¿Cuantas veces nos gana la desesperación y nos lamentamos por la indiferencia de la mayoría? A todos ofende la indiferencia; es un ingrediente básico de la impunidad. Si alguien toma valor y denuncia actos criminales, puede poner en juego hasta su vida. ¿Quién ofrece garantías de integridad y seguridad para ellos? El estado debería hacerlo, en teoría. Un país que permite a su gobierno abandonar a éstos valientes, es un país que merece su impunidad. Piense esto: el saber que un acto valeroso será recibido con indiferencia es una invitación a ser indiferente. ¡La indiferencia nutre la indiferencia! Y muchos se amarran la lengua ante la muy creíble posibilidad de padecer la venganza del acusado a espaldas de la sociedad.
Viéndolo así, la indiferencia es el maldito miedo a quedarse sólo con la papa caliente. Así que la solución es responder por aquellos que toman valor por nosotros. Y rogar porque Nelson Mandela tuviera razón cuando dijo que conforme nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros.
Esto es lo único que puedo pensar al ver lo que ha pasado desde el arrojo poco probable de un guardia que habló desde la garganta misma del infierno defeño. Le recuerdo al lector. El 27 de octubre pasado, un pequeño y enfermo señor de nombre Arturo Amonte Lozada detalló públicamente la corrupción y el tráfico de drogas de los mandos de seguridad de la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, en donde trabaja como Custodio. La Procuraduría del Distrito Federal abrió expedita investigación y destapada la cloaca, empiezan a ventilarse las apestosas condiciones que todos intuíamos se viven en las cárceles del país.
Bien por el periódico Reforma, que no sólo fue el foro de la denuncia original de Amonte Lozada, sino que a mis ojos resulta ser hasta su línea de vida: no pasa semana en donde su equipo no le siga la pista. Y qué bueno: lo peor que puede pasar es que la indiferencia ahogue en el olvido al Custodio, porque sería entonces presa fácil de los criminales a los que acusa. Ni duda de que se necesita valor e inteligencia para estructurar una investigación periodística de éste tipo: mi admiración particularmente a los colaboradores del periódico: Arturo Sierra, Yáscara López, Antonio Baranda, Ricardo Rivera, Leticia Fernández, Manuel Durán.
Pero cuando hablamos de criminales, ¿de quienes estamos hablando? Usted y yo suponemos que si el gobierno capitalino fuera al fondo del asunto, prácticamente el total de los “elementos” de seguridad del penal tendría que ser cesado, procesado y puntualmente encerrado. La corrupción no es una situación irregular: mas que tema, es sistema. Habría que romperlo e imponer las condiciones de justicia y legalidad que merecemos como ciudadanos mexicanos. Como una infección, la única forma de lograr “el cambio” es evitando salidas fáciles y llegando hasta las últimas consecuencias. ¿O me equivoco?
Todos los ojos ahora pesan sobre Juan José García Ochoa, quien como subsecretario del Gobierno del DF es el responsable directo del sistema penitenciario de la Capital. Su primera (y obligada) movida fue destituir el pasado 12 de noviembre a Lucio Hernández y Armando Carmona, hasta entonces Director y Subdirector de Seguridad del sistema penitenciario capitalino, respectivamente. Ahora la ley lo obliga a indagar y procesar a Hernández y Carmona, que en el mejor de los casos resultaron ser criminalmente ineptos y en el peor, un par de ratotas más de las que tapan la cañería del sistema penitenciario mexicano.
¿Deberíamos culpar a éstos dos burócratas medios por la añeja perversidad que se vive en las cárceles del DF? Usted tendrá su opinión, pero a mi me parece que la respuesta es más que obvia. ¡Sin duda! Cierto, el problema de las actividades criminales dentro de los centros de readaptación social ¡caraja ironía! existe desde hace décadas. Cierto, antecede al actual gobierno de la capital. Pero nada me da peores ascos que escuchar el “así recibí y así entrego” que seguramente serviría de pretexto a más de un mediocre. Esto no es un juego ni un asunto de buenas intenciones. Es cosa de Ley. Y si se recibe algo en mal estado, hay de dos sopas: o se procede inmediatamente a remediarlo, o se da paso a otro para que lo haga. Basta de cómplicidades de acción u omisión.
La sociedad cuenta contigo, Juan José García Ochoa. Queremos ejemplos para que muchos otros imiten al Custodio, y tengan la certeza de que actuar bien no es una locura, sino una obligación con la sociedad.
2 comentarios:
Cómo no indignarse? pero ahí está el caso de Lidia Cacho y mira que resultados tiene. Asegurqan que sus derechos no fueron violados. No sólo eso, el objeto de denuncia pasó de noche, al seños Nacif no le va a pasar nada, cómo no le paso al director del sindicato de Walmart que violó a un montón de niñas cerillitos de sus tiendas. ¿ por qué ?porque están protegidos por muchos como ellos, como es el caso de M. A. Yunes que asistia a las fiestas del famoso barco denunciado.
Tu fe y tu enojo son un consuelo. Isabel Lorenzo
les agradezco su cumplido el que me digan que soy un pequeño y enfermo hombrecillo quisiera queme expliquen el porque de hombrecillo y enfermo les mando un ejemplo de lo que ami me compete conforme a reglamento en reclusorios
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