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martes, enero 16, 2007

Ignacio García: Sísifo Feliz


Sísifo Feliz
Por Ignacio García


Para quien sabe que
La lutte elle-même vers les sommets suffit à remplir un cœur d'homme.
Il faut imaginer Sisyphe heureux.


Por razones y circunstancias en las que el amor imposible ha sido el causante, hace no pocos días me vino a la memoria el mito de Sísifo y se lo conté a aquel amor-objeto inalcanzable. Sísifo es un héroe que en la Ilíada, es condenado por los dioses a subir y bajar eternamente una piedra hasta la cima de una montaña. La imagen del héroe, empeñado en empujar su roca, se ha hecho muy famosa en medios tanto filosóficos, y en otros de menor escala, como aquellos que se refieren a la superación personal, sin comprender el verdadero significado del castigo impuesto a este hombre rebelde.

Al buscar en Internet imágenes de Sísifo, me hallo que todas son iguales: todos los dibujantes y pintores lo conciben subiendo irremediablemente su roca; lo imaginan en sufrimiento, sudor, y esfuerzo estúpido. No hay uno solo que lo conciba en su descenso y atrape de él la sonrisa que provoca el descender sin el peso del castigo.


En la su ensayo titulado así: El mito de Sísifo (y en la parte correspondiente al mismo título), Albert Camus va a ofrecer una visión distinta de ese castigo. Inicia diciendo: “Los dioses habían condenado a Sísifo a subir una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso”. Así, sin más preámbulos, Camus nos da una clara idea de la tarea absurda; la de un empeño sin un propósito razonable, cíclico y sin cambio alguno. En otras palabras, Camus ofrece una muestra de botón a lo que es en sí un equiparable a la vida del hombre, a la existencia de éste.


Para Camus, el absurdo (su tema central en este y otros ensayos) es muy simple: los deseos, los anhelos y aspiraciones del hombre no concuerdan con el mundo que le circunda (o al revés). Todo a lo que aspira un hombre (amar a una mujer plenamente, por ejemplo), choca contra un juego inexplicable de situaciones (tiempo, rechazo, incompatibilidad, antipatía) que hacen imposible la realización de ese anhelo. Pero lo mismo sucede en la maquinaria con la que el hombre trabaja día y noche, y como pago recibe un salario que no corresponde al esfuerzo realizado: no se le retribuye la felicidad esperada por aquella matada a la que es sometida detrás de su tarea diaria.


Uno nace con el estigma de ser proyectado hacia la muerte, esa es la única opción viable y segura que se le presenta: todas sus esperanzas y sueños y planes a futuro no tiene validez bajo la sombra del absurdo. Lo único seguro es la muerte acompañada de sinsabores y contradicciones, mientras se aguarda. Esa es la única razón de estar y de ser en esta vida. No hay más verdad, no hay más propósito.


El libro completo inicia con la propuesta de Camus en el sentido de que la única pregunta válida para esta vida es si vale la pena realmente vivir, y si no acaso el suicidio es la única razón a tanto absurdo (a la vez que la única pregunta filosófica con sentido). La muerte es para Camus la culminación de este entendimiento del absurdo, porque el hombre es realmente feliz y vive realmente cuando comprende su finitud y sabe que ha vivido no como debe ser, sino como pudo ser, y eso lo libra de una carga enorme de responsabilidades y de culpas.


Lo importante es entonces saber que a pesar de que la vida es absurda y no tiene objetivo trascendental, se debe seguir viviendo razonablemente y lo más dignamente posible; se debe de encontrar alguna razón para vivir cada día y para esperar la muerte gratamente. Vivir, dice Camus, como un hombre rebelde. Su lema ( a la vez que mi lema desde la juventud) es fascinante y lleno de una filosofía central que hace siempre al hombre más fuerte cuando lo tunde el absurdo; dice el escritor argelino: “No hay destino que no se supere con el desprecio”.

Para centrar esta frase de hermosura sin igual, Camus invierte la visión que todos teníamos anteriormente del Sísifo castigado: en vez de verlo solamente subiendo su piedra a la cima de la montaña, lo mira en su descenso; ésta, dice Camus, es la hora de la conciencia. El hombre baja sin su roca y no tiene porqué pensar en ella: sabe que la va a volver a cargar...Pero si, en su libertad de no tenerla en ese momento, se empecina en pensar que la volverá a cargar, será desgraciado toda la vida. Lo que hace Sísifo entonces es “desprenderse” de su roca: sabe que le espera allá abajo, pero este instante (el de la verdad) vale todos los instantes del mundo. En su descenso tiene la vida por delante: el mar, el cielo, la espuma, la mujer inalcanzable, el amor nunca tenido. En otras palabras, Camus definirá este instante (en otras partes de su ensayo) como el de la existencia "aquí y ahora", y dirá que ésta es y debe ser como una navaja de afeitar que corta por doquiera pases la yema de los dedos.

Esta es la mejor forma en que se debe vivir; sabiendo que todo es un absurdo y que no hay razón para la vida. Aun así uno vive y se empeña en ordenar ese pequeño instante en que la roca ha quedado en el completo olvido.

Ahora, no resulta ya tan ingrato saber, y enfrentar, que este mundo es ilógico: el mismo desorden hace que nada este mal. El mismo Edipo (cita Camus) cuando viejo, llega a una conclusión en extremo deslumbrante y llena de una comprensión de la vida claramente magnifica: “A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo esta bien”.


A veces tengo que repetirme esa frase con la imagen triunfal de Sísifo en su descenso. Delante de este mar majestuoso, su sol, la espuma en índigo y azul, el aroma a algas y moluscos; y junto con toda esta magnificencia de la vida, ser consciente de todo lo que he perdido: no sólo lo que tuve, sino lo que nunca tendré entre mis manos. Eso me hace imaginar a Sísifo en su descenso, hacerme carne con é,, y boca con Edipo para decir que “todo está bien”. A veces el absurdo me traiciona y me hace vociferar --sin faltar los momentos en que reniego y digo: “Todo es peor que antes”. Pero siempre hay una luz: la de la roca que desciende, y yo imaginándomea sin ese fardo que me obligue a claudicar de la vida.

Está también una mujer hermosa, lejana, ajena, sin posibilidad alguna: ella también tiene el mérito de hacerme decir junto con Camus en sus Bodas de la Noche: “Comprendo aquí, eso que llaman la gloria de amar sin medida”.


No se requiere de más, sino de un poco de responsabilidad y darle significado a esos momentos inalcanzables.


El lector interesado puede leer aquí El Mito de Sísifo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, una vez más su texto me ha gustado mucho, tanto que me gustaría que otros amigos y compaeros lo leyeran, he pormocionado el blog con algunos conocidos, sin embargo, me gustaría saber que tan posible es incluir su texto en el blog que administro? espero su respuesta. un saludos y felicidades por las letras.

Ariel dijo...

Hola, solo un comentario. L'etranger está bien traducido como "El extranjero", usted está confundiendo etranger (extranjero) con etrangé (extraño). Nada más. Saludos

Ariel dijo...

Otra vez yo. Perdón por el comentario anterior, debía ir en el post sobre El Extranjero y no en el que habla sobre El Mito de Sísifo