Un emperador chino ama sobre todas las cosas a su gallo de pelea.
Decide inmortalizarlo, llama al mejor pintor del imperio. El artista observa durante muchas horas al animal y dice:
-El retrato estará listo en seis meses.
Pasado el plazo el monarca envía a un ministro a buscar el cuadro. El pintor le dice:
-Aún no está listo. Vuelvan dentro de ocho meses más.
Transcurre ese tiempo. El emperador impaciente envía un grupo con sus más importantes colaboradores, pero el pintor los recibe diciendo:
-Todavía no está listo, vuelvan en 10 meses más.
El emperador se encoleriza. “!Voy a esperar, pero si esta vez no cumple, haré que le corten la cabeza!”
Pasan los 10 meses, el emperador mismo, con un séquito impresionante más un verdugo, se dirige al estudio del artista. Éste lo recibe con las muestras de respeto que la tradición indica. El monarca irritado, lo interrumpe.
-Quiero ver ahora mismo el retrato de mi gallo Si no lo has terminado . ¡Morirás!
Con toda calma, el pintor coloca en un atril una tela en blanco, prepara colores y pinceles y ante el asombro de todos, pinta el retrato del animal. El dibujo y el parecido son perfectos. El gallo parece respirar. Ferocidad, elegancia, inteligencia hacen de él un gallo maestro. El emperador ante tal obra de arte, llora de emoción. Luego se enfurece
-Tu retrato es perfecto ¡Sin embargo, te haré decapitar! ¡pudiendo pintarlo en unos minutos, te has permitido hacerme esperar dos años! ¡Eres un vanidoso insolente!
-Un momento majestad - responde el pintor – antes déjeme mostrarle algo.
Abre sus grandes armarios: ¡Están llenos de de millares de dibujos del gallo, en todas las posiciones imaginables, con todos los estados de ánimo posibles, con los colores de plumas vistos a través de múltiples gamas! Luego abre las puertas de su taller que dan al jardín, y el emperador ve una enorme jaula llena de gallos vivos, rodeada de gallos disecados e incluso esqueletos de esas aves.
Decide inmortalizarlo, llama al mejor pintor del imperio. El artista observa durante muchas horas al animal y dice:
-El retrato estará listo en seis meses.
Pasado el plazo el monarca envía a un ministro a buscar el cuadro. El pintor le dice:
-Aún no está listo. Vuelvan dentro de ocho meses más.
Transcurre ese tiempo. El emperador impaciente envía un grupo con sus más importantes colaboradores, pero el pintor los recibe diciendo:
-Todavía no está listo, vuelvan en 10 meses más.
El emperador se encoleriza. “!Voy a esperar, pero si esta vez no cumple, haré que le corten la cabeza!”
Pasan los 10 meses, el emperador mismo, con un séquito impresionante más un verdugo, se dirige al estudio del artista. Éste lo recibe con las muestras de respeto que la tradición indica. El monarca irritado, lo interrumpe.
-Quiero ver ahora mismo el retrato de mi gallo Si no lo has terminado . ¡Morirás!
Con toda calma, el pintor coloca en un atril una tela en blanco, prepara colores y pinceles y ante el asombro de todos, pinta el retrato del animal. El dibujo y el parecido son perfectos. El gallo parece respirar. Ferocidad, elegancia, inteligencia hacen de él un gallo maestro. El emperador ante tal obra de arte, llora de emoción. Luego se enfurece
-Tu retrato es perfecto ¡Sin embargo, te haré decapitar! ¡pudiendo pintarlo en unos minutos, te has permitido hacerme esperar dos años! ¡Eres un vanidoso insolente!
-Un momento majestad - responde el pintor – antes déjeme mostrarle algo.
Abre sus grandes armarios: ¡Están llenos de de millares de dibujos del gallo, en todas las posiciones imaginables, con todos los estados de ánimo posibles, con los colores de plumas vistos a través de múltiples gamas! Luego abre las puertas de su taller que dan al jardín, y el emperador ve una enorme jaula llena de gallos vivos, rodeada de gallos disecados e incluso esqueletos de esas aves.
1 comentario:
El artista, el que se crea y recrea a traves de la obra nunca está listo, no lo está...nunca lo está del todo, pero el alma de la obra si lo está cuando aparece como una necesidad ineludible, cosa de vida o muerte, tal vez...y es que mientras más vemos al objeto más aprehendemos su esencia, y algo permanece para siempre eludiéndonos. Me identifico con el gallo, o en todo caso con el artista que en el gallo se mira a sí mismo. Hace poco, me pedían explicar porqué no termino una acuarela que he titulado Ciudad de Tablas (el antiguo puerto de la Vera Cruz) y que lleva en la pared de mi luminoso y silencioso hogar algunos años creo ...casi está, pero aún no. Y les contaba del cuadro del Fénix que debo haber hecho en menos de unos días, así también de una sola vez, y sin preguntarme en ningún momento de todas esas tardes y noches que iba surgiendo de mis manos, la razón de que hubiera aparecido tan fácilmente, aunque debió ser porque también había aparecido por aquella época como personaje en la novela que escribo hace más de diez años. Y siempre queda la duda, de si acaso esto que afirmo y creo es sólo una excusa para posponer el final de la Obra. El novelista ruso Alexander Ysatevich Solzhenitsin de quien leí -claro-, El archipielago Gulag en mis lejanos e impresionables años 70s, estaba preparando la edición de 30 tomos de sus obras completas cuando falleció. Pena ajena sentimos unos muy queridos amigos y yo (artistas todos) al saber de su muerte y de tal tamaño de obra. Y reflexionamos que es ahora cuando podremos escribir y pintar y tomar un té de mandarina calentado en un difusor de cristal a la luz de una pequeña vela y salir a caminar todas las tardes en la avenida de viejas jacarandas, olivos y arces enmedio del olor humano, del terrible pozo de serpientes que suele invadirnos a diario. José Emilio Pacheco afirma en uno de sus infinitos poemas que "no podemos ser felices mientras haya alguien en el mundo que no lo sea, ya que somos responsables del mundo", ¿y si pudiera?, me pregunto esta tarde de domingo después de despedir a estos compañeros de ruta que regresaban al puerto, ¿si por fin pudiera ir hacia esa otra orilla, desprenderme de mi ajeno dolor, y marcharme a donde está esperando la REALIDAD TOTAL?
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