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lunes, enero 04, 2010

Gabriel Fuster: Texto sobre Palmeras borrachas de sol de Mariana Pazos

Gabriel Fuster
Texto sobre Palmeras borrachas de sol de Mariana Pazos

PALMERAS BORRACHAS DE SOL

Un arpa es un piano desnudo, como un piano es un arpa en un ataúd.
Doña Leticia Figueroa ha heredado una gran suma de dinero, lo que la pone en la situación de cumplir sus caprichos, precisamente uno muy ambicioso. Toda su vida ella quiso tocar el arpa en una gran fiesta, con selecciones de Mozart. El hecho de no saber leer música no la detiene. Ella compra un arpa del s. xvii, la afina con la llave que abre su casa, sin alterar la colocación de los muebles y los cuadros, y toma inspiración sobre los cuatro horizontes verticales.
En el primer intento, los dedos se le enredan entre las cuerdas y queda prisionera como una mosca dentro una telaraña. En el segundo intento, la diva da a pulsar una misma cuerda constante, la cuerda de Sol. Al tratar el regreso de la escala, da clara cuenta del nivel de dificultad en el instrumento. Sin la apropiada guía del atril, sus intentos provocan la suficiente cacofonía para hacer caer las orejas, luego decide regresar a la cuerda primera y mantener el sonsonete, hasta que el fino hilo da de sí. En el tercer intento, el corazón se encoge y anhela su propia ventana, permitiendo a la vegetación animar con sus palmas, cuando escuchan un poco de Debussy y Ravel, desde un balcón. La mujer se desenvuelve en la obscuridad. No importa. ¿Cómo cambia una diva una bombilla? Se agarra del foco y el mundo entero gira alrededor de ella. Los débitos del testamento, incapaces de soportar un punteo más, deciden dar fin al concierto con un cocotazo. Pasado el golpe, el rostro de la artista se contorsiona y pregunta: Muy bien, ¿Quién interrumpió mi recital?
Las palmeras borrachas de Sol, Sol, Sol, Sol, Sol, Sol.
Si.









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