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miércoles, diciembre 17, 2008

Enrique Patricio: Velada Schwartz




De la velada artístico-celebratoria
a el maestro Alejandro Schwartz


Fue una representación escénica, con todo lo que ello implica. Idénticamente fue, un espectáculo dancístico que estuvo acorde a lo planeado. Fue, también, el estreno de una pieza coreográfica con sabor jarocho del maestro (de hecho las otras coreografías presentadas fueron de su autoría), misma que representarla por primera vez en Veracruz puerto es ya decir bastante. Así mismo, fue un acto celebratorio, como bien sabemos, por el cuadragésimo quinto aniversario de labor artística del homenajeado. Fue, igualmente, un estudio (más que coreográfico) acerca de un ritmo, pues casi todo el evento giró en torno al son jarocho; mas, con una visión vanguardista que respetó la tradición. Pero, fue tan incluyente el espacio, como para otorgarnos la posibilidad abierta de presenciar tanto a un grupo coral como a un trío instrumental no sólo en vivo sino en la escena misma; el primero, en lo que podemos considerar una magna obertura con carácter veracruzano, y el segundo, para acompañar y dejarse acompañar por la danza-regalo. Todo ello fue, y pasó en un abrir y cerrar de ojos, dejando en el público una sensación de querer seguir viendo más, de que no acabara tan pronto la fiesta, de que nunca terminara ese homenaje porteño.

El acontecimiento tuvo verificativo en el teatro Francisco Javier Clavijero de la ciudad y puerto de Veracruz el pasado día 13 de este diciembre por la noche para el deleite de todos los que tuvimos la enorme fortuna de estar presentes y envueltos por la magia de luz, sonido, color y movimiento, cuyo principal tema fue ese que es tan próximo al puerto. Abrió el Coro de Cámara del Estado de Veracruz, en lo que se antojó un sobrio preámbulo de registros sonoros de tal manera orquestados que resultan tan gratos al oído, y más con arreglo a lo jarocho, de muy buena manufactura y que nos anunciaba ya a voz en cuello lo que se avecinaba con los trabajados cuerpos de Módulo en movimiento. Comenzó con “Ternura”, y sí, efectivamente, con ternura empezaron el caro agasajo. Para pasar a una “Noche de ronda”, ¿dónde?, por supuesto en “Veracruz”, con Veracruz, y llegaron los aires jarochos, y un timbre muy criollo de una voz cantante en la versada, “La bruja”, “El Cascabel”, “La Bamba”, crearon la atmósfera indispensable.

Y apareció la señoría de la Danza. “Canción” (2008) fue el desarrollo de una alegoría tributaria a la vida, ejecutada por cuatro bellas ninfas que retozan bajo el calor tropical y el color fuerte rojizo esplende el baile. Todo en un lenguaje élfico gozosamente celebratorio. (Con música de Arturo Meseguer y las musas danzantes Carmen Acevedo, Sheila Méndez, Guadalupe Uscanga y Alejandra Zamudio). Siguió “Me estremecía por ti” (2005), un cuadro en donde canto, música y baile van al unísono. Habla en términos de la sensualidad y el deseo en pareja. De gran plasticidad interpretativa. (Bailan Carmen Acevedo y Alberto Zitac, con música de Gustavo López). Y cierra la primera parte “Reincidencias” (1988). Aquí resaltó la fuerza expresiva de las tres bailarinas en la dramatización. Bajo el elemento silla en juego, símil del trono, del poder, se establece la disputa en relación al acceso a éste. (Con música de Brahms, el trío estuvo compuesto por Gina Garrido, Sheila Méndez y Guadalupe Uscanga).

Una vez concluido el intermedio llegó lo esperado por todos, el estreno de “Suite Jarocha No. 2” (diciembre de 2008, pues). El mar lleva el papel protagónico y, en medio, brota la diosa del mismo y nereidas danzan a sus costados junto al suave vaivén de las olas. La diosa baila, sin moverse de su sitio. Pero, cuando la diosa desaparece, hay resaca, hay marea alta y demás. Y los sones jarochos parecieran provenir del fondo marino. Otro cuadro, un trío masculino realiza la faena de la pesquería, y de pronto pasa otra “diosa”, una mujer que viste costeñamente y que embelesa a los tres hombres de mar. El cortejo no se hace esperar y la disputa entre ellos es en buena lid, cada cual presumiendo sus habilidades, pero ella desparece entre tanto. Se escuchan los sones, y se ejecuta el baile, como el son de equilibrio “La bruja”, y justamente los desplazamientos son equilibrados. Otro cuadro, cinco mujeres y cinco hombres y se oye “El Colás”, se ejecuta ya en parejas o ya grupalmente. Es un rejuego entre el sí quiero pero no, y mientras siga la indecisión que siga jarochamente la fiesta, el fandango. Y aparece el cuarto y último breve cuadro, en donde los pescadores van jalando en su red la típica estampa jarochera, representada plásticamente sin movimiento de baile, pues el desplazamiento de los bailarines es provocado por la sacada de red, cual si de un cuadro pictórico extraído del mar, capturado como alimento del alma, se tratara. (En la música, los arreglos son de Carlos Gómez Matus, interpretados por el Trío Folkclásico compuesto por Carlos Gómez Matus, piano; Alfonso Pacheco Márquez, violín; Salomón Guerrero Alarcón, violoncello. En la iluminación: Jorge Domínguez. Elemento escenográfico: Luz Aldape. Realización de vestuario: Marcela Tejeda. Bailan: Carmen Acevedo, Isaac Torres, Gregorio Fernández, Conchis Fuster, Gina Garrido, Josafat Medina, Sheila Méndez, Emmanuel Torres, Guadalupe Uscanga, Alejandra Zamudio y Alberto Zitac).

Podemos decir que técnicamente los discípulos de Schwartz sacaron adelante –en su nivel— las exigencias de trabajo del maestro, e interpretativamente cumplieron. Aunque ahora el maestro nos quedará a deber un estudio, igualmente de importancia para Veracruz, acerca de otro ritmo, el danzón –y, tal vez, interpretado musicalmente con marimba, por qué no--. Pero, aunque en lo musical sabemos que no se puede hablar de arreglos –propiamente dicho-- en los sones jarochos escuchados, no obstante, con la cantidad de variantes y versiones que hay hoy día en derredor suyo, no podríamos dejar de considerarles a los realizados como parte de lo jarocho, pues por un lado conservan el toque, la esencia jarocha precisamente, y por otro se oye renovado hasta cierto punto, ya que sigue apegado rítmicamente. Sin embargo, habría que preguntarle al maestro por qué prefirió en este caso al son jarocho y no, por ejemplo, al huapango huasteco o son huasteco, es decir, hablando de sones. Acaso, podamos entender al respecto, que fue la circunstancia vivida en la ciudad de México, muy cercanamente, cuando allá identificaron las radioemisoras y los sellos discográficos a la música y el baile sotaventinos –más o menos a partir de la mitad del siglo pasado—como propios de la ciudad y puerto de Veracruz, también. Sea como sea, no importa, pues es lo suyo y está realizado con mucha entrega, con mucha energía y jarochería. Felicidades, entonces, maestro Alejandro Schwartz, por su trayectoria, por su constancia, por su capacidad de trabajo y por su don de gentes, sin duda alguna es usted uno más de los generosos hijos del Puerto y de la veracruzanía en general.

1 comentario:

Laura Haddad dijo...

Enrique Patricio:

Gusto leerte :)

Laura.