¿Es el último capítulo de la guerra sucia del 2006? ¿Son los preparativos de las siguientes elecciones presidenciales?
Los mexicanos sabemos vivir sin información fidedigna, hemos sabido aguantar a don Jacobo y aguantamos a los López, a los Alatorre y a muchos otros, porque sabemos que los anuncios a veces son útiles y entre la desinformación puede colarse algo de la realidad que como ciudadanos conocemos con más o menos exactitud.
La información circula cuando la gente corre la voz: somos los primeros periodistas, somos los que informamos a los locutores y a los redactores. Los noticieros sólo confirman o callan. Por ejemplo, ciertos desastres naturales no dañan los barrios residenciales y en la tele esto no se dice.
El silencio que se produce en la W con la pérdida del contrato de Carmen Aristegui nos afecta a todos. Es posible que los inversionistas españoles allí metidos y Televisa aguanten el golpe económico, porque quienes los contratan van a correr el riesgo de que la audiencia no disminuya.
Pero este no es un problema de negocios, sino político: los anunciantes que no se retiren de la W están avalando la medida tomada contra Aristegui. En tanto, ¿qué haremos los radioescuchas?
En diferentes medios se propone que la gente deje de oír la W. Cuando dejó de oírse a Gutiérrez Vivo en esta ciudad fue una decisión que no tomó en cuenta a los clientes. Los destinatarios de los anuncios no sabemos las razones de los empresarios para abrir o cerrar contratos: en eso consiste ser consumidores, somos llevados y traídos por aquí y por allá como si nada.
Lo que pasó con el noticiero de Aristegui es más significativo de lo que parece. En esta historia hay preguntas sin respuestas claras: ¿cómo llegamos a encontrar a Carmen Aristegui en la W? ¿Cómo la empezamos a ver en CNN televisión a las diez de la noche? Y en este programa, donde se anuncia la marca Cadillac, ¿será que todos los televidentes hayamos metido en nuestra cabeza la idea de comprar ese automóvil próximamente?
Junto a los compradores la W tuvo un público que no compraba lo que se anunciaba allí. Ese público compraba las noticias como las presentaba Aristegui. Algunos días que ella no estaba en el programa se le echaba de menos, ese día no era lo mismo. De paso, el trabajo de Aristegui servía para demostrar lo pésimo que son los noticieros nocturnos de Televisa y Televisión Azteca, tan malos, tan ocultadores de temas de primera importancia que uno prefiere no tratar de informarse con ellos porque es algo inútil.
Allí está el principal daño: el silencio que deja Aristegui.
Miles de gentes en todo el país pensábamos que habíamos dado un paso adelante en cuestión de medios de comunicación y, por tanto, en democracia. Nos despreocupamos de que hubiera otros noticieros a la misma hora que son algo horrendo. Y de pronto hay que volver a la realidad: el silencio. Vuelta a atender la voz de los ciudadanos, los amigos, las personas en las filas de los bancos, del supermercado. La voz de Aristegui permitía medir el contenido compartible que teníamos en el cerebro miles de personas. El silencio hace que la información fluya entre todos de maneras insospechadas.
Ignoro cómo llegué a sintonizar la W un día; sé que se hizo mi estación cotidiana. No ignoro por qué me acabo de despedir de la W por un tiempo que será prolongado, por lo menos de cinco años, o más si vuelve a haber fraude electoral.
El silencio de Aristegui es la medida de la democracia actual, falsa, por lo mismo, de México. Y en ese silencio viviremos como hace años, como cuando Díaz Ordaz gobernó. Ese silencio es indomable, desconocido, ajeno al gobierno federal (vox populi), por lo que desde el día 4 de enero de 2008 se puede decir que éste ha perdido legitimidad, en la misma medida que no es legítima la televisión de la pobreza que hay en México.
Ya seamos consumidores o ciudadanos, el silencio que la W le impuso a Aristegui sólo puede responderse con el silencio. La W, para mí, desapareció en el silencio de Aristegui.
Sólo me queda una imagen para explicarme: imagino que estamos platicando en un café y llega la policía del pensamiento y nos dice que nos callemos. Así se instaura el silencio.
3 comentarios:
¿Por qué no te callas? (El rey de España) Es está la línea de Grupo Prisa (Santillana y El Páis)
Jaime: vamos a ir el Mirecóles 16 a las 8:45 de la mañana a manifestar nuestro desacuerdo con la decisión del grupo Prisa para no renovar el contrato de Carmen Aristegui, (lee el Proceso de esta semana). A lo mejor no somos muchos pero no importa trae alguna manta, cartulina o lo que sea con alguna leyenda de protesta. La cita es en el metro División del Norte del lado (hay un Bancomer) que se encuentra Santillana (Avenida Universidad entre Miguel Lauremnt y la siguinte enfrente del Chedraui)
Nos vemos entonces, Juan Juaquín
En México no hay democracia
vamos hacia o estamos en una dictadura
No nos hagamos tontos ya estamos en una guerra (fría) civil.
Es curioso, pero con la Aristegui muchos nos hicimos al hábito de escuchar para reflexionar, dialogar y construir. Hoy su ausencia reproduce orfandades dolorosas. En y con ella, sabíamos que teníamos más que a una profesional, a un mujer, pero particularmente a una amiga.
Su silencio ha generado un grito que viene abriendo brechas que, tarde que temprano, esperemos, produzca no sólo ecos, sino la materialización de su presencia.
Jaime, amigo mío, por favor dime dónde puedo localizarte. Mándame tus números telefónicos de casa, de celular, tu correo electrónico.
He puesto links a "Los Elementos del Reino" en los blogs que administro.
Escríbeme por favor a:
cmcorp00@gmail.com
O llámame por teléfono a:
(228) 8125584 (casa)
2281 339766 (celular)
Un abrazo y saludos a todos.
Carlos Manuel Cruz Meza
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