Ignacio García: Taj Majal

TAJ MAJAL

¿Cómo saber si fue en el impetuoso Río de las Mariposas
O el apacible Jamapa o el curativo Ganges
o la belleza del Yamuna
donde Puerto Banderas arrió sus pendones
y le puso al cielo tu nombre?

No lo sé. Nadie lo sabe. ¿Quién lo sabrá?
En vano busco en los libros y los floreros,
en las Enciclopedias donde la llaman Mahal,
entre las rupias de 20,000 obreros
y este montón de piedras astilladas
por lo tibio de tu sudor

Todo escapa de mis manos

Entre los dedos tengo Nada.
No poseo más que poemas,
el alabastro de tu perfume en piel,
más letras torcidas
y el lenguaje de tus ojos
que miran hacia ese vaso de agua
donde pretendo escribir

¿Cómo es que un mongol puede
convertir en estrella viva
un escombro de luz y levantar tal majestad?

Más aún
¿Cómo hacerte saber que amar
nos es sembrar begonias
o colocar un moño en una caja de Gabbana,
ni llevarte al cine a mirar a Pollock
para luego dejar que el frío y el olvido
sepulten lo que apenas fue?

Usted merece más que eso:
versos, discursos, poemas desgarrados
Requiere de jirones de esa luz, convertidos en leña
y la tibieza de un corazón

que la ame sin exigirle nada.

Y uno no tiene más que eso: frazadas viejas
donde suelen dormir gatos y cornejas,
y de vez en cuando,
uno que otro suspiro en busca de Usted

Los reyes y los señores levantan monumentos
Izan maravillas y cubren sus cúpulas de oro
En vez de plomada prefieren el arte del cuadrante
y arrojan los clavos para fijar con álgebra

Se dice que todo lo hacen
por amor y lealtad
Para que cuando alguien viaje
se le pueda decir desde un lujoso Boeing:

“Y debajo de ustedes tienen al Taj-Mahal
hecho por Sha-Han para amar a quien nadie lo amó”

Por fortuna yo no soy mongol
ni tampoco rey ni viajo en Boeing
Todo lo que tengo –ya se lo he dicho—
es tinta en la piel, una sílaba desnuda,
una palabra cortante y ese silencio agudo
con el que me pongo a diseñar:

no dígitos, no cyber-espejos,
ni ántrax molecular,
sino a hacer lo único que se puede dar
a alguien como Usted
cuando no se tiene sino fuego

entre las manos,
cuando sólo se posee una llama
y esa llama está hecha de amor
y ese amor no pide nada
y se da sola a lumbrera y luz:

Una luz que cuando Usted me olvide
seguirá siendo lumbre
que nadie podrá apagar

Única entre las mujeres,
Usted sabe, a orillas y dentro de su amor,
para quién construye ahora
este escritor