Alejandra Ortiz (Especial, La Jornada)
Sansepolcro, Arezzo, 21 de marzo.
Las 44 fotografías que el mismo Henri Cartier-Bresson (1908-2004) seleccionó para la colección Cuadernos mexicanos se muestra por primera vez al público italiano en una exposición que se abrió el pasado 15 de marzo y concluirá el 18 de mayo en el histórico Palacio Pichi Sforza, en la ciudad de Sansepolcro, en la Toscana.
La muestra –inaugurada con fuerte impacto mediático en todos los noticiarios televisivos, periódicos y radio– fue organizada por Dante Trefoloni, dueño de Mercurio Promozioni, en colaboración con Magnum Photos y la Fondation HCB y Contrasto.
Trefoloni explicó a La Jornada su interés por presentar ese material en Italia, precisamente por su originalidad y porque abre la puerta a una realidad lejana a la europea, que él tuvo oportunidad de conocer cuando hace unos años vivió en Centroamérica.
Estas imágenes de Cartier-Bresson son producto de dos viajes –uno en 1934 y el segundo de 1964– que marcan momentos diferentes en la vida del fotógrafo francés y en la historia de México, pero que sin embargo parecieran inmutables en el tiempo.
La instantaneidad de su mirada sensible logra captar con precisión y sin complacencias momentos de la cotidianidad y del carácter del pueblo mexicano: imágenes sinceras que evocan vitalidad, fuerza y nobleza.
Riqueza y originalidad
Cartier-Bresson forma parte de un entourage de fotógrafos e intelectuales extranjeros presentes en México al término de la Revolución. Después de siglos de ser la versión provincial del arte de ultramar, México revela su riqueza y originalidad abriendo paso a un momento de intenso nacionalismo y de fervor cultural sin precedente.
Los artistas extranjeros del avant garde se sienten fuertemente atraídos por esta nueva sociedad que emerge, arribando a sus tierras y realizando algunas de sus mejores obras. Entre ellos figuran D.H. Lawrence, Malcom Lowry, Anita Brenner, Bertram Wolfe, Sergei Eisenstein, Antonin Artaud, André Breton, Wolfgang Paalen y Alice Rahon.
En fotografía, México es de los países más retratados por los extranjeros. Desde mediados del siglo XIX la lente de sus artistas –prevalentemente americanos–, captarán sus riquezas naturales, fomentando la visión de país exótico que hasta ahora sigue conservando.
Será en el tercer decenio del siglo XX, con el arribo de Edward Weston y su discípula Tina Modotti, y más tarde con Paul Strand y Kati Horna, cuando se rompan estos modelos folcloristas para captar la vitalidad que palpitaba en esa tierra y en cuyos países de origen faltaba, sin olvidar la causa social que era el motivo central en sus obras.
Henri Cartier-Bresson compartió dicha perspectiva sintiéndose fuertemente atraído por plasmar la vida de los barrios pobres, de los campesinos, el ámbito laboral.
Si el fotógrafo hubiera emprendido en la actualidad un nuevo viaje, ¿nos encontraríamos acaso observando por tercera vez su obra con el espectro de un país sin cambios?
La muestra –inaugurada con fuerte impacto mediático en todos los noticiarios televisivos, periódicos y radio– fue organizada por Dante Trefoloni, dueño de Mercurio Promozioni, en colaboración con Magnum Photos y la Fondation HCB y Contrasto.
Trefoloni explicó a La Jornada su interés por presentar ese material en Italia, precisamente por su originalidad y porque abre la puerta a una realidad lejana a la europea, que él tuvo oportunidad de conocer cuando hace unos años vivió en Centroamérica.
Estas imágenes de Cartier-Bresson son producto de dos viajes –uno en 1934 y el segundo de 1964– que marcan momentos diferentes en la vida del fotógrafo francés y en la historia de México, pero que sin embargo parecieran inmutables en el tiempo.
La instantaneidad de su mirada sensible logra captar con precisión y sin complacencias momentos de la cotidianidad y del carácter del pueblo mexicano: imágenes sinceras que evocan vitalidad, fuerza y nobleza.
Riqueza y originalidad
Cartier-Bresson forma parte de un entourage de fotógrafos e intelectuales extranjeros presentes en México al término de la Revolución. Después de siglos de ser la versión provincial del arte de ultramar, México revela su riqueza y originalidad abriendo paso a un momento de intenso nacionalismo y de fervor cultural sin precedente.
Los artistas extranjeros del avant garde se sienten fuertemente atraídos por esta nueva sociedad que emerge, arribando a sus tierras y realizando algunas de sus mejores obras. Entre ellos figuran D.H. Lawrence, Malcom Lowry, Anita Brenner, Bertram Wolfe, Sergei Eisenstein, Antonin Artaud, André Breton, Wolfgang Paalen y Alice Rahon.
En fotografía, México es de los países más retratados por los extranjeros. Desde mediados del siglo XIX la lente de sus artistas –prevalentemente americanos–, captarán sus riquezas naturales, fomentando la visión de país exótico que hasta ahora sigue conservando.
Será en el tercer decenio del siglo XX, con el arribo de Edward Weston y su discípula Tina Modotti, y más tarde con Paul Strand y Kati Horna, cuando se rompan estos modelos folcloristas para captar la vitalidad que palpitaba en esa tierra y en cuyos países de origen faltaba, sin olvidar la causa social que era el motivo central en sus obras.
Henri Cartier-Bresson compartió dicha perspectiva sintiéndose fuertemente atraído por plasmar la vida de los barrios pobres, de los campesinos, el ámbito laboral.
Si el fotógrafo hubiera emprendido en la actualidad un nuevo viaje, ¿nos encontraríamos acaso observando por tercera vez su obra con el espectro de un país sin cambios?
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