335
El ayer es una mañana de fina azúcar
y el viento no para de correr.
Beatriz Pérez Pereda
Los terrones de azúcar en los retratos
no encuentran huracán que los amaine
La selva de cemento
no encuentra oscuridad que la calle
yo no encuentro sobriedad para olvidar
el reencuentro con las fotos
el despertar a la miseria de tu falta.
334
Tomas mi vida, siempre encuentras la parte blanda de la trenza de mi tristeza y la exprimes, destilas el dolor y me besas, así sobrevivo, y existes en mí.
333
No deja de llover. Mi casa es un cántaro con huesos destartalados. Esta ventana salpica mi cuerpo, el eco salpica las avenidas enlazadas. Oigo ruidos en un jardín al fondo de mis gestos, los ecos se desparraman en la noche, son ángeles llenando la estancia de olores ocres. Parezco una mascota que pasea junto a su jaula para esconder su deseo.
Amanece el olor dentro.
Hace cuatro siglos dios decidió no mirarme. Ahora me perdona, y me encomienda militancia clandestina, búsqueda de palabras insondables. Encuentro mi palabra sujeta a un árbol con una cinta roja, embelezada con una camarada. Mi palabra lésbica, mi palabra perspicaz, mi palabra huyendo de mi cuerpo, mi palabra llena de laberintos y de olores, mi palabra en el rastro de mi boca, y mi boca bajo el árbol estremecida con el rostro de la ausencia.
332
No faltas, es la lejanía que enmudece
es que no tengo casa ni dispongo de mis ruinas
No faltas, es que he salido a caminar el pueblo
y este silencio maternal me responde
no existe nada.
331
La luz cae sobre la ventana
como latigazos en la espalda de Cristo
Gozo los rayos esparciéndose en la casa
reescribo el tiempo
He ensuciado con la sangre de dios
esta libertad para escribirte
he comprado al traidor
para pronunciar tu nombre
Ahora soy un personaje dispuesto
a morir en cualquier parte de mi historia
ahora a punto del suicidio no temo
estuve prescrita desde antes de amarte
anduve sobre ti desde que mi sombra era un murmullo
La luz cae sobre la ventana
escribo tu nombre nuevamente
y los grandes temas se acumulan llenos de polvo
en una esquina de mis versos.
Beatriz Pérez Pereda
Los terrones de azúcar en los retratos
no encuentran huracán que los amaine
La selva de cemento
no encuentra oscuridad que la calle
yo no encuentro sobriedad para olvidar
el reencuentro con las fotos
el despertar a la miseria de tu falta.
334
Tomas mi vida, siempre encuentras la parte blanda de la trenza de mi tristeza y la exprimes, destilas el dolor y me besas, así sobrevivo, y existes en mí.
333
No deja de llover. Mi casa es un cántaro con huesos destartalados. Esta ventana salpica mi cuerpo, el eco salpica las avenidas enlazadas. Oigo ruidos en un jardín al fondo de mis gestos, los ecos se desparraman en la noche, son ángeles llenando la estancia de olores ocres. Parezco una mascota que pasea junto a su jaula para esconder su deseo.
Amanece el olor dentro.
Hace cuatro siglos dios decidió no mirarme. Ahora me perdona, y me encomienda militancia clandestina, búsqueda de palabras insondables. Encuentro mi palabra sujeta a un árbol con una cinta roja, embelezada con una camarada. Mi palabra lésbica, mi palabra perspicaz, mi palabra huyendo de mi cuerpo, mi palabra llena de laberintos y de olores, mi palabra en el rastro de mi boca, y mi boca bajo el árbol estremecida con el rostro de la ausencia.
332
No faltas, es la lejanía que enmudece
es que no tengo casa ni dispongo de mis ruinas
No faltas, es que he salido a caminar el pueblo
y este silencio maternal me responde
no existe nada.
331
La luz cae sobre la ventana
como latigazos en la espalda de Cristo
Gozo los rayos esparciéndose en la casa
reescribo el tiempo
He ensuciado con la sangre de dios
esta libertad para escribirte
he comprado al traidor
para pronunciar tu nombre
Ahora soy un personaje dispuesto
a morir en cualquier parte de mi historia
ahora a punto del suicidio no temo
estuve prescrita desde antes de amarte
anduve sobre ti desde que mi sombra era un murmullo
La luz cae sobre la ventana
escribo tu nombre nuevamente
y los grandes temas se acumulan llenos de polvo
en una esquina de mis versos.
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