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miércoles, abril 16, 2008

Juan Carlos Gómez: Con la Argentina no puedo romper

En la foto: De izquierda a derecha: Slawomir Ratajski, embajador de Polonia, Rajmund Kalicki, escritor polaco, y Juan Carlos Gómez en el Centro Cultural Borges durante la inauguración de las jornadas del año del centenario.



"Soy amigo de la Argentina natural, sencilla, cotidiana, popular. Estoy en guerra con la Argentina superior, ya elaborada, ¡mal elaborada! Hace poco un argentino me dijo: –Usted es alérgico a nosotros, por eso no nos quiere. En cambio otro, Jorge Ábalos, me escribió recientemente desde Santiago: ‘Usted busca en este país lo legítimo, porque usted nos quiere’ ¿Querer a un país? ¿Yo?"
Cuando los novios dudan del amor del otro deshojan una margarita, pétalo por pétalo: me quiere, no me quiere. El último pétalo les acerca la verdad. A veces pareciera que Gombrowicz nos quiere.
"Con el pintor español Sanz en El Galeón. Ha venido por dos meses, ha vendido cuadros por varios centenares de miles de pesos (...) Ha pesar de haber ganado bastante plata en la Argentina, habla de ésta sin entusiasmo. ‘En Madrid uno está sentado a la mesa de un café, en plena calle, y aunque no lo espere nada en concreto, sabe que todo puede ocurrir: la amistad, el amor, la aventura. Aquí se sabe que no va a pasar nada’. Pero el descontento de Sanz es muy moderado en comparación con lo que dicen los demás turistas. Los enojos de los extranjeros con la Argentina, sus críticas altivas y juicios sumarios, no me paren de muy buen gusto"
Pero a veces pareciera que no nos quiere:
"Y aquí, en la Argentina, estoy privado hasta de una café literario, de un grupito de amigos artistas en cuyo seno puede acogerse en las ciudades de Europa cualquier bohemio, innovador o vanguardista (...) Yo me veía en el café Rex con mi amigo Eisler, a quien conseguía sacarle algunas monedas ganándole al ajedrez (...) Hubo un tiempo más animado cuando emprendía la audaz tarea de traducir...(...)"
Y otras veces pareciera que nos quiere de una manera extraña:
"Pero, hablando seriamente, ¿qué aspecto tendré yo si el enemigo me sorprende en uno de esos momentos de debilidad como un admirador? ¡No, debo ser siempre difícil, difícil! Y sobre todo ser igual que en la Argentina. Oh, la, la, si yo cambiara no sería más que un pequeño detalle bajo la influencia de París, ése sería el efecto. No, así como yo era con Flor o Eisler en el Rex, así debo ser ahora, ¡tengo que estampar mi sello en la cúpula de los Inválidos o en las torres de Notre-Dame tal como era con Flor en la Argentina. ¡Con Flor o también con la vieja Polonia aristocrática!"
Pero cuando hacemos la cuenta global nos da la impresión que la margarita se marchita. Llegó a Buenos Aires con doscientos dólares que le alcanzaron para vivir seis meses, el país era muy barato en aquella época. Durante un tiempo tuvo una modesta subvención de la legación polaca pero, finalmente, no quiso ayudarlo más. Amenazó con instalarse delante de la puerta del edificio con un cajón de lustrabotas para limpiar zapatos. Cayó en desgracia porque no quiso alistarse en el ejército a pesar de la insistencia de todo el mundo.
Sus relaciones con el medio literario argentino fueron escasas. Al principio se esforzó por entrar en contacto con los hombres de letras por razones prácticas, pero pronto desistió. Sus libros no habían sido traducidos y eran inaccesibles para ellos, su español era malo y las conversaciones sobre la literatura no le interesaban.
Sólo se podría hablar de relaciones tras la aparición de "Ferdydurke", pero para entonces se había instalado en el anonimato y lo tenía sin cuidado el mundo literario.
"!Oh, belleza! ¡Crecerás donde te siembren! ¡Y serás como te siembren! No creáis en las bellezas de Santiago. No son verdad. ¡Me las he inventado!"
"Transatlántico" y "Acerca de lo que ocurrió a bordo de la goleta Banbury" son narraciones donde aparece la Argentina. "Acerca de lo que ocurrió a bordo de la goleta Banbury" es la novela corta más larga de Gombrowicz. La escribió en el año 1932, y sin saber que siete años más tarde desembarcaría en la Argentina, sueña con ella: "Bajo el hermoso cielo de Argentina, los sentidos gozan gracias a una niña". Y comienza la narración en forma premonitoria: "Mi situación en el continente europeo se hacía día a día más penosa y más equívoca".
Pero es en el final de esta novela donde podemos encontrar una premonición de lo que sería la Argentina para Gombrowicz.
"No, no quería saberlo y no deseaba el calor, ni la exuberancia, ni el lujo. Prefería no salir al puente por temor a ver lo que hasta ese momento ofuscado, oculto y no dicho se desencadenaría con toda su falta de pudor, entre plumajes de pavos reales y fulgores espléndidos. Desde el comienzo todo había estado en mí, y yo, yo era exactamente igual a todos los demás. El mundo exterior no es sino un espejo que refleja el interior"
Gombrowicz empezó a escribir sobre la Argentina recién después de haber vivido quince años en ella, un conocimiento que tiene mucho que ver con ese camino de Sísifo que emprendió hacia la madurez cuando salió de Polonia, una Argentina ya perturbada por su mirada y en gran parte creada por él. Guiado por su inspiración inicial, seguía buceando en el corazón de los argentinos, un pueblo simpático, charlatán y quejumbroso, un oligarca orgullosamente asentado en sus maravillosos territorios. La Argentina, igual que Polonia, es un país centrífugo, es decir, con su centro fuera de sí, que ajusta su conducta colectiva a la luz de los soles que la iluminan. De modo que Gombrowicz usó para comprender este país el mismo cedazo del que se valía para dar cuenta de la deformación de los polacos.
Gombrowicz intenta dar un paso más en el camino hacia la madurez, pero el hombre no puede ser más fuerte de lo que es, y la piedra, como a Sísifo, se le siguió viniendo encima.
"(...) Escríbeme, mis lazos con la Argentina se aflojan y no se puede remediar, cada vez menos cartas, pero es casi seguro que apareceré un día por Buenos Aires, porque experimento una curiosidad casi enfermiza; es realmente extraño que no me atraiga en absoluto Polonia, en cambio, con Argentina no puedo romper (...) En los últimos tiempos vuelvo a menudo, con mis pensamientos, a Argentina y también me acordé del momento de la revolución de 1955, cuando escuchábamos la radio con Karol (...)"
¿Nos quiere o no nos quiere? Los novios saben cuál es su suerte cuando deshojan el último pétalo de la margarita, pero la relación que tuvo Gombrowicz con la Argentina no se puede cerrar ni sumar, aunque él está muerto, está abierta como la vida.

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