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jueves, abril 10, 2008

Carolina Cruz: Cállate la boca

En la Foto: La autora en compañía de nuestro siempre querido amigo, el artista plástico, fotógrafo de arte, escritor y poeta Manuel Salinas Arellano.


Quiero utilizar como íncipit a este artículo una anécdota que recién me sucedió. Una amiga me pidió un texto para una revista, sintiéndose algo incómoda se armó de valor y me dijo: “pero no critiques a nadie”. Ah, le dije entonces escribiré sobre la ausencia de la crítica.
Y me quedó rondando la idea. ¿Qué pasa en todo México, que ya casi nadie se atreve a levantar la voz? Cómo se fue perdiendo ese importante oficio, cuya función en el caso de las artes era principalmente orientar e ilustrar al lector acerca de la calidad de una obra? ¿Por qué fue desapareciendo esa figura?
Actualmente la escasa crítica que existe siempre es anodina y con frecuencia se vuelve alabanza. Nadie quiere jugar el papel de crítico por dos razones poderosas: la primera tiene que ver con la formación: el crítico tiene que ser un especialista en constante crecimiento, conocer en sus profundidades el tema que aborda; pero la segunda razón es la más poderosa: el crítico será siempre un ser solitario y despreciado, por atreverse a señalar la verdad. ¿A quien le gustaría jugar ese fúnebre papel?
Sin la crítica el oficio de escribir no existe. El poeta envía a un colega sus poesías “para que le diga”; pero se las envía al amigo, que mediante tal relación se sentirá incapaz de herir la susceptibilidad del otro y señalar negativamente algún aspecto de dicha creación. Así la crítica se vuelve vacía.
Lamentablemente no podemos confiar en nuestros enemigos, que serían indudablemente nuestros mejores críticos; porque en el medio, al menos en Veracruz, la critica que priva es la descalificativa, depredadora, nociva, mal intencionada, insana, destructiva… regida por pasiones y no por elementos objetivos y constructivos, proactiva.
Si existiera una critica propositiva entre los grupos, entre los artistas, el gremio se fortalecería; las obras se enriquecerían; los productos fuera de mejor calidad e indudablemente las artes y las instituciones saldrían ganando.
La crítica es una poderosa arma: puede determinar la oferta y la demanda; encumbrar una pésima novela al grado de betseller; o arrinconar una excelsa obra de literatura con toooodos sus respetables canones incluidos, en una bodega editorial.
Así la crítica ha caído en la calumnia, en la falsedad o en la adulación. Esa es la crítica manejada por los medios de comunicación, por las grandes editoriales, por los intereses de las empresas; pero existe la otra; la personal. Hacer crítica no es “hablar mal de alguien”, como entiende mi amiga; es simplemente revelar algo que no es lo que parece, es saber leer y con la mejor intención enseñar a leer a los demás; es influir bienintencionadamente en el ánimo del público y exhortarlo a la reflexión, convocarlo a la observación, es ayudar al lector a definir su formación y sus gustos, y es muchas otras acciones más, menos una: la que es perjudicial, dictada por la envidia, la rivalidad, el rencor, la enemistad, la calumnia, la falsedad, lamentablemente acciones tan caras a los seres humanos.
Dejar de criticar es dejar de pensar. Es perder esa libertad y capacidad, de sustentado en valores éticos y estéticos –no políticos-, utilizar el criterio propio, para señalar alguna anomalía que sucede en el medio en el que se desenvuelva el crítico.
La decadencia de la critica es consecuencia del manejo mediático, de la subordinación a los poderes, de la insuficiencia educativa, de la ausencia de referentes, de la pasividad y de la indiferencia humana, de la pereza intelectual, la complicidad, la comodidad, la camaradería, el amiguismo y del compadrazgo, entre muchos otros factores que han venido a darle al traste a un oficio tan necesario en la sociedad.
Y aquí una cita de Octavio Paz que nos cae como anillo al dedo: “Lo urgente es restablecer el derecho a la crítica, fomentar la falta de respeto y, en suma abrir las ventanas para que circule aire fresco”.
No concuerdo con “fomentar la falta de respeto”, porque eso lo que no debe perder una crítica que se digne de seria y responsable: no atacar al otro.
Los verdaderos textos surgen en el desacuerdo, en el intercambio de sinceras opiniones, como todavía lo hacían epistolarmente los escritores del siglo XIX.
Mientras la sociedad, las instituciones y las personas no estén preparadas para la crítica, ésta, sea bienintencionada o no, nunca será aceptada, porque la crítica tiene un complemento sumamente difícil: la humildad en el otro, la capacidad de reconocer el error y dar las gracias. Mientras tanto, yo, que crecí oyendo a mi madre decirme “cállate la boca, Carolina”, seguiré atenta los acontecimientos, porque es además un compromiso consigo mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querida caro: como me vino el saco, me lo puse. Creo que en si estas tergiversando los hechos. Creo que en una revista literaria se puede criticar la obra, hasta lo que se hace mal en politicas culturales. Yo misma escribí en una ventana, sobre el convento de santo Domingo y en vida veracruzana un cuento que se llamaba el expreso de Cordoba, que era una llamada de atención sobre la fuerza que traía Dante. Creo que la poesia, o el cueno es una forma sutil de expresar un desacuerdo, que suple una agresión directa.
Lo que no se puede hacer en una revista literaria es agredir directamente a un politico, pues para ello estan los periódicos, o las revista des opinión.
No te gusta algo, lo dices.El que lo hizo, o el que lo dijo como en mi caso, sabrá de que estamos hablando, y el que no sepa se informará más ampliamente.
Quizá sea por que no soy periodista y en esencia me considero una persona conciliadora, que disfruta enormenemnte de la gente y del entorno, que en Veracruz es sumanente chico pefiero llevarme bien con todos, aunque ojo, que qude claro que no soy debíl, ni cobarde; por otra parte me encanta tu personalidad y lo debes percibir me caes rebien. un abrazo isabel

Peña Literaria de Santiago Tuxtla, Veracruz. México. dijo...

“Es feliz quien está en paz consigo mismo y con el mundo exterior (el ignorante cree hallar la felicidad en la discordia, la injusticia o el dolor ajeno)… la mayor felicidad consiste en la actividad racional misma”.
Ni al gobierno, ni a los empresarios, ni a la televisión conviene un pueblo pensante, crítico. ¿Entonces? ¿Sólo es labor de la familia o de los docentes?
Y si los docentes -quienes debemos procurar actividades encaminadas al ejercicio del raciocinio- no leemos, no discutimos, no nos preparamos; es decir, nos vale madre lo que pasa entre quincena y vacaciones- a dónde vamos a parar? Ni modo. Sólo quedarán las plumas de quienes con claridad, precisión y desparpajo se atrevan a criticar.