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martes, octubre 23, 2007

Lucía DeBlock: Maternidad Intima



Madre es una palabra que encierra los más diversos significados y concita, más que ninguna otra figura social, metáforas y contradicciones de gran contenido ideológico: la madre, siempre es objeto de culto.
Ser madre o tener madre, posee por sí mismo la carga de significados y las emanaciones afectivas suficientes para alcanzar la calidad de inolvidable.
En el pasado la mujer dejó de tener importancia social desde que las religiones adoptaron el sistema patriarcal. De ahí, que el judeo-cristianismo consideró justas sólo a las mujeres que eran madres y la mayor bendición de Dios era que se les permitiera ser madres. Nuestra sociedad patriarcal exalta la maternidad como el ideal femenino y dio pie a discursos como el de Santo Tomás de Aquino, acuñado alrededor de 1250: “El padre debe ser más amado que la madre, pues él es el principio de la procreación, mientras que la madre es tan sólo el principio pasivo.” Mientras que en el extremo opuesto, en la segunda mitad del siglo XX, algunas feministas comprendieron que la maternidad era su mayor poder político.
Lo cierto es que hoy en día, mujer y madre se plantean como una parte esencial la una de la otra. El “ser” femenino se encuentra condicionado a un conjunto de significados y concepciones, muchas veces invisibles y sutiles, que tarde o temprano devienen en la maternidad. Según Lagarde “… la maternidad implica la realización de tareas por amor, por obligación terrena o divina, o por instinto”. Sin embargo, de acuerdo a las 19 narradoras que integran esta antología de cuentos titulada Atrapadas en la madre, la maternidad trasciende esos límites y trasgrede aquellos conceptos.
En este libro, la maternidad es entendida como una construcción social a la cual se le prodiga un lenguaje literario que felizmente difiere en cuanto al tono, la intensidad, el ritmo y los recursos narrativos. El poderío verbal del volumen y las variadas aproximaciones a los misterios y simbolismos de la figura materna, son el elemento central de estos 19 cuentos que vigorizan toda clase de reminiscencias.
Esta entrega sobre la maternidad, es primero una visión sobre la mujer y luego sobre la madre, un símbolo de poder histórico y colectivo que trama el tejido de la vida cotidiana con contribuciones de variados registros que dejan claro un reordenamiento de la realidad de la mujer, y al mismo tiempo, de la obra literaria escrita por mujeres.
Como menciona la maestra Espejo en su introducción, para seleccionar los textos que componen esta antología predominó un requisito: la calidad literaria, pero además, nos ofrece reflexiones sobre una nueva generación de mujeres que nos sitúan en una ventana de excepcional colocación, desde la cual contemplamos los guiños entre generaciones, en el cotidiano proceso de modernizar los planteamientos sociales. Las diferentes teorías sobre las cuales estas escritoras edifican vastas concepciones, se traducen en espacio interior de acceso privilegiado para la mujer, que dotan a la madre de su potestad esencial: materia vuelta tinta que provee de energía a Atrapadas en la madre.
Tras la lectura de “Estío”, de Inés Arredondo, el primer cuento de este libro, perdemos cierta inocencia con respecto a las relaciones entre la madre y el hijo varón, y somos testigos de cómo el único precepto moral que toda madre intuye indispensable, se ve alterado y se erige como la “gran culpa” ante la cual, sólo cabe la distancia como un torpe intento por redimir lo que acaso, se revela como prohibido: el deseo incestuoso.
En “La maldición de Eva (Tragedia en siete actos)” de Liliana Blum, nos da cuenta de las pérdidas de la mujer tras el embarazo: la vergüenza y el pudor de tanto abrir las piernas para que médicos y enfermeras soslayen sin el mínimo recato; la traición al mundo idealizado de los veinte años; la triste contemplación del cuerpo mancillado y de exuberantes carnes flojas. Detalles por los que una madre no siempre se siente plena y feliz ante las imposiciones sociales de la maternidad.
Rosario Castellanos nos da una muestra de la maternidad enceguecida. En “Cabecita Blanca” se revela aún vigente, la negación inconsciente de la madre, como resultado del desconocimiento de su papel en el nuevo orden que domina su vida.
Martha Cerda hace gala de una encomiable laconía en “De Generación en generación”, un cuento ríspido y crudo donde el vestido de novia es una alegoría de la virtud que de antemano les ha sido negada.
En “La tumba egipcia” de Beatriz Espejo, el tono está definido desde la primera palabra con la que da inicio el cuento: Pero. Defecto, dificultad y objeción, todo ello implícito en la rutina de los martes entre la hija y su madre, que hacia el final, en la imagen de la madre despidiéndose desde el balcón tras un encuentro desafortunado, devela un juego de correspondencias y una gran dosis de certidumbre que desborda los propios límites del tiempo, sin lugar a dudas, el elemento corruptor de esta historia.
“Tercera estación” de Amparo Espinosa, es un cuento sutil y nostálgico que concita más metáforas que recuerdos certeros alrededor de la madre ya ausente. Detrás de los árboles y los pájaros que habitan este texto, se teje una trama de referentes que impone una pregunta al lector: ¿En realidad conocemos a nuestra madre? Este es un cuento que explora y estimula la posibilidad de reflexiones múltiples.
Cada línea de “La Corona de Fredegunda” conforma una gran incertidumbre, que gracias a una particular técnica narrativa, deja un lugar abrumador e incierto para la siguiente, generando un parentesco estrecho con el horror. En este cuento, Garro retrata el hambre y la psicología anormal, también echa mano de la fantasía y el absurdo, logrando una sensación permanente de acoso, el cual fácilmente permea en la consciencia del lector.
Con una limpia crónica, Anamari Gomís sienta las bases de la interpretación de la muerte. Con su estertor enfermo encaminándose al vacío, la madre colma la vigilia de las hijas en el último avatar de la agonía.
En “Alexei” de Ethel Krauze, los diálogos, precisos como música, nos llevan a una luminosa exploración de la conflictiva y violenta relación entre madre e hija: la culpa de la madre tras abandonar a su hija por un amante, y los tenaces resentimientos de una ésta, enmarcan la distancia entre ellas, en la cual, a ratos se distingue una velada lumbre de felicidad, y luego, al recobrar de nueva cuenta la noción del espacio que las separa, vuelven a perderse en la nebulosa del tiempo.
“El asa” de Mónica Lavín es un episodio entre dos generaciones de madres donde es notable la atmósfera, recreación emocional de los diversos detalles y objetos, que inmóviles en el tiempo, se revelan con el brío de un hábito que nos permiten recobrar por un instante el seno materno.
En “Fantasmas”, Silvia Molina nos muestra un recurso narrativo muy interesante, señalado por la maestra Espejo como “arqueología literaria”. Una ruinosa casona abandonada, un recuerdo de infancia que coloca a sus personajes alrededor de la cama matriarcal, desde donde la abuela despacha los asuntos familiares, mientras que inmersa en la penumbra de aquellas lejanas tardes, una veleidosa niña recorre los espacios áridos, contando el tiempo para que reaparezca su madre, mientras cose e inventa misterios.
Angelina Muñíz Huberman nos entrega “La madre”, un cuento donde reflexiona sobre el embarazo y explora el significado de dar la vida. Es al mismo tiempo una queja y un ideal paradójico propenso al desencanto, que nos llevan a un final abierto, especulativo, donde cada lector tendrá la oportunidad de ejercer su propio desenlace.
Helena Paz Garro nos muestra un pasaje de sus “Memorias”, donde la opulencia brilla bajo la luz de una fiesta del cuerpo diplomático, en la que vemos a una Elena Garro bella y suspensa en una innata predisposición al desamparo; a Bioy Casares como un hombre extraviado para siempre en la melancolía de un amor irrealizable; y a Octavio Paz, insigne y poderoso, finiquitando de una vez por todas ese turbio arrebato de felicidad.
Margarita Peña en “Abuelas, doncellas y madres”, nos muestra a una madre que amalgama a su familia durante unas vacaciones decembrinas y circula entre ellos resistiéndose a romper el silencio, sólo para comprobar la aridez de su aislamiento.
Aline Pettersson escribe “Bendita sea tu pureza”, no es la ceremonia de Primera Comunión, sino la ruta al altar plagada de incidencias de una niña que se siente impura y por consiguiente culpable, debido a su precoz despertar a la sexualidad, mientras camina delante de las tres madres: Eva, La virgen María y su propia madre
“La Feria” de Marcela del Río es el diálogo en medio del periplo del parto entre una madre y su hija no nata. Es también un discurso sobre los hábitos familiares, las relaciones con los padres, la figura fálica que produce horror y una rivalidad de mujer a mujer con la madre.
Halina Vela nos regala el sueño derivado en palabra y la palabra reventada en imagen; un ejercicio literario excepcional que sofoca por su potencia en “¡Hoy no, por favor, hoy no!”
Por último, Socorro Venegas nos comparte “Diques para un viaje”, el encuentro de tres generaciones de mujeres que van en un viaje rumbo al mar, lleno de significancias, durante el cual, gracias a un excepcional manejo del lenguaje, Venegas nos revela cómo a pesar de sus diferencias, permanecen unidas en el tiempo.
En esta entrega de Atrapadas en la madre, la maternidad se vuelve íntima y se reivindica en cada uno de los relatos, debido a que implícitas encontramos contribuciones valiosas: reflexiones teórico sociales, crítica cultural, patrones motivacionales y de conducta, y por supuesto, deseos existenciales de este arquetipo primario y esencial que es la madre.

Atrapadas en la madre. Antología de cuentos.
Beatriz Espejo/ Ethel Kilteniuk Krauze (Compiladoras)
México, Alfaguara, 2007, 255 p.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante Lucy, buscarè el libro. isabel