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martes, octubre 16, 2007

Ignacio García: PIEDRA DE SOL



Piedra de Sol: Sin-cuenta de años

Creo que no existe poeta a quien no se le haya preguntado alguna vez “¿cómo es que escribes?” Y el poeta, casi sin excepción, no sabe cómo escribe, qué es eso en su mente que lo azuza a abrir el cuaderno y deslizar el lápiz. Menos aún conoce la forma de iniciar el poema y el descelance de éste o la estructura que lo contendrá.

En 1957 Octavio Paz parecía tener en mente un poema cuya armazón anímica y de palabra se hallaba ya rondando su pluma. Se trataba de un proyecto monumental, primero por su forma y luego –más aún—por los versos y sílabas con que iba a ser llenado ese esqueleto poético. La idea era un poema de 584 endecasílabos y un da capo final que hiciera las veces de un infinito: la serpiente que se devora a sí misma sólo para recomenzar...otro poema, que es a un tiempo sílaba de amor y recuento de los crímenes de la historia; poema lleno de mitologías y arquetipos; poema del encuentro con la amada y con el mundo en ruinas, cuando el sol abre las neuronas como piedras y hace brotar de ellas la vida que clama y dice: “puerta del ser, despiértame, amanece, / déjame ver el rostro de este día, / déjame ver el rostro de esta noche, / todo se comunica y transfigura, / arco de sangre, puente de latidos, / llévame al otro lado de esta noche, / adonde yo soy tú somos nosotros, / al reino de pronombres enlazados”.

Los 585 versos representan el número de días del ciclo del planeta Venus alrededor del sol. En la leyenda de Quetzalcóatl esa revolución sinódica constituyó la base de los cálculos astronómicos y religiosos. La era nahuátl resulta ser la quinta del quinto Sol, y la piedra del calendario azteca, con el sol en el centro, significan las cuatro eras anteriores por las que pasó el mundo antes del surgimiento de Quetzalcóatl-Venus.

Si mitológicamente la idea estaba allí, llenarla con poesía madura, inteligente, insospechada y sorprendente, era todo un reto. Decir que Paz aprobó el desfío es adentrarse en el lugar de los comunes. Dice Víctor Manuel Mendiola que ciertamente Paz sufrió “la maldición que pesa sobre todos los poetas: la del poema que borra a los otros poemas. Que el lector vea la densidad del bosque y no uno de tantos ejemplares hermosos. Pero la poesía de Paz, además de poseer la idea del árbol —como analogía central—, tiene verdaderamente una torre leñosa que sobresale en la arboleda de su obra y que no ha dejado de ondear y de alcanzar cada día más altura en el cielo de la lírica en lengua castellana.”

Dentro de este bosque leñoso, Piedra de sol se levanta como ejemplo universal de una rabia poética llena de lucidez, y nos muestra a un poeta no hecho de un solo poema, sino alguien que puede entrar y salir por las entrañas de la poesía y deslumbrarnos, no por su final sin comienzo, no en la estética ya de por si depurada de su verso, sino porque en cada línea de once sílabas hacen de Piedra de Sol 585 poemas. Ejemplo de ese deslumbrar, es este encuentro entre lo sagrado, lo erótico, mezcla histórica entre dos culturas, añoranza y, ante todo, el punzón del poeta que no se conforma con herir palabras, sino machacarlas, y luego ponerles venda y ungüento y entonces devolverlas hecha inteligencia, pasión poética y palabra que jamás desaparece: “voy por tu cuerpo como por el mundo, / tu vientre es una plaza soleada, / tus pechos dos iglesias donde oficia / la sangre sus misterios paralelos, / mis miradas te cubren como yedra, / eres una ciudad que el mar asedia, / una muralla que la luz divide / en dos mitades de color durazno, / un paraje de sal, rocas y pájaros bajo la ley del mediodía absorto
Si el amor es la defensa del hombre contra la muerte, Paz erige su Piedra de Sol amando pero sin temor a aquélla. ¿El mito del eterno retorno? Tal vez. Pero más que eso, esa pasión que no termina nunca, y si termina resucita en otros: en la escritura y sus lectores. En este caso, una palabra que ilumina el pensamiento de quien lee y le hace dar vueltas y lo lleva a preguntarse en qué momento la Musa, el Numen, la Inspiración, nos eligen para decirles a otros, como lo hace el gran poeta: “miradas que nos miran desde el fondo / de la vida y son trampas de la muerte / —¿o es al revés: caer en esos ojos / es volver a la vida verdadera?”

Al llegar a sus 50 años de escrito, Piedra de Sol sigue siendo para algunos ese repaso que no nos deja adivinar si por amor vivimos, o morimos de amor sin que nada nos suceda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Celebremos Ignacio, celebremos la vida, porque este poema es los poemas, es la vida, celebremos la palabra hecha inteligencia.
Manolo.