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jueves, marzo 06, 2008

Andrés Ugueragua: Lo Kafkiano



El 2 de junio de 1963, en Palma, Mallorca, Camilo José Cela escribió en su prólogo para La colmena que la literatura no es una charada sino más bien una actitud. Esto implica decir que tal actitud va en consecuencia consigo misma: el escritor es la premisa de lo individual primero y tal vez, sólo tal vez, la representación de su generación y su tiempo. Ahora bien: lo kafkiano, lo que se suele entender por lo kafkiano, es una de las tantas actitudes y una de las más conocidas que yacen paradas ante la literatura, el universo y el mundo. Lo kafkiano a prima facie es la voz o el accionar del hombre sin atributos, en permanente y estéril diáspora por el mundo, accionando allí donde nada hay por hacer...
Borges en “Kafka y sus precursores” creyó reconocer sus hábitos, su voz, su impronta frente al mundo mediante algunos textos que denotaban lo kafkiano. En cambio citemos palabras que califican lo kafkiano según Borges: lo inamovible; lo que nunca podrá llegar; lo sobrenatural; lo ambiguo; lo ambiguamente desconocido; lo que se desconfía; el que desconfía; lo desconocido que uno o cree tener; lo apócrifo...
Por otra parte, Albert Camus, en “La esperanza y lo absurdo en la obra de Franz Kafka”, con buenas razones replica que su obra es un símbolo harto difícil de entender. A pesar de la naturalidad con la que Kafka narra sus relatos. “Los grandes problemas están en la calle”, asegura el filósofo francés recordando a Nietzsche, para recordarnos que entre lo cotidiano y lo sobrenatural, está la esperanza kafkiana, como una medida que crece ante la adversidad, la cual es algo así como un teorema de lo absurdo. Pero en la actitud kafkiana sólo esta esperanza, este accionar, es el que nos absuelve.
Podríamos afirmar también que lo kafkiano es la actitud de una entidad frente a un registro simbólico, como cuando Camus habla tanto de lo cotidiano como de lo sobrenatural, junto a todas las características registradas por Borges. Hay así una noción más acabada de lo kafkiano. ¿Pero qué mas puede decirse de lo kafkiano, cómo se produce? ¿De qué modo opera?
Lo kafkiano es una aspiración o acción que de antemano carece de sentido. Es una aspiración o un hecho que jamás llega a consumarse, y en la que el hombre jamás logra entrar a su historia esencial. Lo sobrenatural jamás es explícito en lo kafkiano, más bien se explaya en eventos cotidianos, eslabonados, que finalmente dan cuenta de un hecho que a lo largo del libro es extraño y sobrenatural. En La metamorfosis, la mutación de Gregor Samsar reside directamente en lo grotesco, como un hecho social: el mutismo y encierro del personaje repercute en todo el entorno. Como el silencio que despierta sospechas y ruido. Vale acotar la cercanía entre Kafka y “los esperpentos” de Valle Inclán. La metamorfosis es un disparate que contiene a su vez dos sentidos y no uno. Lo silenciado actúa tanto como lo dicho. Como si su autor supiese propinar una función incluso a eso que hasta él mismo calla por no saberlo o no quererlo saber. En cuanto a uno como lector, le merece la opinión de que cuando uno está a punto de desestimar una obra de tamaña dimensión, por ser justamente un disparate, resulta que es una realidad sistemáticamente deformada, recargada de valores grotescos y absurdos, a la vez que se degradan los valores literarios consagrados; para ello se dignifica aquí un lenguaje coloquial y desgarrado; la materia para “el esperpento” la ofrece el inframundo en sus varias formas. Esta es una definición que nos acerca a los esperpentos y a su vez a lo kafkiano.
Por otra parte lo sobrenatural es el resultado de dos o más hechos, y conforma el punto oscuro de la obra.
En un sentido cronológico, lo sobrenatural no aparece jamás en un primer momento sino que lo hace entre hechos lógicamente concertados, como si el personaje que los realizara, fuera por un momento borrado de la escena, para dar lugar a lo sobrenatural (ya sea lo divino o lo demoníaco). Lo sobrenatural puede expresarse en como un impedimento o en una facilitación demasiado evidente, como si un ser superior tendría algo que ver con la historia, siendo lo kafkiano, en este caso, el desconcierto de alguien que no tiene noción de ello.
Kafka supo hacer que las partes de sus novelas rebasen la totalidad de las mismas: “El todo es más que la suma de las partes”, tal como reza una formula física. Hay a lo largo de sus obras un punto sobrenatural donde hace su aparición y lo cual la motejamos como absurdas o hasta incluso como mágicas. En que la verdad, cada vez más apremiante y por momentos desfigurada, sobrepasa con creces cualquier cuestión (como por ejemplo la moral). No se llega a discernir si lo que ocurre es parte de un acontecimiento, es parte de un plan o es el modus operandi ubicado entre el destino y la manufactura de alguien que jamás se da a conocer.
Cuestiones como estas se dan en lo kafkiano: los personajes son despojados a favor de una implacable verdad a la cual todo le pertenece, y que Albert Camus lo llamó “Dios” (“No hay nada que no sea de Dios”) a ese sentimiento oceánico que los aplasta a cada línea y a cada página; pero eso sin hacerse conocer. Lo kafkiano es algo más que simples metáforas, signos y símbolos representativos de un férreo impedimento por conocer lo esencial. Es una actitud mucho más concreta, sublime y desesperada: es la búsqueda de la esperanza mediante la acción y la espera realmente verdaderas, “en el desierto de la gracia divina”.

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