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martes, octubre 02, 2012

Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines: México- Olimpidas de 68




MÉXICO: OLIMPIADA DE 1968


Octavio Paz
A Dore y Adja Yunkers
Delhi, a 3 de octubre de 1968
"Siempre" No. 801, octubre 30, 1968.

La limpidez
   (Quizá valga la pena
Escribirlo sobre la limpieza
de esta hoja)
   No es límpida:
Es una rabia
  (Amarilla y negra
Acumulación de bilis en español)
Extendida sobre la página.
¿Por qué? 
   La vergüenza es ira
Vuelta contra uno mismo:
   Si
Una nación entera se avergüenza
Es león que se agazapa
Para saltar.

(Los empleados
Municipales lavan la sangre
En la Plaza de los Sacrificios.)
Mira ahora,
   Manchada
Antes de haber dicho algo
Que valga la pena,
   La limpidez.



LECTURA DE LOS "CANTARES MEXICANOS"
José Emilio Pacheco
"Siempre", No. 802, noviembre 6, 1968.

El llanto se extiende
gotean las lágrimas
allí en Tlatelolco.
(Porque ese día hicieron
una de las mayores crueldades
que sobre los desventurados mexicanos 
se han hecho en esta tierra).

Cuando todos se hubieron reunido, 
los hombres en armas de guerra,
los hombres que hacen estruendo,
ataviados de hierro
fueron a cerrar las salidas,
las entradas, los pasos.
(Sus perros van por delante,
los van procediendo.)
Entonces se oyó el estruendo,
entonces se alzaron los gritos.
Muchos maridos buscaban a sus mujeres.
Unos llevaban en brazos a sus hijos pequeños.
Con perfidia fueron muertos,
sin saberlo murieron.

y el olor de la sangre mojaba el aire
y el olor de la sangre mojaba el aire.

y los padres y madres alzaban el llanto.
Fueron llorados,
se hizo la lamentación de los muertos.
Los mexicanos estaban muy temerosos:
miedo y vergüenza los dominaban.
y todo eso pasó con nosotros.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En la montaña de los alaridos,
en los jardines de la greda
se ofrecen sacrificios
ante la montaña de las águilas
donde se tiende la niebla de los escudos.

Ah yo nací en la guerra florida,
yo soy mexicano.
Sufro, mi corazón se llena de pena.
Veo la desolación que se cierne sobre. el templo
cuando todos los escudos se abrasan en llamas.

En los caminos yacen dardos rotos.
Las casas están destechadas.
Enrojecidos tienen sus muros,
Gusanos pululan por calles y plazas.
Golpeamos los muros de adobe
y es nuestra herencia
una red de agujeros.
Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida
allí en Tlatelolco.



JAIME SABINES
(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1925)
TLATELOLCO, 68
1
Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal,
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos del rencor.)

Tlatelolco será mencionado en los años que vienen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo:
no eran obreros parapetados en la huelga,
eran mujeres y niños, estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre de su madre,
todos barridos, certeramente acribillados
por la metralla del Orden y la Justicia Social.

A los tres días, el ejército era la víctima de los
desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México.

2
El crimen está allí,
Cubiertos de hojas de periódicos,
con televisores, con radios, con banderas olímpicas.
El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
Alrededor las voces; el tránsito, la vida.
y el crimen está allí.

3
Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza,

Las bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.

4
Confiaremos en la mala memoria de la gente,
ordenaremos los restos,
perdonaremos a los sobrevivientes,
daremos libertad a los encarcelados,
seremos generosos, magnánimos y prudentes.
Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa,
pero instauramos la paz,
consolidamos las instituciones;
los comerciantes están con nosotros,
los banqueros, los políticos auténticamente
(mexicanos,
los colegios particulares,
las personas respetables.
Hemos destruido la conjura,
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.

Tenemos Secretarios de Estado capaces
de transformar la mierda en esencias aromáticas,
diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera gallardamente.

Aquí no ha pasado nada.
Comienza nuestro reino.

5
En las planchas de la Delegación están los cadáveres,
Semidesnudos, fríos, agujerados,
algunos con el rostro de un muerto.
Afuera, la gente se amontona, se impacienta,
espera no encontrar el suyo:
"Vaya usted a buscar a otra parte".

6
La juventud es el tema
dentro de la Revolución.
El Gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
Hemos demostrado al mundo que somos capaces,
respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡Qué Olimpiada maravillosa!),
y ahora vamos a seguir con el "Metro"
porque el progreso no puede detenerse.

Las mujeres, de rosa,
los hombres, de azul cielo,
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
que construyen la patria de nuestros sueños.


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