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viernes, julio 11, 2008

Anónimo: Dioses de arcilla



El texto siguiente fue hallado en el siglo XVII por un monje criollo en uno de los conventos fundadospor los españoles en la Ciudad de México. Celosamente escondido, el escrito se mantuvo en un arcón hasta que en 1721 el obispo Melgar de Hita y Gonzaga dio con él y lo envió al Vaticano. Por razones que aún se ignoran, fue dado a conocer apenas en 1998 en un cuadernillo editado de una orden secreta de las muchas que pululan por los pasillos de este México moderno.


DIOSES DE ARCILLA


I


Inquisidor castrado, Monje disfrazado, demonio
discipulo fiel de un Dios pecador
brusco, austero, cerrado criterio
voraz juez imparcial,
dulce con quien tiene miedo, igual cobarde
evangelizador de muertos, cómplice de los tiranos
Persigues demonios inexistentes, de juego,
fantasías reflejadas en mentes que necesitan vivir muriendo,
Te enciendes de odio contigo mismo
predicador de arcilla.



II


Después de Pascua, Bizancio había confesado al día siguiente:
era brusco, austero, dulce. Banda de lobas,
ninfas dormidas que soñaban
en los tiempos en que Egipto fue resucitado y evangelizado.
No trataban de seducirlo
pues el Monje reunió más tarde a los fieles
en los campos. En la entrada:
las mujeres hadas.


III


Un tenue y dulce ruido palpitante
como blanca paloma acurrucada
miel de abejas,
la tierra dando a luz los árboles,
tenue, como la brisa en los pinares.
Las primeras luces del alba
sostienen así la desfalleciente vida de las hadas.
El Monje ridículo, feo, vino de Grecia
obedeciendo un sueño…

IV


Una paloma blanca, desfallecida
Toca la gruta
La encuentra húmeda salpicada por la fuente
Se refugia en la lejana capilla
Huye al interior de la roca
Y encuentra vida
Por el chorrear de la sangre
Se va haciendo porosa
Hermoso colorido atrae abejas
Que a miel transforman


V
Therapion, discípulo fiel,
era la presencia de las criaturas
entre los emperadores de Bizancio.
Obedeciendo un sueño
había resucitado aquella tierra sometida a sortilegios
Podía encender los árboles sagrados al menor soplo,
el Monje brusco y austero
confesaba campesinos enfermos de odio.
Él: presencia de dioses escondidos
en el viento.

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