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jueves, septiembre 20, 2007

Ignacio García: Isla o Sirena, de Mary Carmen Gerardo



Conocí a Mary Carmen Gerardo en los talleres literarios de Casa Salvador Díaz Mirón, entonces bajo comodato del Ayuntamiento al IVEC. El Departamento de Literatura estaba entonces a cargo de Jaime G. Velázquez. A éste se le ocurrió un día poner un anuncio en el periódico que decía: “Si quieres aprender a escribir...ven”. El local de la Casa se atiborró de todo tipo de personas: desde secretarias hasta abogados y gente peor. Claro, hubo, como Mary Carmen, personas que tenían bien claro de qué se trataba el asunto de “aprender a escribir”.

El caso es que por el azar contruido por Jaime, de pronto me vi convertido en el “coordinador” del taller de poesía, en tanto él atendía el de ensayo y otros oficios no menores y García Niño se apoltronó como guía de quienes deseaban escribir narrativa.

Recuerdo vivamente a Mary Carmen en los inicios del taller, por una pregunta que me hizo al salir de una de las sesiones. Pregunto: “Oye ¿has leído a Carlos Baudelaire?” ... ¿Quién? –me contesté a mí mismo. Comprendí que la editorial Porrúa con su afán de españolizar los nombres de escritores extranjeros, era parte del inventario literario de esta poeta. Nos reímos mucho por la respuesta que le ofrecí, si bien ya no recuerdo en qué tono fue.
Fue gracias a ello que vinieron al taller gente de la talla de Arthur Rimbaud, Novalis, Alvaro Mutis, Gerard de Nerval, José Carlos Becerra, Octavio Paz, Paul Valèry, Charles Bukowski, Ezra Pound, T.S. Eliot y muchos más que hoy se me pierden en la memoria.

Cada sábado aparecía Mary Carmen con un cuaderno bajo el brazo (pluma jamás llevaba). La intención de ella fue siempre escribir mejor cada día. Y no se daba tregua. Escribía, uno revisaba sus escritos, los demás opinaban y ella no se daba por vencida así la crítica le fuera contraria. De forma tozuda, imaginativa y casi delirante, Mary Carmen traía consigo cada sábado lo escrito...Cada día mejor; cada vez con más hechura sus poemas, sin dejar atrás su insistencia en hacer de la palabra no sólo un pasatiempos, sino un verdadero oficio.


En aquellos tiempos los Ezras organizamos, no sé si el tercer o cuarto Encuentro de Escritores del Puerto (las neuronas todavía ebrias por el alcohol de aquellos días, no me permiten recordar bien) . El caso es que para tal evento, la poeta preparó su primer libro de poemas; hecho de forma muy pero muy sencilla, pero con todo el amor que ella le puso en cada línea, además de las ilustraciones salidas del lápiz genial de Carlos Villarreal. El libro se titula Vía sin vuelta, y uno de sus poemas ya avizora (ella prevé como buena vidente) lo que será el papel que jugará en el mundo de las letras; dice: “Bajo la palabra / la sed de mis principios / se esconde / Insegura del futuro / busca la corriente / espera el nacimiento” ... Entonces, hé aquí Isla o Sirena: (1), la corriente buscada, el nacimiento convertido en realidad y madurez a toda prueba.

Hay que subrayar que éste, su último libro, llega después de una larga espera, con un perfil de gran factura, pero también lleno de una gran dosis de humildad, paciencia y constancia. En estos poemas se nota la tarea de iniciar y reiniciar: una paciencia no para ver quién la publica por publicar sólo por hacerlo; sino el sentarse a medir, a sentir, a transformar, no sólo para ella sino principalmente para el lector, cada una de las líneas que conforman el libro. El fruto de todas estas virtudes cernidas por el tiempo, dan como resultado el que Isla o Sirena pegue con el martillo amoroso de una voz bien calibrada. Como estos versos salidos de ese corazón ya bien armado para, sin alertar a nadie, sí hacerlo sucumbir de asombro.

Llego ante el mar
a presenciar la palabra
Beso tus labios
cuando lo amado

es solitaria espuma
El agua borra su profundidad
transforma la figura
presencia
..............despojo
ceguera
delata la ausencia
consume el dolor
Un muro de viento

detiene las olas
Las ondulaciones vegetan
son cuerpo
despedida donde existo todavía

Dividido en varias secciones (que no denotan otra cosa sino un trabajo prolongado y –otra vez—una paciencia a toda prueba) Isla o Sirena zumba en algunas de sus partes, y lo hace metiéndose en nosotros, invadiendo el lugar nuestro, pues ¿a quién puede ser ajena esta situación que plantea la poeta, así nomás al despoblado?

Toda la noche
he cavilado con el cadáver desnudo
que llevas siempre a cuestas
He recordado mi obra
porque la forjé
con sudor y barro

Me doy cuenta cómo las palomas
no se acercan a mí en el zócalo
y cómo la bandera no me produce emoción

El final cuenta que puedo seguir bebiendo
junto a la columna donde beben los hombres


La añoranza cabe en uno sólo de los sentidos. Ver a Mary Carmen Gerardo publicada en una editorial universitaria, me hace invertir el sentido del gozo y sentirme orgulloso de los ayeres: significa que en una poeta como ella, el tiempo no camina en vano, no deja de arrojar vientos y estrellas para alimentar la pluma de quien así lo exige, y termina por decirnos (como abriendo la posibilidad de más añoranza y más tiempo):

Basta con bajar los ojos
para pensar en el abismo azul
en la hiedra escondida en el aroma
en la sombra de una palmera
Basta con imaginar puertas
para tocar el vacío con temblor
para saber que el mar no me necesita

Efectivamente, Mary Carmen, basta con eso: imaginar. Dice Pascal que esa imaginación nos agranda tanto el tiempo presente, que hacemos de la eternidad una nada, y de la nada una eternidad...

La eternidad: ell tiempo que nos lleva para escribir otro libro.

(1) Mary Carmen Gerardo, Isla o Sirena, Centro Universitario Hispano Mexicano, 2007

1 comentario:

Peniley Ramírez dijo...

"para saber que el mar no me necesita" Maricarmen, nunca le habia escrito, creo que por pena, pero este verso que recupero Nachito me ha sacado los ojos. Gracias por dejarme ciega en esta noche casi de octubre, en esta peninsula que parece que nunca acaba, y ojala sea este verso el inicio de una entraniable amistad. Felicidades por el libro, toda mi admiracion, Peniley Ramirez