El indiscutible que el PAN en su emblemático menosprecio a la cultura heredó a Jon Rementería una zona de desastre en el puerto de Veracruz. De meses atrás viene la inquietud de la comunidad artística por conocer, primero los programas de cultura que planteaban los candidatos. Durante la multitudinaria (fehaciente muestra del interés y de la existencia de creadores porteños), reunión efectuada el pasado 23 de agosto en las instalaciones de esta Casa Editorial, nos dimos cuenta de que “no tenían”, estaban “improvisando”. Por supuesto, el asunto era serio y fue motivo más de preocupación.
Como dicen por ahí, el PAN logró lo que entre nosotros no habíamos podido: unirnos. Los diferentes gremios se las arreglaron como pudieron mientras veíamos literalmente caerse los recintos culturales. Algunas heroínas por ahí, siguieron con sus propios recursos en muchas ocasiones tratando de conservar programas de interés público, como Paty Gómez, encargada de cultura popular.
Cada gremio buscó sus espacios. Pero nunca dejó de ser crítico. La vida siguió. La llegada del PRI, con mayor apertura a las expresiones artísticas revivió la esperanza
(ojalá no digamos dentro de tres años como Joaquín Sabina: “No hay nada peor que lo que no se ha tenido”); de que mejoraría la atención y el presupuesto para un programa cultural digno que se vaya preparando para el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución.
Así la situación, después de varias reuniones entre los más que se pudieron convocar y asistieron, efectuamos mesas de trabajo con algunos integrantes de las diferentes disciplinas: artes visuales, artes escénicas y literatura, principalmente, para armar un listado de “pendientes”. Luego de buscar (me sentí como si estuviera rogando, cuando era un derecho como toda ciudadana) una reunión con el próximo alcalde Jon Rementería Gurutz (me encanta ese segundo apellido), nos encontramos con la sorpresa de que su candidato a Director de cultura, era un abogado (todo lo contrario a lo que esperábamos), además de 26 años. Qué susto. El joven Luis Fernando Ruz Barros, pronto se hizo valer, demostró que tiene si no la experiencia y el necesario bagaje, sí el interés y la voluntad. Preferible a una mujer u hombre amafiada y con compromisos hasta el cuello con medio Veracruz, cuya “disposición” de promotor cultural se percibe más por los posibles y buscados ingresos que por esa sentida inclinación natural, que se trae en la sangre.
La reunión con Jon Rementería se llevó a cabo el 6 de diciembre, con limitaciones: no más de tres o cuatro, con el tiempo contado. Y una actitud de displicencia, que nos dejó la sensación de “ay, sí, pobrecitos loquitos bohemios, vamos a darles chance”. Pues estos pobrecitos bohemios, la mayoría abstemios (que paradójico), le entregaron el resultado del consenso efectuado en los anteriores encuentros: remodelación y equipamiento de los recintos culturales dependientes del cuatro veces H. Ayuntamiento; recuperación y remodelamiento (se esta cayendo a pedazos) de la Casa Salvador Díaz Mirón para uso exclusivo de creación literaria; definir un proyecto editorial del H Ayuntamiento; otorgar a la Escuela de Artes Plásticas un inmueble digno; revisar la situación del teatro Clavijero; contar con una Compañía municipal de Teatro digna, apoyada, con recursos; convertir a los parques Zamora, Zaragoza, Ciriaco Vázquez y el callejón de Miranda en corredores culturales; designar a personal capacitado con experiencia comprobable en la Dirección de Cultura y en los recintos culturales dependientes del Ayuntamiento, de preferencia una persona de lo localidad con el conocimiento de la producción porteña y la visión global de los movimientos artísticos contemporáneos y ofrecimos apoyarlo en el “paquetote” de los programas del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución que le tocarán.
Como temas importantes pendientes fuera de la tarjeta quedaron: el rescate de los conventos, la rehabilitación y fortalecimiento del Archivo y Biblioteca Históricos Municipal (que es una vergüenza siendo nosotros el primer ayuntamiento de América, deberíamos tener los mejores tesoros documentales), y el Parque Zamora. Antes se aclaró muy bien que nos buscábamos ninguna confrontación, ni ninguna compensación, que como veracruzanos lo hacíamos por amor a nuestra ciudad, que el único ánimo que nos motivaba era proponerle nuestro apoyo en algunos puntos que consideramos de elevada trascendencia, aparte del programa cultural del trienio y los festejos del Bicentenario y Centenario.
¿Por qué ofrecernos a asesorar y apoyar, a hacerle su programa, inclusive gratuitamente? Porque el alcalde no tiene la obligación de ser experto, porque la mayoría de nosotros nacimos o hemos desarrollado parte de nuestra obra aquí y nos interesa Veracruz.
El próximo alcalde se la pasó sonriendo: tranquilo, trasparente y homogéneo. Como buen político (eso sí que rápido lo aprendió), no dijo nada. Se limitó a escuchar.
Se llevó la tarjeta de tarea, dijo.
Claro, nosotros nos quedamos con otra tarea más: sabemos cómo apoyarlo entre todos… pero… ¿Existe la voluntad política? A eso no contestó. La historia no termina aquí, somos un gremio unido (gracias PAN), y así como tenemos preguntas, humildemente tenemos propuestas.
Como dicen por ahí, el PAN logró lo que entre nosotros no habíamos podido: unirnos. Los diferentes gremios se las arreglaron como pudieron mientras veíamos literalmente caerse los recintos culturales. Algunas heroínas por ahí, siguieron con sus propios recursos en muchas ocasiones tratando de conservar programas de interés público, como Paty Gómez, encargada de cultura popular.
Cada gremio buscó sus espacios. Pero nunca dejó de ser crítico. La vida siguió. La llegada del PRI, con mayor apertura a las expresiones artísticas revivió la esperanza
(ojalá no digamos dentro de tres años como Joaquín Sabina: “No hay nada peor que lo que no se ha tenido”); de que mejoraría la atención y el presupuesto para un programa cultural digno que se vaya preparando para el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución.
Así la situación, después de varias reuniones entre los más que se pudieron convocar y asistieron, efectuamos mesas de trabajo con algunos integrantes de las diferentes disciplinas: artes visuales, artes escénicas y literatura, principalmente, para armar un listado de “pendientes”. Luego de buscar (me sentí como si estuviera rogando, cuando era un derecho como toda ciudadana) una reunión con el próximo alcalde Jon Rementería Gurutz (me encanta ese segundo apellido), nos encontramos con la sorpresa de que su candidato a Director de cultura, era un abogado (todo lo contrario a lo que esperábamos), además de 26 años. Qué susto. El joven Luis Fernando Ruz Barros, pronto se hizo valer, demostró que tiene si no la experiencia y el necesario bagaje, sí el interés y la voluntad. Preferible a una mujer u hombre amafiada y con compromisos hasta el cuello con medio Veracruz, cuya “disposición” de promotor cultural se percibe más por los posibles y buscados ingresos que por esa sentida inclinación natural, que se trae en la sangre.
La reunión con Jon Rementería se llevó a cabo el 6 de diciembre, con limitaciones: no más de tres o cuatro, con el tiempo contado. Y una actitud de displicencia, que nos dejó la sensación de “ay, sí, pobrecitos loquitos bohemios, vamos a darles chance”. Pues estos pobrecitos bohemios, la mayoría abstemios (que paradójico), le entregaron el resultado del consenso efectuado en los anteriores encuentros: remodelación y equipamiento de los recintos culturales dependientes del cuatro veces H. Ayuntamiento; recuperación y remodelamiento (se esta cayendo a pedazos) de la Casa Salvador Díaz Mirón para uso exclusivo de creación literaria; definir un proyecto editorial del H Ayuntamiento; otorgar a la Escuela de Artes Plásticas un inmueble digno; revisar la situación del teatro Clavijero; contar con una Compañía municipal de Teatro digna, apoyada, con recursos; convertir a los parques Zamora, Zaragoza, Ciriaco Vázquez y el callejón de Miranda en corredores culturales; designar a personal capacitado con experiencia comprobable en la Dirección de Cultura y en los recintos culturales dependientes del Ayuntamiento, de preferencia una persona de lo localidad con el conocimiento de la producción porteña y la visión global de los movimientos artísticos contemporáneos y ofrecimos apoyarlo en el “paquetote” de los programas del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución que le tocarán.
Como temas importantes pendientes fuera de la tarjeta quedaron: el rescate de los conventos, la rehabilitación y fortalecimiento del Archivo y Biblioteca Históricos Municipal (que es una vergüenza siendo nosotros el primer ayuntamiento de América, deberíamos tener los mejores tesoros documentales), y el Parque Zamora. Antes se aclaró muy bien que nos buscábamos ninguna confrontación, ni ninguna compensación, que como veracruzanos lo hacíamos por amor a nuestra ciudad, que el único ánimo que nos motivaba era proponerle nuestro apoyo en algunos puntos que consideramos de elevada trascendencia, aparte del programa cultural del trienio y los festejos del Bicentenario y Centenario.
¿Por qué ofrecernos a asesorar y apoyar, a hacerle su programa, inclusive gratuitamente? Porque el alcalde no tiene la obligación de ser experto, porque la mayoría de nosotros nacimos o hemos desarrollado parte de nuestra obra aquí y nos interesa Veracruz.
El próximo alcalde se la pasó sonriendo: tranquilo, trasparente y homogéneo. Como buen político (eso sí que rápido lo aprendió), no dijo nada. Se limitó a escuchar.
Se llevó la tarjeta de tarea, dijo.
Claro, nosotros nos quedamos con otra tarea más: sabemos cómo apoyarlo entre todos… pero… ¿Existe la voluntad política? A eso no contestó. La historia no termina aquí, somos un gremio unido (gracias PAN), y así como tenemos preguntas, humildemente tenemos propuestas.
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