Encuentra a tus autores aquí

miércoles, mayo 02, 2007

Carlos Villarrreal: El sentido del humor


El autor plantea en este texto que el humor en la derecha es una contradicción, el sentido es la clave para entender cómo el mundo se divide entre la tiranía de la Razón y la guerrilla del humor...

La compleja definición del Humor
Carlos Villarreal


En la mejor acometida al respecto, Gilles Deleuze (Lógica del Sentido) usa como metáfora el anillo de Moebius. En esta paradoja visual, un anillo se tuerce para que al recorrer su superficie se pase de la cara interior (el lenguaje) a la cara exterior (las cosas). El sentido es, aplicando esta metáfora, una extensión del lenguaje, y la frontera entre éste y las cosas.


Tal vez la mejor forma de ocultar algo es ponerlo tan a la vista que resulte casi imposible no obviarlo: es tan evidente que lo razonable es justo, que nadie podría suponer que la Razón pudiera ser un tirano más, cuyo imperio podría ser denominado “logocentrismo”, en constante expansión gracias a la voracidad de sus dos ejércitos: el buen sentido y el sentido común.
El buen sentido pretende ser único. Va de lo más a lo menos diferenciado, de lo singular a lo regular, de lo notable a lo ordinario y del pasado al futuro, en tanto que todo sistema individual se genera en el pretérito y progresa al integrarse. Por lo tanto, la función del buen sentido es prever. Pero el buen sentido no sólo se presenta como único sino también como excluyente.
Por su lado, el sentido común aparece como una capacidad de identificación, que remite una diversidad cualquiera a la forma de lo Mismo.


Si el imperio de la Razón (o logocentrismo), se sostiene, opera y defiende a través del buen sentido y el sentido común, en sus márgenes, a través de sus intersticios, florecen los contrasentidos y los sinsentidos, dispositivos del humor.


La razón de ser del contrasentido es dislocar al buen sentido. Por ejemplo, la sátira consiste en la tergiversación de significados. El resultado es una deformación que permite vislumbrar direcciones alternativas al buen sentido.


De manera similar, ante el sentido común se opone el sinsentido. Por ejemplo, el absurdo prescinde de las reglas semánticas y gramaticales que garantizan el reconocimiento. El resultado es el efecto de ausencia de identidad que puede designarse como sinsentido y se orienta al abandono del Yo a favor de la Otredad.


Por supuesto, no se puede instaurar un sentido absoluto para la seriedad del pensamiento como tampoco puede existir exclusivamente un sentido inverso para los entretenimientos ni los juegos menores. Contrasentidos y sinsentidos necesitan servirse del buen sentido y del sentido común como referencias indispensables. Por su lado, el buen sentido intenta borrar la dirección que orienta hacia el sentido del humor y el sentido común trata de integrar, hacer conocido lo desconocido, corregir aquellos errores que el sentido lúdico celebra como posibilidades.
La Razón se conduce de manera excluyente y su deseo de totalizar, anulando la diferencia, se manifiesta a través de su organización, marginando lo que perturba su orden, mientras que el sentido lúdico es parasitario, marginal y es el lado negativo que en definitiva le permite ser a la Razón.

Según Gilles Deleuze, el mundo es una corriente incesante de acontecimientos donde es mejor navegar en el ancho de la superficie, que en la esterilidad metafísica de la profundidad.
Decir que algo o alguien es profundo ya no es halagador, decía Deleuze, mientras reventaba las viejas certezas de la filosofía occidental. La mascarada del lenguaje caía a golpe de paradojas y quedaba al descubierto que la Verdad en realidad era sólo un efecto del sentido. Así, la Verdad se redujo a mera verosimilitud, a un acercamiento efectivo y tranquilizador entre las palabras y las cosas.


Pero la Verdad, tan sagrada para algunas comunidades religiosas, políticas y científicas, adolece de una paradoja estructural: supóngase que se ordenan en una fila todos los significados que existan en el universo y en otra todos los significantes. La hilera significante, del orden del lenguaje, tiende a organizarse como totalidad a partir de sus relaciones diferenciales posibles (“mamá” va con “papá”, “hijo”, “hija”); por su lado, la serie significada ordena totalidades producidas, que se van conociendo progresivamente. Tanto significantes como significados se relacionan a partir de las singularidades, que aparecen como una casilla vacía en la serie significante (siempre hay la posibilidad de que una palabra, una imagen o una forma se cargue de un significado diferente) y como un defecto en la serie significada, como un ocupante sin casilla (siempre hay una cosa, un acontecimiento que no ha sido previsto por el lenguaje).
Se trata de un exceso natural de la serie significante y un defecto natural de la serie significada, que implica un significante flotante, rasgo del lenguaje que indica la incompletud de lo simbólico, pero que también sirve a la poesía, a la invención mítica, estética, revolucionaria... y al humor. La noción significante flotante, aparece también en los planteamientos de Lévi-Strauss, Derrida y Laclau.


Para Deleuze, tanto el tecnócrata como el dictador intentan someter siempre lo significado a las leyes significantes. La tecnocracia va ajustando, sacrificando, las relaciones sociales a lo legaliforme. Por su lado, el dictador busca cancelar cualquier posibilidad de alternativa al orden imperante, a la totalidad social que lo devora todo. La tecnocracia es amiga natural de la dictadura.


En cambio, el revolucionario vive y aprovecha el defecto existente entre significantes y significados. Si el humor puede existir bajo el amparo de la dictadura, tal como el bufón en la corte del Rey, es bajo una existencia precaria, contenida, funcionando como una compensación dosificada que corre el riesgo de anquilosarse. Pero, al fin arma de dos filos, el humor incuba el caos presente que puede convertirse en el orden futuro, incluyendo la semilla de la revolución. De ahí que la crisis sea terreno fértil para el humor y el humor (como la poesía) se convierta en un instrumento de primera importancia para la transformación social.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Carlos, hace tiempo que no te veo, mucho más que no te leía. Tu artículo es interesante, profundo y relacionado con una de tus varias profesiones: el dibujo que expresa tu voz humorísticacrítica. Gracias por compartir tu talento, tu trabajo da luz en el camino para tratar de comprender la realidad en la dimensiónes más difíciles: el humor y el amor.
Manolo Salinas.

Anónimo dijo...

Carlos disculpa el acento(¿asiento?) por error de tecla(dimensiones, debe decir).

Anónimo dijo...

Carlitos:
Se te agradece el trabajo de masticar y digerirnos un poco las mafufadas de monsieur Deleuze
Mucho besos

Fernanda Melchor

Anónimo dijo...

Carlos, compañero de generación es maravilloso leerte sobre todo con algo tan apasionante como el humor, dice Savater: Nuestra única obligación en este mundo es no ser imbéciles a ver la vida con humor, con alegría, gracias por darnos esto, con palabra y sin ella.
un abrazo
Mary Carmen Gerardo