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miércoles, julio 23, 2008

Cristina Caballero: Los visitantes



… en la piedra muca aún se distraen las Voces
y la serpiente sendero pardea sólo por un momento
antes de despertar
pues la Verdad es enemiga de la esperanza.




LOS VISITANTES

Llegaron mientras dormía, el líquido en sus venas los hacía resplandecer, pero hay noches así: aciagas, como el árbol del espino. Estaciones ausentes de agua lustral, que habitan lejos, cayendo sin descanso … antiguos filos, hojas secas en su cabeza.
Al principio no hubo ruidos, sólo un arrastrarse por el tejado y aquella luz rodeándolo despacio; luego, escuchó una lluvia sorda caer veloz en las láminas de cobre. Miró por la ventana el irisado paisaje lleno de espejos, y el resplandor manchando aquel camino de serpiente; escamas descoloridas en las baldosas, sus ojos de veinte mil pupilas oscilaron de un fragmento a otro en medio de la tormenta Nadaaaa haaaa cambiadooooo aleteó el insecto confundido y miríadas de piel muerta de su piel ajena y última cayeron blancas de las extremidades que lo cubrían aún ¿Y ahora qué? … Calma, calma … si son Ellos, no puedes recibirlos así … ¿y si no son? gruesas gotas traspasaron el frágil abrigo que lo cubría Tal vez, Ellos no existen … Quizás sean sólo sombras … Se afanó en tareas inútiles Yendo de un sitio a otro De un cuarto interminable hasta el siguiente Con los pies descalzos Hace falta una jabonera y toallas en el baño, debo tener alguna bordada por ahí … está sin terminar pero hay tiempo hasta la luna llena y si todo falla, me queda el recurso de ofrecerles un thé … tscha de amaranto … lavanda … canela … mirra … ¿Qué haces? … (Sí, ¿qué hago, buscando y rebuscando en esta alacena que no es mía?) Las hojas del almendro rasgaron al otro lado del balcón con sus fibras secas Aún no es otoño … No es otoño pensó incrédulo el insecto Y vio el baúl donde había guardado para siempre el pastel de escanda y el velo naranja de esa boda que nunca aconteció Murmullos deshilvanados enredaron su cuerpo Hilos que brotaban del azogue cegándolo … hay tanta luz aquí gritó mudo del espanto al verlos entrar por los agujeros de la puerta que el filo luminoso de los Vigilantes había abierto Escarabajos corrían frenéticos con sus bolas de estiércol Cucarachas polillas hormigas profanaban sus dominios Y por una milésima de segundo la nubiniebla en que habita el campo manchado de sangre anegó sus ojos ciegos Y supo que ya no podría despertar

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