…Cuando la vimos por primera vez, ya éramos bastante grandecitos para estar en la universidad, pues tras dos tropiezos en la secundaria y otro en el bachillerato, habíamos entrado a la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación cumplidos los 20 años. Era a mediados de los 80 cuando IMEVISIÓN representaba un opción clara frente al monopolio que ejercía Televisa. Eran tiempos de búsqueda y aprendizajes disciplinarios, sobre ideologizados, si me apuran, lo cierto es que tras el noticiario de mediodía que conducción Pilar Álvarez Lazo, el canal del Ajusco transmitía un programa titulado –si mal no recuerdo- Monitor Financiero, entre cuyos conductores figuraba una chica blanquita y delgada: era Carmen Aristegui, a quien poco tiempo después tuve oportunidad de conocer en persona en una de las visitas que como estudiantes hiciéramos a la televisora del Estado Mexicano. “Yo a usted la conozco”, le dije tras tomarnos una fotografía con la Álvarez Lazo, “A ver quien soy” –me dijo sonriendo. “Eres Carmen Aristegui, de Monitor financiero”, contesté nervioso. “¡Ah, me conoce!” dijo sonriendo, antes de aceptar tomarse una foto con quien escribe. De entonces al final del año pasado, le seguí la pista, para regresar y darme por enterado que no estaba más en su programa de radio, que como religión seguíamos miles de mexicanos.
Y es que tras su paso por aquel programa televisivo, pronto conformaría junto a Javier Solórzano una de las parejas claves en el periodismo mexicano, con quien más tarde probaría fortuna en uno de los proyectos radiofónicos que quizá reinventó la forma de hacer periodismo radiofónico. Debemos decir, incomprensible su participación en esa experiencia, pues junto a sus nombres, apareció el de Pedro Ferriz de Con, que ya para finales del sexenio de Zedillo terminaba por confirmar el cobre del que estaba hecho, cuando convocó a un sondeo de opinión con el cual ni Carmen ni Javier, estuvieron de acuerdo por lo tendencioso del mismo (les mencionaría el tema, pero la verdad en este momento no lo recuerdo), que comenzó un conflicto con el hijo de quien dijera en algún momento que “Un mundo nos vigilaba”, y no precisamente el del Cisen. Lo que vendría sería la separación y una demanda de tan ingratos recuerdos para la Aristegui, pues si bien su credibilidad no fue empañada por aquel despreciable personaje que también se dijo engañado como millones mexicanos por el innombrable, lo cierto es que invirtió parte de su capital simbólico y económico, en un proyecto que le dio más dolores de cabeza que cualquiera de los temas periodísticos que ha tocado en su larga trayectoria profesional.
Es ya durante el gobierno del gobernante que no supo gobernar, y que por las malas lenguas se sabe que tampoco en su casa se ha mostrado competente, que junto a un puñado de periodistas, Carmen Aristegui y Javier Solórzano, integraron el ya famoso “Círculo rojo”, término con el que precisamente regresaron a la televisión abierta, para confirmar la independencia de una profesión (u oficio, dijeran mis profesores), pero particularmente un compromiso responsable y ético, frente a un poder público que siempre estuvo al acecho, hasta dar un certero zarpazo. Durante el tiempo que duró al aire, miles de mexicanos (quizá millones) confirmamos que otro país existía, ese negado por la retórica oficial y el acartonado discurso noticioso de cientos de periodistas que han preferido alinearse al poder. La confirmación de que los principios son antes que los finales, dio cabida a la voces disidentes, a los sin rostros y a todos aquellos temas que tradicionalmente no ocupaban parte de la agenda mediática diseñada desde las estructuras del poder político, económico, religioso tanto como por los intereses informativos de permisionarios televisivos y radiofónicos. Sin duda una época de esplendor para el periodismo electrónico, pues por la televisión de paga, los tristemente recordados Denisse Mearker y Ciro Gómez Leyva, hacían lo suyo en el Canal 40, así como desde hacía ya años también lo cumplían con entereza Ricardo Rocha en TV y radio posteriormente y Gutiérrez Vivó en Radio Red; precisamente éstos últimos, dos periodistas que también los hicieron morder el polvo al censurar y clausurar sus respectivos proyectos durante algún tiempo.
Hoy que Carmen ha salido del aire por lo que ya se muestra ha sido un acto de censura que involucra a la misma Prisa como responsable de la administración del proyecto periodístico radiofónico de la XEW, la perla en el cuadrante de Televisa y que –originalmente- encabezarán precisamente Aristegui, Solórzano y Carlos Loret de Mola (curiosamente todos fuera bajo condiciones sospechosas). Al parecer, terminaron por importar más los intereses político-económicos que mantiene con el gobierno de Felipillo Calderón que los periodísticos de una empresa que edita el llamado periódico global El País.
Así las cosas, en un mundo que decía hacia finales de diciembre pasado solía no cambiar mucho, en un país como México este acto confirma la regla, por muy duro y doloroso o impotente que sea: este México, aun con otras formas de narrarse las cosas, sigue siendo el mismo, donde se ha erigido un poder gubernamental que fue uno durante 70 año, pero que en 7, los que llegaron han alcanzado a demostrar que aprendieron con eficiencia lo peor de aquellas viejas formas de mandar y administrar la vida de política, económica y pública, pero con nuevas fórmulas. Hoy más que nunca, se extraña a la mujer que puso su imagen para encabezar una campaña contra la violencia de género; nunca como antes, se recuerdan aquellos momentos de cobertura noticiosa profesional para poner su nombre en eventos que tuvieron relación con la pederastia eclesial y del magisterio oaxaqueño; no más espacio electrónico al complejo universo indígena tanto como al dolor que clama atención tras siglos de sometimiento; quien sabe para cuando esa voz y presencia que supo distanciarse del acorralamiento informativo impuesto por Televisa hacia López Obrador hacia la etapa final en la pasada elección federal y últimamente en momentos cruciales como la discusión de la Ley Televisa, , así como ante el resolutivo de la Suprema Corte de Justicia en el caso Lidia Cacho, y ni qué decir de la forma en que pinto su raya frente al Clon malhecho del programa Primer Plano (en el que igualmente participara la Aristegui en el Canal 11) que hoy tiene Televisa con sus conductores estrellas, llamado Tercer Grado.
De nada valió el premio internacional que recibiera el año pasado por su trabajo durante la jornada electoral federal y que la colocara como una de las mejores periodistas del mundo. Precisamente un ejercicio periodístico que la diferenció de muchos de sus colegas, experiencia que como escucha y académico en muchas ocasiones la consideramos como ejemplo en nuestras aulas universitarias; profesional del periodismo que nos llevará a dedicarle un ensayo donde se analiza el papel precisamente jugado por los medios masivos de comunicación y sus informadores, incluidos las ultimas pulsaciones de aquel largo día que terminara siendo transferido hasta el momento en cuando los magistrados federales, declararon que Vicente Fox y la elite empresarial, habían incumplido la ley pero nomás tantito, pues si bien su ilegal participación había puesto en vilo la legalidad, no interfirieron en el resultado final. Por razones que prefiero no comentar ya que terminaría por balconear a segundos y terceros, el texto no ha aparecido publicado aún, pero esperamos algún día salga, aun sabiendo la temporalidad del análisis.
En virtud de todo lo aprendido como escucha y académico, desde aquí un grito que pudiera ser de impotencia si no supiera que como nosotros, hay miles y millones de mexicanos que admiramos a Carmen Aristegui, quienes deseamos volverla a escuchar o ver en algún medio de comunicación, para seguir creyendo que el periodismo puede ser comprometido, ético, responsable y cercano a esa cosa llamada objetividad. Como lo dijera en el trabajo ante referido, por seguir demostrando que el periodismo puede ser digno, “por su entereza y seguir creyendo (demostrando también) en el ideal del periodismo”.
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