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martes, enero 12, 2010

Matsuo Basho: La posada del rìo Sluga



Matsuo Basho - La posada del río Suga

Con ánimo indiferente pasamos el río Abukuma. A la izquierda, las cimas de Aizu; a la derecha, los caseríos de Iñaki, Soma y Miharu; a lo lejos, las cadenas de montañas que dividen Hitachi de Shimo-suke. Bordeamos la Laguna de los Reflejos: como el día estaba nublado, nada se reflejaba en ella.[1] En la posada del río Suga visitamos a cierto Tokyu, que nos detuvo cuatro o cinco días. Lo primero que hizo al verme fue preguntarme: “¿Cómo atravesó el paso de Shirakawa?”. En verdad, desasosegado por viaje tan largo y el cuerpo tan cansado como el espíritu; además, la riqueza del paisaje y tantos recuerdos del pasado me turbaron e impidieron la paz necesaria a la concentración. Y no obstante:

Al plantar el arroz
cantan: primer encuentro
con la poesía.

Al decirle estos versos, agregué a guisa de comentario: “Imposible pasar por ahí sin que fuese tocada mi alma”. Mi poema le gustó a Tokyu, quien escribió a continuación un segundo, Sora añadió otro y así compusieron una tríada.
Al lado de la posada había un gran castaño, a cuya sombra vivía un solitario. Recordé a aquel que había vivido de las bellotas que encontraba y anoté la siguiente reflexión: “El ideograma de castaño está compuesto por el signo de Oeste y el signo de árbol, de modo que alude a la Región Pura de Occidente. Por eso el cayado y los pilares de la ermita del bonzo Gyoki eran de madera de castaño.
[2]

Sobre el tejado:
flores de castaño.
El vulgo las ignora.

[1] La Laguna de los Reflejos está a 25 kilómetros del Paso de Shirakawa. A principios del siglo XIII destierran a este lugar un cortesano. Su mujer emprende el viaje desde la capital para unirse a él, pero al llegar encuentra que lo han ejecutado y entonces se arroja al agua. Los reflejos de la Laguna son los del espejo que llevaba en el pecho suicida.
[2] El Paraíso de Buda Amida-Kyoki: bonzo de la época de Nara (668-749).

Las sendas de Oku
Traducción: Octavio Paz
Seix Barral

1 comentario:

cristina caballero dijo...

¿qué tendrán los orientales? tal vez, su idioma que me aventuro a suponer les abre áreas cerebrales que nosotros mantenemos cerradas. ¿Cómo adivinar siquiera lo que sus visiones transmiten al alma? parecen venir de un mundo sin palabras, sino más bien de los sonidos de la tierra y del agua y del aire. Hacedor de haiku,en historias largas también logra lo mismo que en su poesía. Busqué un poema de Shen-hsiu en el libro Zen simple que dice: "nuestro cuerpo es el árbol de la iluminación/y nuestra mente un brillante espejo./Con cuidado los limpiamos hora tras hora/y no dejamos que el polvo se pose en ellos". Ese poema fue contestado por Hui-neng que compuso lo siguiente: "No hay un árbol de la iluminación/ni un brillante espejo./Pues todo es vacío,/¿dónde puede posarse el polvo?", vaya dilema...yo, al menos, trataré de digerirlo en los días que vienen. Saludos