¿Por que me miras así?, No tengas miedo no te voy a hacer nada. Reconoce que de todo esto tú tienes la culpa. Mira nada más el lío en que me metiste, siempre es lo mismo, nunca me haces caso. Actúas como si yo no existiera. Ignorándome. Ni siquiera la disimulas. Éste es el resultado. Ya te había advertido que no quería ver a ninguna resbalosa por aquí, ¿te acuerdas? Lo que pasa es que tú no quieres entender; no entiendes, das por sentado que se me va a pasar; las cosas no son así. Yo también siento. Por qué no reconoces que la culpa fue tuya, estás chinguire chinguire hasta que se reventó la reata. Desde que pusiste el gimnasio supe que las cosas no iban a funcionar. ¿Qué creías, que yo no me daba cuenta? Por qué no piensas un poquito en cómo nos sentimos los demás?
Primero fue esa pelirroja, que no cesaba de venir a buscarte. Bueno. La primera vez te lo pasé, no lo sabías. Aunque deberías de haberlo pensado, cualquiera medianamente inteligente lo pensaría. Yo no sé si eres idiota o sólo quieres fregar. Ya viste lo que provocaste! Después fue la de las chichotas, aquella que se empeñaba en venir con sus shorcitos. Descarada …¡no faltaba una tarde! Entonces te advertí que no te iba a permitir una más. Pero tú en las mismas y lo peor de todo es que no supiste entender el mensaje.
Comprende. Fue por nuestro bien. Hagamos que no ha pasado nada. Prometo ser más tolerante, más cariñosa; sabes que no puedo vivir sin ti, nada más te pido que no vuelvas a traerlas a la casa. Tú sabes que te quiero. Todo va a estar bien. Te lo juro. Ya te dije, fue por nuestro bien, sólo ayúdame a meter los pedazos en la maceta, y aquí no ha pasado nada. ¿Quieres?
1 comentario:
Isabel:
Hicimos una lectura colectiva de tu ingenioso texto. Al final sólo ví caras sonrientes. ¡Lo lograstes!
¡Felicidades!
Armando Rojano
Publicar un comentario