Encuentra a tus autores aquí

sábado, marzo 22, 2008

Carolina Cruz: MINIFICCIONES

De izquierda a derecha: José Luis Cerdán, Arturo García Niño, Carolina Cruz, e Ignacio García, miembros del Consejo Editorial de Ezra Michelet Ediciones, en una fotografía de hace unos 14 años. ¿El lugar? No precisamente una biblioteca o un sitio sagrado para hacer literatura. Se trata de una piquera llamada El Barón Rojo. ¿Qué de interés literario tenía la reunión? Como hemos dicho ya a algunos de nuestros lectores, en ese círculo afinamos lo que más tarde se convertiría en SOLO PARA INTELECTUALES de Notiver, un suplemento cultural dominguero que sin duda alguna ha dejado huella en la vida literaria y artística del puerto.
Publicamos la foto, no sólo por nostalgia, sino para mostrar que la solidaridad, el respeto mutuo, la fraternidad y tolerancia entre nosotros, ha podido más que nuestras naturales y obstinadas opiniones personales. Seguimos adelante; incluso con José María Peña quien, desde aquel otro lado, sigue con ojo ligero la marcha de nuestro quehacer literario.
Ignoro si estas MINIFICCIONES que presentamos ahora de Carolina, sean de aquella època... ¡Qué importa!




Así es el tigre

Alcancé a ver cuando el tigre saltó a la cama, me deslumbró con una gran cicatriz que tenia en su cuerpo, manaba de él un ciento lento, como ese que no ha nacido.
Dijo que tenia sed y pensé “claro no es dromedario!” y le preparé un high ball y pidió otro y otro más, pensé en lo incómodo de tener un tigre ebrio en mi cama y al otro día, un tigre crudo, que podía ser peor (los tigres al amanecer quieren comer carnitas y suelen ponerse necios). Así que urdí concienzudamente una receta china que heredé de mi madre: le guisé unas plantas de primavera y su lomo se convirtió en mapa, monté su geografía (ya estaba tan borracho el pobrecito) y conocí el mundo. Con sus ojos atigrados decía: “Soy un hombre hermoso” nos besamos hacia el sur azul y de su enorme cicatriz brotó la Primera de Vivaldi. De pronto recordé: Si los tigres no vuelan, ¿qué hacemos aquí arriba? Pero el tigre creía en las cosas del amor. Así que corrí al Manual de Tigres Enamorados y encontré “tuércele el cuello al tigre”.Con la última tira de su vientre lo asfixié a almohadazos.

La Oveja

Al primer toquido de la puerta supe que era la oveja. Adivinaba sus ojos de acorralada y me parecía ya escucharla: “¿No sabes que estoy desesperada”? Pero conocía su juego de gruta empedernida y tenía un botín de altura para tenderla en altamar (después de todo las ovejas no saben nadar). Quiso manipularme con sui tristeza deslechada –habló del lobo y enseñó los boletos de viaje-, intentó hacer el amor pero era solo una oveja y venía cansada. Saqué mi lecho de río y no pudo con su cauce invertebrado, inventé mil cosas para su apetito, pero hablaba del rebaño, las noches lobunas, el mundo cotidiano.
Mientras miraba aquellos ojos aborregados, dulces y asustados, imaginaba diferentes menús: oveja electrocutada, al carbón, en adobo, asada, frita, con apio y col, oveja a la naranja. De pronto me dijo que tenía hambre, pensé que era una oveja sumamente intuitiva y debía cambiar de estrategia. Le ofrecí espejismos, cité las palabras mágicas y apareció un trigal, le prometí al cordero (Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros), pero su fe era anterior a Cristo. Empecé a sospechar que tramaba para mi un precipicio, entonces saqué mi botín de altura que guardaba para ovejas desesperadas y le propuse un condimentado amanecer: un canto marino al calor del fuego para cocinar la cena… y entonces la crucifiqué.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que agradable sorpresa, no sabia que escribias cuento. ¿tendrás más por ahí?isabel

Anónimo dijo...

¡Qué divertidos y buenos textos! Entre poema en prosa y cuentos. Es difícil de adivinar si dejaste las drogas o sigues en ellas (es broma). Cualquier opción sigue en ella, un abrazo, Juan Joaquín