Encuentra a tus autores aquí

sábado, agosto 09, 2008

Alejandro Hernández López: FAUNA



La sirena

Con el mar atrapado en sus ojos y el sol posándose en la arena, el silencio secuestró las palabras que cayeron como despedida. Sus manos recogieron lo negro del corto cabello, tenues y erguidos sus senos se pronuncian discretamente como estatua inspirada en líneas de su piel. Con la vanidad como semblante barre milimétricamente cada ángulo del lugar. Se delinea las cejas y maquilla los labios con sus propios labios. Urgente y sutil, su voz forma una figura fascinante. El aire choca entre cristales que atrapan pedazos de océano, el correr de las olas acaricia las escolleras. En el espesor del tiempo los ojos de la sirena se hicieron profundos, enormes, hermosos. Por instantes ambos escucharon el silencio que otorga el mar cuando duerme. Sus cuerpos temblaron como tiembla el sol en las mañanas. En su sueño corto y profundo como el deseo de un dios, él intentó hacerla retroceder en la arena de las desiertas agujas de un reloj.


El horizonte de un acto

Aquí el tiempo transcurre como el acto breve que representa el vuelo de un colibrí buscando fuego en una flor al amanecer. Existe cierto aire de asombro y también instantes efímeros que siembran la indiferencia. En este lugar de cuando en cuando estamos todos, a veces nosotros, el otro nosotros de nosotros y el otro yo de uno mismo. Aquí siempre se mide cada parte de las secuencias y buscando en el pasado se intenta encontrar la duración de las cosas donde el tejido humano saca chispas. Se propone la compañía además de eternas lámparas de serena luz que se cuentan arriba de todo el pasillo.
La materia de esta casa sin muebles nace en el corazón, por lo tanto cohabitan ventanas al inframundo, nace en albor y madura en oscuridad. Allí, entre la enfermería y los quirófanos habitan salmones que saltan en la corriente.
Ellos son blandos y ciegos, en plena obstinación interior se alimentan de escalones oscuros, sobrepasan el origen y los impulsos eléctricos que nutren al corazón. Como acto breve corren en la oscuridad y la tormenta, el tiempo apenas transcurre. En este espacio nacen semillas de un mismo fruto. En este mundo aparte, hay aves de alas susurrantes y las cosas cobran vida.
Aquí todos esperamos que rebose el bienestar mientras las acuosas tardes se apagan, estos vientos ya vienen de regreso, pasaron por el sur y vuelven al norte. En boca de quienes acudimos a este hospital escondemos fuego y tiempo entre lunas sobre el piso, compartimos las avellanas y cierta ilusión que se remite a órdenes divinas.



El tren

Alcanzo a sentir un gran sonido, como el latido de un corazón que corre agitado entre rieles de acero. Aunque es intenso, tiene alegre y sonora cadencia. Cubre la noche en esta porción de ciudad que me gusta cuando ladran sus perros. Y ese sonido que llega de lejos, que transporta el tiempo, tren de resentimiento y pena, señuelo y sumisión, rendimiento de cuentas, empecinada esperanza en la historia mexicana. Silencio interior que apacienta entre sentidos. Alboroto diferente causa en los perros de nuestro barrio, su efímera llegada. Y aunque en este preciso momento ya está lejos. En las sombras la celebración acaba de empezar.


Textos del libro inédito “El interior de un exterior
Alejandro Hernández Llópez
Escritor y promotor cultural.
Xalapa, Veracruz, México.

No hay comentarios.: