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miércoles, julio 23, 2008

Juan Carlos Gómez: Aventuras cinematográficas



Las películas polacas sobre Gombrowicz van de regulares a malas. Harina de otro costal es "Gombrowicz o la seducción", una película dirigida por Alberto Fischerman, uno de los mejores films argentinos de los años ochenta para algunos críticos, para otros, uno de los mejores de los últimos veinte años, y para otros más una de las mejores filmaciones argentinas de todos los tiempos. Cuando la premiaron en el festival de Rotterdam en el año 1986, Hubert Bals, el creador y director de este festival dijo cosas interesantes.
"Un film como "Gombrowicz o la seducción", por ejemplo, parte de una idea totalmente nueva y se convierte en una obra fascinante que no puede dejar de verse hasta el final, y así es como debe hacerse el cine. Es un film que enriquece al espectador"
Después del estreno los discípulos empezaron a dar algunas dentelladas, el Esperpento, pongamos por caso, andaba diciendo por ahí que el Buhonero Mercachifle sobraba en la película, y Quilombo que el que sobraba era el Mariposón.
Sobraran o no sobraran la cuestión es que el que se hizo famoso fue el cuarteto Gombrowicz, integrado por sus discípulos dilectos: Mariano Betelú, Jorge Di Paola, Alejandro Rússovich y yo.
El nombre de cuarteto se lo puso el Ezquizoide, coguionista del film junto a Fischerman, en uno de esos intervalos de lucidez que le venían a la cabeza de vez en cuando, muy resentido con Fischerman porque, según decía en voz baja para que no lo escuchara el director, el único guionista había sido él.
"Mariano Betelú guarda las llaves del reino. Su haber es la memoria del detalle, el documento fichado, los originales de cartas, las inesperadas fotos, el más rico anecdotario. Betelú es, además, un caso afortunado de transparencia. Dueño de un humor artero e inclaudicable y de una ironía tan fina como sus caligráficos y enigmáticos dibujos, representa la posibilidad del equilibrio en el cuarteto por momentos tempestuoso
"Rússovich, el filósofo de Goya, es, tanto como Gómez, un hombre que ha cultivado largamente la máscara. En su caso, esta persona se encuentra a la total merced de su inteligencia, él opera sobre ella, él decide y define a cada momento su personalidad en un juego de alternativas que durante largos meses de entrevistas previas a la filmación, llegó por momentos a fascinarnos"
"Pero la máscara es también un atributo de Juan Carlos Gómez, salvo que en él ha adoptado formas permanentes. Sospecho que Gómez –el matemático y filósofo– es quien más profundamente ha sido marcado por la ácida influencia de Gombrowicz en ese particular sentido de la representación como una de las maneras de la espontaneidad. Es curioso, y estimulante, comprobar de qué modo Rússovich y Gómez entran inmediatamente en conflicto –amistoso, por cierto–, disputándose el legendario afecto de Gombrowicz o la propiedad original de un concepto referido a la estética personal del escritor polaco"
"En cuanto al narrador Jorge Di Paola, supo siempre –y desde muy joven– moverse en la irreverencia. Dipi, que buena parte de este año estuvo oculto en Tandil escribiendo una novela, volvió para aportar al cuarteto esa enorme capacidad que posee para desarreglar las cosas y volverlas a disponer según sus designios"
El anárquico Asno, sin embargo, contra todo lo que podría parecer, preparó con mucho cuidado la bajada por una escalera con Quilombo, una de las escenas más logradas del film, estudiando de memoria las palabras de Antonio frente al cadáver de César en el drama de Shakespeare. Lo que sí es cierto también es que hubo que repetir la toma una docena de veces porque se olvidaba del parlamento.
El Ezquizoide estaba subyugado con la película, tanto es así que le pidió permiso a Fischerman para disfrazarse de mozo y servirnos café mientras nos filmaban.
El Buey Corneta también estaba seducido por "Gombrowicz o la seducción". Remata una larga nota que apareció un mes después del estreno de la película con una referencia al cuarteto.
"Ninguno de los cuatro discípulos (Rússovich, Gómez, Betelú y Di Paola) es actor, pero los cuatro representan sus papeles en "Gombrowicz o la seducción". Obligados a repetir escenas, situaciones y textos que verdaderamente los unieron al escritor polaco, sus interpretaciones están impregnadas de una admirable extrañeza"
Un estudiante francés, en el año del centenario de Gombrowicz, se acercó a mí en la Feria del libro y me pidió que le firmara un ejemplar del "Diario": –¿Usted me podría informar si Gombrowicz escribió algo sobre cine?; –Muy poco, me acuerdo de un comentario que me hizo cuando en el año 1964 lo enteré de que Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson se proponían filmar "Pornografía".
"Goma, corre, averigüe que es lo de filmar la Pornografía, que no me hagan una chanchada, sépalo se trata de treinta o cuarenta mil dólares. Hable con Arnesto si es que tontamente no se peleó con él. Si no, que Ada le hable. Averigüen con discreción. Yo no sé nada de eso"
Pero algo más había escrito sobre cine. Unos meses antes de su muerte
"Le Figaro" le mandó a Gombrowicz un cuestionario con preguntas sobre el cine. Les respondió que por el momento no estaba en sus planes escribir un guión cinematográfico, pero que si hubiera que llevar alguno de sus libros al cine elegiría "Pornografía" y "Cosmos". Los consejos que le daría al director de "Pornografía" serían los de que habría que filmarla sin pornografía, nada más que sensualidad y poesía, pues pornografía es tan sólo un título irónico.
De mis aventuras gombrowiczianas cinematográficas recuerdo la de una noche de mucho calor, en el Rex; el Alemán, Gombrowicz y yo decidimos ir al cine para aliviarnos con la refrigeración. Caímos en una sala donde estaban pasando La Gran Guerra, una película que venía precedida de una crítica muy buena, con Gassman y Sordi en lo papeles protagónicos. Pasados quince minutos, más o menos, Gombrowicz no aguantó más, nos tuvimos que ir del cine. Un dramma giocoso, donde la risa, la guerra, el dolor y la burla se sientan a la misma mesa. El demonio de Gombrowicz era el dolor, no podía soportar pues que se lo tratara con la ligereza con la que lo tratan los italianos en esa película.
Aunque en la foto no se nota hay que decir que a Fischerman no le interesaba demasiado Gombrowicz, lo que sí le interesaba era la relación que habíamos tenido nosotros con él, sin embargo, por esta vía indirecta alcanzó una aproximación cinematográfica a Gombrowicz que resultó conmovedora, cosa que no consiguieron ninguna de las películas polacas.

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