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jueves, abril 10, 2008

Juan Carlos Gómez: Un recuerdo de Montevideo



UN RECUERDO DE MONTEVIDEO


Gombrowicz se embarca en el General Artigas y se va con Di Paola a Montevideo. En el barco hace reflexiones sobre la línea beethoveniana y manifiesta que en “Pornografía” intentó volver a este tipo de melodía.
“¡Qué descaro de mi parte recurrir a unos temas tan fascinantes y melodiosos! Sobre todo hoy, cuando la música moderna le teme a la melodía, cuando el compositor, antes de utilizarla, tiene que despojarla de toda su atracción, volverla árida. Lo mismo ocurre con la literatura: un escritor moderno que se respete evita toda suerte de cebos, es difícil y prefiere repeler antes que tentar. ¿Y yo? Yo hago justamente lo contrario, meto en la obra todos los sabores más sabrosos, los encantos más encantadores, la relleno de bellezas y excitaciones, no quiero una escritura árida, sin hechizo... Busco las melodías más cautivadoras... para llegar, si lo consigo, a algo todavía más seductor

Desembarcan, se alojan en un hotel y a la noche van a una conferencia que da Dickman en la Asociación de Escritores. En la sala flota en el aire la cortesía, la banalidad y el aburrimiento. Paulina Medero preside la sesión: –Tenemos el honor de presentar al señor Gombrowicz a quien saludamos; quizás quiera decirnos unas palabras; –Bien, Paulina, ¿pero de hecho qué es lo que he escrito? ¿Cuáles son los títulos? Este comentario sobre los títulos me hizo acordar al escándalo que se armó con la persona que me había presentado a Gombrowicz en el Rex cuando le preguntó por los títulos de las obras de Hegel.
Dickman acude en auxilio de Paulina: –Yo sé, Gombrowicz publicó una novela en Buenos Aires traducida del rumano, no, del polaco, “Fitmurca”... no, “Fidefurca”. Se produce un malestar generalizado. Termina el acto y Gombrowicz estampa en el libro de la Asociación su firma, tras lo cual se lo pasa a Dipi para que lo firme también. Esto vuelve a provocar inquietud porque Dipi está en la edad del servicio militar y todavía no tiene pinta de literato.

De ahí se fueron con Paulina y Dickman a un restaurancito que se daba aires, en el que los poetas habían preparado un banquete para homenajear a un profesor. Se levantan los poetas y las poetisas y sueltan poemas en honor del profesor. Cada uno de los cincuenta poetas presentes tenía que pronunciar su poema de homenaje. Gombrowicz llama al mozo, pide dos botellas de vino y empieza a tomar. Le llega el turno a una poetisa grasienta y barrigona, se levanta de un salto, mientras balancea el busto de un lado para otro y agita los brazos, emite manojos de rimas nobles. Gombrowicz no aguantó más y lanzó una carcajada tras la espalda de Dipi, que también soltó una carcajada pero sin ninguna espalda que lo protegiera. En medio de miradas indignadas se levantó el laureado para soltar su discurso, Gombrowicz y Dipi aprovecharon la oportunidad y ahuecaron el ala.

“¡Chismes al canto! Al día siguiente, mientras cenábamos, Dipi oyó que en la mesa vecina se hablaba del escándalo en la Asociación de Escritores y de la provocación en el banquete de poetas... ¡Alguien aconsejaba escribir a Ernesto Sabato para preguntarle si su carta dirigida a Julio Bayce en la que me recomendaba calurosamente era auténtica!”

La historia uruguaya que Gombrowicz cuenta en los diarios no está clara, así que le pedí al Pato Criollo, que pasaba unos días en Montevideo, una versión montevideana de lo que había ocurrido realmente. Aira, siempre enigmático, me mandó unas líneas con una foto.
“Un recuerdo de Montevideo para mi querido Goma”





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