de cinco mil años, prácticamente la misma cifra que comentábamos para las prácticas alquímicas en el mismo territorio) “penetraron con su pensamiento el orden externo de las cosas hasta el fin, y la ley de su propia interioridad hasta el núcleo más profundo, arribando a la comprensión del destino”, todo esto para ofrecernos como regalo el I Ching, una ¿fuente?, un ¿medio?...; es decir que, éste así concebido, con unas leyes “inalterables” del porvenir queda situado, evidentemente, en lo que es su propio contexto, o sea, más allá del tiempo, pues poseedor es de nexos aparentemente universales o, en resumidas cuentas, se trata simple y sencillamente de una entidad supraconciente (que está viva). De esta manera podemos concluir con El libro de las mutaciones, que el destino es un movimiento sincrónico en el tiempo, que no es lineal y que por lo tanto enlace los efectos tanto del futuro como los del pasado, y relaciona esta conexión con los grandes ciclos del acontecer cósmico. Esta programado para poder “apropiarnos” del destino; en una palabra, ya modernamente hablando, estar en posesión de éste es estar conscientes del Gran Sentido, del Tao; estar conscientes de la armonía (la “auténtica”) y ser Uno con el Universo. Y bueno, hasta aquí “la eterna escritura indescifrable” (Borges dixit). Ahora pasemos, antes de caer por agotamiento tras pergeñar este Nudo azarosamente, directamente al Desenlace.

-- DESENLACE --

Todo el planteamiento anterior no nos conduce por fuerza, pese a que todavía algunos puedan suponer que sí, a considerar de todas maneras en sus carias vertientes, “lógicamente” de un lado a la ciencia y a la tecnología --esto dentro de la globalidad de nuestros días--, y de otro lado, (a no considerar) a esa dimensión desconocida de los hechos fortuitos y lógicamente inexplicables, a lo mudable, a lo irrepetible, etc., o sea, a no quererse sopesar una “lógica ilógica” también. Que las primeras (ciencia y tecnología) --son de quienes vamos primeramente a comentar en este Desenlace, ese primer bloque ya leído—hacen hoy posible que tengamos un uso “controlado” de un azar hasta hace poco tiempo impensables de llevarse a cabo; de poderse tridimensionar algo azaroso para nuestro beneficio. Así lo que mero azar era antes hoy deja de serlo, sin tal vez nosotros darnos cabalmente cuenta de ello, es decir, pensamos (creemos que pensamos) como un hecho incontrovertible, que todo ha sido dado sin azar de por medio, sin tomársele en cuenta para nada. Y aquí cabría rescatar, dentro del campo científico, aquella idea de Popper en torno a que la ciencia progresa si se proponen (aunque algunas parezcan verdaderas locuras) hipótesis y modelos provisionales a verificar, viendo en cuanto a si son ciertos o falsos, mediante argumentos contrastados, sí, pero además hay que considerar –siguiendo su idea—que el principio de4 inducción es incapaz por sí solo de demostrar la veracidad de una ley. Y cabría igualmente observar con atención lo dicho por el filósofo materialista Engels: “Entre la inducción y la deducción existe una relación tan necesariamente estrecha como la que existe entre la síntesis y el análisis. En vez de ensalzar hasta las nubes una a costa de la otra, es necesario darle su lugar a cada una; pero tal cosa se puede lograr únicamente en caso de que no se pierda de vista la relación que existe entre ambas, que se complementan recíprocamente”. Y desde este ángulo de visión además, no se podría ver entonces tan fácil, entre dos teorías científicas por ejemplo, cuál tendría olímpicamente “la razón”, más vale dejar a un lado esos pleitos “racionales” y mejor tratar de encontrar trabajando un punto de intersección (sean la teoría de la relatividad especial y la Mecatrónica o cualesquieras otras). Y lo podemos ver también un poco “más allá”, es decir, tampoco se trataría de cientifizar lo espiritual ni de espiritualizar lo científico, sino de encontrar un punto de unión entre ambos, más que lo contrario, y finalmente un destino común entre materia y energía. Mas, esta búsqueda de puntos intermedios no es aún una realidad “real” del todo en la ciencia de nuestros días –en todavía muchos aspectos ella sigue siendo ortodoxa-- , aunque ya hoy científicos que paso a paso empiezan a cambiar las pautas preestablecidas. No se trató de ver aquí sí en teoría se ha seguido erróneamente un camino, sino más bien de que calibráramos una metodología cualificadora extraña que se ha atribuido la academia para sancionar algunos hechos de nuestra realidad (insistimos sobre “los otros”, lo que fueron injustamente “enjuiciados”, más que con severidad de muy mala fé, y exhibidos como demasiado “imaginativos”, tildados de chiflados y puestos en la lista negra de los malditos, los marginados, los condenados en la academia, tal vez por adelantados a su época; todos ellos científicos de carne y hueso y de gran talento, finalmente).Porque eso de los “juicios sumarios” no ha sido ningún “espejismo”, algo irreal, todo lo contrario (que la ciencia de algún modo también ha sabido actuar puritana y conservadoramente), Ahora que, y no es una justificante, lo que sí sabemos de cierto es que no es tan fácil dar un brinco así inesperado (como los que da todo azar), y en teoría pasar rápidamente de lo previsible a lo imprevisible, de lo determinado a lo indeterminado, etc., en los estudios y de un día para otro. Pero sí es indispensable por una parte, que prevalezca esa nueva mística entre los científicos contemporáneos –esa que ve y va más allá de su nariz—pero que así mismo se privilegie no sólo lo político-económico sino idénticamente lo ético, y por otra parte, igualmente es efectivo comentar que sabemos muy bien que la ciencia debe dejarse de engañar y engañar a los demás, dejar de ser “cómplice” en muchos de los daños causados globalmente; y lo digo no sólo por la aplicación que se hace ya desde hace rato en productos comercializados que contaminan, etc., sino simple y sencillamente por la persistente incapacidad hasta el día de hoy, no para prevenir sino para resolver, para combatir casos y/o cosas como, para ejemplificar: el salvarnos de una catástrofe (ya no provocada, como los desastres tecnológicos que han contribuido en dar al traste al medio ambiente, con un cambio climático, con un ecocidio, sino a lo natural, veámoslo con que cada vez son más y más frecuentes e intensos los huracanes, muchas las inundaciones que traen aparejadas, igualmente hay que contar por cientos los damnificados, heridos y muertos…, y así también se puede hablar acerca de los sismos, los tsunamis, etc.) . Y todo por no concebirse, desde hace mucho tiempo (no haber querido hacerlo) el lenguaje del azar. Y si contamos con que éste es inevitable e ilimitado en su recurrencia, una cultura para la protección civil tiene que comenzar por la ciencia, que no se puede seguir viviendo por siempre haciendo la obra de caridad para los necesitados, para las víctimas siniestradas, porque además a la larga es más que seguro que la gente se acostumbre, se habitúe a verlo ajeno, como si nada, a cualquier desastre de los que ocurren a diario en algún punto del planeta. No obstante, decíamos, es algo bueno el que comiencen a darse cuenta, aunque lentamente los hacedores de las ciencias y de las técnicas, que por sí solas ellas no pueden responder a todo como se ha venido implementando las cosas. Y ello sin estar hablando en términos políticos sino estrictamente de análisis teórico. Son los límites auto impuestos (la camisa de fuerza) por la academia, los que han hecho que permee una intoxicación intelectual entre muchos de sus miembros, y al parecer, por querer racionalizar todo el estado de cosas universales de una sola y muy cuadrada manera. Y llegados a este punto en el terreno científico, sería un obligado, un necesario debe y haber, que ha de realizar la misma ciencia, en donde se requeriría tener muy presente ya no el “tiempo perdido” sino a las múltiples voces que en su momento fueron acalladas sin razón (que al ser de justicia histórica hacerlo es, lo mismo de aprendizaje moral e intelectual). Y muy probablemente el balance final nos arrojaría un resultado fatal, el de que la ciencia no ha evolucionado, en términos reales, favorablemente del todo y en su conjunto porque no lo ha hecho ni sabia ni sanamente con la lógica enteramente positivista. Y es más que factible que, los señalamientos para un viable cambio de rumbo, tras esta preocupante radiografía, digan que no se puede fallar así porque sí, precisamente en contra de ese conocimiento de lo llamado “irracional”. Y un apunte final en cuanto a lo que correspondería al comenta este primer bloque señalado (el Tema) antes de proseguir con lo tocante al segundo, sabemos que hace un buen rato ya –la historia de la ciencia moderna así nos lo confirma—que la razón ha podido ir por un lado y la espiritualidad por otro, habría entonces que pensar seriamente en dejar de una vez por todas esa guerra a muerte declarada entre ambas a estas fechas y buscar mejor los puntos en que se crucen, liberándose las ataduras. Y si no véase que existe un dato curioso que todos conocemos, y es el de que cada vez son más los científicos y técnicos que dan públicamente a conocer sus rasgos espirituales o creencias sin menoscabo o demérito a su labor o interés en la ciencia. Y bueno, de esta manera terminamos nuestros comentarios en lo que atañe a ese primer bloque (el Tema) en este Desenlace. Ahora nos preguntaremos refiriéndonos entonces al Nudo, ¿qué mayor libertad puede haber que la que tiene el azar? En efecto, dentro de nuestra lógica de las cosas el “azar” goza de una total y saludable libertad de movimiento, en tanto que el “no azar” está sujeto por la cientificidad a ser siempre verificado como tal. Aun cuando en el plano espacio-temporal (no hay noticia en contra) puede que no existan realmente el uno sin el otro; que no estén “realmente” separados, que estén interconectados, se pudiera decir así. Entonces, si la aparición del azar es impredecible, y esto lo sabe cualquier estadígrafo, quiere ello decir que solamente es un lenguaje indeterminado expresado o no expresado; pero lo que no se puede medir estadísticamente hablando, lo que la probabilística no nos dice (porque no lo puede saber en esta forma) es, si en una situación acaecida será oportuna o inoportuna su llegada (sea pues, en términos de oportunidad –“la conciencia del tiempo”-- esa su aparición) en un acontecimiento dado. Su presentación es, o creemos que es, directa; mas, al no haber causa-efecto aparente, ese acontecer situacional tuvo un origen indirecto en “realidad” y , sin embargo, incide en ocasiones definitivamente en “una existencia”. Así tenemos que, cuando se llega a perder a quien más se ama, decíamos anteriormente, tenemos que considerar en el planteamiento la bifurcación de caminos, considerar a un azar en tránsito, y entonces pudiesen ser varias las posibilidades a tener presentes: este perder es, ¿cuando se distancia o se aleja lo que más se ama? O, ¿Cuándo somos nosotros quienes nos alejamos? O, ¿Cuándo se llega a odiar lo que más se ama? O incluso, ¿Cuándo se llega a matar por (o lo) que más amamos?... Y así seguiríamos, lo que daría muy probablemente un largo etcétera. Nada sencillo de contabilizar (?), de intentar comprender al infinito. Y he aquí la verdadera problemática del azar (su casi verdadero rostro), representada aquí sólo para una situación determinada (además de no contar con que cada cabeza es un mundo; por lo que no hay de donde agarrarse tan “lógicamente”). Y Borges ha dicho, “la firme trama es de incesante hierro”. Así que, si entendemos por un lado que el ser humano no es una simple “maquinaria relojera” (puesto que tenemos emociones, sentimientos, además de lo cerebral), sino que en su defecto es, como construcción neurobiológica en todo caso, una “máquina” inteligente y mucho más compleja que una supercomputadora de lo más inteligente de cualquier generación hasta hoy; a no ser que estuviesen conectadas a nosotros, y no al revés; y, por otro lado, ya dijimos acerca de lo dicho por Einstein, que no creía que Dios estuviera jugando a los dados con el planeta, ¿cierto?, ¿lo recuerdan?, pues sí, porque si concibiéramos que el azar es un juego, lo tendríamos que considerar sin duda, como un albur muy, pero muy serio. Y si contamos con que el azar es inevitable e ilimitado como ya hemos visto de alguna manera, entonces siempre habrá: con el infortunio, por un lado, quebrantos y sinsabores; y con la fortuna, por otro lado, alegrías y felicidad. Y será en el modo de conducirse en la vida ante ello, donde está la solución. Y en esta azarosa inteligencia podemos decir cosas como ésta; que el ir empeorando como vamos, por ejemplo socialmente hablando, no significa necesariamente ir para atrás, que nunca será suficiente retroceso el empeoramiento, porque éste puede catapultarnos a un gran avance, puede más bien representar la presente situación entonces, una enorme oportunidad que se nos abre para cultivar en muchos de los terrenos no cultivados hasta hoy, como los seres humanos culturales que somos (que valga la redundancia), como homo sapiens- sapiens de a deveras, como la especie que pretendemos conformar, pues. Mas no se piense tampoco nada más en lo cultural, en lo mental, no se intente caer en incongruencia o contradicción, piénsese igual en lo material; por eso es nudo. Veamos un ejemplo de cómo actúa el destino; verbi gratia: los monjes tibetanos lo habían resuelto (lo material) a su manera (y por todos es conocida la forma) y les funcionó una eternidad hasta que el régimen comunista chino los orillaba a trabajar para contribuir en la producción material de la nación, y al negarse y posteriormente exiliarse en otro país, ahora han tenido que comercializarse como lo que actualmente “son” para subsistir, o sea, se han convertido en un producto de consumo más en el gran mercado occidental, con giras por “este mundo” para conferencias, audicionar en vivo ritualmente, ya para programas de televisión, etc. (y sin tener que entrar en política, se entiende por eso que China está, materialmente donde está hoy, y los monjes tibetanos materialmente donde están; y ambos se encuentran en mayor o menor medida, espiritualmente afectados). Y si bien el acto material primario (aunque no sucede sólo en nuestra especie) es económico (puesto que hay que comer, hay que procurarse el alimento), aun así este acto no llena en nuestros días todas nuestras expectativas de vida (de otro lado, por todas partes se bota comida con tal de que suba su precio, por ejemplo). ¿Qué hacer para que se dé un nuevo orden económico internacional que pudiese mover al planeta en otra dirección muy distinta a la actual (ya no más como una economía preocupada en la acumulación neta del capital nada más), que cambiase el modus vivendi, o más bien su modo de operar en toda la población mundial, en torno a una economía verdaderamente de bienestar y ya no más consumista? Al parecer es menester que ese orden no sólo se funde, sino que además se sustente tanto en una ciencia como en una técnica mutantes (como motor de ese cambio económico) y que ya no más la producción esté bajo el yugo tasante del mundo financiero. Los neofactores productivos de esta era “postmoderna” están creando nuevos agentes económicos sustentados en la ciencia y en la técnica precisamente. Y estas incipientes relaciones de producción tecnologizadas podrían conseguir un profundo giro en las relaciones económicas, cuando esas transformaciones igualmente de la ciencia y de la técnica (de darse de una buena manera, porque sabemos que, una investigación se está llevando a cabo sí y sólo sí, cuando ella es redituable en metálico, es decir, que se persiga un resultado final coherente con esa inversión del mercado que le dio impulso y a la que debe de regresar –amén de que sí obtienen todo el presupuesto del mundo para la investigación las disciplinas en boga--; estamos hablando pues, de una lenta aunque progresiva mercantilización, que va invadiendo poco a poco a la ciencia aplicada; esto es para bien, si sirve para el bien común justamente, y sin embargo, también puede ser para mal, si privilegia una mayor concentración económica en base al conocimiento científico y/o bien, a desarrollar fórmulas y prácticas científico-oligopólicas) que se ha ido dando precisamente –esos cambios en la ciencia y en la técnica—por estar en relación directa en estos últimos años a esa planta productiva tecnologizada (exactamente cerramos el círculo) ya instalada (aunque se dice que aún por “instaurarse” legal y éticamente algunas de ellas, como es el caso de los transgénicos, decimos por ser el caso más popularmente conocido), es una relación en espiral entre la ciencia, la tecnología y la economía que tiende a fundirse (ya no se sabe quién jala a quién). De donde tendríamos entonces que de no ocurrir (¿concurrir?) una planeación y una ejecución de modificaciones económicas estructurales importantes a corto y mediano plazos para ello, para beneficiar el desarrollo científico y la nueva planta productiva o a la nueva planta productiva y al desarrollo científico que ya son prácticamente una y la misma cosa. Porque ya no se pueden esperar más crisis recurrente (¿prefabricadas?) bajo el sistema decadentemente imperante de acciones de mercado sobre la producción, que merma, que socava la puesta en marcha de una base productiva global (otro sistema, pues) que permita tener garantizado el alimento a la comunidad mundial (¿o será mejor irnos a colonizar otro planeta?). ¿Surgirá “otro más” neocapitalismo en Occidente? ¿Vendrá una economía social global? (aunque de todos modos es una visión muy corta en verdad, hablar, en términos ideológicos, por todavía un socialismo o un capitalismo). A ciencia cierta no sabemos que ocurra, pero sí sabemos que será necesario un reaprendizaje de vida. Pero aquí la pregunta es, ¿la ciencia y la técnica, desde el punto de vista teórico serían, sin los requeridos cambios económicos más creativas? y, tendrían mucha mayor libertad para investigar? Y las respuestas probables serían, sí, si se tienen en cuenta por una parte, cambios económicos y, por otra, una mayor presencia del azar (“controlado” y no), respectivamente. Y bueno, aquí no cabe aquello que algunos dirían, de que no se debería “culpar” igual en esto a la investigación científica que se hace con exiguos presupuestos estatales en el “mundo en desarrollo”, comparada a la que desarrolla el “primer mundo”; esta última investigación además, por muy abarcante que pretendiera ser, no lo puede todo. Así es, pues como diría Fort: “Las evidencias de culpabilidad son, por ejemplo, evidencias igualmente convincentes de inocencia”; ello es así, si tomamos en cuenta el enfoque de que cada significación es contigua de todas las demás; intermediación pues. De modo que sin querer hallar culpables específicos, todos sin embargo han puesto ya su granito de arena de todas maneras en nuevos edificios científico-económicos, teórico-mercantiles (pero si no llegasen a cambiar las cosas para bien…). Y, pasando a otra cosa, bueno será también, que pasemos a comentar aunque sea vuelo de pájaro, cómo le va en la sociedad de la información nuestra de cada día al internauta letrado, ello ante un constante flujo escritural a gran escala, sin una mayor elaboración textual de lo mínimo establecido en su mayoría, entendido en ese afán de esquematizar tanto nuestro conocimiento de las cosas (… que la gente ya no tiene tiempo para leer) que se vuelve superficial casi todo lo tocado; pues bien, esta clase de usuario culto, estudioso, dentro de la red de redes, para el caso un navegante científico, es parte, sí, pero sólo parte, de la tecnocultura (pues hemos de argüir que ésta no puede aplicar, al menos no en sentido estricto todavía, a todos por igual), y es que así como hay una joven generación completamente tecnocultural ya, en base a la construcción de un mundo de soporte electrónico, también hay esos otros, los que persiguen no ese fin en sí mismo, sino privilegian todavía los contenidos de los temas societarios y de las humanidades, antes que lo meramente informático. Así, no obstante siendo internet una fórmula ideal en nuestros días, pues es el más eficaz vehículo para una mayor y mejor distribución social del conocimiento, hay quienes aún se atreven a elevar una suerte de “condena inquisitorial” al mismo para sus trabajos, cuando el verdadero obstáculo a salvar en todo caso, para plasmar pensamientos críticos y reflexivos por dicho conducto es, precisamente (y esto es a mi entender), el “bajar” urgentemente a la ciencia de su pedestal discursivo casi “declamatorio” en su lógica, para acceder a “humanizar” un incuantificable número de cibernautas. Y en este sentido hablo no únicamente para un periodismo científico que dé cuenta del quehacer que así viene cubriendo (pero ahora digitalizadamente), por caso, sino también y cada vez más urgentemente, debe estar presente idénticamente el cambiar el lenguaje erudito, sesudo (“cerrado a” e “incomunicativo a los demás”) utilizado por el mísmisimo científico (e-book). Y podemos aventurar lo siguiente: de la hoy muy elaborada literatura científica en papel, ésta irá poco a poco apareciendo (como sucede en el post arte con fusiones de géneros y/o también novedosas creaciones) en ella, en esta escritura otras formas “literarias” científicas (o algo semejante) pero en pantalla visual. Piénsese si no, en el empleo de sólo un par de palabras (sólo tal vez dos, o una) que vayan acompañadas por un pseudo dibujo o pseudo diagrama y que prácticamente ello dijera toda una parrafada, una muy completa oración: lo cual sería debido al predominio del lenguaje gráfico imperante. Es evidente, ideogramas quizás –tal como es el idioma japonés—permitirían una mayor extensión en pantalla posibilitando el acceso al discurso en un lenguaje aún más plástico (que todo lenguaje tiene su plasticidad), sintetizado y no. Y, desde luego, éste aparecerá sin arreglo a academia lingüística alguna, puesto que es perteneciente al mundo virtual y sus reglas un lenguaje así. Y especulando un tanto, podríamos decir que serán las interconexiones neurolingüísticas (o ¿intraconexiones?) las que harán posible que un neocreador “sea guiado” en el cultivo del azar cuando, es un decir, se puedan formar por ejemplo, escritores en serie (suponiendo en funcionamiento un amplio campo de su red neuronal para entonces) o, tal vez decir ¿cyborescritores? Serán generaciones futuras que generosamente comprenderán que no era posible en este “bárbaro” mundo nuestro el hacer ocurrir o concurrir azares “controlados” aún bajo un equilibrio materia-energía, virtualizadamente; y para dicha generación fácil de programación. Pero por lo pronto, “volviendo” al presente, diremos que no es indispensable sacar estadísticas ni promedios porcentuales ni nada parecido en cada obra realizada individual o colectivamente, o en un conjunto de quehaceres, por ejemplo artísticos, creativos en general, intentando descifrar el instinto, la intuición, el sentimiento, el sentido común, la intención, etc. (que somos sentido y materia), o sea, referimos al don, el “duende” del azar, el que impera en las estéticas, las poéticas, los postulados, etc., no en las novelas rosa, y sí también en algunos tratados científicos o tecnológicos. Las “sinrazones” haciéndose patentes. ¿Cómo no reconocer la importancia del azar? Este está presente, por ejemplo, tanto en el sueño, como en la astrología, en el arte abstracto, o en los mitos, tanto como en la Poesía (con “p” mayúscula), etc., es decir, son estas algunas expresiones suyas; y es por que en estos casos llegamos a distinguir lo siguiente: que la materia de los sueños, la astrología, el arte abstracto, los mitos, o la de la Poesía, no es otra cosa más que una “materialización” de su lógica. Es más, y ya para concluir, aun la escritura misma de esta reflexión a ello obedece. Fue el azar “controlado” precisamente el que la originó e hizo posible su desarrollo (en otra ocasión, si el azar nos lo permite, hablaremos de él, de cómo opera en la escritura (?)). Aclarando entonces que esta es pues una somera y aleatoria interpretación de él, del azar; en otras palabras, una aproximación nada más, una de tantas que puede haber del mismo “por azares del destino”. Por eso, no se lo tomen lógicamente tan en serio, tómenselo más como un juego, es decir sabiamente, y tampoco se cran nada de todo esto, mejor reflexiónenlo, o sea, hagan un razonamiento espiritualizadamente , pero suponiendo que son ustedes gente espiritualmente razonable, pues recordarán como dijimos al iniciar todo este más bien escudriñamiento, acerca de que participaran como con un algo más vital que solamente con una cerebral y común lectura más.
Por último y ya para rematar diré que este escrito no da la sensación de ser como un vaso, es un vaso; uno que puede estar medio lleno o medio vacío o, puede que no esté ni medio lleno ni medio vacío en su contenido. Sea como sea, cuando menos ilustrativamente azarosa la reflexión –ahora ilógicamente me “creeré” yo—sí lo fue (¿finis coronat opus?).

¿ -FIN- ?