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lunes, abril 14, 2008

Carolina Cruz: El Pumaraña




Cuando descubrí la presencia del Pumaraña merodeaba hacia ratos mis territorios. Al acecho de un intersticio penetró mi piel con su vestir de luna vieja. De mi sueño drenaban amaneceres y a sabiendas del insomnio levanté la manta de su ocaso y me permití el arribo de su historia. Tenía aliento del Como Sur y tejía con él un lento abrazo de nubes guerrilleras. Su mirada hipnotizaba de lejos y sus ojos se antojaban como naranjas mañaneras –con ellos, cuando me amaba, cambiaba de lugar el universo-. Como buen andino sabía de alturas, yo sacaba mis barajas y lo echaba al destino, entonces, como topo loco, con sus garras abría subterráneos, conjuraba presencias milenarias y erigía imperios en mi piel multiplicada. Es cierto, amaba al Pumaraña, pero tenía tantas mañanas, era astuto y marrullero, de sueño efímero y de imprevisto despertar, a veces fiera, otras arácnido –de cualquier manera rasguñaba-, que empecé a fragmentarme, mi alma y corazón giraban por el techo como fantasmas imperfectos, en ocasiones con sus hilos invisibles (que dejaba tirado cuando amanecía araña) zurcía mis heridas, pero otras alboreaba desprendida y él no ayudaba a recoger mis pedazos. Por eso, una noche, me eché al hombro la luna vieja, recité un salmo mensaje de alta sangre, lo besé tanto, tanto, até cuantas historias de guerrillas dulces a su costado, me bañé en el manantial de la muerte, le hable del corazón profundo y quedamos de despertar al amanecer.

A que horas son los rezos –me dijo el ingenuocito cuando vio que preparaba amorosamente el lecho. Sabía de mis manías y yo de sus historias. Poco era lo que se podía hacer. Así que tomé suavemente el camino de la seducción, dice el libro: tararée cinco cánticos, hilvánelos a las alas desprendidas de cinco mariposas verdes cinco minutos antes de las cinco de la mañana, y de cada puntada saldrá una granada de su cuerpo. Después, un soplido bastará. Lo primero que ardió como pira fue su corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente texto que corre con la agilidad y fuerza del puma y entreteje, perfecto, con los hilos de araña. martha elsa durazzo