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lunes, septiembre 17, 2007

Ivonne Moreno Uscanga: 100 años de Cri-Cri




La infancia es una de la etapas más socorridas en la vida del hombre. Para muchos la niñez marca a los seres humanos, en cada uno de sus actos. El juego, se volverá acto recurrente cuando de arrostrar situaciones de confrontación en la adultez, implica crecimiento. Asimismo los olores, las esencias, los sonidos dulces o estrindentes, de cuando fuimos niños, acompañarán nuestros más gratos o tristes recuerdos durante nuestra existencia.
Las canciones y los cuentos forman parte de esa cadena de heraldos sutiles de las primeras etapas en los ciclos de crianza. Seres fantásticos, (La Muñeca fea ,Las vocales) la fauna parlante, (Caminito de la escuela, Che Araña, Ratón Vaquero, La Patita, Conejos Panderos) hechos inverosímiles realizados por héroes y heroínas peculiares, (El ropero, Negrito Bailarín, Abuelita ) animación de objetos (El comal y la olla, Cochecito de Música) marcaron un hito en la niñez mexicana durante décadas.

El prodigioso orizabeño Francisco Gabilondo Soler, cuya seudónimo, fue otro, rasgo de su portentosa creatividad, CRI- CRI, alegrando el oído de miles de niños, comenzó su carrera en 1934 en la radio, fundada por Emilio Azcárraga, formando un capital importante en la historia de la animación sonora de la República.

El mérito de CRI- CRI el grillito cantor, estriba en su acompañamiento musical, pues además de poseer versatilidad narrativa, conjugó la mayoría de los géneros para dar a la composición a un legado artístico, único en la historia de los ritmos y armonías.


Hoy Gabilondo Soler visita Casa Principal, con esta muestra gráfica: Taller de Israel Barrón y pintores veracruzanos invitados, y del acompañamiento musical por parte del porteñísimo grupo coral CANTORÍA y niños ataviados de alegorías CRI-CRI, para celebrar con especial júbilo, la repercusión de su legado sobre nosotros, seguidores encantados del verde-hoja violín, pues él, consiguió por lustros fascinarnos desde su Reinado de Chocolate, en cuyas atalayas de espumas marinas, nos sumergimos como cucurumbés y seguimos disfrutando de eterna fiesta, a la usanza de zapatos y de jicotes aguamieleros.




La infancia es una de la etapas más socorridas en la vida del hombre. Para muchos la niñez marca a los seres humanos, en cada uno de sus actos. El juego, se volverá acto recurrente cuando de arrostrar situaciones de confrontación en la adultez, implica crecimiento. Asimismo los olores, las esencias, los sonidos dulces o estrindentes, de cuando fuimos niños, acompañarán nuestros más gratos o tristes recuerdos durante nuestra existencia.
Las canciones y los cuentos forman parte de esa cadena de heraldos sutiles de las primeras etapas en los ciclos de crianza. Seres fantásticos, (La Muñeca fea ,Las vocales) la fauna parlante, (Caminito de la escuela, Che Araña, Ratón Vaquero, La Patita, Conejos Panderos) hechos inverosímiles realizados por héroes y heroínas peculiares, (El ropero, Negrito Bailarín, Abuelita ) animación de objetos (El comal y la olla, Cochecito de Música) marcaron un hito en la niñez mexicana durante décadas.

El prodigioso orizabeño Francisco Gabilondo Soler, cuya seudónimo, fue otro, rasgo de su portentosa creatividad, CRI- CRI, alegrando el oído de miles de niños, comenzó su carrera en 1934 en la radio, fundada por Emilio Azcárraga, formando un capital importante en la historia de la animación sonora de la República.

El mérito de CRI- CRI el grillito cantor, estriba en su acompañamiento musical, pues además de poseer versatilidad narrativa, conjugó la mayoría de los géneros para dar a la composición a un legado artístico, único en la historia de los ritmos y armonías.


Hoy Gabilondo Soler visita Casa Principal, con esta muestra gráfica: Taller de Israel Barrón y pintores veracruzanos invitados, y del acompañamiento musical por parte del porteñísimo grupo coral CANTORÍA y niños ataviados de alegorías CRI-CRI, para celebrar con especial júbilo, la repercusión de su legado sobre nosotros, seguidores encantados del verde-hoja violín, pues él, consiguió por lustros fascinarnos desde su Reinado de Chocolate, en cuyas atalayas de espumas marinas, nos sumergimos como cucurumbés y seguimos disfrutando de eterna fiesta, a la usanza de zapatos y de jicotes aguamieleros.

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