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jueves, enero 14, 2010

Ignacio García: Engañar con la verdad



Ignacio García
Engañar con la verdad
1
Engañar con una mentira resulta ser una tautología para algunos; no ha resultado ser el artilugio ideal para los poderes terrenales. Así es que, desde la cumbre eclesiástica, el entronamiento político, el empuje mediático y otras entidades no menos tramposas, la mejor forma de convencimiento a favor de sus intereses, ha sido, es y seguirá siendo, el engaño por medio de la verdad. Parecería paradójico pero esto ha resultado ideal. Ya el nazi Joseph Goebbels re-descubrió que una mentira repetida mil veces, llega a convertirse en una verdad.
Es así que (ejemplo básico y simple, mas no peyorativo) nuestros ciudadanos más desprotegidos educacional y económicamente, no dudan que algo es “verdad” cuando lo que se dice sale de la TV: “Lo dijo Joaquín López, Lola Ayala, la XEH, CNN, etc.” o bien: “Es que lo leí en La Prensa, El Dictamen, Vanidades u Hola”. La “verdad” transmitida desde la mass-media parece inobjetable sólo porque su fenómeno tecnológico rebasa el asombro de quien mira, lee o escucha. Lo impalpable, incomprensible, inasible, la técnica inconmensurable, el lujo desmedido, el discurso goebbelsiano, el bluff ceremonioso y el otorgamiento de autoridad espuria, desvinculan al ser humano de la realidad; ya no existe tiempo para llevar a cabo un análisis concienzudo de lo que brutalmente se recibe como información: sólo parece existir una opción; lo que se escucha es la “verdad” disfrazada de mentira…Lo mismo en el ámbito laico que en el religioso.


2
En éste último rubro, esa “verdad” utilizada como mentira es letal y perversa. La infalibilidad papal (acompañada de esa creencia a ciegas llamada dogma) permiten una manipulación piramidal de los creyentes: inicia con el jefe del estado vaticano y se desparrama hacia el último de los curas quienes pregonan que sus dichos son “verdad” pues quien lo promulga es el sustituto del hijo de Dios. Dios utilizado como vehículo para mentir, explotar, manipular. El ser supremo como herramienta para ocultar las más de las desviaciones pederastas y de otra índole no menos despreciables; todo para que no se sepa la verdad-Verdad, pues si ésta llega a saberse “qué va a decir la gente de Dios…”.
Los protestantes no cantan mal la verdad-mentira. Los últimos años han presenciado el surgimiento de un movimiento tóxico a la fe: sociópatas que disfrazados de “ministros del altísimo” se auto-nombran
The mouth of God. “Dios dice – me dijo – ordena – les revela” Para ello, entresacan un verso bíblico y validan con una verdad (por lo menos para quienes honradamente creen que la Biblia es eso, la Verdad) un sinnúmero de atracos que van desde la doctrina de la prosperidad, sanaciones express, expulsión de demonios y rompimiento de cadenas de iniquidad, hasta el consabido trueque consistente en tú das tu dinero, casa, auto, triques, y Dios te concederá lo que pides. Si alguien se atreve a disentir de ese modo de actuar, se le tacha de blasfemo, pues atenta contra quien –en vivo y en directo—recibe “revelaciones” e “indicaciones” de Dios mismo.


3
Pasemos a un juego similar, más palpable por lo cotidiano y causante de dolor de estómago a causa del hambre, y de estrés provocado por la falta de trabajo.
El gris y descompuesto (pues no se conoce que lo opaco alumbre) gobierno de Felipe Calderón, llega a la mitad de su mandato así: a mitades y con el eterno sofisma salido de su boca que ya de largo sufrimos los mexicanos. Allá desde los Pinos, no se está exento del uso de mentir usando la verdad como recurso. Largo sería aquí señalar todas las veces que el mismo presidente y sus efímeros colaboradores han utilizado este artilugio; señalaremos sólo algunos de ellos.


Uno de éstos se podría llamar la estrategia de los opuestos, que (utilizados con desviación maquiavélica) favorecen siempre al presidente de algunos de los mexicanos. Se trata de esto, por ejemplo: cuando el gobierno de Calderón (con dos años de des-gobierno) apuntaba económicamente a una debacle, le llegó la “salvación”: la crisis del real-estate, junto con la caída de la Bolsa en los Estados Unidos fueron instrumentos para que el equipo calderonista se sirviera del fenómeno culpando a otros de nuestra ya de por sí crisis evidente; lo que en realidad, y a todas luces, era culpa de la falta de visión de los estrategas de la economía mexicana se le cargó a la otra mentirosa economía gringa. Vino el engaño y se culpó de nuestra crisis a la situación imperante en Wall Street: “Estamos jodidos porque ya ven cómo andan las cosas allá en el norte”. Pero viene la reversa: para cuando los agoreros económicos a nivel mundial señalan, a principios de este año, una “recuperación y crecimiento económicos”, entonces la cosa cambia: ya se olvida al vecino de allá arriba y el mérito de ese crecimiento dudoso se lo atribuye y se adjudica a la “buena conducción económica del gobierno mexicano”.

4
La estrategia anterior abarca otros asuntos de la vida nacional, y se parece mucho a la utilizada ya de antiguo y renovado ahora por ciertos grupos religiosos-carismáticos…insisto: engañar con la verdad. Así la campaña emprendida por Calderón en contra del narco-tráfico, y cuyo lema es “caiga quien caiga”, conlleva la misma carga semántica. La verdad es: no se puede negar que el narco ha llegado hasta las más altas esferas de la política nacional; pero es también evidente que esa “verdad” es engañosa. En ese caiga quien caiga, se pueden contar apenas con los dedos a un puñado de delincuentes (casi todos menores) que han sido capturados; a cambio, apenas una pizca de los grandes políticos amafiados al narco han “caído” en ese “caiga”. Eso sí –la verdad/mentirosa convertida en camuflaje: un gran número de civiles (niños, mujeres, jóvenes inocentes) han sucumbido, junto con militares y policías medio-desarmados, gracias a ese principio combativo de Calderón. Por supuesto, ese “caiga quien caiga” enrola a más víctimas inocentes que a culpables. No obstante, en el recuento de los daños, los medios dan prioridad no a los caídos en el cruce de fuego-quien-caiga, sino que destacan nombres y hombres que al rato se les escapan de las cárceles a las “autoridades competentes”; eso sí, con la mayor facilidad del mundo. En el enredo, si el que “cai” es un malhechor, la gloria y la honra se la lleva el gobierno; pero si quien sale dañado es el ciudadano común, quien se lo lleva es la fregada.
Ya no digamos que Calderón –a quien apenas si le alcanzan las neuronas para digerir (no dirigir) los problemas que tiene enfrente— debería considerar sus discursos mediáticos, sino que alguno de sus “asesores” (ignoro si ha pensado en tener algunos) de conducta criminal o expertos en perfiles de psicópatas, deberían decirle que entre más alardea frente a los micrófonos y cámaras de radio y televisión, más enardece a los narco-delincuentes quienes se convierten en una verdadera Hidra: cuando les cortan una cabeza, aquellos hacen surgir tres más. De esta manera, la verdad de la evidente presencia del narco en el país, el des-gobierno calderonista la convierte en una verdad-engañosa, es decir, en una victoria ni siquiera pírrica, pues aquí no sólo se pierde la batalla sino se elimina a quienes creyeron en su mandato. Lo peor: el gobierno cree que deja a todos contentos con ese engaño en donde la verdad se ocupa para mentir.
5
Finalmente. El nombramiento reciente de Agustín Carstens como Gobernador del Banco de México, es otra de esas jugadas de uso de la verdad como mentira. Adicto a la frase ya famosa de “son las horas que usted diga, señor presidente”, se hace creer a nuestro pueblo que el obeso funcionario va a desligarse de la noche a la mañana de esa obediencia cabizbaja que le debe al presidente. Se sabe que por salud elemental, el gobernador de esa institución tan importante para el país, debe ser dirigida, gobernada, de forma independiente, sin intervención o mano negra alguna por parte del gobierno federal. Ahora se nos quiere hacer creer con una verdad a medias (el trasfondo profesional de Cartens) que éste le colgará el teléfono a Calderón cuando llame a sus oficinas; que de un segundo para otro se van a olvidar los lazos que unen a ambos políticos … sólo porque es la verdadera buena voluntad de ambos “para el bien del país” . De esta forma, cuando la situación hunda a nuestro pueblo más de lo que ya está, Calderón podrá hacer uso de su “verdad” insustituible: “Yo no fui; en todo caso, si quieren salir de miserables, péguenle al Gordo…”
Epílogo

Dentro del arsenal tormentoso que la santa inquisición construyó para “castigar” a todos aquellos que desafiaban su infalible “verdad” (valga la resonancia) existió un aparato con el que se lastimaba severamente –hasta la muerte, vaya—a aquellas mujeres que por “quítame estas pajas” eran señaladas como amantes de Belcebú. Se trataba de una especie de jeringa con un punzón en vez de aguja. Con éste, se pinchaba el cuerpo de la víctima hasta provocar en ella alaridos indecibles. La conciencia cauterizada también de vez en cuando se abre; así es que, para acallar los gritos de la "maléfica mujer" se tenía que validar el porqué tan cruel método de castigo para las blasfemas. Es decir, demostrar que si la atormentada se retorcía de dolor, no era debido al punzón de hierro hendido entre sus carnes, sino que obedecía a una cuestión más sagrada. Así es que se ideó usar una mentira como verdad. Al aparato en cuestión se le surtió de una buena dosis de “agua bendita” en el émbolo; el líquido (más común que corriente) sirvió como testimonio inobjetable de que los verdugos obraban bajo la mano de dios. Cuando entonces se punzaba en el cuerpo de la desdichada –y esta se retorcía por el dolor producido debido al hierro puntiagudo— los inquisidores exhibían un argumento por demás absurdo: “La ‘bruja’ se retuerce no por el hierro entre sus carnes, sino porque, siendo pecadora, su cuerpo poseído por el diablo no soporta el contacto del ‘agua bendita’”.
No sin razón alguna alguien se atrevió a decir que hombres de esa calaña (que usan la verdad para mentir y atormentar y explotar), le llevan con mucho la delantera al propio Satanás. Cualquier parecido con aquellos de nuestros políticos y “ministros” que los domingos van y se persignan, confiesan y comulgan, para el lunes invertir con sus discursos la verdad de los hechos y endilgar a sus gobernados y feligreses con la mentira, es pura, pura coincidencia.

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